200 kilómetros de horror y muerte “La Desbandá”. Hechos y conclusiones
200 kilómetros de horror y muerte “La Desbandá”. Hechos y conclusiones /  Alí Manzano  
 
En estos días en los que estamos asistiendo en directo y televisado al genocidio que el ente sionista de Israel, con la complicidad de EE.UU y Europa (incluido el Estado español y sus partidos de gobierno), está cometiendo contra el pueblo palestino, se nos viene a la memoria el comienzo de este tipo de genocidios que tienen por objetivo la limpieza étnica de la población de una zona geográfica.

Los andaluces, por desgracia, sabemos mucho de esto, pues a lo largo de nuestra historia lo hemos sufrido más de una vez: el genocidio y la deportación fallida de los moriscos andaluces, las leyes de limpieza de sangre que los conquistadores castellanos impusieron a nuestro pueblo tras la conquista, la represión sufrida cada vez que el pueblo andaluz ha intentado hacerse con las riendas de su destino, como es el caso del movimiento insurreccional cantonal del S.XIX durante la I República española, que solo tuvo una respuesta represiva por parte de los gobiernos de España, con sangrientas intervenciones militares para sofocar las proclamaciones de los cantones independientes y la configuración de un Estado andaluz, o la represión por parte de la II República española con los casos significativos de la matanza de jornaleros en Casas Viejas (Cádiz) cuando un grupo de jornaleros decretó el comunismo libertario ante la inacción de la República española para solucionar el problema del hambre en el campo andaluz, o la destrucción con piezas de artillería de la Taberna Casa Cornelio en Sevilla, lugar de encuentro de anarquistas y comunistas, o la “caza” de anarquistas y comunistas en Sevilla tras las huelgas revolucionarias que paralizaron Sevilla tras las elecciones de 1931 y tras fracasar el Complot de Tablada.

Llegamos al año 1936 con una enorme conflictividad social en Andalucía, donde la lucha de clases se había agudizado por el apoyo del pueblo andaluz a las organizaciones revolucionarias. La CNT, por ejemplo, contaba con alrededor de 150,000 afiliados en toda Andalucía, a los que había que sumar casi la misma cantidad de militantes entre UGT, comunistas y nacionalistas, lo que convertía Andalucía en un polvorín a punto de estallar.

Pero vayamos a los hechos

En julio de 1936 se inicia en las colonias africanas de España, una sublevación militar, que como la mayoría de los “pronunciamientos” acaecidos en el Estado durante los siglos XIX y XX, solo pretendía un cambio de gobierno que dotara a la burguesía de un mayor control del Estado y de la situación de inestabilidad provocada por los conflictos laborales, los movimientos revolucionarios anarquistas y comunistas y las reivindicaciones nacionalistas de las naciones incluidas en el Estado, caso de Catalunya y Euskalerría.

El fracaso de la sublevación, al no conseguir la caída del gobierno, y la acción de las organizaciones revolucionarias que enfrentaron a los sublevados con la auto organización armada de la clase trabajadora en la defensa de sus territorios, hicieron que los golpistas cambiaran los objetivos de inicio, no conformándose solamente con un cambio de gobierno.

El objetivo pasó a ser la sustitución de la República por un gobierno militar y la “depuración” de todos los colectivos revolucionarios y de las poblaciones que les apoyaran.

El ideólogo del plan de “depuración” fue el fiscal Felipe Acedo Colunga que combinó la tradición de la Inquisición española y los principios fundamentales del derecho penal nazi«, según reseña del historiador Angel Viñas. El plan contemplaba el exterminio y holocausto sobre las organizaciones políticas y sindicales revolucionarias, así como sobre las poblaciones que no se sometieran y colaboraran con los sublevados, provocando el holocausto sobre muchas poblaciones andaluzas, y especialmente sobre la población de Málaga. Los asesinatos masivos y el exterminio de poblaciones, no fueron las consecuencias de un enfrentamiento armado entre dos bandos, sino el plan de exterminio minuciosamente desarrollado sobre la idea de una nueva “limpieza de sangre”, y disciplinadamente ejecutado por los mandos militares sublevados. A continuación veremos como este plan de exterminio se desarrolló sobre la población civil malagueña en los días previos a la huida por la carretera de Almería.

