'Una utopía republicana' de Gerardo Pisarello
'Una utopía republicana' de Gerardo Pisarello
Albert Portillo

Joaquín Maurín y Francesc Pi i Margall, estrellas verdaderamente imponentes en la constelación del movimiento obrero y republicano que Pisarello retoma en su último libro 
 
Hace dos semanas la voz de Pisarello retumbaba en el Congreso como un trueno contra la extrema derecha impresionando a amigos y enemigos. Para los que hemos seguido su trayectoria esta firmeza en los principios no es en absoluto sorprendente. Al contrario, sigue la estela de los referentes más admirados, y estudiados, por Pisarello: Joaquín Maurín y Francesc Pi i Margall. Estrellas verdaderamente imponentes en la constelación del movimiento obrero y republicano que Pisarello retoma en su último libro Una utopía republicana. Los legados de Pi y Margall (La oveja roja, 2024). Un ejercicio militante que a doscientos años del nacimiento de Pi rescata la razón de ser de sus combates.
 

Un anticapitalismo práctico fruto del odio a las oligarquías, un impulso romántico por la justicia social y un internacionalismo incandescente, son algunas de las virtudes que el libro saca a relucir de quien fuera presidente de la Primera República. Hay muchas razones para descubrir a Pi, pero sólo por el hecho de haber sido maestro de los y las grandes revolucionarias españolas, catalanas, vascas, gallegas y andaluzas que jalonaron el siglo XX bastaría.

Además, a través de Pi, Pisarello nos muestra un ejemplo de pensar históricamente la política, y por tanto, políticamente la historia, que sirve para hacer de la historia un espacio de debate intelectual y estratégico fundamental para las izquierdas, en la mejor escuela de Pierre Vilar y Josep Fontana. De este modo se nos presenta en Una utopía republicana a la bandera roja del republicanismo, la afilada hoz de la fraternidad, el relámpago federal, que era Pi i Margall.

Un comunista de gorro frigio

Nacido en el popular barrio de la Ribera el 29 de abril de 1824, Pi i Margall vivió hasta el final de sus días, moriría el 29 de abril de 1901, fervorosamente comprometido con la lucha por la República y la emancipación humana. Una trayectoria que lo llevó desde sus precarios empleos como profesor particular, periodista y abogado de los humildes, hasta la presidencia de la Primera República en 1873. Ciertamente, por su honestidad inquebrantable y por su ética humanista tiene, a juicio de Pisarello, un cariz comparable al de Salvador Allende, pero en términos de época quizás cabría compararlo más bien con el gran líder comunista occitano Louis Aguste Blanqui que dedicó toda su vida a la revolución.

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Resumen satírico del Sexenio Democrático (1868-1874) por la revista republicana La Madeja (14-3-1875). Significativamente los dos presidentes republicano-federales de la Primera República, Estanislau Figueras y Pi i Margall, son representados bajo la bandera republicana por excelencia.

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En este sentido, la radicalización de Pi a medida que envejecía lo llevaba a un punto convergente con las nuevas generaciones de anarquistas y comunistas, hasta el punto de que en una de sus últimas obras, Las luchas de nuestros días (Madrid, Tip. de Manuel G. Hernández, 1884), el veterano tribuno republicano afirmaba: «¿Comunista al fin? (…) Sí, si por esta palabra se signifique que no deba pertenecer en absoluto a nadie lo que por su naturaleza es común a todos». Comunismo de gorro frigio que en Pi no era mera retorica sino la base de un programa político y social que en 1894 postulaba la reforma agraria, la jornada de ocho horas, la nacionalización de sectores estratégicos de la economía contemplando incluso la autogestión obrera, en sus palabras: «Entregados los servicios y las obras públicas á asociaciones obreras, donde por su organización las haya capaces de llevarlos á cabo»[i].

