Contra Franco, éramos más jóvenes

Contra Franco, éramos más jóvenes
Iñaki Urdanibia


Eugenio del Río (Donostia-San Sebastián, 1943) tira de moviola; ya lo había hecho con anterioridad en sus De la indignación de ayer a la de hoy. Transformaciones ideológicas en la izquierda alternativa en el últimomedio siglo en Europa occidental (Talasa, 2012) y en las entrevistas que le hiciera Santiago López Arnal. Del primero de ellos di cuenta en ests misma red (Travesía crítica por las indignaciones), como lo recordaba en la recensión de una libro de Ana Puértolas: sobre al maoísmo hispano: El grupo 1964-1974, editado por Anagrama, y del que, por cierto, di cuenta en este mismo sitio; precisamente este último artículo lo concluía con una referencia a Eugenio del Ríos, transcribo: «han surgido sinceros ejemplos de mirar al pasado con absoluta sinceridad y con auténtico espíritu autocrítico», refiriéndome al libro sobre la indignación mentado.

Ahora, Eugenio del Río vuelve a la carga en su «Jóvenes antifranquistas (1965-1975), editado por Catarata, y lo hace en un examen de conciencia serio en el que se cruzan lo personal con lo colectivo, y en el que la revisión crítica y autocrítica brilla por su presencia.

Puede considerarse la obra como una explicación del comportamiento de la izquierda radiclal en los últimos años de la dictadura franquista a las nuevas generaciones, ya que para éstas todo aquello le puede resultar incomprensible. Naturalmente el autor está en una posición privilegiada al no mirar los toros desde la barrera sino por haber participado en aquel compromiso, en primera persona y como secretario general del Movimiento Comunista.

La mirada se centra, como es naturl, en este grupo, al que podría califiucarse como hiciera Jean-François Lyotard refiriéndose a su militancia en Socialisme ou Barbarie, como una nave de locos. Cierto es que las reflexiones, y algunas menciones, amplían el abanico a otras agrupaciones que luchaban en aquellos años. A pesar de la severa, y certera, mirada, el autor deja claro que en todos aquellos jóvenes que se entregaron al combate contra la dictadura anidaban unos sentimientos, y actuaciones, dignas de aplauso; en cierto sentido, eran lo más presentable de aquella generación. Destaca el hecho de que en su mayoría quinesw se implicaban en tales filas rondaban los veinte años, del mismo modo que muchos de ellos, no todos claro, habían sido marcados por una educación católica a machamartillo; las creencias reliosas, como el ser de Aristóteles, se presentaba de diferentes maneras, teniendo especial incidencia las posturas que se defendían por parte de algunas organizaciones cristianas como la JOC, la HOAC, que dejaron cierta huella en los jóvenes de los que se habla. Tampoco se debe olvidar, otra vertiente, en la que se detiene del Río, la teología de la liberación, que surgiendo en Latinoamérica, tomó tierra en la pemínsula, en la que se plasmó también el el movimiento de curas obreros y en algunas editoriales que publicaban textos críticos y libertarios, que desbordaban los límites marcados por el nacionalcatolicismo, sirviendo para la educación en nuesvas espectativas, que nada tenía que ver con himnos gloriosos o con hazañas de héroes cruzados. Sea como sea, no le falta razón a Eugenio del Río cuando señala que algunos valores, difundidos hasta por profesores -hermanos o sacerdotes- más bien tradicionales y retrógrados, dejaron poso en el compromiso posterior: entrega a los demás, en especial a los más desfavorecidos; esto supuso que en algunos casos se diera una conversión de dichos valores, en principios mamados en los ámbitos religiosos, a la lucha contra la dictadura y a favor de los pobres, postura que parecía ser representda por los marxismos. La cantera de los jóvenes de los que se habla, se vio extendida a las primeras luchas obreras y estudiantiles. También se deja constancia de las luchas de liberación nacional que etonces estabn en sus momentos álgidos (Argelia, Vietnam, etc. )

El marxismo era la teoría con más prestigio e implantación en las filas de la rebeldía, y en este orden de cosas, los partidos tomaban sus modelos: para unos Cuba, para otros la URSS, y para los sde más allá China, con su gran timonel al mando. En este terreno quedan señaladas, y criticadas, la adopción de sin más, y sin conocimiento serio, los postulados que venían, en el caso del maoísmo, del PCCh, lo que suponía la defensa de una dictadura y sus desmanes, amén del trasplante de los programas chinos a la realidad de por acá: revolucionarización ideológica, análisis de clases, o la guerra prolongada y de larga duración, por nombrar algunas de las aristas que resultaban más chocantes, y vistas desde hoy más chirriantes si cabe.

Algunas de las caratcerísticas, de las que no daré cuenta para no extenderme, que son analizadas son las tendencias a alcanzar lo absoluto ( o todo o nada), los duros ataques a quienes no pensaban del mismo modo, a la vez que cierto desprecio hacia la gente en general, por su falta de conciencia, de la que, por otra parte y a pesar de decir que se defendían sus intereses, cada vez se estaba más alejado, en lo que hace a los verdaderos, y más palmarios, intereses de los trabajadores; señala del Río el olvido, y hasta el desprecio, a que se han visto sometidos, los progenitores de los jóvenes de los que se habla, obviando su empeño, en años realmente difíciles de guerra y pos, por tratar de dar lo mejor a sus hijos. Se señala igualmente, y en este terreno algunas de las reflexiones superan los años indicados, la aceptación de la violencia como método de lucha…el recurso a tales medios, aceptando las acciones ajenas o aplaudiéndolas, llevaba, o lleva consigo, una creación de amoralismo que hace que se dé por buena cualquier acción, por brutal e indiscriminada que ella pudiera ser. Se dan unas pinceladas acerca de la trayectoria personal y la colectiva, de su grupo, y la tardanza en lo que hace a la toma de conciencia, y la denuncia, de los serios problemas morales que las acciones violentas suponían. En este terreno, no quisiera dejar de señalar que algunos de los autores en los que se apoya, son ejemplo de una mirada absolutamente escorda en lo referente a las víctimas de la violencia, mostrando unas tendencias claramente cercanas al Melitonium (manera popular, recurriendo al nombre del policía torturador y colaborador de la Gestapo, Melitón Manzanas, para referirse al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo; , que centra su actividad, exposiciones, homenajes y toda la pesca en las víctimas de ETA, ignorando a otras víctimas, las de la tortura y la violencia policial…mas, por ahí no seguiré.

No me duelen prendas a la hora de decir que la obra es de gran interés para conocer el hecho presentado a la gente que no vivió aquellos tiempos, o los pasó ajena a tales movidas, siendo también un material de indudable valor para quienes los vivimos, gozamos y padecimos, ya que además de hacernos recordar /revisar el compromiso, sirve para examinar , a modo de balance, lo que de hermoso hubo en ello y lo menos hermoso. Se puede, y se debe según mi lectura, subrayar la travesía que nos ofrece Eugenio del Río, a modo de novela de formación, de las lecturas que se propiciaban en aquellos años, al tiempo que se ofrecen atinados análisis de algunos conceptos y temas esenciales como conciencia, ideología, prácticas, utopías, límites, borrosos y contagiosos, entre el bien y el mal…sin olvidar las notas históricas precisas que se van salpicando sobre los últimos años de la dictadura franquista, sus luchas internas, del mismo modo que los trajines de diferentes sectores de la Iglesia, etc., etc., etc. Todo ello con una claridad expositiva meridiana y con un abanico de temas que se abre a todos los recovecos de la cuestión, de las cuestiones.


Fuente → kaosenlared.net

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