 
Una historia de desarraigo, olvido y abandono protagonizada por quienes defendieron la democracia. Trabajos forzados, chabolismo y recuperación de la memoria histórica popular.
Cualquier viajero, o viajera, que fuera en tren a Badajoz, o volviera desde esta ciudad, hacia mediados de 1956, podría ver a su paso por el pueblo de Montijo el improvisado asentamiento de chozos y chabolas que, parejo a la vía del tren, se concentraba entre el llamado Camino de Las Colonias y el canal de Montijo, la obra hidráulica que alimenta una presa cercana y de la que irradian, a lo largo de su recorrido, acequias y caminos, el centro neurálgico de lo que finalmente se conoció como el Plan Badajoz.
Aquel poblado se alimentaba de unos 83 chozos, en los que malvivían unas 85 familias. Habían sido construidos poco a poco junto a las llamadas Colonias Penitenciarias, el campo de concentración franquista que llegó a albergar hasta 1.500 presos entre 1940 y 1945, los llamados esclavos de Franco que excavaron, a pico y pala, el profundo surco sobre la tierra baldía y dura donde después se construirían las paredes del canal. El canal de los presos.
Los poblados de la miseria y la represión franquista
Los chozos de la Colonia, como se les conocía, se habían ido levantando desde el final de la guerra en un terreno municipal, el Charco de los Bueyes. Primero por las familias de quienes recorrieron aquella España devastada y sometida al fascismo en busca de sus familiares presos, hasta dar con ellos en el campo de concentración de Montijo. Después, por los mismos presos que fueron redimiendo penas y liberados de aquel presidio, a quienes se ofreció continuar trabajando en la obra del canal, siempre sometidos a la vigilancia y bajo la sospecha de los vencedores, por su pasado como rojos. Por último, por quienes llegaron de otros pueblos, muertos de hambre, buscando cualquier empleo que ayudara a sus familias a sobrevivir. Todos ellos contribuyeron con su trabajo, en ocasiones hasta la extenuación, a construir lo que hoy da riqueza a las Vegas del Guadiana.
Franco no inventó los “pantanos”
Tras
 La  Victoria franquista en la guerra,  en su delirio y megalomanía de 
dictador, Franco había anunciado en  diciembre de 1945, cuando visitó 
por primera vez la provincia de  Badajoz:
“…no he venido a veros a principios de la toma de Badajoz, ni seguidamente de nuestra victoria, porque no podía traer en mis manos todavía el instrumento adecuado para la ejecución de la justicia que la provincia de Badajoz, como tantas otras españolas demanda. Y he de anunciar a estos magníficos campesinos, a esos sufridos labradores de estas pardas tierras extremeñas que vamos a empezar la obra de su redención”.
La
 obra de redención  no era otra más que un proyecto avanzado desde 
finales del siglo XIX  para convertir en regadío la vega del río 
Guadiana, ajeno por  completo a la voluntad de Franco. La ignorancia 
popular y la labor de  propaganda del régimen hicieron creer durante 
mucho tiempo que dicho  proyecto del Plan Badajoz fue obra del infame 
caudillo, cuando ya  estaba en la mente de los regeneracionistas de 
entre siglos, como  Joaquín Costa y su política hidráulica [1].
Los
 primeros pasos  se dieron con el conocido Plan Gasset, ideado 
inicialmente en abril  de 1900 por el gabinete del Ministerio de 
Agricultura, Industria,  Comercio y Obras Públicas del Gobierno de 
Francisco Silvela, cuya  cartera ocupaba como ministro el periodista 
Rafael Gasset. En abril  de 1902, siendo ya ministro José Canalejas, 
quedaría aprobado  mediante Real Decreto el Plan General de Canales de 
Riegos y  Pantanos.
Después, ya con la Segunda República en marcha, hacia febrero de 1932, comenzaron las obras de la presa del Cíjara, y al mes siguiente las obras del Canal de Montijo, sujetas a la presa del mismo nombre, al mismo tiempo que se inició el estudio de las obras de otro canal por la margen izquierda del Guadiana, el Canal de Lobón. Todo ello en respuesta a un plan republicano que incluía también un fin social, el de mejorar la vida de la gente mediante la contratación de mano de obra de la zona, caracterizada por un acentuado desempleo y pauperismo. El franquismo, que continuó con unas obras ya iniciadas en el período republicano, eliminó aquel fin social y lo convirtió en un castigo para los derrotados de la guerra, sustituyéndolo por la “redención de penas por el trabajo”.
 
Revista El Canal, Nº 3.
