Carta al abuelo Serapio: la represión franquista y la memoria de los nietos
Carta al abuelo Serapio: la represión franquista y la memoria de los nietos / Paco Auñón

Eduardo Navarro escribe una carta a su abuelo, vecino de Casasimarro y fallecido en 1943 en el Hospitalillo de Tarancón tras pasar por la cárcel de Uclés, víctima de la represión franquista por ser militante socialista 

Serapio Navarro Cuesta era de Casasimarro (Cuenca). Durante la guerra civil española era afiliado al PSOE y a la UGT, lo que le acabó llevando a la cárcel tras la contienda bélica. La represión franquista dio con sus huesos en la prisión de Cuenca. Más tarde fue trasladado al Monasterio de Uclés, edificio que fue hospital durante la guerra y centro de represión después. Hoy, una placa recuerda a aquellas personas que murieron allí, muchas de ellas enterradas en el viejo cementerio de la Tahona.

En Uclés enfermó de tuberculosis a lo largo de 1942. “Los médicos auxiliares de Uclés, médicos presos, ya que los oficiales apenas se atrevían a entrar en las salas”, explican desde la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de Cuenca, “habían pedido que Serapio fuera hospitalizado en múltiples ocasiones durante 1942. Denegado siempre”.

El abuelo Serapio

En marzo del 43, la mayoría de los presos de Uclés fueron trasladados al penal de Ocaña, pero Serapio Navarro, junto a Ceferino Molina Lorca, de Gascueña, fueron ingresados en el Hospital Municipal de Tarancón debido a su gravedad. Los dos murieron en ese edificio, hoy en estado de ruina y reivindicado desde la ARMH de Cuenca como lugar de memoria para el que piden a las administraciones públicas que se impliquen en su restauración y puesta en valor.


Serapio Navarro Cuesta. / Foto cedida

La abuela Rosa
 

Ahí acabó la vida de Serapio Navarro. La de su mujer Rosa Alarcón López fue truncada meses antes. “El 9 de septiembre de 1942 fue llamada a declarar al cuartelillo de la Guardia Civil de Casasimarro. No salió viva de allí. Sus tres hijos fueron ingresados en colegios de la dictadura como hijos de presos para su reeducación”, apuntan desde la ARMH.


Rosa Alarcón López. / Foto cedida

Un carta
 

Ochenta años después de la muerte de Serapio, su nieto Eduardo Navarro Valle, valenciano pero sin perder de vista sus orígenes conquenses, paternos en Casasimarro; maternos en Casillas de Manera, pedanía de Talayuelas, ha escrito una carta a su abuelo represaliado.

“Hola Abuelo, soy Eduardo tu Nieto. Uno de tus nietos más pequeños que tuviste y que desgraciadamente nunca pudimos llegar a conocernos y consecuentemente ni pudimos abrazarnos, ni besarnos, ni vivir los maravillosos momentos que deberíamos haber tenido y que en la actualidad saboreo al contemplar a mis hijos y sus abuelos”.

Así comienza la carta, “el resultado de plasmar en papel tantas y tantas charlas que, en mis pensamientos, había tenido con él”, explica Eduardo Navarro. “Cuando recompones la vida y la historia de un ser querido, gracias a los testimonios de tus seres más cercanos que sí tuvieron la fortuna de poder conocerlo, llega un momento en el que escribes todo lo que le dirías con tus propios sentimientos”.

La tía Anuncia

A Eduardo le habló de su abuelo la tía Anuncia, hermana de su padre. “Mi tía es pura energía, pura vitalidad, puro cariño, puro amor”, dice. “Es la persona con la que tantos ratos he pasado hablando de mis abuelos”.

“Gracias a tu hija Anuncia, mi tía, quien nunca se cansa de contarme cosas tuyas cada vez que hablamos. Lo guapo que eras, los paseos que le dabas con la bicicleta donde la acunabas con tu cuerpo y donde ella se sentía segura y feliz, y tantas y tantas cosas preciosas que de ti y de la abuela Rosa me cuenta”.

