Jóvenes manifestantes contra la Ley de Amnistía, el pasado mes de noviembre en Madrid. DANI GAGO
Las protestas ante la sede del PSOE fueron el escaparate de una extrema derecha poco conocida pero muy activa. Allí se mezclaron falangistas, carlistas y ultras de nuevo cuño que mezclan consignas anticapitalistas con nacionalismo y supremacismo identitario.
Han pasado cinco años desde la entrada de Vox en las instituciones. Hasta entonces se decía que la extrema derecha en España existía, sí, igual que en el resto de los países de nuestro entorno, pero no llegaba a tener un proyecto propio que usurpara ese nicho al partido aglutinador de las derechas, el PP. Nunca fueron relevantes políticamente y siempre se disputaron el liderazgo de lo que llaman el «área patriota» entre falangistas, tradicionalistas, neonazis, rojipardos, neofascistas y los primeros y tímidos brotes de nacional-populismo que surgieron 20 años atrás.
Tan solo la ya extinta Plataforma per Catalunya (PxC) de Josep Anglada logró despuntar en las urnas, con 67 concejales en 2011, el mejor resultado electoral de la extrema derecha desde Fuerza Nueva y hasta la entrada de Vox en el Parlamento andaluz. Ese mismo año, España 2000 logró un puñado de concejales en varias localidades valencianas que, igual que PxC, perdió en las siguientes elecciones, trasladando su centro al Corredor del Henares. Fue allí donde conquistó seis concejales en 2014 que más adelante protagonizarían la escisión que significó el nacimiento de Hacer Nación, todavía hoy vigente y establecida principalmente en esa zona madrileña, en Jaén y en Gijón.
España 2000 se quedó en València, con una escasa militancia alrededor de la figura de su eterno líder y mantenedor, José Luis Roberto, que ha convertido su partido en el refugio de irredentos nazis y fascistas valencianos. Hace años que ni se presentan a las elecciones ni convocan casi ninguna protesta. Viven recluidos en su sede, donde organizan almuerzos y charlas, y solo salen para acciones puntuales sin ninguna repercusión.
El primer partido que surgió a imagen y semejanza de los partidos de extrema derecha que asomaban la cabeza en Europa en los años noventa fue Democracia Nacional (DN), en 1995. Fue liderado por el excabecilla del grupo nazi Acción Radical, Manuel Canduela, y se popularizó por la participación de algunos de sus miembros en el asalto a la librería Blanquerna de Madrid, en 2013. Más allá de eso, DN tan solo aparecía en los medios cada 12 de Octubre, cuando reunía a unos pocos centenares de neonazis desplazados desde toda España a Barcelona, donde, recluidos en Montjuïc, se desataban en una orgía de quema de banderas, saludos romanos e insultos y amenazas a periodistas y opositores políticos. Recientemente, la presencia del responsable de sus juventudes, Pablo Lucini, en las protestas de la calle Ferraz y su posterior detención por parte de la Brigada de Información de la Policía, han vuelto a poner a esta formación marginal en el foco mediático.
El escaparate de Ferraz
Las protestas frente a la sede del PSOE ante la investidura de Pedro Sánchez han servido a Vox de escaparate para reivindicarse en el frente de batalla antisanchista, donde han compartido barricada con toda la constelación nazi-fascista y ultramontana de la capital de España. Porque, más allá de Madrid, estas protestas han pasado prácticamente desapercibidas. Sin embargo, estos escenarios en los que el partido de Santiago Abascal logró llamar la atención paseando a sus líderes o invitados –como el expresentador de la FOX Tucker Carlson– sirvieron también para promocionar a toda la amalgama de grupúsculos ultraderechistas, desde neonazis hasta ultracatólicos, que se situaban siempre en primera fila para salir en la foto.
