Miguel Hernández, el poeta del pueblo
Miguel Hernández, el poeta del pueblo
Isabel Ginés

Con sus palabras, Hernández no solo creó poesía; forjó un vínculo fuerte con los más desposeídos, con aquellos cuyas voces eran silenciadas por la opresión.

Miguel Hernández, un nombre que resuena con la fuerza de la poesía española y mundial, es el ejemplo del compromiso inquebrantable. Su vida y obra son testimonio de una existencia marcada por la pasión, el sufrimiento y la lucha. Desde su pueblo Orihuela hasta las trincheras de la Guerra Civil española, Hernández emergió como una voz poderosa que capturó la esencia de la humanidad en sus versos. A pesar de su asesinato siendo tan joven, su legado perdura, dejando su pronta ante las injusticias del régimen genocida que quiso silenciar voces brillantes, el paso del tiempo y las injusticias de la historia no han borrado la huella que dejó en tantas de personas. Quisieron acallarlos y los hicieron inmortales.

Con sus palabras, Hernández no solo creó poesía; forjó un vínculo fuerte con los más desposeídos, con aquellos cuyas voces eran silenciadas por la opresión. Su amistad con figuras como Ramón Sijé, Pablo Neruda y Vicente Aleixandre, así como su relación con la pintora surrealista Maruja Mallo, enriquecieron su mundo creativo, dotando su obra de una profundidad y una resonancia inigualables.

La vida de Miguel Hernández fue un constante ir y venir entre la esperanza y la desesperación, la libertad y la represión. Sus poemas, cargados de imágenes potentes y emociones a flor de piel, son un reflejo de su propio peregrinaje interior y de las batallas externas que libró. Hernández es, sin duda, un poeta del pueblo, cuya obra sigue siendo un faro de luz para las generaciones venideras, recordándonos el poder de la palabra y la importancia de mantener viva la memoria histórica.

Su vida fue como él: dura, viva y pasional

Miguel Hernández, nacido en Orihuela en 1910, se destacó como poeta, dramaturgo y prosista.

Su obra refleja las influencias de su entorno y su época, dividiéndose en dos etapas principales. La primera, de tono social, muestra una inclinación hacia el colectivismo poético de su generación. La segunda etapa, de maduración, se enfoca en una poesía más pura, abordando la realidad musical, el paisaje, los elementos, y los sentimientos humanos.

En diciembre de 1931, Hernández viajó a Madrid buscando consolidarse en la escena literaria. A pesar de contar con algunos poemas y recomendaciones, no logró encontrar trabajo y regresó a Orihuela en mayo de 1932. Durante su estancia en Madrid, vivió en condiciones precarias en una habitación en la Academia Morante, donde ejercía tareas de conserje a cambio de alojamiento. Sin embargo, este viaje fue crucial, ya que le permitió conocer la obra de la generación del 27 y adquirir conocimientos teóricos que influirían en su primer libro, *Perito en lunas* (1933).

En su juventud, Hernández participó en tertulias literarias locales y comenzó a publicar sus poesías en revistas como *El Pueblo de Orihuela* y *El Día de Alicante*. En 1930 se trasladó a Madrid, donde se integró en círculos literarios y comenzó a colaborar en diversas publicaciones. En Madrid escribió *Perito en lunas* (1933), influido por los autores que había leído y conocido.

En 1933, después de publicar *Perito en lunas*, regresó a Madrid, donde su suerte mejoró. Fue nombrado colaborador en las Misiones Pedagógicas y más tarde secretario y redactor de la enciclopedia *Los toros*, dirigida por José María de Cossío, quien se convirtió en su protector. Hernández también colaboró con la *Revista de Occidente* y se hizo amigo de Vicente Aleixandre y Pablo Neruda, entrando brevemente en la corriente surrealista. La muerte de su amigo Ramón Sijé en 1935 inspiró su famosa *Elegía*, que fue aclamada por Juan Ramón Jiménez.

