La Fundación 1 de Mayo lanza 'Cartografía de la Memoria Obrera de Madrid', que recupera espacios de lucha antifranquista y del movimiento obrero, clandestinos incluso dentro de los aparatos de la dictadura
Tras un año de trabajo, las investigadoras de la fundación de CCOO, Mayka Muñoz y Susana Alba, explican que el mapa se sustenta sobre todo en “testimonios orales” de sindicalistas y opositores antifranquistas. “Evidentemente no había muchos documentos, eran reuniones clandestinas de las que no se quería dejar rastro”.
Begoña San José, que entró a militar en CCOO alrededor del año 1972, recuerda que se solían reunir “una vez al mes o así”. “Nos dábamos la cita en una reunión para la siguiente, nunca por teléfono porque muchos estaban pinchados por la Policía. Quedábamos en la calle y uno o dos sabían dónde íbamos. Por ejemplo, nos veíamos en el Ahorramás de Moratalaz e íbamos al piso de uno de los compañeros. Entrábamos y salíamos de uno en uno, para no llamar la atención”, relata.
Las “iglesias rojas” en barrios obreros
Antes de que los sindicatos pudieran contar con sus sedes formales, dado que no existía el derecho de reunión y asociación, el movimiento obrero –así como otros vecinales, feministas y distintas vertientes del antifranquismo– utilizó también a menudo “los lugares controlados por la propia dictadura, ya fueran de la Iglesia católica o de los distintos organismos del Movimiento, como por ejemplo, el Sindicato Vertical”, recoge la Cartografía.
“Se jugaba con la legalidad y la ilegalidad. Las reuniones eran claras y los lugares, legales”, apunta Susana Abad, pero no así los contenidos de los encuentros ni las militancias en su interior, que se vivían desde la clandestinidad.
“Esto en iglesias del barrio de Salamanca [de los más ricos de Madrid] es difícil que pasara, pero había en muchos otros donde el párroco era más afín a las inquietudes y necesidades de sus feligreses, que tenían una ideología más abierta y no estaban a favor del régimen”, explican las investigadoras de la Fundación 1 de Mayo.
Destaca por ejemplo la Iglesia de Nuestra Señora de la Montaña, en Moratalaz, donde tuvo un papel destacado el Padre Mariano Gamo, fallecido este año. También en Entrevías se situó otro centro clave, "el Común de Trabajadores", escuela de Formación Profesional 1º de Mayo, creado en 1961 por el Padre Llanos. “Allí se encontraban las Comisiones Obreras Juveniles los domingos por la mañana, habiendo celebrado en septiembre de 1966 su primera reunión”, indica la Cartografía.
“Iglesias rojas”, como se las conoce en ocasiones, donde se reunían cristianos de base, como de la HOAC, muy por debajo de una jerarquía eclesiástica que iba de la mano con Franco. “CCOO nace de la convergencia entre militantes del PCE y los militantes de organizaciones obreras católicas, que querían un sindicato cristiano, pero Franco no. Le dio el Sindicato Vertical único a la Falange”, recuerda Juan Moreno, otro histórico del sindicato, que fue secretario general de la Federación del Metal a finales de los setenta.
Begoña San José, que fue a un colegio de monjas, recuerda que tanto en los centros educativos, como en las parroquias “había gente de CCOO por todas partes”. “Había mucha inquietud social y, aunque éramos niñas, nos enterábamos que las mayores andaban ya metidas en estas cosas”, relata. Una vez en el sindicato, también en contacto con el feminismo a través del Movimiento Democrático de Mujeres (MDM), San José asistió en 1975 a las I Jornadas de Liberación de la Mujer, celebradas en el colegio católico Montpellier, del madrileño barrio de La Concepción.
Clandestinos dentro del Sindicato Vertical
Otras reuniones se hacían en centros del propio Sindicato Vertical del Franquismo, como en la Delegación Provincial de Sindicatos, sede del sindicato provincial del Metal y del Textil, en el número 69 de la calle Gran Vía (entonces la Avenida de José Antonio, en homenaje a Primo de Rivera).
De nuevo, la jerarquía era franquista, miembros de la Falange, pero en los escalafones inferiores se infiltraron multitud de opositores al régimen. “Yo estuve en reuniones que no eran ni eso, las hacíamos en los pasillos, todos apretujadísimos. Allí conocí al famoso José Bañales, presidente del Sindicato Provincial del Metal, que era un falangista que ponía la pistola encima de la mesa”, rememora Begoña San José.
“Sobre todo desde el año 1963”, los militantes de Comisiones Obreras se presentaron a las elecciones sindicales, explica Juan Moreno, de manera que se convertían en enlaces sindicales y vocales elegidos democráticamente por las plantillas.
