Por un Gobierno que impulse la democracia y las libertades
Por un Gobierno que impulse la democracia y las libertades
Jesús López-Medel

Sumar debería exigir la derogación de la ley mordaza, la supresión de la ley de secretos oficiales y reforma de la justicia universal para dar su apoyo al PSOE 

Su Majestad propuso por fin al único candidato a la presidencia del gobierno con alguna posibilidad de alcanzar la confianza del Congreso. Justificó su anterior encargo regio, sobre una candidatura tan irreal como irrealizable, metiéndose en jardines: la “costumbre” de designar al más votado. Y ahora, tras mostrar que la monarquía prevalece sobre el tiempo perdido en la investidura, ha querido justificar también la designación del nuevo candidato, lo que no necesitaba motivación alguna.

En este larguísimo tiempo, todo se ha congelado y la inercia de un Gobierno en funciones –que incluso ejerce la presidencia semestral europea– importa poco a muchos. Al primero, al rey. Pero también a todos los que estaban enfrente del artista gallego de la simulación. Un larguísimo silencio de ideas ha acompañado a los que debieran haber propuesto una alternativa.

Desde hace mucho tiempo se percibe una afonía enorme entre las fuerzas progresistas; no sé si responden con prudencia excesiva o vaciedad, pero sí que en ciertos sectores causa desánimo no ver –salvo en la palabra amnistía, utilizada por unos y ocultada por otros– ningún signo diferencial entre PSOE y Sumar. No puede esta última limitarse a ser un apéndice del socio mayoritario. Y su voz y exigencia de compromisos deberían haberse puesto en juego antes. Cierto es que es importante cerrar los números para que salga adelante la investidura en la fecha en la que la delegada del Gobierno en el Congreso tenga a bien señalar; tal omisión es poco decorosa para un Parlamento muy sometido al Ejecutivo.

Sánchez y Díaz tienen que asumir que más que apoyarles a ellos con ardor entusiasta, muchos españoles se movilizaron para evitar que llegase a gobernar la derecha extrema

Pedro Sánchez, el audaz, y Yolanda Díaz, “la mujer habitada” (G. Belli), tienen que asumir, como muy bien se ha expresado en los editoriales de CTXT, que más que apoyarles a ellos en las elecciones con ardor entusiasta, muchos españoles, los decisivos, se movilizaron para evitar que llegasen a gobernar las fuerzas de la derecha extrema que representa la coalición permanente PP-Vox. Alivio más que alegría enorme es lo que definió a muchos esa noche. No lo olviden estos líderes.

A partir de ahí era exigible que los millones de votos progresistas vieran reflejadas sus ideas en los líderes de estas tendencias. Pero en estas largas vacaciones que se han tomado –gracias en parte a su alteza real, casi siempre relajado–, ninguna voz a nivel programático se ha alzado para proponer valores concretos de progreso. Algunos de estos, como luego señalaré, deberían ser santo y seña, pero ha habido mucho silencio. Unos siguen vendiendo el mantra de que frente a PP-Vox nada mejor que “ellos”. Otros insisten en repetir ideas lanzadas ya hace dos años, sobre la política del diálogo frente al ruido, la pedagogía de la política, etc. Otros, bastante descolocados, están en su burbuja de luchas tribales frente a otros liderazgos que emergieron, etc, etc, etc.

¿Y los que pensamos por nosotros mismos? Pues seguimos esperando que alguien nos hable de ideas fuerza, compromisos o exigencias al socio mayoritario. Nada de nada hasta hace escasos días, en un repentino cambio de guion. “Estamos muy lejos del PSOE” (sic). Mientras, en este larguísimo tiempo, los partidos catalanistas han monopolizado el debate hasta aburrirnos con su competición de quién arranca más a Madrid, como dicen ellos. Solo se ha hablado de amnistía, aunque el protagonista de la sinfonía muy irónica Pedro y el lobo (Prokófiev) va escalonando de modo cadencioso sus mensajes sobre ello; mas nadie se lleve a engaño, es solo una pretensión de dosificar la construcción de su relato que mezcla concesiones y límites a lo que hace no mucho decía de ninguna manera o es inconstitucional. Para mí, tiene encaje constitucional si se hace bien y escribiré en otro momento sobre ello.

Mientras tanto, bastante teatro y tacticismo. Por un lado, el guapo buen patrón, que modula despacio líneas rojas a los que empezaron desbocados en su frenesí reivindicativo. Por otro, los socios de Gobierno que, aunque lo disfracen de seda china, están más pendientes de conseguir buenos asientos en el gobierno. Y finalmente, dentro de estos, los que se empeñan en embestir internamente, porque no asumen que su mejor tiempo pasó y que deberían remar juntos.