Con el estallido de la Guerra Civil, Hernández se alistó en el bando republicano y se afilió al Partido Comunista. Participó como comisario político en el 5.º Regimiento y en otros frentes. En medio del conflicto, se casó con Josefina Manresa en marzo de 1937 y asistió al II Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura, donde conoció a César Vallejo. En 1937, viajó a la Unión Soviética en representación del gobierno republicano, experiencia que influyó en su poesía.

Al finalizar la guerra, Hernández intentó huir a Portugal pero fue detenido y entregado a las autoridades franquistas. Condenado a muerte, la pena fue conmutada gracias a la intervención de amigos influyentes. Pasó por varias cárceles, donde continuó escribiendo, pero su salud se deterioró. En 1939, desde la prisión, respondió a una carta de su esposa con el famoso poema

Nanas de la cebolla.

En 1940, fue nuevamente arrestado y condenado a muerte, pero la pena se redujo a treinta años de cárcel. Pasó por diversas prisiones, sufriendo graves problemas de salud. En 1941, fue trasladado al Reformatorio de Adultos de Alicante, donde su condición empeoró. Falleció de tuberculosis el 28 de marzo de 1942, a los 31 años, en la enfermería de la prisión.

Su legado perdura como un símbolo de resistencia y esperanza, y su impacto en la literatura y en la historia de España sigue siendo reconocido y estudiado.

Obras Poemas de adolescencia

Desde sus primeros poemas, Miguel Hernández muestra una sorprendente habilidad para la versificación.

Perito en lunas (1933)

Libro vanguardista y lleno de neogongorismo, garcilanismo y calderonismo, pero con un fuerte sabor popular. Los temas están relacionados con la luna real, vista en el monte, y muestran un uso intenso de la anáfora.

Poemas sueltos (1933-1936)

Liberación de la forma clásica hacia una poesía humana influenciada por Pablo Neruda y Vicente Aleixandre. Los temas incluyen la sangre y la Guerra Civil, con imágenes surrealistas y versos libres.

El silbo vulnerado (1934)

Canto del poeta en su soledad amorosa, anticipando temas de obras posteriores.

El rayo que no cesa (1936)

Considerada la obra más lograda de Hernández, es un conjunto de sonetos amorosos influenciados por la lírica renacentista y barroca. Trata temas como el amor, la muerte, la guerra y la injusticia. Publicado durante su relación con Maruja Mallo, el libro combina ternura con rebelión y expresa una visión dionisíaca de la vida.

Viento del pueblo (1937)

Poemas militantes y propagandísticos escritos durante la Guerra Civil. Contiene versos épicos y de exaltación a los combatientes, con menos preocupación por la retórica y más por la difusión del mensaje.

El hombre acecha (1938)

Poemas que muestran la cara cruel de la guerra, la desesperación y el sufrimiento, con un tono severo y grave, sin concesiones literarias.

Cancionero y romancero de ausencias (1938-1941)

Escrito durante su tiempo en prisión, relata el calvario del poeta. Temas de amor, soledad y guerra, con un estilo sobrio y sin retórica. Destacan las «Nanas de la cebolla,» dedicadas a su hijo.

Últimos poemas (1938-1941)

Poemas patéticos y tiernos, incluyendo las famosas «Nanas de la cebolla,» que son canciones de cuna dedicadas a su hijo.

Obras teatrales

Su obra dramática sigue la misma evolución que su poesía, desde inspiraciones clásicas hasta el activismo político.

  • Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras (1933-34): Auto sacramental inspirado en el XVII.

  • Los hijos de la piedra (1935): Relata el levantamiento de los mineros asturianos.

  • Teatro de guerra (1937):

  • El labrador de más aire (1937): Drama social influido por Lope de Vega.

  • Pastor de la muerte (1937): Propaganda dedicada a los defensores de Madrid.



Fuente → nuevarevolucion.es

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