Fruto de sus cargos, podían pelear reivindicaciones, negociar mejoras dentro de las empresas y en los recién nacidos convenios, así como convocar reuniones. Muchas se ubicaban en espacios del órgano franquista, pero en las que los participantes militaban de manera clandestina en CCOO y el PCE.
Otro centro destacado fue el Colegio de la Paloma, donde el Sindicato Vertical “tenía una escuela sindical, donde se impartían cursos a delegados”. Allí coincidieron militantes que liderarían CCOO, “como Julián Ariza y Marcelino Camacho”, que en el año 64 promueven desde este centro “una cita de trabajadores y enlaces sindicales delante de José Antonio 69 por el convenio del metal, para que se aplicara la subida salarial. Se creó la primera comisión obrera de verdad, la del metal”, sostiene Moreno.
Despachos laboralistas y otros lugares de memoria
Mayka Muñoz y Susana Abad destacan otro espacio “fundamental” para las reuniones y los inicios de CCOO: los despachos de los abogados y abogadas laboralistas que defendían a los trabajadores ante las Magistraturas de Trabajo y Tribunal de Orden Público (TOP).
“En Madrid destacaron una serie de despachos que se recuerdan por la dirección, más que por el abogado o abogada que encabezaba el despacho: Cruz 16, Modesto Lafuente 18, Alcalá 151, Españoleto 13 o Atocha 49 y 55. Este último, el de Atocha 55, fue el despacho donde fueron asesinados cinco de sus miembros el 24 de enero de 1977, a manos de pistoleros de ultraderecha”, destaca la Cartografía.
“Además del asesoramiento jurídico se asumían como espacios de reunión”, confirma Enrique Lillo, laboralista durante décadas de CCOO, que entró al despacho de Alcalá 151 tras las primeras elecciones generales. Cada despacho se encargaba de una rama, como el afectado por la Matanza de Atocha, a cargo del sector de Transportes. “Los pistoleros fascistas iban preguntando por un líder sindical, Joaquín Navarro, pensando que estaba reunido el sector de Transporte, por una huelga”, subraya Lillo.
La Fundación 1 de Mayo se dedica también a recuperar los “lugares de represión”. Aunque al final del franquismo aumentaban los espacios para manifestarse y reivindicar derechos y libertades democráticas, también son años “de violencia debido a las cargas policiales, a las detenciones y los malos tratos sufridos”.
Como el Tribunal de Orden Público (TOP), por el que se juzgaban los delitos de asociación ilícita, manifestación y propaganda ilegal y que hizo pasar por la cárcel a multitud de sindicalistas, como a la dirección de CCOO en el famoso Proceso 1001. “Había muchas detenciones y era habitual que supusieran la pérdida del empleo, el despido por incomparecencia injustificada”, explica la investigadora Mayka Muñoz. A veces, los nombres de los afectados se incluían “en listas negras”, lo que complicaba que encontraran nuevos empleos y se ganaran la vida.
Begoña San José fue detenida por primera vez en 1973, tras una reunión en el piso de otro militante, y acabó en un centro de detención de mujeres en Carabanchel. “Éramos unas 40 mujeres, el 90% por prostitución, políticas solo éramos tres”, las tres sindicalistas de distintas ramas. Fue condenada a pagar 100.000 pesetas, “el sueldo de diez meses” para la entonces veinteañera, que no podía afrontar, como pasaba en la gran mayoría de casos. Así, estuvo un mes encarcelada.
La segunda detención, en 1974, ya supuso dos meses de prisión “por reincidente”, y entonces San José fue despedida de su puesto, en la fábrica de bombillas Osram. “Por incomparecencia injustificada, aunque no era cierto porque avisaron mi abogado y compañeros de que estaba detenida, pero me echaron igual”, recuerda la sindicalista.
La Cartografía sitúa asimismo las fábricas (Cervezas El Águila, Flex, Standard Eléctrica) y colonias de trabajadores y trabajadoras creadas en torno a estas en la capital, como la Colonia Boetticher o Ciudad Pegaso, que también explican la historia y cómo se conformó la ciudadanía de la ciudad.
“La mayoría de los lugares que se han señalado en el mapa no han dejado huella de su historia en los nuevos usos o espacios que los han sustituido”, lamenta Susana Alba. El proyecto busca “contribuir a la difusión de una memoria democrática que incluya la memoria de la clase obrera madrileña”. “Según Pierre Nora, un espacio se convierte en un lugar de memoria cuando escapa al olvido, por ejemplo con la colocación de placas conmemorativas, y cuando una comunidad lo reviste con su afecto y sus emociones”, destaca la Cartografía.
Fuente → eldiario.es
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