Los presos  republicanos y su uso como mano de obra esclava
Finalizada
 la guerra  (1936/1939), no llegó la paz, llegó la “victoria”. España se
  convirtió en una gran prisión. Más de 300.000 personas de ideas  
republicanas fueron encarceladas y distribuidas entre las muy  numerosas
 cárceles, algunas habilitadas como tales aprovechando  plazas de toros,
 cortijos u otras instalaciones improvisadas, así  como 300 campos de 
concentración. Con ello la dictadura buscaba un  ajuste de cuentas 
político y social para con los vencidos,  recordando su derrota y 
aprovechando su capacidad de trabajo para ser  explotados laboralmente 
como mano de obra en condiciones casi de  esclavitud. Para ello, el 
franquismo se había inspirado en un  precedente: los campos de 
concentración nazis.
El nuevo régimen, desde los primeros momentos de la guerra, se había ido dotando de una serie de normas para aprovechar el trabajo de tantos presos como iba acumulando en sus prisiones. El 15 de diciembre de 1938 se constituyó en Vitoria el Patronato Central para la Redención de Penas por el Trabajo, obra inspirada y controlada por la Iglesia católica. Entre otras, la Ley del 8 de septiembre de 1939, instaba a la “utilización de los penados en la ejecución de obras públicas o particulares” a través de la Ley el Servicio de Colonias Penitenciarias Militarizadas, con diferentes Agrupaciones.
El objetivo de estos centros de reclusión y trabajo era centralizar el uso y abuso que el franquismo hizo de los presos republicanos como trabajadores forzados
El objetivo de estos  centros de reclusión y 
trabajo era centralizar el uso y abuso que el  franquismo hizo de los 
presos republicanos como trabajadores  forzados. Estas Agrupaciones se 
encargaron de llevar a cabo el  trabajo con presos políticos, en la 
construcción de canales y  presas en los ríos Guadiana, Tajo, 
Guadalquivir, Alberche y Jarama.  Desde 1939 a 1942 se implantaron seis 
Agrupaciones: la 1ª y 6ª  Agrupación trabajaron en el canal de Bajo 
Guadalquivir, con  campamento en Los Merinales, a 8 kilómetros de 
Sevilla; la 2ª  Agrupación en el Canal de Montijo (Badajoz); la 3ª, en 
el canal del  Bajo Alberche; la 4ª estuvo destinada en la Real Acequia 
del Jarama  y la 5ª se destinó a la construcción de la Academia de 
Infantería  de Toledo.
En el caso de “Las Colonias” de Montijo, estuvieron vigentes desde 1941 hasta 1945, y por ellas pasaron, aproximadamente, 1.470 reclusos. Casi un 20% fueron presos extremeños, un 29,5% presos andaluces, y un 12,4% presos catalanes, entre otras procedencias. Contaban con una serie de infraestructuras a lo largo de las obras del conocido como Canal de Montijo y sus ramales. En centro de este sistema represivo se estableció en la finca “Majadilla”, que fue adquirida en 1939 por el Servicio Central de las Colonias. Los terrenos tenían una extensión de unos 35.000 metros cuadrados y costaron en su momento 20.500 pesetas.
 
Chozos de las Colonias, 1965.
El gran negocio  de la dictadura y la corrupción del régimen
Se
 suponía que los  presos recibían un salario y, además, redimían pena 
por el tiempo  trabajado. Así, el 28 de mayo de 1937 se establecía que 
el penado  cobraría un jornal de 2 pesetas diarias, de las cuales 1 '50 
se  destinaban a su manutención y 0' 50 con destino propio. En caso de  
tener familia en la zona nacional percibiría 2 ptas. más para su  mujer y
 1 por cada hijo o hija menor de quince años. Ahora bien,  solo tendrían
 derecho a la percepción del subsidio “Los reclusos  que están 
legítimamente casados y los hijos que tengan la calidad  de legítimos o 
naturales”. Es decir, los que estaban casados por  la Iglesia, teniendo 
en cuenta que durante la II República se aprobó  la Ley del divorcio y 
que muchos militantes de partidos y sindicatos  se unían o casaban en 
los propios centros obreros, sin más  documentación que los testigos 
presentes. Todas estas parejas  quedaron en tierra de nadie tras la 
abolición de todos los avances  sociales de la República, que el 
franquismo derogó.  Los presos  vivían una existencia desarraigada, 
lejos de sus habituales lugares  de residencia y en condiciones 
infrahumanas. Además, el trabajo que  realizaron, sobre todo en los 
primeros años, fue de gran dureza por  la falta de instrumentos técnicos
 y por la propia situación de los  campamentos.
El trabajo de estos presos suponía un gran negocio para jerarcas de la dictadura y las empresas privadas que concurrían para la reconstrucción de las infraestructuras públicas destruidas por la guerra. Los presos redimían penas a razón de 3 días por día trabajado como esclavo en unas condiciones muy duras. Aunque los salarios se habían ido incrementado a lo largo de los años y se suponía que las empresas que contrataban a los presos pagaban al Estado un jornal de 14 ptas. al día, lo cierto es que se quedaba con 13,50 ptas., en concepto de “gastos de los presos” (alojamiento, alimentación, vestido…), a pesar de la miseria en la que vivían los penados.
