Fue encarcelado en un campo de prisioneros, el Stalag IX-A, situado en Ziegenhain (Alemania) hasta Agosto de 1940, cuando fue subido a un vagón de carga de un tren que era parte de uno de los primeros convoyes de Republicanos españoles deportados al campo de concentración de Mauthausen. Hacinado junto a 91 compatriotas, dos de ellos gaditanos (el jerezano Diego Pérez y el puertorrealeño Manuel Bolaños), tras casi 3 días de trayecto y bajo un calor asfixiante, Juan Navarro llegó a su destino el 13 de agosto de 1940.
Después de una caminata de más de 5 kilómetros, al llegar al campo de concentración fue recibido a golpes, gritos, un rapado, el traje rayado y una nueva identidad, el número 3.770. El alcalareño quedó registrado en Mauthausen como campesino. Durante varios meses trabajó en la cantera, recorriendo día tras día la mortífera escalera cargado con enormes piedras. En enero de 1941 fue trasladado al subcampo de Gusen junto a más de 800 Republicanos españoles, once de ellos gaditanos, quienes tenían que hacer hueco a los nuevos deportados que llegaban a Mauthausen.
Los prisioneros que entraban en Gusen eran elegidos por estar enfermos o inválidos. Es probable que Juan estuviese muy enfermo, ya que vivió tan solo mes y medio en Gusen. Juan Navarro Saborido falleció el 7 de marzo de 1941, días antes de cumplir 43 años, fue el primer gaditano en morir en un campo de concentración nazi. El «libro de los muertos» de Mauthausen realizado por las autoridades del campo registraron como causa de la muerte «perniosis».Hay que tener en cuenta que las causas de muerte que aparecen en los documentos oficiales nazis a menudo no coinciden con el motivo real.
Los asesinatos y matanzas a menudo se disfrazaban de «causas naturales», así como las muertes por el frío, las enfermedades o la falta de alimentos e higiene. Los restos de Juan Navarro Saborido terminaron convertidos en cenizas en el crematorio de Gusen. Su esposa, Ana Vargas Soriano, no conoció la muerte de su esposo hasta 1962, cuando recibió una carta de otro deportado español, quien detallaba la terrible muerte de Juan Navarro, que nada tenía que ver con la supuesta causa de la muerte registrada por los nazis.
Para estas fechas ya existía el «Aviso oficial de deceso de españoles fallecidos en los Campos de concentración de la Alemania Nazi», expedido en Francia por la Dirección de los Contenciosos del Estado Civil e Investigaciones del Ministerio de Excombatientes y Víctimas de Guerra. Un valioso documento que estuvo abandonado durante años en el archivo del registro civil central del ministerio de justicia español.
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