La única voz que ha hablado sobre estos asuntos es el PNV, un partido conservador en lo económico pero que mantiene un puntazo progresista

Pero, en ese giro inesperado, de repente Sumar ha querido, en un encuentro fraternal y fotogénico, plantear exigencias, aunque sean muy genéricas aún. Está muy bien, pues el progreso se mide, sobre todo, en medidas sociales, especialmente para los sectores vulnerables. La legislatura pasada ha sido un ejemplo de que las conquistas más avanzadas para los ciudadanos han venido con el empuje de lo que era Unidas Podemos y que ahora debe liderar Yolanda Díaz.

Pero también debe resaltarse que, además de lo social, hay elementos identificativos de progresismo sobre los cuales apenas se habla pero que son fundamentales para romper la inercia del PSOE como partido muy del sistema.

Resulta que la única voz que ha hablado sobre estos asuntos, con iniciativas parlamentarias, es el PNV, un partido conservador en lo económico pero que mantiene un puntazo progresista fruto de su impronta de represión en el franquismo y que siempre –yo así lo he conocido– ha expresado su compromiso con ideas avanzadas en derechos y libertades políticas. Estas cosas para Aitor Esteban no son un chiste. Se lo aseguro.

En este sentido, quiero destacar sus iniciativas parlamentarias que sirven de consuelo al silencio de las fuerzas autoproclamadas como progresistas. Sumar debería exigir y obtener del PSOE un compromiso para que se lleven a cabo al comienzo de la legislatura. Al menos, como progresista –aunque no sea de izquierdas–, yo y muchos otros lo pedimos y se lo recordamos a quien corresponda.

Así, en primer lugar, reclamar lo que debería haberse cumplido ya: la derogación de la denominada ley mordaza que, como elenco de medidas muy represivas, constituye un enorme retroceso en las libertades públicas que el PP aprobó y que el PSOE ha mantenido por la presión de algunos sindicatos policiales y con el silencio de algunos socios de gobierno. Amnistía Internacional y numerosas organizaciones de Derechos Humanos han clamado contra esas vergonzosas normas regresivas para las libertades. Fue una enorme decepción que se mantuviese la vigencia de unas medidas tan restrictivas en Derechos Humanos que están en la Ley de Seguridad Ciudadana del PP. Ahora ya no caben meras palabras huecas de los autodenominados partidos progresistas. Nos decepcionaron mucho en esto y los votantes no vamos a permitir otro engaño.

Otra modificación legislativa de la que hace bandera el PNV con insistencia es la supresión de la ley de secretos oficiales que data de 1968. Es una vergüenza que, 55 años después, rija una ley franquista de total opacidad. Al partido vasco solo se le unieron voces huecas; fueron pocos los esfuerzos progresistas y varios los frenazos del PSOE. La formación de una Comisión interministerial era una tumba en la que se enterraba esta vieja reivindicación. Hace más de seis años yo insistía a propósito del poder y la losa de los secretos. No hay ningún asunto hecho público oficialmente sobre la Transición, el golpe de Estado del 23-F, ni sobre el tardofranquismo, ni sobre nada. Sé que en esa pseudocomisión, el Ministerio de Defensa actuó bien, pero que en Interior, el ministro Marlaska se puso en posición de firmes ante la Guardia Civil. En todo caso, creo que es una incongruencia que el Ministerio de Presidencia, coordinador de dicha comisión, se llame también de Memoria Democrática si sigue contemporizando con la ley de secretos de Franco.

Otra materia a modificar son los retrocesos que se han dado en la justicia universal. El hecho de que el asesino Pinochet pudiera ser apresado siguiendo órdenes de un juez español es impensable hoy. España tenía una ley avanzada para velar por los Derechos Humanos contra los delitos graves cometidos por quienes quieren ser impunes. El PP, que se plegó a las exigencias de Israel y Estados Unidos, y el PSOE, respecto a los dirigentes de China, han hecho que España diese un paso atrás. El pomposo Plan de Derechos Humanos de junio nada dice sobre esto.

Estas son solo una muestra de reformas –también está la modulación de la inviolabilidad del rey– ya presentadas en el Congreso. Es de esperar no solo el voto e impulso de fuerzas verdaderamente democráticas, sino que también el principal aliado de la coalición de gobierno las convierta en exigencia para dar su apoyo al partido mayoritario.


Fuente → ctxt.es

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