Buena parte de las grandes empresas constructoras actuales tienen su origen en este sistema: el Estado aportaba presos, cobraba por ellos y, además, sacaba a concurso obras que se adjudicaban a empresas privadas
Buena parte de las  grandes empresas constructoras
 actuales tienen su origen en este  sistema: el Estado aportaba presos, 
cobraba por ellos y, además,  sacaba a concurso obras que se adjudicaban
 a empresas privadas, que  cobraban del presupuesto público pero que 
pagaban por el uso de los  presos y cuyos beneficios, al final, se 
repartían para mantener la  corrupción de la dictadura. Muchas empresas y
 empresarios crecieron  en aquellos años: José Banús, San Román (filial 
de Agroman), A.  Marroquín, Huarte… Uno de los casos más conocidos fue 
la  construcción del anteriormente conocido como “Valle de los  Caídos”,
 el gran monumento de exaltación de la dictadura fascista  española.
Todo
 ello bajo la  atenta mirada de la Iglesia que se ocupaba de que los 
presos  recibieran su ración espiritual para su “reeducación” y  
reconducir sus extraviadas vidas. En el caso de Montijo, a partir de  
1946, este proselitismo se realizaría mediante el “Apostolado de  
Empresa”, la obra creada por la Hermandad Obrera de Acción  Católica 
(HOAC), consistente en dedicar la primera media hora del  trabajo, cada 
15 días, a charlas religiosas y oraciones impartidas  por sacerdotes en 
el mismo lugar de trabajo, al comenzar la jornada  laboral.
 
Chozos del Egido de los Charcos, 1965.
Franco visita  Extremadura: el intento por ocultar la miseria
En octubre de 1956 Franco volvió a visitar la provincia de Badajoz. El día seis recorrió la zona regable del Canal de Montijo, donde inauguró el poblado de Barbaño. Después visitó la fábrica de Conservas Vegetales del industrial y empresario emeritense Felipe Corchero, que emplearía a una amplia mano de obra femenina (las niñas del pimentón), con sueldos bajos y condiciones laborales deplorables. Dado que la fábrica de Corchero se encontraba cercana al campo de concentración de las Colonias, entre esta y la estación de ferrocarril, el nutrido poblado de los chozos era visible a simple vista, por lo que aquel día se ocultó al paso de la comitiva oficial con una valla y con ramas y árboles plantados para la ocasión, mientras solo se acondicionaba la carretera que llevaba desde el pueblo a la fábrica. Como dejó escrito Antonia Gómez Quintana, archivera de Montijo, “el régimen volvía la cara ante estas edificaciones provisionales y vergonzantes, consecuencia del Plan Badajoz al que faltó planificación social y sobró paternalismo” [2].
Aquellos chozos, junto a la carretera de la Nava de Santiago, estaban construidos con bloques de tierra, alicatados con cal y con techos de paja seca, por la que se filtraba el agua en días de lluvia
Aquellos chozos,  junto a la carretera de la Nava 
de Santiago, estaban construidos con  bloques de tierra, alicatados con 
cal y con techos de paja seca, por  la que se filtraba el agua en días 
de lluvia. Algunos, los menos,  contaban con dos habitaciones y la 
mayoría solo con una, un único  habitáculo sin ventilación donde se 
hacinaban familias muy  numerosas. Su disposición era aleatoria, sin 
seguir trazado o plan  alguno. Los había adosados en grupos de dos, 
cuatro o seis chozos,  buscando cierta estabilidad en la construcción 
conjunta. Carecían  de cualquier tipo de desagües o sanitarios, 
obligando a sus  habitantes a hacer sus necesidades en los campos de 
alrededor. Se  disponían alrededor de un gran charco de agua estancada, 
que se  secaba en verano y se volvía a llenar de agua con las primeras  
lluvias. El suelo quedaba embarrado en invierno y era un pedregal en  
verano. El núcleo urbano más cercano, Montijo, quedaba al otro lado  de 
la vía del tren.
En poco tiempo surgirían en este pueblo otros dos focos de chabolismo, localizados uno en el llamado Charco de los Mártires, conocido como Chozos del Bayonal, hacia el oeste del casco urbano, donde hoy se encuentra el colegio Público Padre Manjón, y otro menor en las traseras de la calle La Legión, que antes de llamarse así, en honor del cuerpo militar que tomó y masacró Badajoz, se llamaba calle La Guita [3]. La afluencia de trabajadores que atrajo la obra del Plan Badajoz, unida a la escasez de viviendas y los altos precios de alquiler, junto a los bajos salarios, hizo que estos focos de chabolismo crecieran, contándose hacia 1957 unos 200 chozos, distribuidos en los 83 de las Colonias, 111 en los Charcos y 6 en La Legión, con un total de más de 971 habitantes. El censo de la población de Montijo pasaría de 12.100 habitantes en 1950 a 16.249 en 1959 [4].
