Las obras de León ejecutadas por presos del franquismo
Las obras de León ejecutadas por presos del franquismo
Ana Gaitero

Memoria pública. El Gobierno quiere hacer un inventario de obras realizadas en España con prisioneros del franquismo. En León se incluyen desde las presas de dos pantanos, como el Luna y Villameca, hasta la reconstrucción de pueblos como Villamanín, la carretera de Castrocontrigo a Truchas o el canal del Bierzo. Además, un millar de presos políticos fueron mano de obra forzada en minas del Bierzo.
 

El ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, Ángel Víctor Torres, anunció a primeros de año una investigación sobre los trabajos forzados durante el franquismo para elaborar un censo de víctimas y un inventario de obras construidas de esta forma.

Quiere saber cuántas personas participaron en batallones de penados, que se surtían de los campos de concentración y de las cárceles. «El franquismo creó una red de campos de concentración y de explotación de mano de obra para asentar su poder», asegura el profesor titular de Historia Contemporánea, Javier Rodríguez. Este experto en memoria democrática inventarió en su obra sobre los campos de concentración a 11 batallones de trabajadores en la provincia de León a partir de documentos que llegaron al Archivo de Salamanca desde el Tribunal de Cuentas, del Fondo de Batallones y Campos de Concentración.

El origen de esta información es una prueba, para Rodríguez, del «afán del régimen en tasar lo que le costaban los prisioneros». Se estiman en miles los prisioneros empleados como mano de obra forzada, pero aún no existe una cifra. La más aproximada es la del millar de prisioneros que se emplearon como mano de obra barata en minas de Fabero, Orallo, Villaseca de Laciana y Matarrosa del Sil, según la investigación de la historiadora leonesa Beatriz Rueda.

La mina Moro, de Fabero, protagonista del documental Los campos del silencio, de Eloína Terrón, era en sí misma un campo de concentración, de la que no existe más rastro que una placa colocada en el pueblo lejos de la ubicación original.

Los destacamentos que estuvieron destinados en la provincia de León son el Batallón de Trabajadores CTV de Foncebadón, el Batallón de Trabajadores de Canero destinado en León y otro del mismo nombre en Astorga; el Batallón de Trabajadores de Cangas número 20 destinado en Cubillas; el Batallón de Trabajadores de León número 19 y el número 89; el Batallón de Trabajadores de Castrocontrigo; el Batallón de Trabajadores número 7 de La Bañeza; el Batallón de Trabajadores número 165 de Quintanilla de Yuso; el Batallón Disciplinario de Soldados Trabajadores de Lucillo y el Batallón de Zapadores-Zapadores Minadores número 8 Compañía de Recuperación de Material de Fortificación de León.

Los nombres de los batallones vinculados a Asturias reflejan el importante flujo de prisioneros que acabó en ‘destinos’ de León tras la caída del frente norte en el otoño de 1937. Canero, Cangas o el campo de concentración de Valencia de Don Juan, que también fue nutrido por numerosos prisioneros catalanes.

«Muchos de los presos fueron condenados a trabajos forzosos en Batallones de Trabajadores coordinados por la Jefatura de Movilización, Instrucción y Regeneración del ejército franquista», explica Rodríguez.

Un negocio redondo

«La explotación de presos benefició al estado, ayuntamientos, empresas y particulares»

De esta forma, el régimen franquista, desde 1937, «sentó las bases para un sistema de explotación laboral más que beneficioso para el estado, particulares, ayuntamientos y empresas. De hecho la creación de Batallones de Trabajadores fue uno de los objetivos fundamentales que explican la puesta en funcionamiento de una red de campos de concentración», añade.

Sobre las obras en las que fueron empleados falta aún mucho que investigar. El libro ‘Esclavos por la patria’ de Isaías Lafuente recoge la participación de presos del franquismo en el embalse de Los Barrios de Luna, la consrtucción del Canal del Bierzo –sin que se especifique si fue el bajo, el alto o ambos—, la reconstrucción de Villamanín y los destacamentos mineros.

«La explotación de la mano de obra penal de la posguerra en la provincia de León se constituyó a través del Patronato de Redención de Penas por el Trabajo (a partir de 1942 se denominó Patronato Central de Nuestra Señora de la Merced)», señala Lafuente.

Regiones Devastadas

En Villamanín se creó un destacamento de trabajadores para reconstruir el pueblo

La obra del pantano de Luna fue contratada por la empresa Ginés Navarro y en ella trabajaron miles de obreros libres, pero no existen estudios que detallen el número de prisioneros empleados. La misma empresa , que con el tiempo se ha transformado en el emporio de Florentino Pérez, construyó el pantano de Villameca. En la presa que inundó el pueblo de Oliegos en 1949 se ha constatado la participación de al menos 13 presos políticos. Una investigación realizada por el escritor Abel Aparicio, con la ayuda de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, dejó constancia de los nombres de estos prisioneros. Tenían entre 16 y 58 años y venían penados de venían penados de Burgos, Oviedo, Valladolid, Málaga, Segovia, Sevilla, La Coruña y otros lugares no localizados. Estuvieron alojados en barracones en Villameca.

