Diego Díaz Alonso
Ramón García Piñeiro presenta este viernes en Mieres "Maquis, la resistencia armada. Historia de la guerrilla antifranquista".
Este viernes presenta en La Llocura de Mieres “Maquis, la resistencia armada. Historia de la guerrilla antifranquista. 1939-1952” (Trea, 2023), una obra colectiva que pretende aunar la historia del movimiento guerrillero español surgido tras el final de la Guerra Civil con las investigaciones y datos más actualizados al respecto. Será a las 19:30h.
¿Qué fue la guerrilla antifranquista?
Una prolongación del conflicto armado iniciado en julio de 1936 por una sublevación militar, toda vez que los vencidos en 1939 creyeron reversible una derrota que no asumieron, que no consideraron definitiva y, por el contrario, los vencedores perpetuaron sine die los métodos más brutales de destrucción del adversario porque cifraron su legitimidad política, su derecho a disfrutar de forma irrestricta del botín de guerra, en la fuerza de las armas, en la victoria militar. No es una excepción que en España la fase convencional de la Guerra Civil dejara paso a una etapa de guerra irregular, guerra silente, guerra censurada y negada, librada con los procedimientos propios de la guerra sucia, en la que no hay normas, ni convenciones internacionales, ni principios, ni respeto por el enemigo, como ocurrió, por ejemplo, en Grecia.
¿Cuándo pasa de ser una actividad de supervivencia a algo parecido a un Ejército?
La vertebración de las partidas de huidos en una estructura militarizada, con pautas de organización castrenses y objetivos políticos, fue una iniciativa del PCE, que fue la única organización antifranquista que elaboró un proyecto insurreccional para derrocar a Franco, inspirado por la resistencia de maquis y partisanos, como franceses y yugoslavos, a la ocupación nazi. Para que se produjera esta metamorfosis fue necesario que se liberara Francia y que, tras el fallido intento de invasión por el valle de Arán en octubre de 1944, regresaran a España clandestinamente contingentes de guerrilleros frentepopulistas, los cuales contactaron con los huidos diseminados por las serranías españolas para, no solo aleccionarlos sobre procedimientos de lucha contrastados contra la temible maquinaria militar nazi, sino también para persuadirles de que, si pasaban a la ofensiva, recibirían el apoyo de las potencias democráticas. También los animaron a dar el paso arguyendo que era inminente un levantamiento popular de los españoles, bastaba con que recibieran el estímulo y ejemplo de sus acciones guerrilleras, y que el régimen de Franco era tan débil, estaba tan carcomido por las divisiones internas, que se derrumbaría como castillo de naipes al primer soplido. Así pues, una expresión armada y militarizada de resistencia guerrillera cristalizó en España entre 1944 y 1946, su contexto más propicio.
“En Asturias hubo pocos desertores que se sumaran a las fuerzas represivas del régimen”
¿Fue una locura mantener la guerrilla pasado 1945?
Santiago Carrillo siempre sostuvo que la guerrilla no fue una invención del PCE, porque no partieron ex nihilo. Los huidos, los emboscados, los de la sierra ya estaban ahí, con su certificado de defunción escrito. El PCE les brindó un plan para dotar de contenido político su errática subsistencia. La vía insurreccional preconizada por el PCE fue un fracaso, sin duda, pero como poco idéntico al cosechado por los proyectos opositores de las demás formaciones frentepopulistas, si bien en el caso del PCE con consecuencias más negativas. Con la Nota Tripartita del 12 de marzo de 1946 y la resolución de la ONU del 12 de diciembre del mismo año, declaraciones en las que se conciliaba una retórica condena del régimen de Franco con la explícita renuncia a derrocarlo mediante una injerencia exterior, quedó meridianamente claro, como preconizaba Churchill, que la cuestión del sistema político en España era un asunto que concernía exclusivamente a los españoles. La consolidación de la política de bloques y la Guerra Fría descartaba, no solo que pudieran disponer de ayuda soviética, sino que EE.UU. y sus aliados tuvieran la tentación de promover la desestabilización política de un dictador al que podían mantener de rodillas y que les garantizaba la persecución a muerte del comunismo en el corazón de Europa occidental. De un somero análisis de este contexto tan adverso solo se desprendía la conclusión de que, a partir de 1946, la guerrilla era inviable en España, carecía de expectativas, pero, en términos leninistas, la pregunta que se imponía era ¿qué hacer? ¿Había, por tanto, que bajar la cabeza y esperar a que cambiaran los tiempos? Aunque las circunstancias eran muy adversas, los comunistas se aferraban al principio gramsciano de combatir el pesimismo de la razón con el optimismo de la voluntad y estaban convencidos de que las condiciones objetivas se podrían modificar con la lucha y el ejemplo de rebeldía que la guerrilla proporcionaba. Por otra parte, como el régimen cegaba todos los cauces pacíficos de expresión del descontento, no dejaba más margen al opositor que adoptar métodos ultraclandestinos y violentos de resistencia. Además, el PCE supuso que saldría fortalecido si el cambio de régimen se producía como consecuencia de la presión de los propios españoles, no por conciliábulos de cancillerías, por lo que volcó todo lo que tenía en la resistencia armada. No la desmanteló ni siquiera a partir de 1948, cuando llegó al convencimiento de que era una opción vanguardista y estéril, en primer lugar, por el principio de inercia inherente a las decisiones políticas y en segundo lugar porque era de la única fuerza que disponía en el exterior. Solo renunció a la guerrilla cuando, a partir del boicot a los tranvías de Barcelona de 1951, constató que cabían otras formas de disidencia ciudadana.