Aquel primer foco de  chabolismo de “La Colonia” había surgido,
 como ya apuntamos,  como consecuencia de la creación de la 2ª 
Agrupación del Servicio  de Colonias Penitenciarias Militarizadas. El 
campo de concentración  -que recluía en su mayor parte a comunistas, 
anarquistas y  socialistas-, dependía de la Presidencia del Gobierno, 
estaba  administrado por el ejército y el orden interno corría a cargo 
del  cuerpo de prisiones. La Guardia Civil era la encargada de la  
vigilancia y escolta de los presos, a quienes se sacaba los domingos  
para asistir a misa en Montijo. Las largas hileras de presos a través  
del camino hicieron que aquel tomara el nombre de Camino  de las 
Colonias,  con el que aún sigue apareciendo en el mapa topográfico.
Al lado de ese camino se levantó el poblado de chozos, donde se fueron asentando las familias de los presos y estos mismos cuando quedaron liberados. La dificultad para volver a sus lugares de origen y la necesidad de encontrar un trabajo que les permitiera subsistir, les obligó a continuar trabajando en las obras del canal.
 
Plano de los Chozos de las Colonias, realizado por Juan Mahillo Santos, 1957.
Las familias de los presos: miseria, marginación y presión social
Hacia
 1945 la mayor  parte había cumplido su condena, si bien aparte de su 
esclavitud  laboral tuvieron que sufrir constantes amenazas como 
reclusos de Las  Colonias. Así sucedió con el intento de asalto al campo
 de  concentración, acontecido en 1943.
Por el libro pionero de Juan Carlos Molano Gragera, Introducción a la historia del movimiento obrero en Montijo, editado por el mismo autor y la agrupación del PCE en 1982, sabemos que en el año 1943 se produjo un intento de asalto organizado por los fascistas de Montijo a Las Colonias. La Gestora Municipal, la Falange y las fuerzas vivas del pueblo, integradas por personajes macabros y muy implicados en la represión, como el cura párroco Juan Pérez Amaya, temían que hubiera una insurrección por parte de los presos de Las Colonias, a la que consideraban “un nido de rojos”, sobre todo cuando el curso de la Segunda Guerra Mundial comenzó a cambiar y se vislumbraba una derrota del eje fascista, temiendo que al final de la guerra en Europa los aliados decidieran acabar con el régimen en España, invadiendo el país, liberando a los presos y reinstaurando la democracia.
Los falangistas y demás exaltados de la derecha montijana, en un grupo bastante numeroso, decidieron asaltar una noche de 1943 Las Colonias, pero un confidente dio el aviso por la tarde a la Guardia Civil y esta se preparó para repeler el ataque
Según relata  Molano [5],  los 
falangistas y demás exaltados de la derecha montijana, en un  grupo 
bastante numeroso, decidieron asaltar una noche de 1943 Las  Colonias, 
pero un confidente dio el aviso por la tarde a la Guardia  Civil y esta 
se preparó para repeler el ataque, que finalmente se  produjo, siendo 
parados los atacantes por la Guardia Civil apostada  en el puente que da
 acceso sobre el canal al campo de concentración.  Los presos, que 
habían sido advertidos, se armaron con lo que  pudieron, organizados en 
grupos, dispuestos a arrojarse por las  ventanas de los barracones 
contra los fascistas. Las mujeres, que  estaban en los chozos cercanos o
 que habían ido a visitar a los  presos, se refugiaron bajo el puente, 
inmovilizadas por el pánico.
Los fascistas  
montijanos sospechaban que, tanto en Las Colonias como en el poblado  de
 los chozos, se trataba de organizar grupos de resistencia, en la  
clandestinidad. Su creencia no estaba desencaminada, pues los  
testimonios orales y algunos documentos de la época dan fe de que  desde
 el primer momento en que se puso en marcha este campo de  represión 
hubo individuos y grupos que continuaron con su labor de  organización y
 propaganda republicana.
La resistencia  clandestina de los presos bajo la dictadura
Algunos
 de aquellos  reclusos, llegados desde diversos lugares de España para 
redimir sus  penas y que después se quedaron a vivir en Montijo, 
fundando  familias conocidas, fueron gente como Apolinar Camazón, 
Mariano  Díaz, Marcelino Rodríguez, Manuel Cabañas, Andrés Almirante y  
otros muchos cuya nómina, muy relacionada con la reorganización  desde 
entonces del PCE en Montijo, da Juan Carlos Molano en su libro  sobre la
 Introducción al movimiento obrero.