Pero aún más, para Pi tampoco se trataba de formular un estupendo programa de papel, sino que el programa lo constituía la actuación política. Pi tuvo numerosas ocasiones para ponerse a prueba desde su participación en la huelga general obrera de 1854. Una de ellas la constituiría la defensa casi en solitario de la Comuna de París como diputado del Partido Republicano Democrático Federal en el Congreso de los diputados. Frente al griterío de la ultraderecha, con Ríos Rosas agitando los “crímenes de los comuneros”, Pi respondería de manera apasionada: «¡Cuando se resiste siete días a un ejército numeroso es porque está en pie todo un pueblo, animado de una gran idea!». Y saludaría, en el prólogo de Los comuneros de París. Historia de la revolución federal de Francia en 1871, de su amigo y compañero Ramón de Cala, un saludable ejemplo de federalismo revolucionario:

«¿Ha querido París positivamente la República Federal? Si así fue, ¡qué bello espectáculo no debe haber presentado una ciudad, que ha sido durante siglos la reina y señora de Francia, abogando y peleando por la autonomía de todas las provincias y pueblos de la República, luchando y derramando a torrentes su sangre por rasgar su manto de púrpura y romper su corona y su cetro.»[ii]

 «¡Guerra a la guerra!»

Un federalismo que en Pi se declinaba como una vía a la democracia directa, es decir, al poder popular de las clases trabajadoras, pero también con un internacionalismo acerado que se conjugaría con la fraternidad mundial de las clases trabajadoras y de los pueblos coloniales oprimidos. Si en el programa de 1894 dejaba por escrito «Somos enemigos irreconciliables de la guerra»[iii], en 1899 se adelantaba veinte años a Lenin al proclamar en el Primero mayo el objetivo de clase del movimiento obrero:

«Quisiera yo, no sólo que en todas las ciudades se celebrara anualmente la fiesta del 1º de Mayo, sino que también en los linderos de tres o más naciones se reunieran jornaleros de distintas partes del mundo y, puestas en haz sus banderas se abrazaran y declararan guerra a la guerra.»[iv]

A lo largo de la guerra de Cuba de 1895-1898, una verdadera guerra de exterminio del pueblo afrodescendiente, Pi sería el único en oponerse contra viento y marea al genocidio del pueblo cubano, a defender su independencia y la paz, frente a la ralea de miserables intelectuales belicistas, racistas y chovinistas vendidos al militarismo y al imperialismo.

Busto de homenaje a Pi i Margall en La Habana en el parque Víctor Hugo.

Y si con el movimiento obrero europeo Pi señalaba la raíz pacifista de su federalismo —«No acabaría fácilmente si quisiera determinar todos los puntos de contacto que hay entre los socialistas y los federales. Con el socialismo universal coincidimos en la generosa aspiración de sustituir la guerra por la paz y el derecho»[v]—, con el apoyo al derecho a la resistencia de los pueblos coloniales oprimidos no sería menos claro —«reconocemos en todas las gentes oprimidas el eterno derecho de arrojar a los opresores del territorio de su patria»[vi]— y jamás de manera abstracta sino siempre de manera muy concreta:

"Extrañarán tal vez nuestros lectores que hablemos tanto de Cuba. Nos interesamos nosotros por los pueblos que defienden su independencia. Estamos por los indios contra Inglaterra, por los abisinios contra Italia, por los madagascareños contra la República francesa, por los cubanos y los filipinos contra los Estados de la América del Norte"[vii]

Este Pi heroico, especialmente recordado en Manila y en La Habana, más quizás que en España, es el que lo convierte en “el principal pensador político de talla europea que hemos tenido en nuestra península en los últimos doscientos años” como señalaba Xavier Domènech[viii].

