José Luis Sancha Lasa, enterrado en la memoria de la versión oficial
José Luis Sancha Lasa, enterrado en la memoria de la versión oficial
Angelo Nero

Esa versión oficial no solo enterró a víctimas como José Luis Sancha Lasa, un chaval de 17 años que tuvo la mala suerte de tropezarse con uno de aquellos policías de gatillo fácil, sino que enterró también la memoria de toda una generación
 

“Se ha utilizado torticeramente y de forma política a las víctimas del terrorismo, las oficiales, pero luego ha habido otras víctimas que se han soslayado y no han estado en el discurso, incluso historiográfico, de la Transición, como son las víctimas de la violencia policial, de aquí el trabajo en “Las otras víctimas”, de cara a ofrecer este lado menos amable de la Transición, pero también necesario.” Así contestaba David Ballester, doctor en Historia Contemporánea por la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y autor del libro “Las otras víctimas. La violencia policial durante la Transición”, en una entrevista realizada para NR hace un año, sobre las víctimas olvidadas de esa etapa que medio entre el fin de la dictadura y el principio de la democracia, un periodo convulso y que ha quedado oculto tras la versión oficial, presentándonos una transición que no fue, ni mucho menos, pacífica, y que también es discutible que fuese modélica.

Buceando en las hemerotecas, viajamos al 17 de octubre de 1980, donde el diario El País recoge una de esas víctimas enterradas en la memoria de la versión oficial, un crimen que no fue investigado, y mucho menos juzgado, y que arroja muchas sombras, como ya apunta aquella temprana crónica de Javier Angulo, que titulaba “Versiones contradictorias sobre la muerte de un joven en Baracaldo”, y que no podía disimular las dudas sobre la actuación policial que causó la muerte del joven. A continuación transcribimos el breve artículo que daba cuenta de aquel suceso, una de las pocas reseñas que pude encontrar sobre esta víctima olvidada -aparte del estupendo trabajo “Les víctimes oblidades de la Transició”, en Sàpiens, del profesor David Ballester-, que es bastante ilustrativo de como funcionaban aquellos policías de gatillo fácil, amparados en la impunidad que les brindaba el estado.

“Pese a la versión ofrecida por el Gobierno Civil de Vizcaya, todavía no están suficientemente aclaradas las circunstancias en que se produjo la muerte del joven José Luis Sancha Lasa, de diecisiete años, que resultó herido, a media noche del miércoles, en el interior del bar Los Arcos, de Baracaldo (Vizcaya), de un disparo hecho por un funcionario del Cuerpo Superior de Policía. Mientras la nota oficial afirma que el disparo se hizo en el curso de un forcejeo entre la policía y la víctima, testigos presenciales señalan que tal forcejeo no se produjo y sí enfrentamientos verbales, en los que no participó el joven muerto. La nota gubernativa señala que, dentro de los periódicos controles de bares y de identificación de sospechosos que se llevan a cabo en la margen izquierda del Nervión, inspectores de la comisaría, al mando del comisario jefe y auxiliado por un coche del 091 se personaron en el bar Los Arcos.

Se señala en el mismo comunicado que el propietario del bar, en unión de varios clientes, además de insultar y menospreciar a los funcionarios arremetieron contra ellos usando para ello botellas que rompieron previamente. «Cuando uno de los más agresivos intentó cortar la cara de un inspector, el policía Julio López», afirma la nota, «desenfundó su revólver reglamentario, ante lo cual el citado individuo arrojó la botella al suelo y se abalanzó sobre él, intentando arrebatarle el revólver». La nota oficial indica que en dicho forcejeo «se disparó accidentalmente la pistola, alcanzando un disparo al individuo que intentó arrebatar el revólver».

Testigos presenciales del hecho rebaten la versión oficial e insisten en que no se produjo en el bar ningún forcejeo físico ni la víctima se enfrentó a ningún policía.”

El historiador Iñaki Egaña, en un artículo titulado “Gatillo fácil: bares, discotecas…”, en el portal Nabarralde, también recogía, entre otras, la muerte del joven José Luis Sancha Lasa:

“En el Bar Los Arcos de Barakaldo, entra la Policía Nacional, nuevamente de paisano. La versión oficial y la de los testigos no coincidió en casi nada. Eran las 12 de la noche. Sin mediar palabra, uno de los policías disparó contra José Luis Sancha Lasa, que acababa de cumplir 17 años. ¿Lógica? La policía llevó detenidos al propietario del bar y a seis de los clientes. Mientras, el gobernador fabricó la versión que lanzaría a los medios, la habitual «versión oficial».”

Esa versión oficial no solo enterró a víctimas como José Luis Sancha Lasa, un chaval de 17 años que tuvo la mala suerte de tropezarse con uno de aquellos policías de gatillo fácil, sino que enterró también la memoria de toda una generación, o al menos de la mayor parte de una generación que comulgó con lo que desde los medios de (des)información masivos fueron glosando durante décadas, y que ha ahora vuelven a retorcer las palabras, palabras como por ejemplo Amnistía, de la que buenamente se sirvieron para apuntalar este caduco régimen del 78.”



Fuente → nuevarevolucion.es

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