La represión de la población malagueña, es sin lugar a dudas, el caso más sangriento, más dramático, de un asesinato colectivo por motivos ideológicos. La “Desbandá”, la huida de la población de Málaga hacia Almería por la carretera de la costa: 200 kilómetros por una carretera que transita entre acantilados franqueados por el mar y la montaña, un blanco perfecto para los bombardeos por tierra, mar y aire con los que la población civil de Málaga fue obsequiada por los golpistas españoles.

Entre agosto y septiembre de 1936 caen en manos de los militares golpistas las poblaciones de Archidona, Antequera y Ronda, produciéndose un éxodo de refugiados que llegan a la capital malagueña. 35,000 personas llegan con lo puesto, contando el horror vivido con la entrada del ejército asesino del General Queipo de Llano en sus poblaciones, lo que hace creíbles las amenazas que Queipo de Llano hace a la población civil de toda Andalucía a través de Radio Sevilla:

“Nuestros valientes Legionarios y Regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombre de verdad. Y, a la vez, a sus mujeres. Esto es totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”.

Las amenazas a la población civil no fueron una exclusiva del asesino Queipo de Llano, sino parte de una plan diseñado para llevar a cabo una limpieza ideológica de la población andaluza. Como muestra, las amenazas de otros destacados generales fascistas:

Emilio Mola: “Hay que sembrar el terror… Hay que dar la sensación de dominio eliminando sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros. Nada de cobardías”.

Francisco Franco: “Salvaré a España del marxismo cueste lo que cueste”. Periodista: “¿Significa eso que tendrá que fusilar a media España?”. Franco: “He dicho a cualquier precio”.

Juan Yagüe, el Carnicero de Badajoz: “Por supuesto que los matamos. ¿Qué esperaba usted? ¿Qué iba a llevar 4.000 prisioneros rojos conmigo?”.

Las amenazas de violaciones, asesinatos y torturas sobre la población civil, no fueron en vano y estos genocidas cumplieron con las amenazas vertidas sobre los civiles andaluces.

La defensa de Málaga estaba compuesta por 12,000 milicianos de organizaciones revolucionarias andaluzas; principalmente de CNT y grupos comunistas, mal equipados, sin formación militar, con apenas pistolas y escopetas frente a todo un ejército compuesto por 19,000 soldados fascistas, 10,000 Regulares de Marruecos y 10,000 italianos de las Corpo Truppe Volontaire de Mussolini. Un ejército de casi 50,000 militares, bien armados, con piezas de artillería y apoyados por aviación y marina.

Ante esta situación tan desigual, motivada por el abandono de Andalucía y de Málaga del ejército de la República, la población de Málaga comienza a abandonar la ciudad. El 7 de Febrero, cerca de 150,000 personas comienzan la huida por la única vía de escape que tenían, la carretera de la costa hacia Almería.

Es difícil poder hacernos una idea de la situación, a pesar de las crónicas de la época que han llegado a nuestros días, principalmente de corresponsales extranjeros como Arthur Koestler del Daily Worker de Nueva York:

«Hacia las 2 de la tarde comienza el Éxodo desde Málaga. La carretera es un río de camiones, coches, mulas, carros, gentes asustadas que riñen entre ellas. Esta riada lo chupa y lo arrastra todo: civiles, milicianos desertores, el gobernador civil, algunos oficiales del Estado Mayor… Corren algunos extraños rumores por Málaga: que los rebeldes han ocupado ya Vélez, la siguiente población hacia el este, a unos 50 km; el río de refugiados se dirige a una trampa mortal. Según otro rumor, la carretera está todavía abierta, pero bajo el fuego de los barcos de guerra y de aviones que ametrallan a los refugiados. Nada, entonces, puede ya detener al río: fluye y fluye, y se alimenta sin cesar de los arroyos del miedo».

El 8 de febrero el ejército fascista entra en Málaga, encontrándose los barrios obreros abandonados.

