La proclamación de la república significó el advenimiento de la democracia en una sociedad que nunca la había disfrutado. Quedaba suprimida una monarquía de siglos, que en años recientes había coexistido con una dictadura militar, la de Miguel Primo de Rivera.
El precedente inmediato se produjo el 12 de abril. En lo formal se trató de unas elecciones municipales. En la práctica se transformaron en un plebiscito entre república y monarquía. Y aún más importante, en una compulsa contra un régimen en el que sólo una minoría de poderosos ejercía el dominio sobre el destino del país y la implantación de la voluntad de las mayorías.
El fraude y las violencias electorales resultaron derrotados, el voto popular se impuso. Multitudes salieron a las calles a celebrar esa victoria en muchas ciudades españolas. La euforia derivó con rapidez en la exigencia de establecer de inmediato un nuevo sistema. En una localidad vasca, Éibar, se hizo la primera proclamación de la República. Fue cuestión de horas que esta decisión se extendiera a Barcelona, Madrid y otras grandes ciudades.
Los dirigentes que hasta ese momento habían conformado un comité revolucionario, asumieron el gobierno provisional del nuevo ordenamiento. Conformaban un entendimiento amplio, que iba desde el republicanismo conservador y la izquierda liberal al socialismo. Con un lugar para los representantes del propósito autonómico de catalanes y vascos.
Pocos meses después, elecciones libres y transparentes dieron lugar a una asamblea constituyente y a un gobierno ya legitimado por el voto.
¿Por qué en Argentina?
El recuerdo en la escuelas de la instauración de una democracia en un país con el que los argentinos tenemos tantos lazos culturales como con España, es de por sí un hecho auspicioso.
Esa evocación adquiere mayor realce si se presta atención al rumbo que tomó la república desde sus primeros momentos.
Los gobernantes republicanos, con fuerte apoyo popular, pusieron empeño en la expansión en gran escala del sistema educativo público. Se establecieron gran cantidad de nuevas escuelas. Y se conformaron las “misiones pedagógicas”, encargadas de llevar la alfabetización y la enseñanza en general a las clases más pobres y a los sitios más apartados.
Se avanzó en la ampliación de los derechos de las mujeres, a través del establecimiento del sufragio femenino y del divorcio y la incorporación de nuevas libertades. El género femenino comenzaba a dejar un lugar de sometimiento y moral represora arrastrado desde hacía centenares de años; con el matrimonio y la maternidad como destino excluyente. Sus integrantes salían al espacio público, la política, el trabajo remunerado, la militancia sindical. Asimismo a la cultura, la política y a la libertad en su vida afectiva.
Toda una línea de acción fue la de efectiva separación entre la Iglesia y el Estado. El poder eclesiástico regía desde las relaciones familiares a los cementerios, además de la mayor parte del sistema educativo. Ejercía además el adoctrinamiento moral del conjunto de la sociedad y propiciaba la reclusión de las mujeres en el hogar. Y era titular de variados bienes y actividades lucrativas. Todo eso comenzó a acabarse con el gobierno republicano.
El gobierno republicano emprendió la transformación de las relaciones sociales en el campo. Campesinos y jornaleros alcanzaron nuevos derechos. Se elevaron los salarios en el agro y en las ciudades y se instauraron sistemas de arbitraje. Fue restringida la discrecionalidad de los propietarios en el uso de sus tierras y se intentó una reforma agraria.
La acción sindical, las protestas y las huelgas obreras, encontraron nuevo impulso entre trabajadoras y trabajadoras con deseos de construir una sociedad nueva.
Hubo experiencias culturales cuyo carácter ejemplar merece una mención. Como el teatro estudiantil “La Barraca”, dirigido por el gran poeta y dramaturgo Federico García Lorca. Un grupo de universitarias y universitarios recorrieron los caminos de España para llevar el mejor teatro a los pobres y campesinos, muchos de ellos eran analfabetos, tal vez nunca habían presenciado una obra teatral. Bajo la república asistieron a piezas de Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Pedro Calderón de la Barca, Tirso de Molina, entre otros.