Entre estos presos había también cenetistas, como Juan Antonio Molina Fernández, de Fuente Tójar (Córdoba) y otro al que llamaban Juan “el maño”. Gutiérrez Casalá en su trabajo sobre Colonias Penitencias Militarizadas de Montijo, menciona también la existencia de un grupo de la CNT en esta localidad que tenía que ver con los presos. Manuel Méndez, militante cenetista extremeño, nos contó a través de su testimonio que en Montijo había otros miembros, como un tal Jarque, Manuel Carmona, de la CNT de Don Benito (Badajoz) y otros libertarios, alguno de ellos, en las oficinas, por lo que tenían un poco más de libertad. La Guardia Civil de Oliva de la Frontera tenía noticias de que en la localidad podía existir algún grupo clandestino.
Algunos de estos presos protagonizaron también las primeras huelgas y paros contra las empresas que les explotaban en las obras del canal
Así era, pues en 1944 Manuel Méndez mantenía relaciones con la Alianza de Fuerzas Democráticas de Badajoz, en la que estaba integrada la CNT de la provincia, y en la que también estaba el socialista Cándido Méndez Núñez (padre de Cándido Méndez, de la UGT). Oliva de la Frontera tenía una posición estratégica de primer orden por su cercanía a la frontera con Portugal. Según nos contó Manuel Méndez sobre aquellos intentos de resistencia en la clandestinidad “Eran ganas de que nos metieran en la cárcel, hubo unos militantes que pusieron unos carteles antifranquistas en la estación de Montijo, en este grupo estaba también Manuel Carmona, ferroviario, militante anarquista de Don Benito-Villanueva de la Serena, fue detenido, torturado y condenado a doce años. Murió poco después al salir de la cárcel”.
 
Manuel Méndez, preso anarquista, testimonio recogido por Ángel Olmedo y Ana Toro.
Otro de los militantes de esta red clandestina fue José Rech García, al que en Montijo siempre se le conocería como “el señor Reche”. En su consejo de guerra se hacía constar que era empleado de oficina, afiliado a la CNT, que durante el “Glorioso Movimiento Nacional” fue presidente del Comité Revolucionario de Partaloa (Almería). Durante la dictadura, siguió militando en la clandestinidad. Preso en Montijo, en 1947 integró por parte de la CNT la Alianza Nacional de Fuerzas Democráticas, junto a otros presos liberados como Manuel Cabañas (PCE), Antonio Gallardo y Vega (PSOE) y Mariano Aunión (Izquierda Republicana). Ellos eran algunos de los encargados de introducir en las colonias prensa clandestina, principalmente los periódicos “Mundo Obrero”, “Solidaridad Obrera” y “Extremadura Libre”. Detenido Reche en 1947 cuando iba en tren a Mérida, llevando encima octavillas de propaganda contra el referéndum sobre la Ley de Sucesión organizado por Franco, fue torturado por la Guardia Civil en el cuartelillo de Las Colonias. Tras este suceso fueron detenidas 15 personas en Montijo, incluidos los integrantes de la Alianza, juzgados en octubre de ese año por el Tribunal Especial contra la Masonería y el Comunismo, sin garantías de ningún tipo, y condenados a 14 años de prisión por reparto de propaganda, que cumplieron primero en la cárcel de Badajoz y luego en el penal de Burgos. Jamás abandonaron su militancia, participando activamente muchos de ellos en la reactivación del PCE y de la CNT en Montijo tras la muerte de Franco.
 
Documento de la Alianza de Fuerzas Democráticas.
Algunos de estos  presos protagonizaron también las primeras 
huelgas y paros contra  las empresas que les explotaban en las obras del
 canal. Por el libro  de Molano sabemos del paro organizado contra las 
empresas Solana y  Mototo, concesionarias junto a muchas otras de la 
construcción de  acequias y canalillos. A principios de los años 
cuarenta los presos  comunistas Alfonso y Miguel Serrano, que trabajaban
 para Solana,  lograrían que cerca de 200 obreros se plantasen hasta 
lograr el  aumento de 4 a 6 pesetas del precio del metro lineal 
construido. Más  tarde, en 1946, Apolinar Camazón organizó un paro, 
logrando que los  expresos no se subieran a los camiones que habían de 
llevarlos a los  lugares de trabajo hasta que lograran el compromiso de 
que les  subieran el precio por cada vagoneta de tierra.
La vida en los chozos era difícil. Estigmatizados por las clases pudientes del pueblo, conocidos como “los picapedreros” en los pueblos de alrededor, por su labor a pico y pala, también fueron acogidos de forma amable por buena parte de la población de Montijo y pueblos aledaños, fundándose muchas familias hoy día asentadas y reconocidas. Algunos de los trabajadores llegados con las obras del Plan Badajoz, implicados en las obras del Canal de Montijo, siguieron con su labor de activismo, como fue el caso de Antonio Cano Ortiz.
