Cuando ETA hizo volar la dictadura
Cuando ETA hizo volar la dictadura 
Miquel Payeras 

Hace cincuenta moría en un atentado en Madrid el almirante Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno del régimen de Francisco Franco y sucesor del Caudillo. 
 

El 20 de diciembre de 1973 el presidente del Gobierno español, el almirante Luis Carrero Blanco , se levantó pronto, como todos los días. Era un hombre de rutinas. Una de las más preciadas consistía en asistir a misa a las nueve de la mañana de cada día en la iglesia de San Francisco de Borja, de los jesuitas, situado en la calle Serrano, número 104.

Así lo hizo ese día. Una vez terminada la ceremonia, a las 9.25 h, salió del templo y subió al coche oficial, que, como todos los días exactamente igual, le esperaba en la puerta. El chófer, José Luís Pérez, puso en marcha el motor, mientras el escolta, Juan Antonio Bueno, le abría la puerta trasera a la derecha. El almirante se acomodó y el Dodge Dart 3700 GY, de riguroso color negro, empezó a marcharse entre el tráfico navideño de la capital española.

Aún no iba al despacho de presidencia del Govern. La rutina diaria implicaba antes un paro para desayunar en su casa, muy cerca, en la calle Germans Bécquer, número 6. Rara vez alteraba la rutina.

Lo sabía muy bien el comando Txikia de ETA que le había vigilado durante meses. La organización armada quería inicialmente secuestrar a Carrero, pero cuando el dictador Francisco Franco le nombró presidente del Gobierno, en junio de 1973, cambió de planes y decidió asesinarle.

A tal efecto, los activistas vascos habían alquilado un semisótano en el número 104 de la calle Claudio Coello, por donde pasaba el presidente todos los días a la misma hora —minuto abajo, minuto arriba, dependiendo del tráfico—, en dirección a su casa. Desde allí habían agujereado un túnel bajo el pavimento donde colocaron ochenta kilos de goma-2 , una dinamita de gran capacidad explosiva, utilizada sobre todo en minería. Uno de los activistas marcó días antes con pintura roja la pared de enfrente, al otro lado de la calle, como señal para detonar el explosivo en el momento en que llegara el coche de Carrero.

A las 9.36 h el vehículo oficial, el Dodge Dart, llegó a la altura de la señal roja en el preciso instante en que el dedo de José Miguel Beñarán, Argala , dentro del local del semisótano, pisaba el disparador y de forma casi instantánea la carga explosiva reventaba.

Un buen trecho de la calle asfaltada se levantó violentamente convertida en una enorme nube negra , al tiempo que el coche voló más de veinte metros, saltó por encima una cornisa de un edificio de los jesuitas y cayó en una galería descubierta del interior .

Cuando el polvo desapareció, se vio en el lugar de la explosión un cráter de ocho metros y medio de diámetro y tres de profundidad.

El sucesor de Franco al frente del Gobierno de la dictadura había fallecido.

Luis Carrero Blanco 
 

Franquismo sin Franco

El dictador Francisco Franco había depositado en Carrero Blanco las esperanzas de que la dictadura pudiera sobrevivirle. Confiaba en ese colaborador directo que le había mostrado siempre fidelidad, eficiencia y que, además, era profundamente católico, como le gustaba a Franco .

Hijo y nieto de militar, nacido en Cantabria en 1904 en una familia conservadora, monárquica y muy religiosa, Luis Carrero Blanco entró a los catorce años en la Escuela Naval . Salió oficial y entró en el servicio a la Armada. En 1925 participó en la guerra de África, donde conoció a Francisco Franco. Durante la Segunda República hizo de docente militar naval. Volvió a tener contacto con Franco cuando éste era comandante militar de Baleares y le pidió ayuda para elaborar un plan de defensa de las costas isleñas.

A pesar de simpatizar con los sublevados, el 18 de julio de 1936 no participó directamente en el golpe de Franco . Sí lo hizo un hermano suyo —que fue fusilado— y su padre —que murió de un ataque al corazón cuando lo iban a detener—; creyendo que sería detenido, Luis Carrero Blanco partió al exilio , en Francia. Un año después, en julio de 1937, volvió y se puso a las órdenes de los sublevados. Fue destinado a Mallorca, desde donde sirvió en varios barcos franquistas.

Terminada la guerra, fue ascendido, en 1940, a capitán de fragata (teniente coronel, en el ejército de tierra), en 1945 llegó a capitán de barco (coronel), en 1957 a contraalmirante (general de brigada), en 1963 a vicealmirante (general de división) y en 1966 en almirante (teniente general).

Pese a escalar rangos en el escalafón militar, su actividad profesional fue la política. En 1939 fue nombrado consejero del Consejo Nacional del partido único del régimen: la Falange Española y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista . Era el máximo órgano de la formación, creado en 1937 a imagen del Consejo Nacional Fascista de Italia. Al año siguiente ya elaboraba informes políticos para Franco.

