Cuba y el origen catalán del fascismo español
Cuba y el origen catalán del fascismo español
Xavier Puig y Sedano

Los profesores Xavier Casals Meseguer y Enric Ucelay-Da Cal presentan en su último libro una tesis innovadora en cuanto a los orígenes del fascismo español, sus raíces coloniales y su sincronía con los tiempos europeos.

Cataluña fue la cuna del fascismo español. Mejor dicho, el anticatalanismo y el antiobrerismo de las élites espanyolistas en Cataluña. Así lo explica el libro El Fascio de las Ramblas. Los orígenes catalanes de los fascismo español (Pasado&Presente, 2023), escrito por dos de los principales especialistas en la historia de la extrema derecha en nuestro país, Xavier Casals Meseguer y Enric Ucelay-Da Cal.

En un momento de auge de la extrema derecha en nuestro país, en sintonía con lo que ocurre en Europa, los dos investigadores van más allá de las habituales atribuciones de la génesis del fascismo español a pensadores inspiradores del falangismo como Ramiro Ledesma Ramos o Onésimo Redondo. Ponen el foco, de hecho, a cómo la herencia colonial de España en Cuba es parte del germen del fascismo español y cómo esto empieza a brotar en la Cataluña de los años antes de la dictadura de Miguel Primo de Rivera. Plantean que “el modelo de una sociedad civil dominada por fuerzas armadas surge en Cuba en el siglo XIX, pasa por Marruecos y reaparece en Barcelona coincidiendo con la gran tendencia europea porque Barcelona es una gran ciudad en la que hay una división nacional y social y todas dos estallan, simultáneamente, en marzo de 1919”, explica el profesor Ucelay-Da Cal.

La capitanía de La Habana se convirtió, en aquellos años, en un “artefacto político-militar complejo” y sus titulares ejercían un poder absoluto “con el apoyo de las élites locales y una milicia subordinada al ejército”. A su vez, recoge el libro, articularon un discurso que equiparaba patria, nación e imperio para “denunciar el autonomismo como un 'separatismo disfrazado'”. Estos discursos son los que se exportaron a Barcelona después de la pérdida de la guerra de Cuba por parte de los españoles. El “desastre” estimuló “un nuevo militarismo” proyectando “la sombra del poder militar virreinal de ultramar en la península”.

Este movimiento eclosionó en una Barcelona, la de entre 1919 y 1923, "caracterizada por una conflictividad política y social intensa con un poderoso tema identitario de fondo". Una fase temprana de fascismo de corte monárquico con un “discurso y una práctica política acuñada en Ultramar (aunque tamizada en Marruecos)” y un “carácter esencialmente organizativo y una elaboración ideológica escasa”. Sus tres principales exponentes, según el libro, son la Liga Patriótica Española “que practicó el escuadrismo contra el catalanismo”, el Sindicato Libre “que combatió con las armas a la poderosa CNT” y, finalmente, hacia 1922, La Traza “un partido-milicia de clara inspiración mussoliniana”. Son estos colectivos los que, principalmente, conforman el conocido como Fascio de las Ramblas.

¿Qué es lo que hace que estos grupos puedan ser considerados fascistas y no sencillamente autoritarios como tantos otros en el pasado? Ucelay explica que “ya no es el viejo discurso conservador, ya no son los militares mandando. Son los militares mandando con un nuevo discurso nacionalista español”. Considera que existe un “cambio de actitudes”, porque después de 1919, aparece una idea según la cual “las derechas deben utilizar el mismo esquema de actuación que han utilizado las izquierdas revolucionarias” para “combatir cómo combaten ellos ”. Este historiador considera que "el Fascio de la Rambla encarna esto".

Siguiendo su hipótesis, al franquismo la Falange sólo le sirve para hacer de claca, “no le importa” y las formas de control que utiliza “se han desarrollado antes, no nacen en los años treinta”. A su entender, "El franquismo es un conjunto de organizaciones que en último extremo remiten al poder de la Capitanía ya una idea de capitanía donde los militares mandan".

Los autores aún aportan otro elemento crucial para reforzar su tesis. Estos grupos son fascistas porque “los fascistas italianos están puestos. En 1923, Mussolini da medio millón de pesetas a Ramon Sales (fundador de los Sindicatos Libres). Ellos se ven reflejados. Cuando Raffaele Guariglia llega como embajador en 1932, dice en un informe a Mussolini que Barcelona es la ciudad más fascista del mundo, una ciudad que vibra con el nacionalista y la modernidad, donde el movimiento obrero vibra”. De hecho, señala también que Gramsci, en 1920, “dice que la ciudad modélica de donde aprenden los fascistas es Barcelona. Se basa en que aquí es dónde se está produciendo la lucha entre modernidad y retraso”.

Ucelay y Casals podrían aplicar en España, con este libro, a las tesis de Zeev Sternhel. Según dice este historiador israelí en el libro La droite révolutionnaire, 1885-1914: Las originas françaises du fascisme el fascismo tiene raíces en los movimientos derechistas que reaccionan a la cultura republicana y/o revolucionaria de izquierdas y al parlamentarismo. Sin embargo, Ucelay matiza que “la cronología es diferente, ya que en los noventa del ochocientos España confronta guerras civiles (o luchas de liberación nacional, es lo mismo) en Cuba y Filipinas, mientras que Francia todavía intenta digerir la derrota de la Guerra franco-alemana de 1870-1871”.


Fuente → eltemps.cat

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