Un murciano/catalán en Montijo. El caso de Antonio Cano Ortiz
 El
 21 de  febrero de 1995 murió en Montijo Antonio Cano Ortiz. Había  
nacido el 29 de marzo de 1909 en Murcia. Hijo de una familia  
libertaria, cuando era muy joven emigró a Barcelona, donde militó  en la
 Confederación Nacional del Trabajo (CNT), al igual que el  resto de su 
familia. Formó parte del grupo anarquista "Los  Intrépidos», adscrito a 
la Federación Anarquista Ibérica (FAI), y  fue en los ateneos 
libertarios, donde se formó y adquirió los  conocimientos técnicos como 
delineante/topógrafo que ejercería  durante su vida durante la guerra y 
luego bajo la dictadura.
Durante la guerra civil luchó como miliciano en la Columna Durruti y después en diferentes regimientos del Ejército Popular de la II República española.
 
Antonio Cano Ortiz, CNT
En 1939, con el  triunfo franquista, fue detenido por la 
división “Littorio” en  el puerto de Alicante (Valencia) y, además del 
campo de  concentración de Albatera, sufrió diversas prisiones. 
Condenado a  muerte, la pena le fue “conmutada” posteriormente por 30 
años de  prisión. Durante su encarcelamiento mantuvo siempre contacto 
con la  red clandestina de la CNT del interior.
Trabajó
 como preso  para la Dirección General de Regiones Devastadas y 
Reparaciones.  Esta Dirección se ocupó especialmente en la 
reconstrucción de las  localidades y edificios muy dañados por la 
guerra, para lo que  recurrió a menudo al trabajo forzado de los presos 
republicanos  integrados en los  Batallones  de Trabajadores 
-especialmente duros fueron los batallones que  construyeron carreteras y
 fortificaciones-. Sería la encargada de la  reconstrucción del país, en
 especial de aquellas regiones y  territorios que habían resultado 
significativamente dañadas por la  contienda. Antonio Cano pasó por el 
Campamento Penitenciario de  Belchite (Zaragoza), para la construcción 
del nuevo pueblo tras la  destrucción del antiguo durante la guerra 
civil. De Belchite pasó a  Lérida, primero a la prisión habilitada del 
Seminario y después a  la prisión provincial.
En 
octubre de 1944  fue trasladado a la colonia penitenciaria del Dueso, en
 Santoña  (Santander). El día 8 de abril de 1946 fue puesto en libertad y
 fijó  su residencia en Málaga.
Sin embargo, su trabajo para la CNT en la clandestinidad continuó. Fue detenido por portar propaganda de nuevo en noviembre de 1946. Condenado a un año y seis meses, sería puesto en libertad en 1948, tras su compromiso para trabajar en la construcción del Canal de Montijo, donde redimiría el resto de su pena.
Antonio sufrió numerosas detenciones y presiones. Como otros muchos presos republicanos, consiguieron salir adelante e incluso casarse, quedarse a vivir en Montijo, donde pudo rehacer su vida
El campo de  concentración seguía sirviendo para 
dar albergue a los trabajadores  del canal. Los militares seguían 
encargándose de su mantenimiento y  organización, junto al 6ª Tercio de 
la Guardia Civil y diez  caballeros mutilados.
Debido
 a su trabajo  “especializado” (por ser delineante), Antonio Cano tenía 
más  facilidades para entrar y salir del campo de concentración, lo que 
 le permitía estar en contacto con la resistencia clandestina dentro  y 
fuera de Las Colonias.
Él nos contaba la  dureza 
del trabajo de los reclusos, cómo eran explotados, y las  miserables 
condiciones de vida. También nos habló de la situación  de los 
familiares de los presos que vivían en condiciones  lamentables en los 
chozos, para poder estar cerca de los presos, así  como del desarraigo 
en el que vivían, el desprecio y la presión de  las autoridades 
falangistas de Montijo, la presencia de la Iglesia y  el control que 
ejercía sobre los detenidos. Ya en libertad vigilada,  trabajó en el 
Plan Badajoz.
Residente en  Montijo y en los 
últimos años del franquismo, ayudó a pasar a  gente la frontera de 
Portugal huyendo de la policía. Para ello  acogía a huidos en su propia 
casa y facilitaba contratos de trabajo  a través de su pequeña empresa 
de construcción. 
Antonio sufrió numerosas detenciones y presiones. Como otros muchos presos republicanos, consiguieron salir adelante e incluso casarse, quedarse a vivir en Montijo, donde pudo rehacer su vida. Siempre se mantuvo en contacto con la red clandestina de la CNT y fue afiliado de este sindicato, con cuyo carnet confederal fue enterrado, por voluntad de su familia.
 
Barracón de los oficiales, estado actual.
La necesidad de  conocer nuestra historia, conservar los lugares de la memoria y  el fomento de la memoria democrática.