Además de los partidos mencionados, sobreviven como elementos folclóricos las diferentes falanges, los carlistas de la Comunión Tradicionalista o los franquistas del Movimiento Católico Español, pero solo aparecen en fechas señaladas o en protestas como las de Ferraz. No obstante, cabe destacar la presencia de algunos grupúsculos neofascistas que, desde hace tiempo, tratan de competir con los movimientos sociales de izquierdas mezclando consignas supuestamente anticapitalistas con nacionalismo y supremacismo identitario. En 2020, lamarea.com ya informó sobre este nuevo activismo ultra al margen de Vox. En aquel reportaje se citaba a algunos de los que asomaron la cabeza en Ferraz y en los múltiples canales de chats y redes sociales de esta constelación con varias cabezas y sin mando ni discurso unitario. Ante la sede del PSOE destacaba la pancarta de Hacer Nación, así como la presencia de varios miembros de FACTA, una organización con sede en Madrid que se dedica a organizar charlas y salidas a la montaña y que lidera Carlos Sanfrutos, un antiguo miembro del extinto grupo neofascista Respuesta Estudiantil.
La utilidad de las redes para la difusión y la agitación política ya la habían explotado mucho antes los fundamentalistas católicos de HazteOír y sus organizaciones afines. Su actividad se basa en una campaña constante en la red, gracias a la extensa base de datos que han cosechado durante años solicitando firmas y apoyos para distintas causas en entornos conservadores. Esta organización estuvo también en Ferraz y ha paseado un autobús con la imagen de Pedro Sánchez caracterizado como Hitler.
La importancia de las redes
El papel que juegan hoy figuras populares de las redes sociales es quizás más importante que el que pueda jugar una organización local. Personajes como el empresario y cara visible de Desokupa, Daniel Esteve, y el agitador Alvise Pérez, lideraron una de las marchas que se dirigieron a Ferraz los primeros días de las protestas, demostrando que son capaces de aglutinar a varios cientos de seguidores usando sus redes sociales. Ambos ya lo habían hecho en otras ocasiones, por ejemplo en las protestas ante los centros sociales okupados en el barrio barcelonés de la Bonanova, el Kubo y La Ruina, donde el jefe de Desokupa protagonizó una campaña contra los okupas. Coincidió con las elecciones municipales, lo que captó la atención de todos los medios de comunicación.
Las protestas en Ferraz han multiplicado la actividad en estos canales de la extrema derecha. En todos ellos se habla de un nuevo movimiento, Noviembre Nacional, acuñado en un primer momento por influencers y activistas de redes vinculados a Vox, y tomado inmediatamente por todos los simpatizantes de las protestas. En dichos canales, las convocatorias iban tomando forma cada día, con aportaciones de los usuarios, vídeos y fotografías de policías cargando (a los que acusaban de ser mercenarios) y donde también se exponía a agentes encubiertos cuando detenían a algunos de los alborotadores. En varios de estos chats se pretendió extender las protestas a otras ciudades sin éxito. El agotamiento ha dado paso a múltiples reflexiones sobre la escasa capacidad de perseverancia, la desorganización y las sospechas sobre infiltraciones, intereses particulares y chivatazos a la policía.
En noviembre, lamarea.com accedió a algunos de estos chats, que han continuado con su actividad. En ellos hemos podido detectar llamadas a la violencia, a la fabricación y utilización de explosivos, la invitación al magnicidio contra el presidente del Gobierno o al terrorismo contra otros colectivos. Se han mezclado mensajes políticos con conspiraciones varias, desde chemtrails y reptilianos hasta el habitual Soros, las vacunas o el Club Bildelberg. Algunos de los canales más activos han sido precisamente los que ya se iniciaron durante la pandemia, y que aglutinaron todo tipo de complots imaginarios.
La hegemonía en la derecha
El nuevo panorama político, en el que una extrema derecha normalizada gestiona ya varias instituciones, ha dejado poco margen para otras aventuras a la derecha tradicional. La disputa por el espacio de la derecha radical se libra hoy entre Vox y PP, este último decidido a recuperar a sus votantes fugados, apostando por un perfil más duro. Sin embargo, otro sector se mantiene al margen de estos dos partidos y de sus pugnas, sobreviviendo en otros lares. No será en la carrera electoral donde se les vea actuar, sino en movimientos fuera de control, imprevistos, gestados en redes sociales, con múltiples cabezas y de todos los colores. Este magma de extrema derecha sigue circulando lejos de los ojos de la mayoría. Solo necesitan un movimiento sísmico, una sacudida para empezar a brotar. Pudo verse en el Capitolio estadounidense en 2021 y luego en Brasil. Quién sabe dónde sucederá de nuevo.
Fuente → lamarea.com
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