
Pronto las izquierdas, en especial el Partido Comunista de México
(PCM), tuvieron que modificar su actitud. Aunque en un primer momento
lanzaron la consigna ni con Calles ni con Cárdenas
, pronto, al
observar la poderosa movilización popular alrededor del michoacano
remarcaron que se encontraban a un lado de las masas cardenistas, pero
no con su liderazgo. Finalmente, la fuerza de los hechos se impuso: el
PCM se volvió un importante aliado el resto del sexenio.
La conceptualización de dicha convergencia se dio en paralelo con los
cambios mundiales, especialmente en la Internacional Comunista (IC) que
reelaboró su estrategia y bautizó el nuevo periodo como de los frentes
populares: grandes alianzas de clase e ideológicas en búsqueda de frenar
a las derechas –en ese momento identificadas con el nazi-fascismo
–,
avanzando en instancias electorales y de gobierno. Los casos de España y
Francia fueron los espejos típicos de la construcción frente populista,
en donde los comunistas ocupaban cargos en los gobiernos de coalición.
En América Latina fue el caso chileno el que más se aproximó a estos,
dado el arraigo de los comunistas.
En México, en cambio, la idea tuvo una suerte marcada por el auge de
la Revolución Mexicana. Tras el viaje de Laborde, José Revueltas y
Miguel Ángel El Ratón Velasco al séptimo Congreso de la IC en
1935, el viraje político terminó de concretarse en el acercamiento de
los comunistas al gobierno de Cárdenas. Aunque convocado inicialmente
por el PCM como Frente Popular Antiimperialista
, pronto la
coyuntura obligó a replantear el conjunto del panorama: de nada servía
crear un membrete vacío si existía, en los hechos, un gobierno que
apoyaba la movilización proletaria y campesina. Así, entre marzo y abril
de 1938 los comunistas interpretaron que el llamado de sustitución del
Partido Nacional Revolucionario como el momento de intervención para la
construcción del Frente Popular.
Opacado en nuestros días por el acto expropiatorio del 18 de marzo, apenas unos días después se constituyó el Partido de la Revolución Mexicana (PRM) que los comunistas y las otras izquierdas calificaron como la forma del Frente Popular en las condiciones mexicanas. La operación política que interpretó el paso del PNR al PRM y después al PRI como un cambio de nombre, hace aparecer esta decisión como un sinsentido, una especie de mala jugada de la historia en donde las fuerzas subalternas y de izquierda contribuyeron a forjar un aparato de control. Sin embargo, una revisión somera de aquella coyuntura no habilita tan concepción.
La convocatoria a la constitución del nuevo partido fue motivo de
amplias discusiones, Laborde propuso el nombre de Partido Popular para
remarcar su tono policlasista, en tanto que un sector radicalizado del
PNR sugirió el de Partido Socialista Mexicano. El PRM nació en medio del
fragor antifascista, con una promoción decidida de la lucha de clases y
de la socialización de la riqueza producto de la explotación. No usaba
la bandera tricolor, que sólo llegaría en la década de 1940, sino un
fondo rojo con letras blancas. En sus afiches se veía la representación
de las masas indígenas liberándose de sus cadenas bajo el lema Contra la opresión capitalista
.
El historiador francés Romain Rominet ha cuestionado la socorrida
idea de que fue en ese momento donde nació el corporativismo estatalista
y autoritario, mostrando que, en su diseño, el PRM sostuvo la noción de
la democracia funcional
. Su estructura no replicaba al fascismo
italiano, pues no eran corporaciones las que confluyeron en el nuevo
partido-frente, sino sectores. Tampoco fueron exclusivamente los más
famosos de ellos: obrero, campesino, militar y popular, pues
concurrieron organizaciones de mujeres, de indígenas y los comunistas
reclamaron su ingreso en tanto sector.
El aporte de las izquierdas no fue la construcción de una máquina de
control de la sociedad, sino a la formación amplia de una alianza que
permitiera a los grupos subalternos tener una presencia en el Estado
bajo el manto de un programa que avanzaba hacia la socialización de la
riqueza. Esta versión del Frente Popular, vigente entre 1938 y 1941,
tuvo a los comunistas como protagonistas de una democracia que superara
la versión liberal de ésta, al tiempo que huía de la fijación de un partido de Estado
;
antes bien, insistieron en que el PRM era una confluencia, una
plataforma y un escaparate frente a las amenazas derechistas y no un
engranaje estatal. En esos años lucharon por darle vida interna
democrática, encontrando resistencias del fermento de una nueva
burocracia. La aspiración fue derrotada y el partido perdió el impulso
radical con el advenimiento del siguiente gobierno, quien despojó al PRM
de sus instrumentos de comunicación y los comunistas fueron
arrinconados y arrebatados sus triunfos electorales internos. Hacia 1943
poco o nada quedaba de aquella idea que movilizó intensamente a las
masas y a las izquierdas alrededor de la acción reformista del general
Cárdenas y lo que fue dispuesto como un instrumento de las clases
subalternas se transformaría en 1946, en un dique contencioso de su
acción. Pero en las izquierdas mexicanas, en adelante, la noción
frentepopulista no desapareció, sino que se recicló en numerosas
ocasiones.
Fuente → jornada.com.mx
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