Son ya varios los intentos, y largos en el tiempo, los que se han llevado a cabo desde diversas organizaciones extremeñas para lograr que lo que queda de este campo de concentración sea preservado para la memoria. El tiempo pasa y quienes siempre estuvimos interesados en recordar su existencia y recordarla a otros vemos como el silencio de la administración local, autonómica y estatal va enterrando con una pátina de olvido esta parte tan importante de nuestra historia colectiva.
Las Colonias no sólo son relevantes para conocer el significado de la democracia y de las libertades cuando se pierden, defendidas por quienes creen en los derechos humanos, sino también porque están en el origen de muchas familias cuyo inicio generacional parte de la derrota
Las Colonias no sólo  son relevantes para conocer 
el significado de la democracia y de las  libertades cuando se pierden, 
defendidas por quienes creen en los  derechos humanos, sino también 
porque están en el origen de muchas  familias cuyo inicio generacional 
parte de la derrota, el castigo y  el desarraigo. Son familias 
extremeñas, originarias de aquellos  1.500 presos que llegaron desde 
todos los puntos de España a esta  parte de Extremadura y que 
contribuyeron, a la fuerza, a construir  las presas, canales y acequias 
que enriquecen hoy día las Vegas del  Guadiana. Sobrevivieron a la dura 
posguerra primero como esclavos y  luego como marginados en poblados 
levantados en el extrarradio de las  ciudades, como fue este de los 
chozos de Las Colonias.
Las Colonias  Penitenciarias de Montijo. Un lugar de la memoria… sin memoria
Han
 sido numerosas  las actividades reivindicativas y marchas realizadas 
sobre las  Colonias Penitenciarias Militarizadas de Montijo, como las 
realizadas  por el sindicato CNT Badajoz, que convocó y organizó en su 
día una  de estas rutas. También el PCE ha manifestado en diversas 
ocasiones  que su preservación ha sido  siempre “uno de los proyectos 
que  tenemos en mente en el Partido Comunista de Montijo desde el 
comienzo  de la democracia”.  Otra actividad fue la Ruta didáctica para 
 conocer la represión franquista en Montijo organizada por el Centro  
Social Autogestionado de Montijo, conocido como «El Lokalino», e  
impartida por los miembros de la Asociación para la Recuperación de  la 
Memoria Histórica de Extremadura (ARMHEX), Chema Álvarez  Rodríguez y 
Ángel Olmedo Alonso en abril de 2023.
Por su parte, la Asamblea de Extremadura aprobó una propuesta del PSOE que insta al Gobierno y a la Confederación del Guadiana a que señalicen y coloquen una placa en recuerdo a las víctimas. Nada hay, sin embargo, a lo largo del Canal, o en lo que queda del poblado chabolista, en cuya construcción participaron forzadamente presos republicanos y sus familias, que lo recuerde o simplemente mencione. La desidia del Ayuntamiento de Montijo en este asunto va a la par de estas administraciones.
 
Barracón de presos, estado actual.
Se trata por ello de  sensibilizar a la sociedad extremeña 
actual sobre acontecimientos  del pasado que han sido silenciados de 
forma indigna. Es una  obligación legal y democrática el reconocimiento 
público, al menos  simbólicamente, de las personas que fueron objeto de 
la represión,  y obligadas a realizar trabajos civiles en duras 
condiciones de  precariedad y sufrimiento. Entre esas actuaciones está 
sin duda la  conservación de aquel paraje natural o sitio histórico.
Desde el año 2002 partidos políticos, asociaciones memorialistas y sindicatos como la CNT vienen pidiendo que se declare el recinto Bien de Interés Cultural (BIC), con la categoría de Sitio Histórico, para después adquirir las instalaciones y reconstruirlas como un centro de interpretación, con el fin de que puedan ser visitadas por todos los que lo deseen y se explique que allí ocurrió algo que no debe repetirse nunca más en España.
Medio derruidas en la actualidad, el terreno es de propiedad privada y se destina a la explotación agropecuaria. La dejadez ha provocado que tan solo se mantenga en pie parte de la casa del comandante, el depósito y un barracón en estado precario de conservación
Medio derruidas en  la actualidad, el terreno es 
de propiedad privada y se destina a la  explotación agropecuaria. La 
dejadez ha provocado que tan solo se  mantenga en pie parte de la casa 
del comandante, el depósito y un  barracón en estado precario de 
conservación. No obstante, se trata  de las únicas colonias que poseen 
aún algunos elementos materiales  en pie. Una vez fueron clausuradas, se
 siguieron usando como almacén  de la explotación ganadera que adquirió 
los terrenos y que ha ido  reacondicionando dichas instalaciones para 
esos fines.
Debido a estos  hechos, la Asociación
 para la Recuperación de la Memoria Histórica  de Extremadura (ARMHEX) 
ha solicitado que el lugar sea declarado Bien  de Interés Cultural (BIC)
 tanto al ayuntamiento de Montijo como a la  Confederación Hidrográfica 
del Guadiana, a la Junta de Extremadura  y al Gobierno central, 
fundamentándose en sus respectivas leyes de  memoria histórica y 
democrática… La respuesta, hasta el momento,  el silencio.