El miedo de su padre

Quien no le habló de su abuelo fue su padre.

“De tu hijo Serapio, mi padre, no puedo contarte lo mismo, dado que a causa del adoctrinamiento religioso que recibió tras tu fallecimiento y de la abuela Rosa, en las horribles condiciones en que falleció la misma y las calamidades que sufrió en vuestro propio pueblo de Casasimarro y que afortunadamente no tuviste conocimiento de ellas, cuando quedaron huérfanos tus tres hijos, consiguieron que de ti, mi padre, poco me hablase y cuando lo hacía, pocas muestras de cariño me contaba al hacerte responsable de las consecuentes desgracias que sufrieron tus hijos”.

“Al principio me cuestionaba mucho que fuera un tema tabú”, reflexiona Eduardo, “pero gracias a conocer en la Universidad de Valencia al profesor y grandísimo escritor Alfons Cervera, autor de muchas obras sobre memoria histórica, me contó que mis padres, a consecuencia de ese adoctrinamiento, tendrían miedo a que nosotros, sus seres queridos, pudiésemos llegar a pasar la situación que ellos pasaron. Y yo, sin saberlo, de joven también me afilié al PSOE y a la UGT”.


Máximo Molina, presidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Cuenca, y Eduardo Navarro Valle, el nieto del abuelo Serapio.

Saber para no olvidar
 

Para reconstruir toda la historia del abuelo Serapio, Eduardo ha recurrido, más allá del relato de la tía Anuncia, al Archivo General Histórico “donde accedí”, dice, “a todos los expedientes penitenciarios de mi abuelo. Me sorprendí y me indigné cuando vi que le hicieron un consejo de guerra y le condenaron por el delito de auxilio a la rebelión, como consta en el escrito, por tener pésimos antecedentes marxistas al estar afiliado al Partido Socialista y a la UGT. Todo aquello me ayudó a implicarme más en conocer mejor a mi abuelo. Pero me siento orgulloso de haber seguido sus pasos ideológicos. Para mi la militancia es el sentido de compromiso, de compañerismo, de ayudar al otro”.

“Oigo en la actualidad, cuando escucho en diferentes medios de comunicación y a diversa gente, que esos acontecimientos eran consecuencias de los momentos vividos y que había que olvidarlos, que eran cosas del pasado, y claro yo me rebelo y opino igual que la grandísima cantante Rozalén, y también pienso que el dolor se hereda, y cuando oigo que me olvide de mis muertos, yo también grito en silencio que yo no me quiero olvidar. Si quieren olvidarse algunos de sus muertos que se olviden, pero yo no me quiero olvidar, nunca os olvidaré”.

En busca de sus restos

Tras conseguir recrear su historia, tras conocer su trágica muerte en el Hospitalillo de Tarancón, como se conoce a aquel viejo edificio, Eduardo añora ahora saber dónde está enterrado el abuelo Serapio.

“Intenté averiguar infructuosamente dónde fuiste a para una vez fallecido, intentando contactar en reiteradas ocasiones con el cementerio de Tarancón, pero nunca recibí información que me pudiese esclarecer de tu destino. Que rabia que no puedas descansar junto a la abuela Rosa en el cementerio de Casasimarro como debería ser si existiera el más mínimo ápice de humanidad ya que es lo que hubieseis deseado y merecido, el poder estar juntos por siempre”.


Fotografía del edificio del Hospitalillo de Tarancón (Cuenca)
 

“No sabemos exactamente dónde está enterrado”, apunta Eduardo. “El pasado 11 de noviembre asistí en Tarancón a una jornada organizada por la ARMH de Cuenca sobre el Hospitalillo y aproveché para dejar un ramo de flores en el cementerio. Vagué entre las tumbas sabiendo, convencido, de que mi abuelo estaba en algún lugar de ese cementerio. Y estuve hablando un rato con él. Para mí fue un momento muy emotivo. Me sentí muy liberado, con una obligación cumplida”.



Fuente → cadenaser.com 

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