‘Jóvenes antifranquistas (1965-1975)’, la olvidada izquierda a la izquierda del PCE
‘Jóvenes antifranquistas (1965-1975)’, la olvidada izquierda a la izquierda del PCE / Luis R. Aizpeolea

Eugenio del Río, ex secretario general del Movimiento Comunista, analiza en un ensayo el papel de las movilizaciones obreras y estudiantiles en los setenta, hace autocrítica y revela la importante influencia de las formaciones católicas 
 

Son escasos los análisis publicados sobre las formaciones políticas situadas a la izquierda del PCE que jugaron un importante papel en el final del franquismo y los albores de la Transición, en las movilizaciones obreras y estudiantiles contra la dictadura y participaron en el principal organismo unitario contra ella, la llamada Platajunta. Jóvenes antifranquistas (1965-75) es el revelador título del libro escrito por uno de sus protagonistas, Eugenio Del Río, secretario general del Movimiento Comunista, que, junto con la ORT, el PTE, Bandera Roja, PCE (m-l) y LCR conformaban ese universo político, hoy desaparecido, y que según el autor no alcanzaba las 15.000 personas organizadas. El texto reivindica su contribución al deterioro del franquismo, aporta el valor añadido de las vivencias del autor y destaca su afilada carga autocrítica.


Aquella nueva izquierda tuvo influencias sucesivas o simultáneas del marxismo clásico, guevarismo, izquierda europea (Gorz, Mandel..), leninismo, maoísmo y trotskismo, según el autor. Sus planteamientos respondían a una nueva generación que no vivió la Guerra Civil, pero sí sus consecuencias; que había accedido a la universidad y a una España en desarrollo en la que se apuntaba una disociación entre la sociedad y el régimen. Los jóvenes antifranquistas, con una considerable participación femenina, no tuvieron el acompañamiento político de la generación anterior. Estuvieron condicionados por los movimientos anticolonialistas —Argelia, Cuba, Vietnam— y fueron críticos con la Unión Soviética y el “reformismo” de los partidos comunistas.

Sobre las razones del éxito de sus postulados en la juventud antifranquista, con el marxismo como doctrina triunfadora, Del Río subraya la influencia del catolicismo, la idea cristiana de ayudar al prójimo como determinante. Objetivos como el fin de la dictadura, la distribución equitativa de los ingresos y las libertades estaban guiados por valores cristianos altruistas como la generosidad, la entrega a causas colectivas, al riesgo de jugarse el futuro por razones morales, un trasunto del reino de Dios en la tierra, apunta el autor. La JOC (Juventud Obrera Católica) fue determinante en la formación de la izquierda más allá del PCE, especialmente la ORT y OIC. Subraya como valores de la juventud antifranquista extraídos del medio familiar la abnegación, la disposición a ayudar, la compasión, el sacrificio por el futuro de los hijos, la honestidad y la austeridad. Las nuevas corrientes, en las que el marxismo en sus variadas interpretaciones resultó primordial, se alzan sobre los pilares de los valores religiosos y del medio familiar y resultan compatibles, razona Del Río.

Junto a ello, el autor protagoniza una profunda autocrítica. Además de la indeseable dependencia ideológica de patrones externos y de la defensa de regímenes autoritarios, como China o Cuba, reconoce la construcción de horizontes ideológicos irreales, con una carga muy nociva, como la pretensión de hacer feliz a la sociedad al margen de sus ideas, escaso sentido crítico, rigidez ideológica, sectarismo, idea accidental de la democracia, infravaloración de los derechos humanos y defensa de la violencia revolucionaria, más teórica que práctica a excepción del FRAP y el respaldo político temporal del MC a ETA. Errores que convivían con una militancia que primaba el activismo antifranquista sobre los debates ideológicos y ejercía un trato solidario del que surgieron líderes obreros y estudiantiles que acosaron a la dictadura.

Del Río sitúa en 1989, con la caída de la Unión Soviética, el ocaso de la extrema izquierda, aunque apunta su origen en el decaimiento del papel de la clase obrera en la crisis económica de 1973. Hoy no contempla una demanda social por un modelo alternativo global al existente y concluye que las mejores realizaciones de la izquierda corresponden al período en que fueron más fuertes los Estados de bienestar, la conjunción de solidaridad pública, políticas igualitarias y democracia liberal.


Fuente → elpais.com 

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