Ni un solo vestigio, ningún testimonio material
Ni un solo vestigio, ningún testimonio material
Susana Alba y Mayka Muñoz
 
Concentración de trabajadores ante las puertas de Perkins-Motor Ibérica. (1979) Colección Unidad Obrera. AHT, Fundación 1º de Mayo.

La Perkins fue un lugar de alto contenido simbólico. En esta fábrica de motores trabajaban Marcelino Camacho y Julián Ariza, que fueron miembros de la primera Comisión de Enlaces y Jurados del Metal de Madrid. En septiembre del año que viene se cumplirán sesenta años de ese acontecimiento fundacional de las Comisiones. El edificio de la vieja Perkins ha desaparecido hace muchos años y en su lugar hay un edificio del Ministerio de Hacienda. También ha cambiado el número y la calle de la antigua dirección postal. Hoy no queda nada que recuerde que la Perkins fue un lugar de experiencia obrera, una de las fortalezas del nuevo movimiento obrero que en los años sesenta se articuló para logar sus reivindicaciones laborales y también para enfrentarse a la dictadura. Una fábrica en la que además de motores se construía la democracia y la libertad.

Es muy conocido que la sede del Tribunal Supremo se halla en la elegante Plaza de la Villa de París, en el palacio de las Salesas, que fue fundado en el siglo XVIII. Lo que se conoce menos es que en ese mismo edificio tuvo su sede el Tribunal de Orden Público (TOP). Creado a finales de 1963, el TOP fue un juzgado especial para la represión política. Ante él comparecieron miles de hombres y mujeres, la mayoría de ellos de clase trabajadora, por el mero hecho de luchar por los derechos y libertades democráticas. Ninguna placa, ninguna marca existe en ese edificio que recuerde que allí residió un tribunal especial para la represión.

Estos dos ejemplos ponen de manifiesto cómo las huellas del Madrid obrero de los años cincuenta, sesenta y setenta han sido borradas en su mayor parte. En esos años, la capital alcanzó al fin la categoría de ciudad industrial, como lo eran desde hacía más de medio siglo Barcelona o Bilbao. Lo fue en un espacio segregado en el que las fábricas y talleres y, con ellos, los trabajadores y trabajadoras fueron expulsados del centro de la ciudad. Reubicados en la periferia; especialmente en el arco sur-este, desde Villaverde hasta Vallecas y San Blas, se entrelazaron la fábrica y el barrio. Fábricas fordistas, con miles de trabajadores descualificados llegados con la emigración desde los pueblos de la Meseta y Andalucía. Barrios carentes de los más elementales servicios, como el alumbrado o el asfaltado, por no hablar de la falta de colegios y ambulatorios médicos. En ese paisaje urbano, se configuraron nuevas comunidades obreras en las que a partir de su experiencia en común se articularon los movimientos sindical y vecinal madrileños y sus luchas por unas condiciones de trabajo dignas y una ciudad habitable, además de por una sociedad democrática.

Su memoria ha quedado prácticamente oculta. Antes que eso, una amplia y profunda reconversión industrial de los años ochenta cerró fábricas y provocó decenas de miles de despidos. La trasmisión intergeneracional de una cultura obrera se interrumpió bruscamente. Las comunidades obreras que apenas contaban con veinte o treinta años se desarticularon. La exclusión social penetró en los barrios de las periferias. Y con todo ello quedó sepultada la historia del Madrid industrial. Casi no quedan vestigios. En la inmensa mayoría de los lugares en los que florecieron las fábricas hay hoy edificios de viviendas y oficinas, en los que ni una placa ni una estela nos recuerda ese pasado en común, que fue decisivo para la conquista de las libertades democráticas.

Contra este olvido hemos construido la Cartografía de la Memoria Obrera de Madrid. Se trata de una web promovida por la Fundación 1º de Mayo y que ha contado con la colaboración de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. En ella se muestran las fábricas, la ciudad obrera (la vivienda y los barrios de los trabajadores y trabajadoras), la disputa del espacio público (valga decir los lugares de reunión y manifestación) y, por último, los centros de represión. En cada ámbito aparecen al menos dos fotografías, así como un breve texto. Con ello pretendemos relacionar, en un ejercicio de memoria, los usos del pasado con los actuales: la fábrica y el edificio de oficinas; las viviendas obreras, que sobreviven en la actualidad, aunque sus habitantes puede que ya no sean los mismos que las ocuparon hace sesenta años; los locales de reunión, de los que las fotografías dan cuenta del cambio de uso o de su modernización; también las imágenes nos permiten comparar el paso del tiempo por las calles y plazas, testigos de concentraciones y manifestaciones o de intentos de las mismas durante la dictadura, dada la presencia policial; finalmente, la fotografía nos permite, más que comparar tiempos, comprobar cómo se ha ocultado o diluido un pasado represivo, como sucede paradigmáticamente en el solar de la antigua cárcel de Carabanchel.

Nos interesa, en consecuencia, esta cartografía de la memoria obrera de Madrid como parte de la memoria de la propia ciudad y en tanto que un vector sustancial de la historia del antifranqusimo y de las luchas por los derechos y las libertades democráticas que protagonizó en un pasado reciente la clase trabajadora. Al mismo tiempo, hemos trabajado para entablar un diálogo en torno a esta memoria. Un diálogo que nos permita completar estos mapas y corregir ubicaciones cuando sea preciso. Por eso la visita de la cartografía permite asimismo contactar con nosotras.


Fuente → blogs.publico.es

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