Otra política republicana fue la de favorecer el otorgamiento de autonomía a las nacionalidades históricas, que querían acceder al autogobierno, el emprendimiento de su camino de desenvolvimiento económico, la promoción de su lengua y su cultura. Fue promulgado un Estatuto autonómico para Cataluña y ya en 1936 en el País Vasco. La política de autonomías regionales era combatida desde los sectores conservadores, que querían mantener un Estado hipercentralizado, que no reconociera otro idioma que el castellano ni rasgos culturales diferenciados y defendiera los intereses más retrógrados.
Buena parte de estas innovaciones de sentido progresivo fueron incorporadas a la Constitución de la República, aprobada a fines de 1931. Era un texto constitucional de avanzada, a la altura de las mejores exponentes del llamado “constitucionalismo social”, como la de México de 1917 o la de Alemania de 1919.
El asesinato de la república.
La Segunda República Española también merece ser recordada por los jóvenes de nuestro país por el modo como fue “asesinada”. Como ha ocurrido más de una vez en Argentina, militares, grandes empresarios, terratenientes y eclesiásticos se aliaron para dar un golpe cívico y militar. El triunfo del Frente Popular en alianza con socialistas y comunistas resultaba intolerable para las clases dominantes, la Iglesia y las fuerzas armadas.
El golpe sufrió un fracaso parcial y las fuerzas republicanas pudieron defender a la democracia y a los deseos de una transformación social profunda durante aproximadamente 1000 días. En lucha no sólo contra los golpistas del país, sino frente a la intervención de las potencias fascistas, entre masacres de civiles y bombardeos inhumanos.
Derribada la república, se instauró una dictadura que duró cuatro décadas, encabezada por Francisco Franco, un hombre de la estirpe de los peores tiranos. La Constitución y la democracia quedaron abolidas, las conquistas populares de la república fueron revertidas por completo, mientras se llevaba adelante una brutal revancha contra quienes habían sido defensores de la república y sus ideas. Se instaló la vigilancia generalizada y la persecución de cualquier disidencia.
Y lo aún más repudiable, el régimen construyó el imperio de un despiadado terrorismo de Estado. Victimizó a millones por medio del asesinato, las sentencias de muerte en juicios amañados, la prisión prolongada y arbitraria, el robo de niñas y niños, el exilio temporario o de por vida. Y para quienes permanecieron en España, la supresión de la libertad personal y de grupo, hasta el punto de condenarlos al silencio y al miedo permanente. Los crímenes del franquismo constituyeron sin duda un genocidio.
Junto con la condena a esa dictadura interminable, cabe sostener la memoria entrañable para las y los valientes que lucharon contra ella, en el campo y en las ciudades. En los más diversos rincones de la tierra hispana. Por medio de la prensa clandestina, el sindicalismo de oposición, la propaganda confidencial… Incluso con las armas. Todo bajo el riesgo permanente de cárcel, torturas y muerte, jugándose la vida por el retorno de la república.
La república española y la construcción democrática.
El homenaje a la república, y el acceso al conocimiento de los aspectos básicos que la distinguieron, es un aporte inapreciable a la identificación con la democracia. Saber cómo fue aniquilada por las fuerzas reaccionarias traza un sendero hacia el rechazo de cualquier golpe cívico militar. Y a favor de la preservación a toda costa del ejercicio de la voluntad popular.
La incorporación, con motivo del llamado Día de la República, de saberes acerca de la Segunda República Española a la formación escolar, lleva aparejado el contacto con un conjunto de valores apropiados para enriquecer la vida en sociedad. Así como al desenvolvimiento personal y de grupo de quien comparte esa información.
Los ideales de una democracia que sea verdadero gobierno del pueblo; la noción auténtica de las libertades públicas, la defensa y universalización de la educación popular, la promoción de los derechos de la mujer, la instauración de un concepto activo de la justicia social, la autodeterminación nacional, la cultura entendida como un patrimonio colectivo irrenunciable, son todas líneas de pensamiento y acción ligadas a aquella república.
Si se contempla esos valores a través de una visión integradora, nos encontramos con el propósito de transformación social profunda, tal que conduzca a una sociedad basada en la igualdad y la justicia. Se halla sin duda entre lo mejor que podemos trasmitir a niñas, niños y jóvenes.
Todo en consonancia con la consolidación de la vida democrática en nuestro país. Y a la crítica decidida a las fuerzas oscuras que todavía la amenazan.
Fuente → rebelion.org
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