Espronceda: el republicano revolucionario que conspiró contra los Borbones
Espronceda: el republicano revolucionario que conspiró contra los Borbones / Javier Romo

Con tan solo 15 años el poeta romántico extremeño fundó una sociedad revolucionaria para derrocar a la monarquía de los Borbones e instaurar una república, y por la que fue detenido y condenado. Participó en París en la revolución de 1830 que derrocó al último rey Borbón de Francia, Carlos X.
 
Extremadura parió un 25 de marzo a uno de los padres del romanticismo y a la revolución jornalera más importante jamás vista en la historia contemporánea de Europa y posiblemente del mundo.
 

Un 25 de marzo de 1808, un siglo antes de la revolución extremeña de 1936 inscrita en esa fecha, nació en Almendralejo José de Espronceda, y lo hizo para ser también semilla de revolución. El poeta, periodista y político estuvo en algunos de los sucesos revolucionarios más importantes de la época contra la tiranía, la injusticia social y las monarquías absolutistas.

Aclamado y referenciado por casi todo el espectro ideológico, en la actualidad se ha intentado silenciar lo que realmente fue, un auténtico revolucionario de las causas populares y la ilustración. El poder ha edulcorado su figura al igual que ha hecho con la mayoría de figuras de la historia que logran trascender. El escritor extremeño Víctor Chamorro ya advertía de esto en la transición, en su obra ‘Extremadura afán de miseria’: “Se han consumido en Extremadura muy pocos tinteros para cantar las glorias de un poeta nacido en la tierra. Es como si a lo largo de los años, en Extremadura, principalmente, se hubiera intentado programar el ostracismo de uno de los más grandes ilustrados y liberales españoles del XIX, que nació en Almendralejo y conspiró contra todo lo que supiera a tiranía”.

Pocos o nadie conocen realmente en su tierra, Almendralejo, a la figura que hay detrás de uno de los poetas más importantes de la historia del país. Pocos conocen que en realidad fue un hombre alejado de las cortes y los palacios, apegado al pueblo, que conspiró constantemente para derrocar a la monarquía de Los Borbones.

En 1823, con tan solo quince años, José de Espronceda fundó una organización secreta republicana revolucionaria, ‘Los Numantinos’, inspirada en los ritos de la masonería para luchar por la libertad

En 1923, con tan solo quince años, José de Espronceda fundó una organización secreta republicana revolucionaria, ‘Los Numantinos’, inspirada en los ritos de la masonería para luchar por la libertad, junto con Vega, Núñez de Arenas y Escosura, cuyos objetivos eran vengar la muerte de Riego, derrocar al borbón Fernando VII y fundar una república 'a la griega' en España. Durante los dos años de duración de esta organización revolucionaria fue perseguido por la policía al ser incluido en su nómina de elementos peligrosos. Los jóvenes que participaban en la misma “cuidaban mucho la dramaturgia de sus encuentros: vestían capas oscuras y portaban puñales plateados”, en palabras de Pablo Martínez en el Ideal de Granada. “Al principio -describe- , se reunían en una gruta próxima al Retiro y después en el sótano de una farmacia que decoraban con luces rojas y emblemas siniestros”.

Enrique Rodríguez Solis en su obra ‘Espronceda, Su Tiempo, Su Vida y Sus Obras’ da más detalles de esta organización, que se inspira en las sociedades masonas secretas de la época creadas al calor de la Ilustración: “Algunos jóvenes, admirados del valor cívico de los antiguos griegos y romanos, y ansiosos de librar a su patria de la esclavitud en que vivía, concibieron la noble idea de salvación. Resolvieron crear Los Numantinos, mostrando así su propósito de imitar en constancia y patriotismo a los hijos de aquella heroica ciudad, su deseo de devolver al pueblo su soberanía para constituirse como lo tuviera por conveniente, y su ánimo de combatir sin tregua aquella reacción en que se sumió a España con la caída del régimen liberales a finales de 1823”. Además, Rodríguez añade que la sociedad se compuso en su mayoría por niños de 14 o 15 años, pues solo dos o tres llegaban a 20. 12 fueron los que la conformaron.

Finalmente en 1825 fue desarticulada la organización al ser denunciados por un chivato, uno de los nuevos socios cuya identidad se ignora, al más puro estilo de las infiltraciones policiales en los movimientos sociales de nuestros tiempos, y fueron procesados según la ordenanza sobre sociedades secretas de 1 de agosto de 1824. Espronceda fue condenado a cinco años de reclusión en el convento de San Francisco de Guadalajara. Su cautiverio duró a penas unas semanas gracias a que su padre consiguió que lo liberaran.

