Si hacemos memoria podemos ver similitudes con lo que ocurrió en el año 2015. El por aquel entonces Ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, comenzó a hacer ruedas de prensa señalando al movimiento anarquista, mientras que en El País se hacían comparaciones inverosímiles del anarquismo con Al-Qaeda y radiografías de «anarcoterrorismo». Caldo de cultivo mediático que preparaba una serie de operaciones antiterroristas (Pandora, Piñata, Ice…) que supusieron un enorme golpe en la coyuntura que vivía el movimiento libertario del Estado español, que se ha hecho sentir hasta nuestros días. No estamos diciendo con ello que los motivos y los objetivos de la represión en ambos casos fueran los mismos, así como tampoco lo es la manera de afrontar la represión de estos distintos entornos con culturas políticas diferentes. Sin embargo, existe un patrón común en el papel de los medios de comunicación a la hora de preparar a la población para que acepten la criminalización de la disidencia.
Se dice muchas veces, desde los entornos contestatarios que sufrimos la represión, aquello de que «La represión nos hace más fuertes». Sin embargo, esta afirmación es en ocasiones bastante cuestionable. En términos jurídicos «el efecto desaliento» consiste en desarticular a través del miedo a los colectivos sociales que de una manera u otra tratan de quebrar el statu quo. Se trata de una de las funciones principales de la represión. Otra es la división en falsas dicotomías y se produce en el momento en que las detenciones llegan. Esta división se acrecienta cuando estas llevan los apodos de «organización criminal» o «terrorista». Dos componentes que tratan de alejar a los movimientos represaliados del resto de la población, pero también entre activistas/militantes a través de nuevas categorías como buenxs/malxs, inocentes/culpables, violentxs/no violentxs, etc.
La represión es muy amplia y varía según el contexto social, cultural, político y económico del territorio en el que se da. Desde las desapariciones, los asesinatos, las largas condenas y las deudas impagables, hasta las pequeñas peticiones de cárcel, condenas menores de dos años y multas, todas responden a una función similar cada una en su contexto, aunque, por supuesto, sus consecuencias emocionales, afectivas y sociales sean incomparables. En todos los casos, existen estrategias para afrontar la situación. Aunque existen muchos materiales útiles elaborados por colectivos, recomendamos en particular el libro Afirmación y resistencia de la editorial Virus para encontrar herramientas individuales y colectivas al respecto. Podemos destacar tres en particular: la primera de ellas señala la pertinencia de entender lo que estamos sufriendo como una agresión que afecta a todas las que se oponen al sistema capitalista. La segunda es hacerse fuerte en las convicciones que nos llevaron a actuar como actuamos. La tercera es procurar que el tema represivo no llene toda nuestra atención y nos fijemos en todas las cosas bellas que pueden ayudarnos a mantener la situación de incertidumbre con dignidad.
Haciendo memoria desde Cantabria
Los movimientos sociales en Cantabria tienen una larga experiencia en afrontar la represión. La pregunta es si se puede sacar un aprendizaje colectivo de todos los casos represivos para no empezar desde cero constantemente cuando la represión vuelva a llamar a la puerta, cuestión más que probable si las activistas/militantes o personas inquietas siguen poniendo sus cuerpos y dando la cara en la calle.
Nos remontamos a la huelga general del 14 de noviembre de 2012. Dos compañeros fueron detenidos y posteriormente acusados de resistencia grave a la autoridad y de provocar lesiones a dos policías, por lo que el Ministerio Fiscal solicitaba para cada uno de ellos 16 meses de cárcel, 4.189,9 euros de indemnización por las lesiones y que abonaran el coste de una estilográfica marca Montblanc que supuestamente perdió un tercer agente en los hechos. La Asamblea Cántabra por las Libertades y Contra la Represión y el Comité Antirrepresivo del Besaya fueron los colectivos más visibles de apoyo antirrepresivo en este caso. La campaña usó la creatividad para visibilizar la situación intentando evidenciar el absurdo de las acusaciones y el caso tuvo un importante respaldo entre los movimientos de Cantabria. Sin embargo, los compañeros fueron condenados.
