Franquismo criminal en Alcalá de los Gazules (Cádiz). La represión
Franquismo criminal en Alcalá de los Gazules (Cádiz). La represión
Tulio Riomesta

A partir del 18 de Julio de 1936 el pueblo quedó atrapado en un tenebroso verano. Ese mismo día había sesión ordinaria del Ayuntamiento presidido por Domingo Ortega de la Corte, primer teniente de alcalde. Se trataron asuntos relativos a la rutina del pueblo: El alumbrado en el paseo de la República, asuntos presupuestarios, servicios de telefónica, pagos de jornales, averías de cañerías. Pero ya existían rumores de que elementos felones de la guarnición de Marruecos se habían alzado en armas contra la República. La derecha alcalaína llevaba algún tiempo preparando el golpe. El día 19 los golpistas salieron de manifestación por la calle dando gritos y voces incitando al movimiento fascista. Se proclamó el estado de guerra, falangistas y guardia civil comenzaron a patrullar por las calles.
 

El todavía alcalde Antonio Gallego Visglerio, envió emisarios a los campos, para que los hombres que trabajaban en la descorchá regresaran al pueblo en auxilio de la República. Pero poco podían hacer aquellos trabajadores, con sus instrumentos de trabajo, tristes armas blancas, frente a los fusiles y pistolas de los golpistas. Aunque el alcalde y concejales se resistieron a entregar el mando, los rebeldes depusieron a la corporación municipal Republicana. Antonio Gallego Visglerio, último alcalde Republicano de Alcalá de los Gazules, fue detenido el día 21 junto al Teniente de Alcalde Andrés Jobacho Benítez y el interventor municipal José Franco Rodríguez. Todos resultaron asesinados.

A partir de entonces la represión, el miedo y la sangre se instalaron en Alcalá durante meses y años. Arrancaron las delaciones, los apresamientos y los fusilamientos sin juicio previo, inundando de pavor cada rincón de cada casa, cada sombra de árbol, cada esquina. Las paredes del cementerio se ensangrentaron, y los disparos y ráfagas de metralla penetraban en los oídos y el cerebro de los alcalaínos provocando escalofrío y el terror. Algunas camionetas se atestaron de hombres y mujeres que, arrancados de sus casas, acabaron como cadáveres en dispersas y anónimas cunetas.

La convivencia social mantenida a los largo de muchos años entre familias, vecinos, amigos, quedó dramáticamente rota en el pueblo. Aquel clima de terror fue condición para la aparición de la bajeza del hombre en sus expresiones más radicales. Gentes de los estratos más bajos de la sociedad se convirtieron en verdugos de la clase obrera, ofreciéndose para fusilar o apalear a muchos de sus compañeros de infortunio y fatigas. Comenzaron los merodeos de fascistas en campos y cortijadas del contorno a la caza y captura de Republicanos y sindicalistas. Una de las víctimas fue Ana Jiménez Gómez, madre de Guillermo García Jiménez, niño en aquellas fechas. En su libro “Lamento Campesino”, Guillermo recoge estos tristes y vergonzosos acontecimientos. Su padre y hermano tuvieron que huir, Guillermo no solo quedó huérfano de madre: “Todos fueron fusilados. Eran personas que no esperaban una represión tan brutal por parte de las fuerzas abanderadas bajo la enseña del movimiento nazional. Muchos de los líderes más comprometidos con la causa obrera habían huido a la sierra y esto les salvó las vidas. Otros confiados fueron al pueblo y nunca volvieron”.

El 15 de Agosto la bandera bicolor de los rebeldes, consagrada con la complicidad de la iglesia católica, sustituyó a la legítima tricolor Republicana. Celebraron una “misa”en la Parroquia de San Jorge, y después el comandante “militar” paseó su bandera por las principales calles del pueblo dándole escolta la guardia civil, falangistas, carabineros, y partidas de fascistas de la población. A partir de entonces, asesinatos, silencio y desmemoria; las versiones oficiales de los acontecimientos se instalaron sobre una generación de alcalaínos que vivieron el tormento cruel y despiadado de esta masacre. El 25 de Julio un aeroplano arrojó unas bombas sobre el pueblo, la primera mató 2 niños. El aparato había equivocado su objetivo confundiendo Alcalá con Ubrique o Jimena de la Frontera, todavía en zona Republicana.

Muchos vecinos fueron incautados y despojados de sus pertenencias, llegándose incluso a usurpar sus casas, como ocurrió con la vivienda y bienes del interventor del ayuntamiento, el médico José Franco Rodríguez, cuya mujer, Amalia Ochoa Vázquez, tuvo que huir con una hija de 15 años a Arcos, su localidad natal, tras el fusilamiento de su marido. Hubo más de 50 Republicanos, vecinos de Alcalá de los Gazules asesinados, otro fusilado en Cádiz y otro en Ceuta, 4 muertos en prisión y otros 2 en campos de concentración nazis. Además 4 condenados a muerte en farsas judiciales. Después vendrían los años del hambre, la represión de la dictadura de Franco, el miedo y el terror sistematizado fueron eficazmente extraordinarios: Asesinados, desaparecidos, encarcelados, batallones de castigo, presos esclavos, humillaciones, miseria… negación de los derechos más básicos por ser Republicano, o haber sido hijo, madre, viuda, hermano, novia, amigo…de alguno.

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