Según el escritor también romántico Patricio de la Escosura, tras salir del internamiento, “Espronceda estuvo involucrado en una conspiración liberal que se preparaba en Extremadura”. Actividad por la que estuvo perseguido por la policía. Por ello, decidió en 1827 coger el camino del exilio durante seis años. Primero se exilió en Portugal, donde fue detenido y expulsado por su ideología y su actividad política: “Marchó a tierras portuguesas a simpatizar con los políticos exiliados que conspiraban”. Como afirma Chamorro, Espronceda se exilia con el objetivo de seguir su actividad política, organizándose junto con otros revolucionarios para derrocar al régimen español de la época.

Entra en contacto con el círculo de emigrados liberales españoles de Somers Town, más en concreto con el del general Torrijos, que conspiraba para derribar el régimen absolutista español

Tras ser expulsado de Portugal, viaja de Inglaterra. Allí entra en contacto con el círculo de emigrados liberales españoles de Somers Town, más en concreto con el del general Torrijos, que conspiraba para derribar el régimen absolutista español. Tras el fusilamiento de su amigo el general Torrijos por parte del régimen monárquico español, escribe un dolido soneto al fusilamiento de Torrijos y sus compañeros, y compone un primer intento dramático, Blanca de Borbón, una tragedia neoclásica contra la monarquía española.

Al marchar de Inglaterra su próximo destino sería París, donde viajó de nuevo en busca de la revolución. Y esa chispa revolucionaria la encuentra el 27 de julio de 1830 cuando el Borbón absolutista y ultraconservador Carlos X promulgó una serie de decretos, conocidos como las Ordenanzas de Julio. Estas medidas restrictivas y dictatoriales disolvieron la recién elegida Cámara de Diputados, impusieron una estricta censura, restringieron el sufragio y limitaron la prensa. La población francesa, ya descontenta con la política del rey, estalla en protestas por todo el país y se inicia la revolución de 1830, que fue inspiración para el cuadro ‘La libertad guiando al pueblo’ de Delacroix, en la que participa José de Espronceda, y que consigue derrocar al último Borbón francés en el poder. Así describe Galdós su actividad revolucionaria en el país vecino: “Espronceda se batió en las barricadas bravamente, y sucio de pólvora y fango respiró con delicia y gritó con entusiasmo viendo por el suelo la más venerada monarquía del mundo”.

Espronceda había conseguido junto al pueblo francés derrocar al “representante de la facción más conservadora y ultramonárquica de su familia, quien cuestionó todos los avances conseguidos durante la Revolución Francesa”, en palabras del periodista Álex Sala.

Con los ánimos renovados tras esta victoria, y en su afán de llevar la revolución y el progreso a todo el mundo, no conforme con derrocar al absolutimo en Francia, Espronceda decide llevar la revolución también a Polonia. Allí se alista como voluntario, pero finalmente la expedición no llegó a salir de París. Sin perder de vista su objetivo de derrocar a la monarquía española para instaurar una república democrática, en esa época también participó en una acción armada organizada por un grupo de exiliados que pretendía restaurar un gobierno liberal en España y que fracasó.

Espronceda es un liberal hijo de su época. Pero en una época de germen del movimiento obrero y del socialismo y el anarquismo, el extremeño elige ser un liberal rojo cercano a las corrientes obreras, no un liberal burgués

En 1833 consiguió volver a España gracias a una amnistía política. Ya de vuelta en Madrid, Espronceda se dedicó en cuerpo y alma a la clase obrera de la época. Así narra Víctor Chamorro su actividad política al regresar a la capital: “Espronceda trabajó incansablemente, auxiliando a las clases más pobres y poniendo en peligro su propia vida. Cuando Madrid gemía desolado y afligido por el cólera morbo se metía en casas ajenas a cuidar enfermos y consolar a los moribundos”. El periodista romántico Ferrer del Río escribió: “Renegaba en la mesa del café de todo sentimiento caritativo, y al retirarse se quedaría sin un real por socorrer la miseria del pobre”.

Esta actividad la compagina escribiendo contra el entonces Presidente del Consejo de Ministros, Martínez de la Rosa, lo que llevó a ser encarcelado.