¿Se puede hablar de diferentes estilos guerrilleros en función de las organizaciones políticas?
De las organizaciones políticas, de las agrupaciones guerrilleras, de la trayectoria de los guerrilleros, de la composición de las partidas e, incluso, de la idiosincrasia de las personas. Los comunistas promovieron el modelo militarizado, vertebrado en organizaciones de combate con fines políticos. Su referencia fueron los movimientos de liberación en la Europa ocupada por los nazis. Los socialistas, salvo excepciones, mantuvieron una actitud defensiva, a la espera de una intervención exterior, o utilizaron la movilidad de sus huidos para dedicarse preferentemente a la recomposición del partido y del sindicato, sin perjuicio de que esporádicamente recurrieran a las armas para infligir un castigo a algún represor notorio o recabar recursos imprescindibles, pero siempre de forma muy comedida, ya que querían evitar las venganzas del aparato represivo del régimen. Los anarquistas procedieron de forma unilateral, sin atenerse a pautas, al margen de la dirección de sus organizaciones exiliadas, casi siempre en ámbitos urbanos. Más allá de las diferencias ideológicas, la principal línea divisoria que fragmentó a la guerrilla fue la que separó al huido del lugar, con vínculos afectivos con el territorio por el que deambulaba y consciente de la capacidad destructiva de su adversario, del regresado del exilio, borracho de triunfalismo y enquistado en su marco territorial como si hubiera caído en paracaídas de otro planeta.
¿Qué características especiales tuvo la guerrilla asturiana con respecto a la guerrilla en otras regiones españolas?
Asturias proporcionó el ecosistema más propicio para la guerrilla, tanto por su medio natural como por las características del paisanaje. Orografía tortuosa, malas comunicaciones, densidad del tapiz vegetal, dispersión del caserío, intenso movimiento por parajes remotos de vaqueros y mineros, múltiples lugares de ocultamiento en cuevas, minas abandonadas, chimeneas, refugios excavados, etc., brindaron la “ecúmene” ideal para la actividad guerrillera, el medio soñado. Partieron, además, de un gran contingente de huidos como punto de partida, compuesto por los miles de combatientes republicanos que no pudieron evacuar tras la extinción del Frente Norte y optaron por esconderse para preservar su vida. Además, estas personas, vinculadas al territorio, unidas a él por todo tipo de lazos, se desenvolvieron en un medio muy receptivo a su causa, muy empático, ya que predominaban las personas ideológicamente identificadas con ellos. Por eso, en Asturias durante toda la década de los cuarenta funcionaron los mecanismos de movilización y reposición, que mantuvieron una alta presencia de guerrilleros pese a las frecuentes bajas. Ahora bien, la singularidad de Asturias viene dada porque los guerrilleros eran mineros y su territorio de actuación estaba incrustado en el corazón de la cuenca minera, no en un paraje rural remoto, lo que les permitía tener un recurso estratégico de la economía nacional, especialmente demandado en tiempos de autarquía y aislamiento, al alcance de sus cartuchos de dinamita. De hecho, cuando el PCE cambió de táctica y quiso reinsertarse en el ámbito laboral sin desmovilizar por completo a la guerrilla, ensayó precisamente en Asturias su intento de reconvertir a los guerrilleros en escoltas de los cuadros de dirección, de los equipos de edición de propaganda e instructores de los nuevos adeptos. Asturias también se singularizó porque no necesitó una organización militar rígida y estructurada para desplegar un activismo sin parangón en el resto de España. Quizás por la misma razón, su desdén por las pautas castrenses, fueron inusuales tanto los ajustes de cuentas internos, es decir, los casos de fuego amigo contra los propios compañeros de lucha, como el execrable fenómeno de los arrepentidos, tan habituales en otras demarcaciones guerrilleras. En Asturias hubo pocos desertores que se sumaran a las fuerzas represivas del régimen para coadyuvar a la captura o muerte de sus antiguos compañeros de lucha.
Un tema espinoso. Los asesinatos de “chivatos” dentro de la propia guerrilla.
Aunque hubo algunos casos, insisto en que fueron la excepción en Asturias, tanto en el caso de guerrilleros que se incorporaron a la contrapartida para obtener una conmiseración que casi nunca alcanzaban, como mucho posponían el castigo, como en el caso de enlaces que, bajo asfixiante presión y amenaza de muerte, cambiaban de bando. Una terrible represalia guerrillera por la traición de Alicia Canal Faza, una enlace que paso a colaborar con la Guardia Civil, se produjo el 3 de julio de 1951 en Texedal (Piloña).
¿Cómo deberían pasar al imaginario colectivo los guerrilleros antifranquistas?
Como la reformulación y readaptación del movimiento obrero asturiano, substrato de nuestra identidad colectiva, a la desaforada y destructiva persecución institucional de la que fue objeto, movilizando los más venáticos y obscenos procedimientos del terrorismo de Estado, en el contexto de la década de los cuarenta, sin duda el más adverso que hubo de afrontar durante todo el siglo XX.
Fuente → nortes.me
No hay comentarios
Publicar un comentario