Un estudio analiza cómo se enseña la Transición en las aulas: el discurso deja de lado las reivindicaciones sociales, políticas y laborales más allá de las instituciones y continúa el relato de una Transición modélica y ejemplar sin violencia.
Comandada por los docentes Andrea Tappi y Javier Tébar, ambos miembros del Centre d'Estudis Històrics Internacionals de la Universitat de Barcelona (UB), La Transición española en las aulas. Historia y memoria en la enseñanza secundaria clarifica la falta de actualidad en los 19 manuales de Historia que a día de hoy se editan en España: “A pesar de que la historiografía ha avanzado mucho en estas cuestiones, los libros de texto van muy atrasados”, comenta el primero de ellos.
Según Tappi, “que la Transición se enseñe como un pacto modélico conseguido sin violencia por parte de las instituciones y de la extrema derecha no ayudan a una plena conciencia ciudadana”
Según Tappi, “que la Transición se enseñe como un pacto modélico conseguido sin violencia por parte de las instituciones y de la extrema derecha no ayudan a una plena conciencia ciudadana”. La cuestión se torna fundamental dado que, tal y como apunta Tébar, se trata de un tema en permanente debate en el discurso político: “Vistos los manuales de Primaria, Secundaria y Bachillerato, el discurso no cambia. Todavía se transmite ese relato impulsado en los años 90 de que la Transición fue ejemplar”.
De esta forma, la Transición dentro del aula se presenta desde una perspectiva institucional, relegando cualquier atisbo de protagonismo por parte de las masas. El alumnado que se enfrenta a la Evaluación de Acceso a la Universidad (EvAU), por ejemplo, sabrá quién es Juan Carlos I, qué es la Constitución y el papel que desempeñó Adolfo Suárez. “Pero desaparece la sociedad civil. No quieren que salga en los textos ese conflicto impulsado desde abajo, por miles de personas, que se vio en huelgas y manifestaciones desde los últimos años del franquismo, casi desde la década de 1960”, desarrolla Tébar.
“No quieren que salga en los textos ese conflicto impulsado desde abajo, por miles de personas, que se vio en huelgas y manifestaciones desde los últimos años del franquismo, casi desde la década de 1960”
A fin de cuentas, la Transición aparece como un pacto conseguido tras una Guerra Civil y 40 años de dictadura en el que todos los españoles se dieron la mano. Nada más lejos de la realidad. “No aparece nada de lo que sucedía en las fábricas y los talleres, el empuje estudiantil, la lucha desde las prisiones, incluso desde el mundo de la iglesia”, apunta este autor de la obra.
Solo se aprende lo que se evalúa
Por eso, no son pocos los docentes que crean y buscan sus propios contenidos sobre este periodo histórico, sobre todo los que imparten Historia en 2º de Bachillerato. Tappi explica que “uno de los problemas que existe es que este temario llega casi al final del curso, cuando apenas hay tiempo y la EvAU está a la vuelta de la esquina”.
Además, la investigación confirma que el alumnado solo aprende aquello de lo que serán evaluados. A esta determinación han llegado los autores tras analizar los apuntes de los universitarios que cursan el primer curso del Grado de Historia: “Ahí vimos que solo sabían lo que luego les entraría en el examen. Es curioso porque la EvAU condiciona todo el proceso de aprendizaje y el relato de la historia de la Transición que se enseña”, defiende Tébar, también profesor de Historia en la UB.
Tappi, por otra parte, conoce bien la realidad educativa italiana, por lo que puede realizar un análisis comparado: “En España se presenta la Transición como algo desligado totalmente de la realidad internacional. En Italia, por ejemplo, se estudia la historia del mundo medieval, moderno y contemporáneo en tres años diferentes, donde entra la historia del país, y así se puede contextualizar su devenir”. En el caso español, en cambio, los libros de texto citan la crisis económica de los años 70 como algo heredado del franquismo, sin mencionar que también estaba íntimamente unida al cambio que el capitalismo occidental sufría tras terminar los 30 años “gloriosos” después de la Segunda Guerra Mundial, parafraseando a este especialista.
Mismas imágenes, historias inacabadas
Una de las particularidades estudiadas se refiere a los recursos gráficos que los manuales emplean. En una época en la que los jóvenes se mueven por imágenes, los libros de textos adolecen de ellas, además de repetir las mismas. Por ejemplo, siempre aparece la jura de bandera de Juan Carlos I tras la muerte del dictador, o una imagen de “El abrazo”, que simula esa hermandad entre españoles.
