
Rafael Fraguas
Estamos ante un ultraliberalismo abducido por el capitalismo financiero, aliado coyuntural del neoconservadurismo más reaccionario
En el origen de este antagonismo se situaba el franquismo, que se propuso integrar en el denominado Movimiento Nacional, mediante el Decreto de Unificación de abril de 1937, al carlismo tradicionalista, profundamente reaccionario —Dios, Patria, Rey, Fueros y Ley Vieja, fueron sus lemas—; más el falangismo, de sustancia populista, estatalista, profascista pues; el monarquismo de Renovación Española, aristocraticista; además de la agrarista e integrista Confederación Española de las Derechas Autónomas, CEDA, de José María Gil Robles. Parte de aquel manojo de vectores ideológicamente tan dispersos, condenados poco a poco a la irrelevancia por el franquismo, asumió en la posguerra las tareas coercitivas y represivas del naciente Estado franquista contra las fuerzas populares, republicanas y de izquierda.
Fue la imposibilidad de hacer convivir vectores políticos e ideológicos tan opuestos, únicamente vertebrados en torno a un difuso nacionalismo hispano-españolista que concebía España como metafísica “unidad de destino en la universal”, la que determinó, a la muerte de Franco en noviembre de 1975, la desaparición temporal de la escena política del Movimiento integrador del carlismo, falangismo y monarquismo. Los tres componentes permanecieron hibernados o replegados más o menos silenciosamente en Alianza Popular, matriz del Partido Popular, con presencia efectiva tan solo en algunos islotes del aparato de Estado policial y militar que aflorarían en el intento de golpe de Estado contra la democracia de febrero de 1981, con el secuestro a mano armada del Parlamento. La hibernación descrita facilitaría, en un principio formalmente, cierta consolidación de la transición desde la dictadura a la democracia. Pero sus mimbres resurgirían, ya dispersos, décadas después.
Tenemos pues al nacionalismo hispano-español como componente unitario de la derecha y la extrema derecha españolas; pero conviene saber que su españolismo tiene en sus orígenes muy poco de español: fue en los pensadores reaccionarios franceses del siglo XIX, De Bonald y De Maistre; en historicistas como el escocés, Thomas Carlyle; en los tardorrománticos, idealistas y voluntaristas germanos, desde Fichte a Schopenhauer y Nietzsche, actualizados por el fenomenólogo Martin Heidegger y Karl Scmitt, inspirador del franquista Manuel Fraga Iribarne, de donde la extrema derecha y buena parte de la derecha españolas calcarían sus fundamentos doctrinales. Cierto legado, por lo demás, endeble, de Ramiro de Maeztu, Eugenio D’Ors, el tradicionalista Manuel Fal Conde y los falangista Jesús Fueyo y Javier Conde, aportó algo a los fundamentos doctrinales señalados.
Diferencias entre reaccionarios y falangistas
Es preciso fijar las diferencias existentes entre reaccionarios y falangistas, considerados versión hispana del fascismo. Los unos, se pliegan sobre un pasado de tradiciones míticas y legendarias del cual se consideran guardianes. Su actitud pública consiste en un férreo blindaje ante cualquier innovación política o social, que conciben como traición a ese pasado. Sus postulados sobre la economía son poco claros, en todo caso, muy conservadores. Por su parte, los fascistas, que abominan del liberalismo primigenio, despliegan energías parecidas a las revolucionarias, a la postre contrarrevolucionarias y atribuyen entidad política al Estado. Concretamente los falangistas, se arropan en una política social que atribuye al sindicato único cierto poder de interlocución con el capital, aunque subsidiario, característica que genera un producto típicamente hispano, el nacionalsindicalismo.
Mención aparte merece la política seguida por buena parte de la jerarquía eclesial católica, bajo cuyo amparo ideológico hallaron esas tres dimensiones de la extrema derecha y la derecha extrema abrigo recurrente en el integrismo; y ello en contraposición a la Iglesia de base, que sintonizó con los intereses mayoritarios de la población hastiada del franquismo; tal hastío sería precursor de la transición política y de la conquista de las libertades democráticas protagonizadas por las fuerzas de izquierda, señaladamente el Partido Comunista de España y los sindicatos clandestinos.
Benoist, Bannon y Vox
En tiempos recientes, los fundamentos doctrinales de las fuerzas reaccionarias y parafascistas han alentado un momento de expansión merced a varios factores: la aportación del francés Alain de Benoist, que transformó el legado marxista gramsciano, artera y convenientemente degradado por él, en un vademécum de recetas políticas e ideológicas descafeinadas de su potencial revolucionario y progresista, pero de extrema utilidad para derechistas de todo tipo, en un transformismo ideopolítico sin precedentes. Esta sopa bebediza, de hábil hechura, impregna ideológicamente una importante alianza política actual no escrita, pero real y made in USA, alentada entre otros por Steve Bannon mentor de Vox y de la italiana Meloni. Consiste en un ultraliberalismo abducido por el capitalismo financiero —tras la deriva reaccionaria del primigenio liberalismo económico—, aliado coyuntural del neoconservadurismo más reaccionario, que adopta en América un corte evangelista, como es el caso del potente aparato que apoya al brasileño Jair Bolsonaro.
Las adherencias estatalistas que exhibía, por ejemplo, el falangismo, han desaparecido ya plenamente al igual que cualquier tipo de control social sobre el capital. Pero, por tratarse de una alianza contranatura, está condenada a saltar en pedazos. Algunos han visto en la retirada de Espinosa de los Monteros de la primera línea de Vox un síntoma del antagonismo entre ultraliberales como él y los neocons ahora dominantes, antagonismo irresuelto, evidenciado en la explosividad surgida ante la sede socialista de Ferraz. El callejón sin salida al que tal alianza guía, perfora asimismo al PP, donde neocons y ultraliberales, simpatizantes y rivales de Vox, respectivamente, libran una sorda batalla. Las pulsiones extremo-derechistas por crear un enemigo fantasmagórico en torno a las reivindicaciones salariales, de género, feministas, identitarias y favorables a la defensa humanitaria de los inmigrantes, enemistan a la derecha encarnada por el PP con la sociedad en su conjunto, lastrándole electoralmente e impidiéndole gobernar, lo cual indica que, más temprano que tarde, sobrevendrá intramuros de su mundo una catarsis quizá ya iniciada pero, en todo caso, inexorable.
Fuente → mundoobrero.es
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