
En el contexto internacional, donde los EEUU deciden sobre Europa como si fuese una provincia de su propiedad, los gobiernos europeos se ven zarandeados y teledirigidos, pero hay instituciones como las monarquías que parecen vivir al margen de este mundo. En el caso de España y tras haber sido abolida en abril de 1931la monarquía “rebrotó” amparada por una Constitución ad hoc, la traición de la izquierda y la protección militar franquista impuesta por aquel régimen criminal. A su sombra y protegidos por esta democracia de papel de fumar, crecen movimientos fascistas que pretenden resucitar el viejo fascismo del general golpista con la inestimable ayuda de prensa y tv mayormente reaccionarias, un poder judicial caducado abiertamente rebelado contra su renovación, que cuenta con la simpatía de no se sabe cuántos jueces y fiscales en todo el país, y el activismo de organizaciones fascistas como Vox, el Yunque o Manos Limpias, que vienen acosando a personalidades de la izquierda que todos conocemos, como sucedió y aún sucede, con Pablo Iglesias e Irene Montero, y con mismo presidente del Gobierno y su mujer. Se puede decir, por tanto, que el techo de la casa democrática española tiene tantas goteras que amenaza lluvia y peligro de derrumbe sobre nuestras indefensas cabezas.
El rey, sin embargo, estaría a salvo, porque los reyes viven flotando y con paraguas sobre las tormentas políticas. Vive al margen de los procesos electorales, que sería lo suyo en un país moderno. La monarquía restaurada sin el beneplácito expreso de la voluntad popular, se mantiene entre aquí por herencia genética como siempre, pero lo que era normal en épocas históricas pasadas cuando se decía que un rey era rey por la voluntad de Dios, resulta hoy una institución fósil y con vocación de fósil. Además de que nos sale muy cara a los españoles, no vemos su utilidad pública para el común, a no ser que inaugurar exposiciones, dar premios, presidir desfiles, asistir a partidos de fútbol donde se juega la copa del rey, viajar a un país extranjero representando a España y tener- presuntamente- actividades relacionadas con el mundo empresarial de cuyos resultados ni beneficios si los hubiere no tiene que dar cuenta al gobierno ni a la masa de sus súbditos forzosos, obligados a pensar los distraídos y biempensantes, que todo eso que hacen los reyes es por nuestro bien, dogma de fe que añadir a los del Vaticano que aún siendo monarquía con solera hasta fascistoide, es electa al menos `por alguien vivo aunque sea por la clase privilegiada del alto clero. Pues aquí ni eso y aunque también tengamos alto clero, el nuestro es de los más ejemplares por sus virtudes democráticas, su alejamiento del poder monárquico y su conocida austeridad cristiana en el modo de vivir y en sus residencias privadas.
Y ahora hablemos del gobierno
Aquí los diversos gobiernos de quita y pon cada cierto tiempo, ellos, sí, tienen el deber de representar al pueblo, velar por sus intereses, estar atentos a sus necesidades de libertad, salud, educación, bienestar y protección, lo que solo es posible al distribuir con justicia las riquezas de la nación. ¿Lo hacen los gobiernos españoles? Veamos.
Esperamos saber – y seguramente nunca sabremos- el recuento ni la fecha de enterarnos del monto de los miles de millones que andan en islas paradisiacas. Esperamos saber – y puede que nunca lo consigamos- a cuánto ascienden los robos a la Hacienda pública de las grandes fortunas nacionales y extranjeras y a cuánto asciende el importe del trabajo horas extras sin pagar – entre otros jugosos datos- para calcular cuánto se nos debe a los españoles. Porque sospechamos a ciencia cierta que sumado todo y repartido a tocateja inspiraría para celebrar en todo el país la primera Fiesta del Orgullo Patrio. Por fin se podría hablar de igualdad entre los españoles, de justicia nacional, de libertades personales, de democracia plena,de respeto a los derechos humanos sin distinción, porque habría un trato social sin clases sociales por medio, sería – una sola clase y todos tendríamos al fin un trato justo. Un trato justo sería que cada ciudadano-a estuviese atendido-a en sus necesidades proporcionalmente a sus necesidades, desde su nacimiento hasta su muerte bajo el paraguas de su rico estado protector sin goteras. Gobierne quien gobierne, la justicia se defiende, es el principio que puede conseguir eso, y debe ser igual para todos, pero de verdad y no según y para quién. No a favor de banqueros, terratenientes, señoritos rentistas, especuladores, fondos de inversión, evasores fiscales y políticos oportunistas y corruptos. Eso, claro está, exige jueces justos que no militen en política; jueces que no pongan obstáculos a las leyes justas que favorezcan el bien del pueblo, a leyes que favorezcan la igualdad entre los ciudadanos sin que los más ricos resulten favorecidos, sino al revés: el que más tenga deba poner más en justa solidaridad con los que menos tienen, como ocurre en los líquidos con los vasos comunicantes. Si eso funcionara así porque los ciudadanos exigiesen que así fuese, se podría decir que viviríamos en un país solidario con una democracia plena.¿ Es esta la española? ¿Es posible todo eso en una monarquía? ¿ Lo es con gobiernos con jueces como los de hoy o con leyes mordazas que permiten encarcelar en España a raperos o titiriteros?… Algo básico a reflexionar: ¿Somos exigentes los ciudadanos españoles con nuestros derechos?
En el caso español, eso no ocurre, desde luego, y es es muy grave porque el Estado y cada gobierno, como en el caso español sucede, no prestan a los ciudadanos la ayuda que precisan y la respuesta colectiva no está a la altura. Saber que España ocupa el segundo lugar del mundo después de Rumanía en el índice de pobreza infantil, contemplar las vergonzosas colas del hambre en nuestras ciudades, la abundante mendicidad, el aumento de los sin-techo, las muertes en el Mediterráneo español, las leyes mordaza y contra la inmigración, la dificultad de los ancianos para vivir con pensiones miserables- más miserables aún si no pudieron cotizar- el inasumible número de trabajadores pobres o de jóvenes que ni pueden acceder a un piso de alquiler ni formar una familia por trabajos precarios o por ninguno, todo eso son muchos síntomas- y no los únicos- de una enfermedad social muy grave y con muy mal pronóstico.
Cuando la salida no se ve, la esperanza se convierte en escepticismo, desaparece el horizonte personal, aumentan depresiones y suicidios en lo personal mientras la enfermedad social nacional se enmarca y agrava dentro de este panorama político internacional que nos encadena y dirige por los EEUU a una economía de guerra en las peores condiciones: una involución de la conciencia ética y de conciencia de clase de los trabajadores. Este es el caldo de cultivo que facilita la aparición de especies malignas, como estas neo franquistas en España que forman parte una ola fascista de nueva generación a nivel mundial que nos puede conducir fácilmente a la siguiente guerra mundial, que sería la última, sin duda, por miles de años. Sin embargo, conocemos el antídoto de este veneno: más aplicación individual de la Regla de “ lo que quieras que otros te hagan a ti, hazlo tú primero a otros” o “ lo que no quieras que te hagan a ti no lo hagas tú a nadie”. Eso crea conciencia social, y sin esos dos pilares, el techo de nuestra casa Europa y nuestra casa Mundo, está en serio peligro de caer sobre nuestras cabezas.¿ Podremos evitarlo? No tardaremos mucho en saberlo.
Fuente → kaosenlared.net
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