Tres años después de regresar a España, se presenta como diputado a Cortes por Almería, Granada y Badajoz. Salió elegido por la provincia de Almería.

Antes de llegar a las instituciones de la época, Espronceda va forjando su ideología de liberal rojo y así la expresaba en sus escritos donde sus versos hablaban de internaciolismo o donde renegaba de los conceptos de ley, patria y dios: “Que es mi barco mi tesoro | que es mi Dios la libertad | mi ley, la fuerza y el viento | mi única patria, la mar”, rezaba en su ‘Canción del pirata’ en 1835.

Espronceda es un liberal hijo de su época. Pero en una época de germen del movimiento obrero y del socialismo y el anarquismo, el extremeño elige ser un liberal rojo cercano a las corrientes obreras, no un liberal burgués: en un opúsculo dirigido contra el gobierno de Mendizábal acusaba a éste de “haber marchado a la deriva y de no mirar por la elevación y emancipación de los proletarios”.

Espronceda, al igual que Marx en esa misma época, entendía el periodismo como una forma de militar por la justicia social, y sus artículos eran todo unos manifiestos que pretendían agitar conciencias. En 1836, ya hablaba el Espronceda periodista en sus escritos de la emancipación o de la unión de los pueblos contra los opresores: “En la igualdad consiste -rezaba su artículo ‘Libertad, igualdad y fraternidad- por último la emancipación de las clase productoras, hasta ahora miserables siervos de una aristrocacia tan inútil como ilegítima. Ella es sola la fianza de la Libertad, así como la fraternidad es el símbolo de su fuerza. Formen una santa alianza entres los pueblos cultos, a la manera que sus enemigos, comprendiendo mejor sus intereses, se aprietan mutuamente para que el triunfo de la Libertad sea cierto. Sea la igualdad el pensamiento fuerte que impela en su marcha a la humanidad. ¡Pueblos! Todos sois hermanos; solo los opresores son extranjeros”. De nuevo Espronceda hablando aquí ya de la emancipación de la clase obrera de la época al decir “la emancipación de las clases productoras”, 12 años antes de que Marx y Engels escribieran ‘El manifiesto del Partido Comunista’.

Una propuesta: reavivar los rescoldos del incendio, devolverle su rostro más querido -su personaje- al poeta, desechar por penúltima vez el rostro ficticio de los retrasos póstumos, afirmarlo tal cual quiso ser él y fue frente a ‘ellos’

No desaprovechó su pluma periodística para criticar constatenemte sobre el sistema político de la época: “Hasta ahora ha visto la nación que sus representantes se han arrojado sobre ella para devorarla como una horda de cosacos”, decía en el periódico El Huracán en 1840. El almendralejense tuvo el coraje de defender ante la justica de la época la labor de este periódico, que fue perseguido por la monarquía constantemente. Su discurso ante el Jurado concluyó con una defensa ferrea de la república: “Si todos los hombres se persuadieran de la excelencia del Gobierno republicano y se tratara luego de imponer castigo a sus defensores, habría que fusilar a toda la humanidad entera”.

Toda su actividad política y su inquietud por cambiar el mundo que desarrolló José de Espronceda se explica gracias su extrema sensibilidad, la cual le llevó a fraguarse una ideología en defensa de los más desheredados del mundo y de la justicia social. El poeta romántico Joaquín López lo describía así tras su fallecimiento con tan solo 34 primaveras: “Espronceda no había nacido, ciertamente, para vivir mucho. Su extrema sensibilidad debía hacer que sus impresiones fuesen más continuas y más profundas. Y las cosas que pasan por el alma de los hombres comunes, ronzándoles apenas, y como resbalándose sobre su tosca superficie, hacían en el alma del que lloramos una ancha herida”.

Un legado, pensamiento e ideología que ha sido silenciado por el poder. Así lo reconocía Luis Caparrós en su obra ‘Ni Dios, ni Patria, ni Ley: Transgresión en las Canciones de Espronceda’ en la conclusión de esta: “Al final, queda aquí una propuesta: reavivar los rescoldos del incendio, devolverle su rostro más querido -su personaje- al poeta, desechar por penúltima vez el rostro ficticio de los retrasos póstumos, afirmarlo tal cual quiso ser él y fue frente a ‘ellos’, los otros, los de la falsa conciencia, los bienpensadores, toda suerte de beatos falsos. Aunque sólo fuera por eso, tenemos tan pocos malditos…”.


Fuente → elsaltodiario.com

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