Ese mismo día, los refugiados llegaban a Torre del Mar, y aquí comienzan los bombardeos desde los buques Canarias, Baleares y Almirante Cervera, a los que se les unen la aviación alemana, la Luftwaffe

La sociopatía de los militares españoles queda patente en la explicación de Queipo de Llano para bombardear a la población civil desde tierra, mar y aire:

A los tres cuartos de hora, un parte de nuestra aviación me comunicaba que grandes masas huían a todo correr hacia Motril. Para acompañarles en su huida y hacerles correr más aprisa, enviamos a nuestra aviación, que los bombardeó”.

Los estudiosos de este crimen, estiman alrededor de 5,000 asesinados por los bombardeos, la mayoría civiles, entre los que se encontraban mujeres y niños.

El médico canadiense Norman Bethue, que se había unido a las Brigadas Internacionales, al tener noticias de los bombardeos, se dirige hacia Almería para atender a los heridos. En su libro “El crimen de la carretara Málaga-Almería”, nos relata los que vio al llegar:

Una muchedumbre de personas y animales ocupaba todo el ancho de la carretera… La llanura se extendía tan lejos como la vista podía alcanzar y por ella serpenteaba una hilera de 30 kilómetros de seres humanos, como un gusano gigantesco con innumerables pies que levanta una nube de polvo que se extendía hasta más allá del horizonte. (…) Yacían hambrientos en los campos, atenazados, moviéndose solamente para mordisquear alguna hierba. Sedientos, descansando sobre las rocas o vagando temblorosos sin rumbo (…) Los muertos estaban esparcidos entre los enfermos con los ojos abiertos al sol”.

Ante la falta de medios para transportar a los heridos a un lugar donde pudieran ser atendidos, vaciaron la ambulancia en la que habían viajado y durante cuatro días transportaron heridos hasta Almería:

Resolvimos regresar para dedicarnos a transportar a los más desvalidos… Descargamos el equipo y las existencias de sangre (…) Después abrimos las puertas traseras. Se podía ver la excitación en los rostros de los refugiados. Todos esperaban, pero sin saber si tendrían posibilidades. Una multitud de padres y madres se apretó alrededor del coche. Decidimos transportar a las familias que tuviesen más niños y a los niños sin padres, que eran incontables. Llevábamos a 30 ó 40 personas en cada viaje”.

La prensa europea también recogió la impactante noticia del bombardeo de población civil. El diario británico “The Manchester Guardian” publicó la noticia de esta manera:

«La evacuación de Málaga comenzó cuando la población supo de las dificultades de los frentes, pero nadie creyó que el éxodo voluntario iba a asumir el carácter de un cataclismo humano desconocido en la historia de Europa. Pronto se convirtió en una sangrienta realidad. El camino se tornó un infierno bombardeado por los barcos fascistas españoles y los aviones alemanes e italianos. (…) Pronto el camino quedó cubierto de muerte».

La historia de la “Desbandá” aún se recuerda en Almería y en Málaga, pues el suceso ha pasado de padres a hijos y a nietos, y a pesar de que el franquismo intentó ocultarlo y de que la “transición” y la “democracia” lo dejó en el olvido, lo impactante del genocidio y del sufrimiento de miles de familias, lo ha mantenido en el recuerdo a pesar de que muchos de los protagonistas, especialmente los niños que sufrieron los bombardeos, la pérdida de familiares y el hambre, siempre han sido muy reticentes a contar la experiencia. Un trauma que intentaban olvidar pero que les acompañó toda su vida. No es de extrañar que muchos supervivientes hablaran de la mala suerte de haber sobrevivido.

Hasta el año 2004 no se expusieron las fotografiás tomadas por Hazen Sise, uno de los ayudantes de Bethune, lo que da una idea de la falta de voluntad política para que se conocieran unos hechos que ponen de relieve la psicopatía fascista de los militares españoles y la indefensión a la que la República española condenó a la población civil ante las amenazas de Queipo.

Conclusiones:

Todo lo concerniente a la llamada “Guerra civil” española está lleno de imprecisiones, de análisis extraviados y de mentiras, motivadas por los intereses políticos, primero del franquismo y posteriormente de los partidos que hicieron la transición mediante unos acuerdos que no solamente fueron en materia política, sino histórica también, simplificando la historia de la península Ibérica en una lucha entre fascistas y republicanos, obviando un enorme cúmulo de intrahistorias que son importantes y determinantes a la hora de sacar unas conclusiones que no falsifiquen la realidad de lo ocurrido.