Un año después el Generalísimo le nombró subsecretario de la Presidencia y pasó a colaborar estrechamente con el dictador. En la segunda mitad de los años cuarenta le encargó una de las gestiones más delicadas: definir el futuro monárquico del régimen. Contactó con Joan de Borbó para tratar de converger y poder pactar el futuro regreso de la monarquía. No hubo acuerdo y ese año se publicó la Ley de sucesión , que se refería a la monarquía como forma de estado futuro, pero no trataba la que exigía el Borbón, sino de una corona franquista. Aun así, Carrero Blanco alcanzó el compromiso del rey exiliado de entrevistarse al año siguiente con el dictador. Se reunieron en 1948 a bordo del yate Azor —que Franco usaba durante las vacaciones—, un encuentro durante el cual se decidió que el príncipe Juan Carlos sería enviado a Madrid para educarse bajo la supervisión directa del dictador . Años más tarde, en 1969, Carrero Blanco fue una de las piezas clave para que Franco —al contrario de lo que querían otros importantes elementos del régimen— nombrara a Juan Carlos como su sucesor en la Jefatura del Estado “a título de rey”.

Antes, durante la segunda mitad de los años cuarenta, Carrero Blanco fue uno de los pilares sobre los que se soportó Franco para mantener su régimen al margen de las presiones democratizadoras que recibía de las potencias occidentales que habían ganado el conflicto bélico. El consejero especial recomendaba siempre a Franco “ aguantar y aguantar ” el régimen, a la espera de un futuro cambio del contexto internacional más favorable a la dictadura. Y acertó.

En plena Guerra Fría, Estados Unidos comenzó a mirar mejor el régimen franquista a causa de su anticomunismo . En 1951 España entró en la Unión Postal Internacional , ya partir de ahí el reconocimiento internacional fue haciéndose realidad. En 1953 se firmaron los Acuerdos de Madrid con la Administración estadounidense. Dos años más tarde España era aceptada en la ONU.

Los nuevos aires dieron aún más poder a Carrero Blanco, al que Franco había nombrado en 1951 ministro subsecretario , lo que era la oficialización de su papel de mano derecha del jefe del Estado. Se había convertido en pieza clave de la política interior y exterior. Respecto a esta última, tuvo una gran influencia en la firma del Concordato con el Vaticano y con la del pacto con Estados Unidos, ambos de 1953. El éxito de las dos gestiones llevó a Franco a delegar en él la supervisión de buena parte de la diplomacia y en especial la relación con Estados Unidos, al margen del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Durante la década de los sesenta, el dictador -nacido en 1892- cedió progresivamente más y más poder a Carrero Blanco. Y en septiembre de 1967 le nombró vicepresidente del Gobierno . Entonces, el decrépito dictador, bastante enfermo, le encargó diseñar la supervivencia del régimen. Y Carrero Blanco se puso al frente de la operación para nombrar oficialmente a Juan Carlos de Borbón heredero con el título futuro de rey franquista. A pesar de los otros grupos internos del régimen que suspiraban por colocar la corona en Alfonso de Borbón y Dampierre o incluso en Carlos Hugo —de la línea carlista—, Carrero Blanco apostó por Juan Carlos y el dictador le apoyó. En julio de 1969, el joven Borbón fue nombrado formalmente sucesor de Franco en la Jefatura del Estado .

Con el incremento de los problemas de salud de Franco, Carrero Blanco pasó a ejercer de presidente efectivo, recibiendo ministros, dirigiendo su trabajo, despachando semanalmente con el dictador y con Juan Carlos... Pero, aun así, otros sectores del régimen soñaban con ver a Manuel Fraga Iribarne, Alejandro Rodríguez de Valcárcel o Carlos Arias Navarro como posibles presidentes del Gobierno si Franco decidía dejar el cargo. Nunca tuvieron opciones reales. En junio de 1973 Carrero Blanco fue nombrado presidente. No en vano, era, como posteriormente lo definió el historiador Javier Tusell, “la eminencia gris del franquismo”. Y así le reconocía Franco con su nombramiento.

Por primera vez, el dictador cedía la presidencia del Gobierno que había ejercido junto con la Jefatura del Estado desde 1939. Y todo el mundo entendió el mensaje: el franquismo tras Franco se llamaba Carrero Blanco .

Y quien lo entendió la mar de bien fue ETA.

El almirante Luis Carrero Blanco fue nombrado por Franco presidente del Gobierno en junio de 1973. 
 

El atentado y la CIA

Tras perder un buen puñado de activistas en diferentes operaciones policiales, ETA decidió, a inicios de 1972, que debía infligir un fuerte golpe al régimen.

