Gracia Novás
Miliciana. Simone Weil (París, Francia, 1909-Ashford, Inglaterra, 1943) llegó a Barcelona en agosto de 1936 para enrolarse como brigadista internacional en la lucha contra el fascismo.
El sello Página Indómita publica «La guerra de España», una antología de textos de la filósofa y activista francesa que componen un relato muy fidedigno de cómo fue y cómo le afectó aquella aventura como brigadista
Simone Weil (París, Francia, 1909-Ashford, Inglaterra, 1943) era una pensadora de acción, vivencial. La causa obrera la atravesó cuando experimentó en carne propia las condiciones cercanas al esclavismo que padecían los trabajadores: solicitó una excedencia como profesora e ingresó, primero, como operaria de prensas en una fábrica y, después, tras un despido por no alcanzar los ritmos de labor exigidos, como empleada en la Renault. Solo en esas infames circunstancias, dijo, aflora y se puede conocer la verdadera raíz de la fraternidad humana. Ese mismo compromiso con los oprimidos la llevó, en agosto del 36, con apenas 27 años, a cruzar los Pirineos y sumarse a la causa republicana en la guerra civil española. Fue una participación corta —de unos dos meses de duración, enrolada en el grupo de brigadistas internacionales de la Columna Durruti en el frente de Aragón—, ya que un accidente en la cocina —adonde fue asignada por su miopía y su nula pericia en el manejo de las armas— obligó a su evacuación. Poco tiempo, pero suficiente para quedar horrorizada con la brutalidad y la vileza que caracterizó el conflicto fratricida.
Recientemente, con motivo del 80.º aniversario de su fallecimiento, Tusquets acercó a las librerías la novela de Adrien Bosc La columna, que recreaba la dura peripecia española de Weil. Ahora, el editor gallego Roberto Ramos Fontecoba (Devon, Reino Unido, 1972), fundador y director del sello Página Indómita, publica el volumen titulado La guerra de España, una antología de textos de la filósofa y activista gala que componen un relato muy fidedigno de cómo fue y cómo le afectó aquella aventura como brigadista, que le abrió los ojos a la realidad: «Me tumbo boca arriba, miro las hojas, el cielo azul. Qué día tan hermoso. Si me atrapan, me matarán…, pero lo tengo merecido. Los nuestros han derramado ya mucha sangre. Soy moralmente cómplice».
Nacida en el seno de una familia de origen judío, Weil no se calla. El espíritu militante topa su límite en la libertad para expresar lo que piensa, incluso si incomoda o indigna a sus correligionarios. Es así como se explica que sea capaz de entenderse con alguien en las antípodas, como George Bernanos, escritor conservador al que admira por obras como Diario de un cura rural y Los grandes cementerios bajo la luna. Ella tenía previsto regresar al curarse de sus heridas, pero entonces lo vio claro, como cuenta a Bernanos en una carta: «Ya no sentía ninguna necesidad interior de participar en algo que no era, como me había parecido al principio, una guerra de los campesinos hambrientos contra los terratenientes y contra un clero cómplice de estos». Y relata casos de expediciones punitivas, asesinatos indiscriminados y crueldades que era incapaz de justificar.
Fuente → lavozdegalicia.es
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