
Para desencadenar la matanza el gobernador militar utilizó como excusa un falso complot republicano.
Fue
el día de Navidad más sangriento de la historia de Cáceres. El 25 de
diciembre de 1937 un piquete compuesto por 60 guardias civiles fusiló a
34 hombres en el campo de tiro adyacente al cuartel del regimiento de
Infantería Argel 27. Entre las víctimas se encontraban maestros,
sindicalistas, militantes de partidos democráticos y hasta cargos
públicos como el alcalde de la ciudad, el socialista Antonio Canales, y
el presidente de la Diputación, Ramón González Cid, de Izquierda
Republicana. La ejecución masiva conmocionó a la ya de por sí
atemorizada población extremeña. Sin embargo, la orgía de sangre no
había hecho más que empezar. En los días siguientes se multiplicaron los
fusilamientos en la capital cacereña hasta completar la escalofriante
cifra de 196 ejecutados.
El cerebro de
esta operación represiva fue el gobernador militar Ricardo de Rada, un
general africanista que se sumó desde el primer minuto al golpe de
Estado contra la República liderado por Mola y por Franco. Prácticamente
toda la provincia de Cáceres estaba bajo control de los golpistas desde
el 22 de julio de 1936, pero según ha documentado el historiador José
Hinojosa, los mandos militares franquistas siempre se sintieron
amenazados por las unidades guerrilleras republicanas que se infiltraban
en su retaguardia desde la vecina Badajoz: “Hubo una intensa actividad
guerrillera dirigida por el comandante de milicias y exlíder comunista
cacereño Máximo Calvo Cano que llegó a instalarse clandestinamente en la
ciudad. De Rada, que había sido destinado a Cáceres en julio de 1937,
en contacto con sus superiores y especialmente con el general Saliquet,
denunció en diciembre la existencia de un complot republicano para
recuperar el control de la provincia. Como represalia por esa supuesta
amenaza empezó todo. Los estudios históricos han demostrado que ese
complot nunca existió”.
“A mi abuelo
Matías y a muchos otros los detuvieron durante la cena de Nochebuena.
Sabían que estarían en sus casas con sus familias. Así era la cruel y
endurecida pasta de los que ordenaron sus asesinatos”. Matías Escalera
comparte nombre y apellido con su abuelo, uno de los primeros en ser
fusilados: “Mi abuela envió a mi padre, que aunque era el mayor de
cuatro hermanos solo tenía doce años ¡doce años!, a seguir de lejos al
grupo que le llevaba detenido. Quería saber a dónde le trasladaban. Y mi
padre les siguió hasta el mismo cuartel, en donde estuvo esperando, a
la intemperie, hasta que le echaron de allí los centinelas. Mi abuela
Lucía fue también una víctima más desde aquel día. Representa a miles de
mujeres que se vistieron de negro siendo jóvenes y murieron de negro,
ancianas, guardando una silenciosa memoria de sus maridos asesinados,
con una dignidad imbatible…”
"Buena
parte de los que fueron fusilados el día de Navidad junto a Matías
—señala José Hinojosa—, como el alcalde de Cáceres, el presidente de la
Diputación o un grupo de trabajadores ferroviarios de la UGT, llevaban
meses en prisión y habían sido condenados a muerte en consejo de guerra.
A partir de ahí, y hasta el 21 de enero, no pararon de fusilar. Entre
las víctimas destacan algunos colectivos como los 40 militares del
ejército franquista que fueron acusados de tener ideología republicana,
los 16 mineros ejecutados la noche de Reyes o los 47 vecinos de Cáceres
vinculados a organizaciones republicanas”.
En
Navas del Madroño, un pueblo de apenas 3.000 habitantes, fueron
asesinadas 54 personas en un solo día. En Malpartida de Cáceres
fusilaron a una decena, entre ellos al popular tabernero Juan Doncel que
pudo despedirse de su familia en una emotiva carta: “Escribo a mi
esposa e hijos para despedirme de ellos. No podréis dudar de la conducta
de vuestro padre que siempre ha sido bueno, honrado y trabajador. Os lo
juro por la ceniza de mi padre. Querida esposa, a ti te toca con la
ayuda de nuestros hijos defender el pan del día. De lo que disponemos tú
dispondrás. ¿Qué más os voy a poner? tengo en la imaginación tanto que
no puedo poner más. Un adiós para todos, para ti Josefa y María, Víctor,
Dionisia, Rafael, Luisa, mi Alfonso y mi Antoñita, qué pequeñitos y sin
padre. Recuerdos a mi hermana y a todos en general. Se despide tu
esposo para siempre. Adiós a todos”. Pero Josefa no pudo “defender el
pan del día”. Poco después de recibir la carta fue también detenida y,
finalmente, fusilada el 2 de enero junto a otras 26 personas. Sus hijos
fueron internados en orfanatos franquistas.
El
documento en el que el ejército hizo balance de su acción terminaba con
una “suma total”: 34+12+1+6+11+27+9+16+16+54+7+3=196. En el frío
listado aparecen apellidos repetidos que indican la ejecución de padres e
hijos o de hermanos. Entre los fusilados el 4 de enero pueden leerse
los nombres de Ángeles, Antonio y Asunción Brú Casanova, cuyo hermana
Rafaela ya había “desaparecido” a manos de los franquistas en agosto de
1936. “Esta gran masacre empezó en una fecha muy simbólica, la Navidad, y
la Iglesia no hizo absolutamente nada para evitarlo —recuerda José
Hinojosa—. Y eso que entre las víctimas había personas como el propio
alcalde de Cáceres que habían tenido buenas relaciones con el estamento
eclesiástico durante su mandato. La Iglesia se limitó a intentar que los
reos aceptaran la extremaunción antes de ser fusilados”.
Tras
más de 40 años de olvido, en 1979 fueron exhumados los primeros cuerpos
de las víctimas. Historiadores como Manuel Veiga, Julián Chaves y José
Hinojosa han ido sacando a la luz los documentos oficiales y los
testimonios que revelan la magnitud y la crueldad de la matanza. Desde
2010, la Asociación Memorial en el Cementerio de Cáceres lucha por
recuperar la memoria de las víctimas y ha logrado que el ayuntamiento
cacereño erija un monumento que recoge los nombres de 675 hombres y
mujeres asesinados por el franquismo, entre ellos las 196 personas que
perecieron mientras sus verdugos celebraban la Navidad de su “segundo
año triunfal”.
-Carlos Hernández (eldiario.es)
Documental "Navidad fusilada":
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