La primera de las falsificaciones es la de decir que la II República adviene por la abdicación del Rey alfonso XIII tras la victoria de las candidaturas republicanas y socialistas en las elecciones de Abril de 1931, llevándonos a que pensemos que la abdicación se produjo por el ascenso de los movimientos revolucionarios. Nada más lejos de la realidad. Esa izquierda que ganó las elecciones estaba compuesta por el PSOE, partido que unos años antes participó en el gobierno del Dictador Primo de Rivera, y los partidos republicanos, con una carencia absoluta de programas revolucionarios, y algunos de ellos, con una ideología descaradamente burguesa.

Al contrario de lo que nos han querido dar a entender, la abdicación de Alfonso XIII se produjo por la falta de apoyo del ejército y especialmente de la Guardia Civil, cuyo Director General era el General Sanjurjo, uno de los Generales que lideraría el golpe de Estado del 36 y que antes lo había intentado en el 32, siendo condenado y amnistiado por la República.

La Andalucía del primer tercio del Siglo XX vivía unos momentos pre revolucionarios, con un grandísimo poder de las organizaciones del sindicalismo revolucionario, como en aquellos momentos eran la CNT o la UGT, acompañadas por organizaciones políticas de tipo libertario, comunistas y nacionalistas revolucionarias. Estas organizaciones lucharon contra la República española, por burguesa, y porque no solucionaba los grandes problemas de la clase trabajadora andaluza y especialmente de la clase jornalera, incumpliendo las promesas de la Reforma Agraria. Los casos de Casas Viejas, Sevilla la Roja, o el bombardeo con piezas de artillería de Casa Cornelio, como parte de los sucesos de la denominada “semana sangrienta”, que concluyó con el asesinato a sangre fría de más de 20 sindicalistas cazados por la policía republicana en las calles de Sevilla.

El “Complot de Tablada”, intento de golpe independentista y revolucionario protagonizado por Ramón Franco, director del aeródromo militar de Tablada, la CNT y el nacionalismo revolucionario andaluz, fue otro de los enfrentamientos de las fuerzas revolucionarias andaluzas contra la República española.

La revolución de Asturias y la proclamación del Estado Federal Catalán fueron otros de los intentos revolucionarios de superar la República por la vía de la insurrección en el caso asturiano, y por la vía política en el catalán.

La corta vida de la II República española se vio envuelta en numerosos intentos por superar el marco político burgués, sus instituciones y su Estado. Los mismos que propiciaron el advenimiento de la República, militares y Guardia Civil, fueron los encargados de proteger a la República de los intentos revolucionarios por subvertir el orden establecido. Franco en Asturias, Sanjurjo en Andalucía; los mismos generales que provocaron la proclamación de la República y la defendieron de los movimientos revolucionarios fueron los mismos que acabaron con la República, un instrumento ya inservible para controlar a la clase trabajadora organizada en partidos y sindicatos de clase.

Los militares sublevados deciden aplicar el “Plan de depuración” diseñado por el fiscal Felipe Acedo Colunga.

La República abandona a los andaluces y andaluzas a la suerte de los militares golpistas a sabiendas de la estrategia de exterminio y de campo quemado que los golpistas anunciaban antes de entrar en las ciudades.

Y yo me pregunto: ¿los golpistas hicieron el trabajo sucio de “limpieza ideológica” que la burguesía republicana no se atrevió a hacer? ¿Porqué abandonaron Andalucía? ¿Porqué se ocultaron durante muchos años sucesos como el de la Desbandá?

Que cada cual saque las conclusiones que crea convenientes, pero hay que tener en cuenta que los sucesos de la Desbandá y todos los que hemos reseñado en estas páginas, están inmersos en un proceso de “lucha de clases”, y que tanto en la monarquía de Alfonso XIII, como en la República española, como en la Dictadura militar, la burguesía ha sido la beneficiada, siendo cada uno de estos regímenes, instrumentos a favor de esta clase social y enemigos de la clase trabajadora. Los cambios de Régimen siempre se han dado para favorecer los intereses de la burguesía.


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