«Hemos tropezado con numerosas dificultades, principalmente la escasez de obreros especializados y con la inclemencia del tiempo», afirmaba el arquitecto de Regiones Devastadas al periódico del Movimiento Proa en 1941. Se anunciaba un presupuesto de «un millón doscientas dieciocho mil pesetas» para ese ejercicio en las obras de reconstrucción en Cármenes, Rodiezmo, Valdelugueros, Villamanín, Pola de Gordón y Oville.

Beatriz Rueda estudió los destacamentos penales mineros y el de Villamanín, creado en 1943 por Regiones Devastadas y cuya existencia se prolongó hasta 1945. No hay rastro de la memoria de los prisioneros en la información pública que cuenta la historia de la reconstrucción ‘ejemplar’ de Villamanín. Hasta cinco fugas ha contabilizado esta investigadora en el destacamento penal de Regiones Devastadas, que carecía de alambradas y cuya vigilancia estaba al cargo de tres funcionarios. Otras dos se conocen del destacamento de Minas Moro S. A. en Fabero. En 1942 se evadieron tres prisioneros y en 1943 uno.

La carretera de Truchas a Castrocontrigo, inaugurada el 13 de febrero de 1938, se pudo hacer con los batallones de Castrocontrigo y Quintanilla de Yuso, ubicados en el itinerario de esta vía. Pero falta aún por investigar con más detalle el alcance de la participación de mano de obra forzada en las obras públicas de León que, aunque sufragadas con dinero público, eran realizadas por empresas privadas que se beneficiaron del bajo coste de los presos, al tiempo que el Estado se deshacía de carga en las cárceles. También hubo presos comunes en los destacamentos de trabajadores.

Fugas de presos

En la Mina Moro de Fabero se produjeron al menos dos fugas de presos que sacaban carbón

Una de las obras más emblemáticas en las que fueron empleados presos políticos es Cuelgamuros. El historiador Nicolás Sánchez Albornoz, tras ser condenado junto a otros estudiantes por la pintada ‘Viva la Universidad Libre´en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid, pasó de la cárcel al campo de trabajo donde se construía el complejo bautizado como valle de los Caídos.

Sánchez-Albornoz, que se fugó con Manual Lamana en una épica evasión con ayuda extranjera, llevaba la contabilidad de las obras del mausoleo. En su obra ‘Cárceles y exilios’ denuncia que el Estado «hacía un negocio redondo» con los presos, pues cobraba 10,5 pesetas diarias por preso a la empresa Molán, cuyo rastro encontró tras regresar a España con la democracia en la Costa del Sol.

La redención de penas por el trabajo ideada por el régimen franquista solventaba al mismo tiempo el grave problema de saturación de las prisiones y fue una fuente de ingresos para el Estado, donde el hacinamiento aumentaba el riesgo de mortalidad. «El preso traía más cuenta en el tajo que muerto», recalca Sánchez-Albornoz.

Muchos prisioneros fueron empleados también en la construcción o reconstrucción del ferrocarril con batallones específicos. En el destacamento penal de Chozas de la Sierra estuvieron confinados durante la dictadura más de 2.000 presos republicanos de los 6.000 que trabajaron en la construcción de la línea del tren entre Chamartín y Lozoya, del ferrocarril Madrid-Burgos.

Una de las obras que usó más mano de obra forzada fue en el Canal Bajo del Guadalquivir. «Unos 10.000 prisioneros políticos del franquismo, desde muy poco después del final de la guerra civil, y hasta más de dos décadas después, hasta el año 1962», construyeron 90 de los 150 kilómetros que tiene esta obra.

Las mujeres presas no fueron sacadas fuera de las cárceles a trabajar, aunque en algunos penales de mujeres, como la cárcel de Ventas, se montaron talleres textiles y de manipulados donde trabajaban las mujeres penadas. En las huerta de esta cárcel, que estuvo masificada en la posguerra, solo estaban destinadas las presas comunes.

La leonesa Albina Pérez, detenida con el grupo de universitarios de la FUE por la pintada de Filosofía y Letras, ha relatado que redimió una parte importante de su condena gracias a un curso de cocina que impartió en esta prisión. «En los años de más hambre redimí cárcel por un curso de cocina», declaró a Diario de León en una entrevista.

Un negocio redondo

«La explotación de presos benefició «al estado, ayuntamientos, empresas y particulares»



Soldados y civiles cruzan el pueblo devastado de Villamanín. DL

Soldados y civiles cruzan el pueblo devastado de Villamanín. dl

Soldados y civiles cruzan el pueblo devastado de Villamanín. dl


Soldados y civiles cruzan el pueblo devastado de Villamanín. dl

Soldados y civiles cruzan el pueblo devastado de Villamanín. dl

 


Fuente → diariodeleon.es

banner distribuidora