Todo ello ha dado lugar a los rancios privilegios medievales de los que sigue gozando la dinastía Borbón, en particular la execrable inviolabilidad del Rey, mando supremo de las Fuerzas Armadas.
Privilegios apuntalados por la función extremadamente reaccionaria que desempeña la llamada “justicia militar” en el control disciplinario e ideológico de los escalones subalternos, así como en el sometimiento de la tropa a las arbitrariedades del mando.
La muerte por edad del dictador dio lugar a un proceso político de reforma de la dictadura, que impidió, por el poder coactivo de las armas, el desarrollo de un proceso constituyente en libertad. La soberanía de los pueblos del Estado español fue secuestrada por el golpe militar, la guerra de aniquilación que le siguió y la genocida dictadura franquista.
Son, por tanto, el Rey y sus generales el principal obstáculo para alcanzar una democracia efectiva, que acabe con la humillante sumisión de nuestros pueblos.
Las luchas sociales se reflejan, en mayor o menor medida, en los aparatos del Estado. Así ocurrió durante la dictadura, dando lugar a movimientos progresistas tales como Jueces por la Democracia, en la Judicatura; o la Unión Militar Democrática (UMD), en el seno de las Fuerzas Armadas, disuelta manu militari durante la Transición.
Actualmente existen diversos colectivos y asociaciones de militares que reflejan las contradicciones sociales existentes: progresistas unas, reaccionarias otras. Sin embargo, todas estamos llamadas a colaborar, por razones humanitarias, a frenar la amenazante escalada de la guerra.
El objetivo del colectivo de militares que me honra representar es el de contribuir, junto a la sociedad civil, a sentar las bases para un Movimiento contra la Guerra.
No en abstracto.
Hoy la prioridad está en el genocidio de Gaza perpetrado por Netanyahu y en la Ucrania neonazi de Zelensky, pero hay situaciones que no nos son ajenas, como por ejemplo la desestabilización en el África subsahariana. La región del Sahel y del Sahara, ha sido escenario de una serie de golpes de Estado en países como Mali, Guinea, Burkina Faso, Níger y Gabón.
Esta región está envuelta en conflictos entre fuerzas locales, grupos yihadistas y redes criminales. Las potencias imperialistas como Francia, Estados Unidos, Rusia y China rivalizan por el control de la región, rica en recursos minerales.
Una grave situación que fuerza a hombres y mujeres, algunas en avanzado estado de gestación, a niños y ancianos, a jugarse la vida en las rutas atlántica y mediterránea -canaria y andaluza-, a menudo engullidos por las olas, tras una larga agonía, a la deriva.
El sentir de los pueblos del Estado español es contrario a la guerra. Prueba de ello es que, cuando se les convoca, como se hizo en 2003 para impedir infructuosamente la invasión de Irak, acuden.
Sin embargo, dependemos de la voluntad política de los partidos y de sus correas de transmisión: los medios de comunicación. Las organizaciones mayoritarias, partidos y sindicatos, están encorsetados a los compromisos institucionales (nacionales e internacionales) del Gobierno.
Las cancillerías occidentales, influenciadas por los intereses económicos del complejo militar-industrial de los USA, se alinean con el poder imperial. Los tambores de guerra resuenan en los pasillos de la OTAN. El belicismo homicida se extiende…
La necesidad de un Movimiento permanente contra la Guerra existe.
Los pueblos no quieren la guerra. No es su guerra. Es necesario y urgente pasar a la acción, organizándonos.
Artículo 6 de la Constitución Española de 1931: España renuncia a la guerra como instrumento de política nacional.
Fuente → miliciaydemocracia.org
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