El
 final de las  obras del Plan Badajoz, hacia mediados de los años 
sesenta del  pasado siglo, junto al inicio del fenómeno de la 
emigración, tanto  a ciudades del interior como del exterior de España, 
hizo que  asentamientos como el levantado junto a Las Colonias se fueran
  despoblando.
Los Chozos de las Colonias fueron derribados en 1974. Hasta esta fecha hubo familias enteras residiendo en ellos. El 44% de la población eran niños desnutridos, mal vestidos y sin escolarizar [6]. Muchos vecinos y vecinas de Montijo aún recuerdan estos chozos y los otros del Bayonal, donde vivía una población empobrecida, marginada, estigmatizada.
 
Única referencia en el lugar de las Colonias.
En 1969 el  Ayuntamiento de Montijo cede mediante subasta 
pública 3.400 metros  cuadrados de un terreno municipal, el Ejido de las
 Eras, para “la  construcción sobre los mismos de 20 viviendas 
subvencionadas con  destino a la absorción de los chozos y viviendas 
insalubres  existentes en esta localidad”. Resulta como adjudicatario el
  Patronato para la construcción de viviendas “Nuestra Señora de  
Barbaño”, única entidad constructora que se presenta a la subasta  y 
obtiene el terreno por el precio de 6 pesetas el metro cuadrado, un  
total de 20.400 pesetas. El presidente de dicha entidad era el  entonces
 juez de Montijo, Mateo Alías Pazos. De aquella beneficiosa  operación 
inmobiliaria resultaría el conjunto de viviendas “Nuestra  Señora de 
Barbaño” [7].
Hoy día aún son reconocibles algunos de los cimientos de aquellos chozos, junto con el basto pavimento de baldosas rotas que en su momento fueron el suelo de algún hogar, en un intento por darle la dignidad que merece dicho nombre
En un pleno anterior, el del 18 de junio de 1969, la corporación municipal había acordado unánimemente “que una vez sean absorbidas las chabolas existentes en la zona conocida por Chozos de las Colonias y derribadas estas, prohibir el levantamiento de otras nuevas que como es lógico, además de ofrecer un aspecto deplorable no son aptas para el hábitat humano” [8]. Su demolición tardaría aún cinco años en llegar.
Después, durante  mucho tiempo, ya 
despoblado el lugar y derruidos los chozos, quedó  solo como recuerdo  
el inmenso charco donde algunos niños solían  jugar a arrojar piedras 
contra el agua. Hoy día aún son  reconocibles algunos de los cimientos 
de aquellos chozos, junto con  el basto pavimento de baldosas rotas que 
en su momento fueron el  suelo de algún hogar, en un intento por darle 
la dignidad que merece  dicho nombre. Son las huellas de la memoria 
olvidada, convertida hoy  en un vertedero de ripios, basura y maleza 
salvaje.
[1] Joaquín Costa, Agricultura de regadío, 1892. Después, Joaquín Costa, Política hidráulica (Misión social de los riegos en España), 1911.
[2] Antonia Gómez Quintana, Los  chozos en Montijo, 1938-1974,
 Revista  de Estudios Extremeños. Año 1999. Tomo LV. Número II,  
Mayo-Agosto, Badajoz, Diputación de Badajoz, 1999, págs 591-605.
[3]En
 un rocambolesco ejercicio de desmemoria histórica y con el  argumento 
de cumplir con lo establecido por la Ley de Memoria  Histórica de 
Extremadura, el Ayuntamiento de Montijo, gobernado  entonces por el 
PSOE, cambió en 2018 el nombre de la calle “Legión”  por el de calle 
“Legión”, ahora en honor del cuerpo del  ejército actual.
[4] Antonia Gómez Quintana, Los  chozos en Montijo (1940-1974),  Revista de Ferias de Montijo, 1996.
[5] Juan Carlos Molano Gragera,  La 2ª Agrupación de Colonias Penitenciarias Militarizadas de  Montijo y la construcción del canal,  en su blog Historias de Montijo, historiasdemontijo.com.
[6]
 Expediente sobre “Memoria de necesidad de la villa de Montijo  
confeccionada a indicación del Excmo. Sr. Gobernador Civil de la  
Provincia”, 1974. Archivo Administrativo Municipal de Montijo.
[7]
 Acta de la sesión ordinaria del pleno municipal de la villa de  Montijo
 celebrada el 30 de julio de 1969. Libro de actas folio 50.
[8] Acta de la sesión ordinaria del pleno municipal de la villa de Montijo celebrada el 30 de julio de 1969. Libro de actas folio 45.
Fuente → elsaltodiario.com
 


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