Los derechos de las mujeres en la España franquista

Mercedes Formica y los derechos de las mujeres en la España franquista
Cristina Domínguez

Mercedes Formica fue una abogada que, en los años 50, impulsó una reforma del Código Civil para mejorar los derechos de las mujeres. Su figura, ensombrecida por su pasado falangista, comienza ahora a ser reivindicada. 
 
En España, en los años 50, el domicilio en el que mujer y marido convivían era considerado como «la casa del marido». En caso de separación, la esposa debía ser «depositada» en otro lugar (en la vivienda de algún familiar o en un convento) durante los meses o años que durase el proceso. Mientras tanto, esta no contaría con recursos económicos ni con la custodia de los hijos, independientemente de la causa de la separación.
 

Esto cambió en 1958, y fue gracias al empeño de la jurista y novelista Mercedes Formica, quien impulsó la reforma del Código Civil para mejorar la situación jurídica de las mujeres casadas. Aunque era una figura muy conocida en la España del momento, su nombre posteriormente cayó en el olvido.

Recientemente, sin embargo, se ha hecho un esfuerzo por reivindicar su legado y, sobre todo, los incuestionables avances que consiguió en la lucha por la igualdad de la mujer. En este momento, en la editorial Renacimiento es posible encontrar reeditada parte de su obra: Monte de Sancha, sobre los primeros momentos de la guerra civil en Málaga, A instancia de parte y dos obras más (célebre novela sobre el delito de adulterio, penado únicamente para las mujeres), La ciudad perdida, El secreto y Pequeña historia de ayer, que recopila tres tomos de memorias de la autora. Pronto saldrá también su biografía.

Mercedes Formica nace en 1913, en el seno de una familia acomodada de Cádiz. Su madre, condicionada por un matrimonio profundamente infeliz, y contra la costumbre de la época, insiste en dotar a sus hijas de una educación que les permita lograr la independencia económica. Así, Mercedes Formica comienza en 1931 a estudiar Derecho en la Universidad Hispalense, donde es la única mujer de la clase. Poco después, sus padres se separan, un hecho que le impacta profundamente al comprobar de primera mano lo desprotegidas que estaban las mujeres a nivel jurídico. El padre se queda en la casa familiar, únicamente con su hijo varón, disfrutando de su nueva vida con su amante, mientras que la madre lo pierde todo, y tiene que trasladarse a Madrid con Mercedes y sus hermanas.

Sus tres años de militancia falangista han dificultado su reconocimiento posterior

En Madrid conoce y queda fascinada por la figura de Primo de Rivera, y se afilia a la recién fundada Falange Española. En 1936, cuando residía en Málaga es nombrada delegada nacional del Sindicato Español Universitario (SEU). Una vez fusilado Primo de Rivera se desvincula del movimiento, pero sus tres años de militancia falangista han dificultado su reconocimiento posterior. Como aclara Miguel Soler, especialista en la obra y vida de Formica, «es preciso recordar que Primo de Rivera también recibió la admiración de intelectuales y escritores de aquella época, tan relevantes como Azorín, Baroja, Ortega y Gasset, Unamuno, Torrente Ballester o Pedro Laín Entralgo. A muchos de estos autores se les ha perdonado esta especie de fascinación por la retórica falangista que sintieron; sin embargo, a Mercedes Formica no». También hace hincapié en que Formica vivió en la posguerra y participó del ambiente cultural e intelectual que había, pero nunca apoyó el régimen franquista, y su vida y su obra distan mucho de cualquier semejanza con los valores de una dictadura asentada en los pilares del nacionalcatolicismo, especialmente restrictiva con la libertad de las mujeres.

En 1937 se casa con Eduardo Llosent y Marañón, intelectual miembro de la generación del 27. Tras la guerra civil se instalan en Madrid, donde finaliza la carrera de Derecho. También comienza a colaborar con publicaciones como ABC, Blanco y Negro, Gran Mundo, Teresa y La Ilustración Femenina. Trata de opositar a la carrera diplomática, pero descubre que entre los requisitos figura uno imposible para ella: «Ser varón».

En los años 50 se da de alta en el Colegio de Abogados de Madrid (en ese momento únicamente eran tres las abogadas en activo) y decide abrir un bufete propio centrado principalmente en Derecho de Familia. Aquí conoce varios casos de mujeres maltratadas que le hacen preocuparse por la absoluta desprotección jurídica que sufren las mujeres.

El inicio del fin del tabú

En 1953 publica en ABC (tras varios meses retenido por la censura) el artículo El domicilio conyugal, en el que pone de manifiesto el caso de Antonia Pernia Obrador, una mujer a la que su marido había asestado 12 cuchilladas. Según Formica, este crimen lo había provocado indirectamente la convivencia, y si no había podido separarse antes, era por lo injusto del Código Civil. Así, abogaba por un cambio en el mismo que hiciera posible que el domicilio familiar quedara a disposición del cónyuge inocente.

Gracias a su artículo ‘El domicilio conyugal’ se eleva el tema de la violencia machista a debate nacional, en un momento en el que este asunto era considerado como algo privado

Como señala Soler, gracias a este artículo se eleva el tema de la violencia machista a debate nacional, en un momento en el que este asunto era considerado como algo privado de lo que no se debía hablar. Al diario ABC llegaron multitud de cartas de lectores, mayoritariamente a favor de la propuesta de Formica, y el propio periódico abre una encuesta al respecto, y publica las opiniones, a favor y en contra de distintos juristas. Sus reivindicaciones también tuvieron una repercusión internacional, ya que de ellas se hicieron eco medios como The New York Times, Time o The Daily Telegraph.

Ese estado de opinión culminó con la reforma en 1958 de numerosos artículos del Código Civil en lo que fue conocido como «la Reformica», haciendo un juego de palabras con su apellido. Así, se logra suprimir el depósito de la mujer casada y se cambia el concepto de «casa del marido» por «domicilio conyugal». Además, se extiende a los hombres la infidelidad como causa de separación, se concede a la mujer la guardia y custodia de los hijos e hijas menores de 7 años, se elimina la pérdida de potestad sobre sus hijos a las viudas que se vuelven a casar y se limitan los poderes que tenían los maridos para administrar y vender los bienes del matrimonio, entre otras mejoras históricas.

En los últimos años del franquismo siguió escribiendo, trabajando y reivindicando la igualdad entre hombres y mujeres. En democracia, la complejidad de su perfil la condenó a cierto ostracismo, pero como explica el escritor Luis de Villena en el programa Objetivo Igualdad dedicado a Mercedes Formica: «Era una mujer absolutamente liberal a la que yo no le veía ningún contacto con un pensamiento de derecha dura. Era una feminista que hizo mucho por la causa de la mujer durante el franquismo».


Fuente → ethic.es

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