Entre el juramento “divino” de un rey y la promesa de un presidente de la República había una diferencia enorme, en opinión socialista, no en cuanto al hecho en sí de la fórmula protocolaria porque podía faltarse de igual modo a un juramento que a una promesa
Al parecer, la promesa como presidente de la República de Alcalá-Zamora ocasionó una breve polémica. Veamos la postura de los socialistas.
El Socialista valoraba la elección del político republicano como un ejercicio de afianzamiento del régimen republicano justo inmediatamente de la aprobación de la Constitución tanto frente al “extremismo negro” como frente al “extremismo rojo”.
Pero veían que los adversarios del cambio político buscaban una especie de consuelo adoptando una postura de desdén hacia todo lo que se estaba haciendo, llegando a ridiculizar el acto de promesa del presidente en el Congreso. En este sentido, aludían a lo que había expresado El Debate porque en la fórmula protocolaria se había cambiado “Dios” por “la nación”. Por eso, en el juramento real se ganaba “categoría de cosa sagrada”, por lo que infringirlo era sacrilegio. El Socialista contestó preguntándose por qué el periódico católico no se había acordado de eso cuando el rey Alfonso faltó al juramento hecho en nombre de Dios cuando “pisoteó la Constitución”, y en cambio siempre le había defendido.
El periódico obrero recordaba que, precisamente por haber faltado a ese compromiso el rey había perdido la confianza, no ya de la nación, sino de gran parte de sus propios partidarios, hasta el punto de que un ex ministro monárquico era en ese momento presidente de la República.
Así pues, entre el juramento “divino” de un rey y la promesa de un presidente de la República había una diferencia enorme, en opinión socialista, no en cuanto al hecho en sí de la fórmula protocolaria porque podía faltarse de igual modo a un juramento que a una promesa. La diferencia estribaba en que el poder real se asentaba en privilegios mantenidos “coercitivamente” y el poder de un presidente emanaba del pueblo.
Además, el periódico socialista consideraba que a un monarca perjuro no era fácil expulsarlo del trono a menos que se hiciera una “obra revolucionaria”, pero a un presidente, cuyos poderes procederían directamente de la nación y en nombre de ella, de sus representantes parlamentarios, se le podía exigir el cumplimiento de la promesa de fidelidad.
Hemos consultado el número 7129 de diciembre de El Socialista.
Fuente → nuevarevolucion.es
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