En otros casos, los errores son mucho más graves: “En uno de los libros de Edelvives han puesto una fotografía de Marcelino Camacho para explicar la Ley de Amnistía del 1977. Ahí explican que esta ley posibilitó la excarcelación de los últimos presos políticos, pero en realidad Camacho fue indultado en diciembre de 1975. Es un error que ni merece más comentarios”, subraya Tébar.
Otra de las imágenes repetidas es el funeral multitudinario tras la matanza de los abogados de Atocha, en enero de 1977. Ninguna mención al asesinato de Arturo Ruiz a manos de un Guerrillero de Cristo Rey días antes durante una manifestación por la amnistía, o al de María Luz Nájera, un día después de este, tras el impacto de un bote de humo lanzado por la Policía durante una manifestación en repulsa de lo sucedido con Arturo.
“Los libros subrayan que el Partido Comunista (PCE) fue capaz de organizar la logística del funeral de los abogados. Dan esa imagen de que no son antisistema, que están a favor del diálogo y renuncian a la opción republicana”, comenta Tappi al respecto. Y añade: “Reducen la legalización del PCE a un acuerdo entre Suárez y Santiago Carrillo. Todo es cosa de dos únicas personas. Y tampoco mencionan que a esas elecciones democráticas Esquerra Republicana de Catalunya, Acción Republicana e Izquierda Republicana todavía estaban ilegalizadas”, ni siquiera en los libros de texto de Historia catalanes.
Una historia desde el presente
La Transición se llevó a cabo de tal forma que todavía hoy perduran ecos que aturden el relato impuesto. Desde luego, junto a la fotografía del entierro de los abogados laboralistas no se explica cómo el ultraderechista y uno de los perpetradores, Carlos García Juliá, estuvo prófugo de la justicia durante décadas y fue condenado a 193 años de prisión por cinco asesinatos y cuatro intentos de asesinato.
Tampoco se cuenta cómo en 1994, tras cumplir solo 14 años de condena, huyó a América Latina aprovechando un permiso penitenciario. Y ni mucho menos se dice que García Juliá encabezó la candidatura de Falange Española de las J.O.N.S en Bilbao las elecciones municipales del 2023. Explicar la Transición es explicar el presente.
Tébar recalca que el tratamiento del papel de las mujeres durante la Transición es absolutamente inexistente; igual con la lucha LGTBI, por la liberación de los presos sociales en las prisiones, la independencia de algunas regiones del Estado o las luchas vecinales
Por su parte, Tébar recalca que el tratamiento del papel de las mujeres durante la Transición es absolutamente inexistente: “En los últimos años se han realizado numerosas investigaciones relacionadas con este ámbito. Ya conocemos el nombre de decenas de ellas que deberían estar en los libros de Historia, pero lo que hay es una invisibilización total”, se explaya. Y como sucede con ellas, igual con la lucha LGTBI, por la liberación de los presos sociales en las prisiones, la independencia de algunas regiones del Estado o las luchas vecinales que consiguieron dignificar barrios y ciudades de toda la geografía española.
La escuela, fábrica de ciudadanos políticos
Tappi y Tébar, en su obra, aportan una propuesta didáctica alternativa. Desde este punto de vista proactivo, estos especialistas consideran esencial que el alumnado sepa que “el relato de la Historia es eso, un relato, el resultado del análisis subjetivo de fuentes que respeta una serie de reglas”. Por eso, consideran que el estudiantado debería familiarizarse más con las herramientas del historiador, para que los contenidos no solo terminaran en un estudio memorístico.
No se trata de que el alumnado se convierta en experto en Historia, sino que conozcan realmente qué hechos conectan lo que estudian con la realidad actual
“Ya hay muchos docentes que lo hacen, pero habría que impulsarlo más. Visitar un archivo puede ser una opción ideal para ello”, dice Tappi. No se trata de que el alumnado se convierta en experto en Historia, sino que conozcan realmente qué hechos conectan lo que estudian con la realidad actual, basados en argumentos y la fiabilidad de las fuentes.
Por eso, ambos expertos coinciden en que los recursos didácticos con los que cuenta el profesorado tendrían que englobar seis grandes conceptos, explicados por un especialista canadiense: el significado histórico, la evidencia o las pruebas, relaciones entre cambio y continuidad sobre fenómenos históricos, causas y consecuencias, desde qué perspectiva se arman los hechos para, por último, llegar a la dimensión ética de los mismos. “No podemos olvidar que el fin último de la escuela es la formación de una ciudadanía ética y política”, concluye Tappi.
Fuente → elsaltodiario.com
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