Muy poco después de que acabara el proceso contra los mismos, el 17 de febrero de 2014, comenzaría uno de los casos represivos más sonados mediáticamente de los últimos años. El impedimento de la entrada de estudiantes y activistas a un acto del entonces presidente de Cantabria Ignacio Diego, en la Universidad de Cantabria acabó en una protesta reprimida con una posterior imputación de 9 personas con peticiones de un total de 42 años de cárcel. Una amplia mayoría de estas compañeras inició una campaña llamada «Preguntar no es delito» que tuvo una repercusión social muy fuerte debido a factores como que el Presidente de Cantabria estuviera «en el ajo», el carácter estudiantil y educativo de la protesta, relacionada con la reivindicación de una educación pública, la represión a activistas implicadas en distintos colectivos de los movimientos sociales de Cantabria y la apuesta política de las represaliadas por hacer una campaña que llegara a un amplio espectro de la sociedad civil cántabra. En este caso, la grabación de vídeos fue determinante para las identificaciones visuales iniciales por parte de la policía pero también para la defensa que, gracias en parte a un esclarecedor vídeo que subieron a redes bajo el título de «El Subjetivo», consiguieron la absolución para todas.
En 2015 «se abrió la caja de Pandora» como hemos dicho
anteriormente. Entre las compañeras anarquistas represaliadas había
personas de Cantabria y se creó la «Red de apoyo a lxs detenidxs en la
operación Pandora...» Esta campaña marcó una diferencia importante
respecto a otros casos a la hora de abordar la represión. Se iniciaron
debates colectivos sobre cómo entenderla y qué discursos y prácticas
llevar a cabo; se abordó el cuestionamiento del concepto de «montaje
policial» que se suele sobreutilizar, se habló de abordar el victimismo,
se habló de la diversidad de tácticas de lucha, de la formación en
redes y estrategias de apoyo mutuo ante la represión… en resumen, por
aquel entonces se hizo un trabajo interno del movimiento libertario
enriquecedor para activistas y militantes pero que, como contrapartida,
tuvo menos repercusión a nivel social y quedó reducido a los entornos de
apoyo a las compañeras reprimidas. Esto no impidió que en Santander se
hicieran actos de apoyo en la calle como una manifestación de un
centenar de personas bajo el lema «Terrorista es quien nos condena a una
vida de miseria, no quien se rebela contra ella». Después de sufrir
prisión preventiva, todas las acusaciones quedaron en nada.
Finalmente llegamos hasta nuestros días, momento en que finaliza la
experiencia antirrepresiva de «Juntas lo paramos todo, ni desahucios ni
represión» con la absolución de un compañero y la condena a 6 meses de
cárcel para otro, previamente acusados de atentado a la autoridad y
lesiones leves en el contexto de un desahucio en Astillero en 2020. Una
campaña que puso todas sus fuerzas en llegar principalmente a colectivos
de base de los movimientos sociales por medio de actividad callejera en
el ámbito local y actos públicos sin depender de grandes medios de
comunicación.
Vemos importante tejer un hilo de la historia reciente que valore
las potencialidades y debilidades de cada proceso antirrepresivo. Todos
ellos han conseguido que las personas reprimidas no se sintieran solas
ni aisladas esperando sus juicios, tal y como les ocurre a otras tantas
personas. Aprender del pasado nos permite ser cada vez más ágiles a la
hora de abordar la represión que vendrá, apoyar a quienes sufren en
carne y hueso las consecuencias y llevar a cabo una comunicación hacia
fuera de nuestros entornos. De estas y otras experiencias se pueden
sacar lecciones desde cada grupo y colectivo contra este mecanismo de
poder que trata de desarticular las luchas sociales.
Nos va la libertad en ello.
* El graffiti de la foto de cabecera, se encuentra en Cayón
** Texto publicado originalmente en el nº51 del boletín Briega en papel, correspondiente a enero de 2024
Fuente → briega.org
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