Se pierde en el tiempo oscuro de la clandestinidad, a finales de los años sesenta, la imagen de un pequeño grupo de compañeros del PSUC subiendo en silencio las empinadas calles del cementerio de Montjuïc hasta llegar ante unos nichos donde estaban enterrados cuatro compañeros del partido : Puig Pidemunt, Pere Valverde, Angel Carrero y el joven Numen Mestre, de tan sólo 25 años. Habían sido fusilados en el Camp de la Bota según sentencia del Consejo de Guerra franquista del 13 y 14 de octubre de 1948.
Durante todos estos años, desde entonces, primero en rigurosa discreción y después en actos abiertos cuando la situación de libertad lo permitía, cada mes de febrero gente del PSUC recuerda y rinde homenaje a los cuatro fusilados de la caída de los 80. La gente del PSUC es especialmente sensible, tiene una relación estrechamente emocional, con el recuerdo de aquellos cuatro compañeros que no sobrevivieron a la caída más famosa de la clandestinidad psuquera.
En abril de 1948, la organización clandestina del PSUC sufrió uno de los golpes más duros con la desarticulación de las agrupaciones guerrilleras instaladas en la ciudad de Barcelona y de buena parte de la estructura de la organización política que tenía su base en la capital catalana. Es lo que se conoce como la “CAÍDA DE LOS OCHENTA”, cuyas consecuencias tuvieron bastante importancia en la actividad del PSUC.
Un año antes, en enero de 1947, la policía había detenido a Angel Carrero. Era miembro de la Comisión Política-militar y tenía el mando de dos brigadas urbanas. Una de las brigadas estaba dirigida por Numen Mestre y la otra estaba a las órdenes de Jaume Valls, que no fue detenido. La detención de Àngel Carrero había llevado a la detención de Carles Sancho, encargado de llevar armas de Manlleu a Barcelona. En abril de ese mismo año de 1947 se produjo la importante caída de Puig Pidemunt, Fernando Rius Tomás Calduch, Sebastián Piera Lloveras, Eduardo Arias Cabrera y Numen Mestres. Todos ellos fueron ingresados en la Jefatura Superior de Policía de Barcelona donde durante semanas fueron brutalmente torturados. A Pere Valverde, por ejemplo, le rompieron los dientes y durante días perdió la visión a causa de los hematomas en los ojos; tenían que bajar y subir entre dos policías pues los compañeros no podían hacerlo por su cuenta debido a que no se podía mantener de pie. Fueron días de terror, palizas y torturas
Las terribles torturas y las pesquisas policiales fueron facilitando la serie de detenciones hasta totalizar casi un centenar de camaradas. La acción de las fuerzas represivas del régimen fue posible por una quiebra de las medidas de seguridad del Partido, en concreto por las relaciones que los grupos guerrilleros mantenían con la organización política regular a través de los comités de sector, o sea que no se mantenía la rigurosa separación que las medidas de seguridad recomendaban entre las diferentes partes de la estructura orgánica del Partido, en concreto por no haber mantenido separadas a la organización responsable de la propaganda de la organización guerrillera, cuando provocó la detención de la totalidad de la dirección clandestina y del aparato de propaganda y de algunos responsables de organizaciones.
Las detenciones se produjeron por doquier. Fueron detenidas siete mujeres, encargadas básicamente de la distribución y transporte de propaganda y armas, confección de banderas catalanas, y republicanas y responsables de la reorganización de la Unió de Dones de Catalunya. Entre las detenidas estaban Empar Arranz Castillo, Paquita Coronel García, Flora Martínez Monreal, Merced Clota Vilarrasa, Eulalia Martínez Salart, Ana Mayoral, Dolores Sanz de Arellano. En total fueron detenidas un total de 96 personas, entre militantes y simpatizantes,
Entre 13 y 14 de octubre de 1948 se realizó consejo de guerra contra 78 de los detenidos (Sumarísimo 35836). Se produjo una campaña internacional que recogió muchas muestras de solidaridad. Joan Comorera envió un telegrama al secretario general de la ONU, Trygve Lie, pidiendo su intervención en el caso. Lie también recibió otras peticiones de intervención, al igual que recibieron la presidenta de la Federación Democrática Internacional de Mujeres, Eugénie Cotton, y el secretario general de la Asociación Internacional de Juristas Democráticos, Joe Nordman, miembro de la Haldane Society. Se hizo público el informe de un abogado, James S. Clark, quien asistió como observador al juicio.
Finalmente el Consejo de Guerra condenó la mayoría a largas penas de prisión, ya ocho les condenó a pena de muerte, de las que fueron ejecutadas cuatro: Joaquim Puig i Pidemunt, editor de Trabajo y responsable de la delegación del Comité Central del PSUC ; Numen Mestre Ferrando, dirigente de las JSUC; Angel Carrero Sancho, jefe militar de la guerrilla en Barcelona y Pere Valverde Fuentes, responsable político de la agrupación. Los otros cuatro condenados a muerte: Santos Gómez Nebot, Carlos Martínez, Esteve Arias Gázquez y Bernat Cregut Beltran, vieron cómo les era conmutada la pena de muerte por 30 años de reclusión.
La "caída de los 80" llevó a las direcciones del PSUC y de la JSUC a la decisión de acelerar el viaje a Cataluña de Gregorio López Raimundo, que se estaba en Francia preparando la entrada en el interior, con el objetivo que asumiera la dirección del partido en el interior sustituyendo a la dirección que acababa de ser detenida. López Raimundo era un destacado militante de las JSUC que había formado parte de su Comité Nacional. Al final de la guerra, con la derrota, había pasado a Francia desde donde se marchó a México en 1939 hasta 1947, cuando regresó a Francia. En 1947 pasó a Cataluña a través de los Pirineos, ayudado por un guía del Partido.
El PSUC siempre ha considerado el acto de recuerdo a los fusilados de la caída de los 80 como un acto íntimo de partido, sin embargo abierto a quien quiera participar, pero arraigado en la propia historia de nuestra organización. Durante muchos años el compañero Napoleón Figuerola (a) Victor, estuvo organizando con discreción el encuentro de cada año, en recuerdo de unos compañeros que él conocía bastante bien.
Pero hace tiempo que por las empinadas calles del cementerio de Montjuïc no sube en silencio ningún pequeño grupo de miembros del PSUC encabezados por Víctor, ahora los que caminan arriba son una muchedumbre de jóvenes, de organizaciones herederas del heroico PSUC, que con paso vivo se dirigen a los nichos de cuatro fusilados por el franquismo con el objetivo de honrar su lucha y su muerte. Una lucha y una muerte con la idea de conseguir un mundo de justos y de iguales, un mundo donde una diferente cuna no comporte obligatoriamente una diferente vida.
La gente del PSUC seguirá honrando su recuerdo.
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