
Joan Peiró Belis, Ministro de Trabajo de la II República Española y destacado anarcosindicalista, fusilado por la Dictadura Franquista / Jordi Grau
Peiró nació en Sants en 1887.
Era todavía un niño cuando comenzó a trabajar en el vidrio. No sabía
leer ni escribir, un aprendizaje que tardaría muchos años en cumplir. En
1907 se casó con Mercedes Olives Bonastre.
Joan
Peiró comenzó muy pronto a tener una clara conciencia social y a
demostrar unas evidentes dotes organizativas. Su militancia sindical
comenzaría en 1906. En 1916 fue elegido secretario general de la
Federación Española de Vidrieros y Cristaleros, responsabilidad que
mantuvo hasta 1920. También fue director de La Colmena Obrera, el órgano
de la Federación Local de Sociedades Obreras de Badalona, que una
fuente de primera magnitud para conocer el movimiento obrero de Badalona
y catalán. Esta Federación se iría acercando a la CNT. En esta
publicación comenzaría Peiró a escribir sus primeros artículos
sindicalistas y anarquistas, bajo el pseudónimo de J. Fuentes. También
participó en El Vidriero, portavoz de los vidrieros federados. Peiró
siempre tuvo una evidente inclinación hacia la prensa obrera. Muy
posteriormente, en 1930 sería director de Solidaridad Obrera y, en la
guerra, del vespertino Revista de Cataluña.
Peiró
recibió una clara influencia del sindicalismo revolucionario francés, la
CGT y la Carta de Amiens. Esta declaración de 1906 de la Confederación
General del Trabajo buscaba la autonomía de acción de los sindicatos
frente a los partidos políticos, algo muy distinto a lo defendido por
los socialistas. La Carta de Amiens es fundamental en la Historia del
anarcosindicalismo.
El Congreso de Sants de 1918
fue determinante porque su vinculación a la CNT. Defendió la acción
sindical directa referida a la resolución de los conflictos laborales
entre el sindicato y la patronal sin intervenciones ajenas, y la
formación de sindicatos únicos. En el Congreso de 1919 defendió a las
federaciones de industria, pero fueron rechazadas.
El
comienzo de los años veinte fue muy duro para Peiró. Sufrió dos
atentados y estuvo en prisión. Pero también es cierto que fue el inicio
de su protagonismo en la CNT. En 1922 fue elegido secretario general. En
ese momento se celebró el Congreso de Zaragoza donde se tomó la
decisión de que la CNT se saliese de la Internacional Sindical Roja y la
afiliación a la Asociación Internacional de los Trabajadores. Debemos
recordar que un año antes la CNT se había integrado en la ISR gracias a
los delegados en Moscú: Nin y Maurín entre otros. En clave interna,
Peiró apoyaría a Salvador Seguí y Ángel Pestaña, que defendían lo que se
ha conocido como la “moción política”. El texto proclamaba la
independencia de la CNT en relación con los partidos políticos, pero su
plena implicación en todo lo que tenía que ver con los trabajadores. Se
hacía una definición de la CNT como un organismo revolucionario, “a la
vez integral y absolutamente político puesto que su misión es la de
conquistar sus derechos de revisión y fiscalización de todos los valores
evolutivos de la vida nacional y (…) ejercer la acción determinante por
medio de la coacción derivada de los dispositivos y manifestaciones de
fuerza de la CNT”. Los más ortodoxos criticaron la ponencia porque se
hablaba de política, aunque se quiso dejar claro que no se refería a la
forma de gobernar, sino a las actuaciones de los individuos y
colectividades.
Peiró participó con evidente
protagonismo en la conversión de las Cristalerías de Mataró en una
Cooperativa. Se encargó de la redacción de sus estatutos en los años
veinte. Debemos reseñar que esta Cooperativa fue la principal productora
de bombillas de España, aunque la gama de productos que fabricaba era
muy amplia.
La Dictadura de Primo de Rivera trajo
una época muy difícil para la CNT y para el propio Peiró, dada la
persecución constante que sufrió el anarcosindicalismo. Peiró sería
encarcelado en numerosas ocasiones. En 1927 fue, de nuevo, elegido
secretario general hasta 1929. Durante la Dictadura criticó con dureza a
la UGT por su participación en la organización sindical que había
establecido el nuevo régimen, un capítulo más de las complejas
relaciones entre los dos sindicalismos. Por otro parte, Peiró, siempre
fiel a su defensa del sindicalismo, no era proclive a la existencia de
grupos de acción y minorías dirigentes. Aunque se inscribiría en la FAI
nunca fue muy partidario de la misma. En la época de la Dictadura maduró
mucho sus ideas en relación con los sindicatos como organismos de
clase, por lo que el anarquismo no podía regular el funcionamiento de la
CNT.
