¿Cuándo se jodió España, amigo Sancho
¿Cuándo se jodió España, amigo Sancho 
Manel Risques Corbella. Profesor emérito UB 
 
Artículo del último Cataluña Resistente, 115. Os animamos a leer el boletín entero , lleno de memoria y valores democráticos.

Podemos dar una respuesta contundente: hace 180 años, a raíz de la derrota de La Jamancia, en noviembre de 1843, la insurrección que apostó por implementar un Estado radicalmente progresista, atento a reformas sociales que respondieran a las necesidades de las clases subalternas y que construía una nueva soberanía nacional de base federal. La máxima representación de esta alternativa debía ser una Junta Central formada por representantes de las emergentes Juntas provinciales que lograron ahuyentar al general Espartero del poder, querían acabar con el modelo centralizado vigente, identificaban una nueva soberanía y se erigían en instituciones legitimadas por nuevas formas de participación política (julio 1843). Poco después se formó un nuevo gobierno provisional encabezado por el progresista Joaquín Mª López, que aceptó la propuesta de convocar la citada Junta Central pero pronto se echó atrás: suponía un cambio excesivo. López entendía que era necesario reordenar el Estado, que había que limar algunas aristas pero sin renunciar al mantenimiento de una soberanía nacional unitaria, ni a la autoridad institucional ni al apoyo de las (nuevas) élites, aceptando que haría falta concesiones.

Su tacañería fue contestada por algunas Juntas, que insistieron en la convocatoria de la Central o, como mal menor, unas Cortes constituyentes. En este sentido, el protagonismo de la Junta de Barcelona fue especialmente relevante: se pronunció contra el gobierno provisional y en defensa de la convocatoria “centralista” sin renunciar a negociar insistentemente con el gobierno esta perspectiva. La negativa de López fue rotunda y se acompañó de la anulación de las decisiones que la Junta había ido adoptando aquellas semanas, entre ellas, el derribo de las murallas que rodeaban la ciudad. La Junta quedaba despojada de sus atribuciones y se le negaba la razón de su existencia (como la de Aragón y otras): que una nueva España se vertebrara a partir de las provincias.

Entonces en Barcelona el 2 de septiembre de 1843 se inició una insurrección, La Jamància, en defensa de esta alternativa. Estaba en juego cómo debía ser la España liberal hasta el punto de que de su resultado dependía el futuro. Su trascendencia era obvia motivo por el que la respuesta del poder instituido fue brutal: durante casi los tres meses que duró, Barcelona fue bombardeada a diario -siendo Joan Prim quien comandaba las operaciones pese a la intervención de otros jefes militares-, fue bloqueada por mar y sometida al estado de sitio. El gobierno promovió una acción bélica que no sólo pretendía devastar la ciudad sino que era el anuncio de lo que debía imponerse: una represión sin contemplaciones para liquidar la alternativa progresista radical que se había convertido en una verdadera alternativa de poder.

La derrota de la Jamancia (un conglomerado progresista radical, republicano, sindicalista, demócrata y socialista utópico) fue más que la derrota de una insurrección: supuso la liquidación de un proyecto político y social avanzado, y abrió sus puertas a que los moderados ocuparan el poder y procedieran a la instauración de un Estado liberal oligárquico, corrupto, excluyente, militarizante, autoritario, férreamente centralizado, sin una clara división de poderes, que restringió las libertades, con nula capacidad de consenso, y que marcó las reglas de la sociedad burguesa por los siguientes 25 años. De esta forma se asentaron los cimientos, fuertes, de un dominio social que resistió el embate liberal democrático de 1868 y del federalismo de la 1ª República, y que se actualizó con la Restauración, un régimen que entró en profunda crisis para 1917 y tuvo que recurrir a una primera dictadura, la de Primo de Rivera (1923-30) para mantener el dominio de las élites.

Es conocido como este dominio interfirió la 2ª República y provocó una guerra civil que acabaría con la implantación de una dictadura de matriz fascista y genocida, y que se injertó de nacionalcatolicismo, que impuso el unitarismo excluyente -una “España” única”, bien rancia y agresiva- y se asentó en un profundo contenido de clase. Y que pretendió dotarse de continuidad después de 40 años con una monarquía que, finalmente, no fue la continuación de la dictadura para que los “herederos de los jamancis” esta vez, consiguieran impedirlo aunque con un elevado coste humano.

¿Cómo hubiera sido la dinámica histórica de la España contemporánea si La Jamancia de 1843 hubiera triunfado? No lo sabemos, pero ya en democracia, el espíritu de los jamancis puede reconocerse en el 11.M, el movimiento de los indignados contra la deriva de un sistema que extremaba las desigualdades y la pobreza, y restringía la participación, los derechos y la soberanía. Contra unas élites que patrimonializan el poder, que mantienen el dominio, que recurren al “Santiago y cierra España” y que ahora se ven impugnadas no sólo por el ruido contra la desigualdad sino por el reclamo de la plurinacionalidad y del independentismo. ¿Un conjunto de corrientes profundas que, alimentan al nuevo gobierno? 
 

banner distribuidora