Según varios libros escritos por periodistas sobre ese magnicidio, como el último publicado, Carrero: 50 años de un magnicidio maldito , del alicantino Manuel Cerdán, la dirección de ETA envió a Madrid Iñaki Ugalde, Kaskagorri ; Iñaki Pérez, Wilson , y José Miguel Beñarán, Argala , inicialmente para analizar cómo podrían secuestrar a Carrero Blanco. En la capital española contactaron con elementos de ambientes comunistas, como el matrimonio formado por el dramaturgo Alfonso Sastre y Eva Forest. En este contexto de relaciones con algunas personas del antifranquismo en la capital, Kaskagorri —según el libro del periodista citado— organizó una reunión en el hotel Mindanao, en la que estuvo presente un hombre no identificado, que sería quien le debería dado datos concretos de la rutina de Carrero Blanco que habría hecho convencer a los activistas de ETA de que era factible asesinarle.

Esta persona ha sido un elemento básico para todas las teorías conspirativas que se han hecho correr sobre el magnicidio. Sin embargo, como dice —véase la entrevista adjunta— el historiador Pelai Pagès , ETA tenía suficiente capacidad por sí sola para descubrir las rutinas del presidente, algo que no era muy difícil, dado que cada día de mañana hacía exactamente lo mismo.

Lo que sí hizo cambiar los planes etarras fue el ascenso de Carrero Blanco a la presidencia del Govern, en junio. Fue el momento en que la dirección de ETA decidió que sus activistas en Madrid no secuestrarían al nuevo presidente, sino que le matarían.

En teoría, la operación no estaba en exceso complicada. Carrero Blanco sólo llevaba a un policía en el interior de su coche oficial y le seguía otro vehículo con otros dos agentes. Poca seguridad para el presidente del Govern. Y eso que, desde un año antes, había recibido un informe de la Guardia Civil en el que se le informaba de que era un objetivo de ETA. Una vez decidido que lo matarían, la cuestión para los activistas era definir cómo y cuándo lo harían exactamente.

Mientras vigilaban la zona por la que pasaba cada día el coche oficial de Carrero Blanco, uno de los etarras vio —a principios de noviembre de 1973— que se alquilaba un semisótano de la calle de Claudio Coello , justo situado en el tramo que transitaba diariamente el presidente por ir de la iglesia a su casa para desayunar. Una oportunidad única .

Alquilaron el local, se hicieron pasar por escultores delante de los vecinos —para justificar el ruido— y durante un mes excavaron un túnel de unos seis metros por debajo del pavimento de la calle. Situaron unos 80 kilos de goma-2 en el extremo y taparon el acceso para que la explosión se dirigiera hacia arriba con toda su intensidad.

Después del atentado, los activistas partieron sin problemas de Madrid y pasaron la frontera con Francia, donde hicieron una rueda de prensa para explicar lo que habían denominado operación Ogre . La policía española llegó a imputar en los meses siguientes a una treintena de personas, ninguna de ellas directamente relacionada con el operativo de ETA. Sólo siete acabaron detenidas, pero finalmente quedaron liberadas de responsabilidades por la Ley de amnistía de 1977 .

Para algunos de los libros y reportajes que se han publicado sobre el magnicidio, es imposible que los servicios de inteligencia de la legación de Washington en Madrid no se dieran cuenta del operativo etarra. Argumentan que existió una conspiración en la que participó la CIA , que, al menos, dejó hacer a los activistas vascos y acaso los guió para asegurarse el éxito de la operación. Ayudaría a creerlo en cuanto ya en enero de 1971 un telegrama de la embajada en Madrid enviado a Washington aseguraba que “lo mejor sería que Carrero Blanco desapareciera de la escena”.

Según esta teoría, el presidente ponía problemas a los intereses estratégicos de Estados Unidos en España , lo que contraviene la idea generalmente aceptada de que siempre aconsejó a Franco pactar y tener buena relación con los estadounidenses para asegurar la supervivencia del régimen. Es cierto que en octubre de 1973 negó el permiso a la aviación estadounidense para actuar a través de las bases en España en apoyo a Israel durante la guerra del Yom Kippur, lo que ha alimentado la tesis que se había convertido en un problema para la Administración yanqui. E igualmente es verdad que el día antes del atentado, Carrero Blanco recibió a Henry Kissinger , a quien explicó los planes españoles para crear la bomba atómica con apoyo tecnológico francés, en contra de la opinión estadounidense. Esto también ha alimentado la tesis de que el poderoso secretario de Estado recientemente desaparecido consideraba al presidente español como un enemigo .

Todos estos detalles, entre otros muchos, han llevado a la teoría conspirativa , según la cual la CIA intervino de algún modo para eliminar una molestia ya la vez, se supone, para asegurar que la dictadura no tuviera supervivencia posible. Incluso se ha llegado a creer que algunos sectores de la dictadura participaran de alguna manera, como permitirían suponer las misteriosas palabras dichas por Franco o en el funeral de Carrero Blanco: "No hay daño que por bien no venda" .

Pese a todas las suposiciones, no ha surgido hasta la fecha ninguna prueba sobre la participación de la CIA en el magnicidio.


Fuente → eltiempo.com 

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