En el período previo a la llegada de la República se implicó en la llegada del nuevo régimen, al tener relación estrecha con la oposiciónn republicana. Firmó el Manifiesto de Inteligencia Republicana, lo que le generó fuertes críticas en la CNT. Tuvo que retirar su firma. En el Congreso de 1931 defendió la ponencia sobre la posición de la CNT frente a las Cortes Constituyentes por la que se creía que la llegada de la República supondría un avance para los trabajadores. Aunque la ponencia sufrió algunos recortes sería aprobada frente a los faístas. Peiró y Pestaña mantenían un claro antiparlamentarismo, pero también pensaban que había que exigir al Gobierno soluciones a los problemas socioeconómicos. La República podría ser un momento importante en favor de los derechos sociales y sindicales. Pero para los defensores de la FAI eso era reconocer que los organismos políticos, aunque fueran republicanos, podían ser eficaces, algo imposible porque eran burgueses. En ese mismo Congreso consiguió el apoyo de las federaciones de industria frente a los que defendían las organizaciones territoriales.
Peiró fue uno de los firmantes con otros cenetistas, como Ángel Pestaña, del Manifiesto de los Treinta de agosto de 1931 donde, además de la crítica al Gobierno republicano, se hacía otra hacia los más radicales en la CNT, frente a la FAI, ya que la CNT debía ser una organización revolucionaria, pero no dedicada a la algarada y el motín, a cultivar la violencia, a la revolución por la revolución. Se pretendía, por lo tanto, una cierta desmitificación del mito revolucionario.
Todo esto
provocó la escisión en 1932 en los dos sectores. Peiró estuvo en todo
este proceso, pero siempre defendiendo posiciones de conciliación. Al
final, se produciría la reunificación en 1936.
Al
estallar la sublevación, Peiró se hizo cargo de la vicepresidencia del
Comité Antifascista de Mataró. Dos de sus hijos fueron a la guerra.
Peiró, fiel a sus ideas desde los tiempos del fin de la Dictadura de
Primo, defendió la presencia de la CNT en la Generalitat y en el
Gobierno de la República. Justificaba esta presencia porque parecía
necesaria para evitar políticas contrarias a los obreros. Llegó a pensar
en una especie de República Social Federal para cuando terminase la
guerra. También fue muy crítico con los grupos descontrolados que
proliferaron en el verano de 1936 en Cataluña.
Peiró
sería, junto con Federica Montseny, Juan López Sánchez y Juan García
Oliver, uno de los cuatro anarquistas que entrarían en el Gobierno, de
la mano de Largo Caballero, un hecho inaudito en el mundo. Peiró se
haría cargo de la cartera de Industria. Estando al frente de este
Ministerio se elaboró el decreto de incautaciones y se proyectó la
creación de un banco de crédito industrial. Negrín, como ministro de
Hacienda, siempre se opuso a sus proyectos.
Cuando
Largo Caballero dejó su responsabilidad de dirigir el Gobierno, Peiró
regresó a Mataró y la Cooperativa. Pero, además, dictó conferencias y se
dedicó a atacar a los comunistas en la prensa en relación con el asunto
del POUM.
Posteriormente, sería nombrado comisario general de energía eléctrica. Peiró defendió con energía una postura antiderrotista y denunció el quintacolumnismo, además de la necesidad de que el anarcosindicalismo hiciera una reflexión sobre su papel en la guerra. En esa época estuvo preparando un libro sobre la gestión de recursos económicos españoles.
En febrero de 1939 pudo cruzar la frontera francesa. En Perpiñán sería detenido, y luego pudo marchar a Narbona donde se encontraba su familia. En París fue el representante de la CNT en la JARE, es decir, Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles. Peiró consiguió sacar a muchos anarcosindicalistas de los campos de concentración franceses y que pudieran marchar a México.
Fue detenido y las
autoridades policiales francesas emitieron una orden de expulsión, por
la que podría pasar a la Francia no ocupada, pero los nazis no estaban
dispuestos a permitir que se escapara Peiró. Fue de nuevo detenido y
enviado a Alemania. El Gobierno franquista, a través de Serrano Súñer,
solicitó en 1941 su extradición. El 19 de febrero fue entregado en Irún.
Fue conducido a Madrid para ser interrogado y torturado. En abril
pasaría a Valencia.
En diciembre comenzaría a ser
juzgado. Se da la circunstancia que destacados responsables de la
administración franquista emitieron informes favorables, destacando el
falangista Luys de Santa María. Al parecer, fue uno de los que le
ofreció que colaborase en el nuevo sindicalismo, lo que explicaría la
tardanza en comenzar a ser juzgado. En todo caso, Peiró se negó en
redondo a colaborar para salvar la vida, y eso provocaría que después de
esta tardanza, se acelerase el proceso en la primavera de 1942. También
la policía de Barcelona confirmó que Peiró se había distinguido contra
la represión indiscriminada en la guerra. En su contra se encontraba la
Falange de Mataró. El fiscal llegó a acusar a Peiró de ser uno de los
organizadores de la Semana Trágica del verano de 1909, pero su principal
delito, en realidad, había sido ser ministro de la República.
El 21 de julio de 1942 fue declarado culpable. Junto con compañeros de la CNT sería fusilado en Paterna tres días después.
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