1936: El corto verano del federalismo

En plena guerra civil contra el fascismo la brillante teórica anarquista, y flamante ministra de sanidad, Federica Montseny sería aún más contundente en un espectacular mitin celebrado el 14 de marzo de 1937, justamente a propósito del aniversario de la Comuna de París:

“Son los republicanos, con un contenido de ideas sociales, revolucionarias, que supera al de casi todos los republicanos del mundo. En España, la República [la Primera] fue, desde el primer momento una República de tendencias socialistas. Los que trajeron la idea eran hombres abiertos al mundo. Eran un Pi y Margall, un Sixto Cámara, un Figueras, un Joarizti, un Salmerón, todos hombres de cultura, de ideas universales, que habían vivido proscritos en el extranjero, y que traían a España, junto con las de República, las ideas de Proudhon, de Bakunine, de Carlos Marx.”[ix]

De hecho, 1936 llegará a ser considerado la culminación máxima de las ideas de Pi, con la colectivización de la propiedad y la municipalización masiva de todo tipo de servicios, nada más y nada menos por la misma Generalitat de Catalunya cuando uno de los altos funcionarios de Esquerra Republicana afirme que: “El federalismo predicado por Pi i Margall florece espontáneamente, por el juego normal de la realidad (…). El federalismo, la libre coordinación de las libertades nacionales de los pueblos peninsulares, unidos en la prueba suprema, tiene ya asegurado el porvenir, y no es esta una de las menores compensaciones de los dolores de la hora presente.”[x]

Portada del periódico de Esquerra Republicana de Catalunya La Humanitat (14-4-1936) dedicado a la crónica de la inauguración del monumento a Pi i Margall (Fuente: Arxiu digital Fundació Irla).

No es una casualidad teniendo en cuenta que desde principios de año había sido blandido como referente del Frente Popular y homenajeado por Lluís Companys con un espectacular monumento inaugurado el 12 de abril de 1936. En el discurso de inauguración el vencedor en las elecciones del 16 de febrero a la cabeza del Front d’Esquerres decía: “Yo os digo que el Estado español será huérfano de gloria mientras no implante la República federal (ovación). (…). Siguiendo las doctrinas del insigne Pi y Margall, contando con el recuerdo y el ejemplo del llorado presidente Macià, la victoria será nuestra. (Gran ovación).”[xi]

La apoteosis de Pi en los años treinta es verdaderamente todo un fenómeno aún por estudiar, que da cuenta de su profunda influencia en las nuevas generaciones militantes del movimiento obrero. Una de ellas sería la que vería en Pi las líneas maestras de un comunismo republicano que planteaba, como señala Pisarello, una “revolución espoleada por constantes reformas”[xii] que jamás olvidó el planteamiento internacional de ésta. De hecho, es en este aspecto que podemos notar la actualidad más acuciante que nunca del ejemplo de Pi i Margall frente a las guerras imperialistas y genocidas, como nos recuerda de manera imperiosa este libro.


Notas

[i] Pi i Margall, Francesc: “Programa del Partido Federal”, El Nuevo Régimen, 23-6-1894, p. 2.

[ii] Pi i Margall, Francesc: “Breves consideraciones sobre la historia de los comuneros” en Cala, Ramon de, Los comuneros de Paris, Historia de la revolución federal de Francia en 1871, Madrid, Oficina de La Igualdad, 1871, p. 14.

[iii] [Pi i Margall, Francesc]: “El consejo del Partido Federal a la nación”, 23-6-1894, p. 1.

[iv] Pi i Margall, Francesc: «El día 1º de mayo», El Nuevo Régimen, 6-5-1899, p. 1.

[v] Pi i Margall, Francesc: "Miting en el Círculo Federal de Madrid", El Nuevo Régimen, 15-4-1899, p. 1.

[vi] Ibidem.

[vii] Pi i Margall, Francesc: "Cuba", El Nuevo Régimen, 30-12-1899.

[viii] Domènech, Xavier: Un haz de naciones. El Estado y la plurinacionalidad en España (1830-2017), Península, Barcelona, 2020, p. 68.

[ix] Montseny, Federica: La Commune de París y la revolución española, Imp. y Lit. Ortega control UGT – CNT, 1937, p. 12.

[x] Tasis, Rafael: La revolució en els ajuntaments, Barcelona, Gràfiques, 1937, pp. 23-24.

[xi] “El formidable acto del domingo”, El Diluvio, 14-4-1936, p. 16.

[xii] Pisarello, Gerado: Una utopía republicana. Los legados de Pi y Margall, Madrid, La oveja roja, 2024, p. 59.


Fuente → diario.red

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