El mejor poema sobre el exilio republicano a México
Cándido Marquesán Millán
Una breve reseña biográfica. Pedro Garfias fue un poeta oriundo de España, nacido en Salamanca el 20 de mayo del año 1901 y fallecido en Monterrey, México, el 9 de agosto de 1967. Hasta los diecisiete años de edad, vivió en las provincias de Sevilla y Córdoba, luego de se trasladó a la capital española con el objetivo de convertirse en abogado, aunque nunca completó sus estudios. Se trata de un autor vanguardista cuya obra pertenece a la destacada Generación del 27. Fue uno de los principales impulsores del movimiento literario conocido como ultraísmo, que se oponía al modernismo, tras casi medio siglo de haber dominado la lírica española. Entre sus actividades para difundir sus ideas literarias, es posible destacar su participación en la fundación de las revistas Horizonte y Tableros. Además, se relacionó con muchos de los más grandes escritores de su época y realizó una incansable labor que abarcó la creación poética y el periodismo. Entre los poemarios publicados por Garfias desde el año 39, se cuentan "Primavera en Eaton Hastings", "De soledad y otros pesares" y "Río de aguas amargas". Algunas de sus poesías inéditas vieron la luz luego de su fallecimiento, así como tomos que reúnen todas sus obras. Sus últimos años constituyen un auténtico descenso a los infiernos esclavizado al alcohol. Su proceso auto-destructivo se acelera y su poesía se vuelve más amarga y solitaria.
«La soledad que uno busca / no se llama soledad; / soledad es el vacío / que a uno le hacen los demás». Este es el epitafio que aparece en su tumba.
El poema fue escrito antes de que el autor pisara tierras mexicanas. Los versos fueron compuestos “A bordo del Sinaia”, en la primera quincena de junio de 1939
Como he señalado al principio para comentar el poema, que trascribo más adelante, me he basado en el artículo “Entre España y México”: notas sobre un poema de Pedro Garfias, de James Valender, publicado en la revista del Colegio de México. Boletín Editorial. 130. Noviembre-diciembre de 2007. James Valender es nacido en Inglaterra en 1950, hizo un doctorado en estudios hispánicos en el University College de la universidad de Londres. Vive en México desde 1977. Entre 1980 y 1989 fue profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa. Desde 1989 da clases sobre literatura española moderna en el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios de El Colegio de México. Sus intereses como investigador se centran en la obra de los poetas de la Generación del 27 y en la literatura del exilio español.
ENTRE ESPAÑA Y MEXICO.
Versos que, camino del exilio, escribiera Pedro Garfias a bordo del "Sinaia"
Qué hilo tan fino, qué delgado junco
de acero fiel nos une y nos separa
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas;
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
El poema fue escrito antes de que el autor pisara tierras mexicanas por primera vez. Los versos fueron compuestos “A bordo del Sinaia”, en la primera quincena de junio de 1939, mientras Garfias, junto con otros 1.800 compatriotas españoles, viajaba desde la costa mediterránea de Francia a Veracruz. Por lo mismo, los sentimientos vertidos en el poema expresan, no un conocimiento directo de México, sino tan solo las buenas intenciones que los refugiados tenían de hacerse dignos de la generosa acogida que les había proporcionado el gobierno de Lázaro Cárdenas. Viene a cuento el famoso telegrama 1699, del 1º de julio de 1940, firmado por el presidente Cárdenas y dirigido a Luis I. Rodríguez embajador de México en Francia que, “con carácter urgente”, disponía que se le dijera al gobierno francés que México estaba “dispuesto a acoger a todos los refugiados residentes en Francia… en el menor tiempo posible”.
El poema se publicó el 12 de junio de 1939, en el último número de los dieciocho números editados en el diario de “A bordo del Sinaia”. Garfias ya contaba con el suficiente prestigio literario; uno de los grandes promotores del ultraísmo poético de la España de los años veinte, también como poeta de la guerra civil, totalmente comprometido con la causa de la República. Una nota publicada en el “Boletín de a bordo” ofrece un breve resumen de una tertulia festiva: “Resultó totalmente espontánea, con un tono cordial, muy española, muy nuestra. La vivacidad del orador, la interpretación de canciones andaluzas, trozos corales, poesías catalanas. Se bailó a discreción. Culminó la velada en un magnífico recital de Pedro Garfias, cuyos temas están inspirados en nuestra guerra de Independencia, es decir, en la guerra civil española. Sobre otro recital, más improvisado, leemos en el diario la siguiente crónica, que capta el gran impacto de Garfias al leer sus versos. “En la noche ceñida de a bordo, sobre el Mar Caribe. Se reúne un grupo amistoso, como de costumbre. / Y uno del corro, de cabeza aguileña, tono de andaluz seco-cordobés-, recita sus romances, hincando su génesis en la guerra de la independencia, en la pasión del pueblo, en el gusto del valor limpio, en la emoción de la serranía, en la reciedumbre ideológica. No es lirismo de señorito almibarado, sino natural expansión poética de luchador temperamental, testimonio acendrado de españolismo”.
El poema expresa las buenas intenciones que los refugiados tenían de hacerse dignos de la generosa acogida del gobierno de Lázaro Cárdenas
De acuerdo con lo que nos da a entender el anónimo autor de esta crónica, Garfias se decidió a recoger los versos inspirados en la guerra civil. Los dos poemas para celebrar la victoria republicana en Pozoblanco, Córdoba, en marzo de 1937: “Defensa de Pozoblanco” y “Liberación de Pozoblanco”; o también “Madrid”, el romance dedicado a celebrar la heroica defensa de la capital española:
Déjame mirarte bien
Con mis dos ojos abiertos,
Madrid de las casas rotas
Y del corazón entero.
Déjame mirarte bien
Con un mirar largo y lento
Que te recorra la `piel
Y te penetre los huesos.
Que cada herida en tu carne
Abra una herida en mi pecho.
Que cada lágrima tuya
Fluya por mis ojos ciegos,
Ciudad abierta a la muerte
Por la tierra y por el cielo.
Déjame mirarte bien
Que quiero llevarme dentro
Para mil eternidades
Tu recuerdo.
Si, como parece, el recital no incluyo el poema “Entre España y México” fue porque todavía no lo había escrito. Cuenta Rejano, que a Garfias le gustaba que yo le dijera en la soledad de la noche, viejas canciones que le recordaban Andalucía. “Yo me valí, en la ocasión, de esta escasa habilidad mía, y de una botella de ron isleño que nos habían regalado, para hacerlo entrar en situación. Después de dejar temblando en el aíre los tercios de una soleá, hice como que me alejaba un momento, volví después mis pasos, me recosté en una hamaca y fingí adormecerme. Pasó algún tiempo. No sé cuánto. Quizá una hora. Yo persistía en mi silencio. Y de pronto Garfias comenzó a recitar, como si estuviera solo”. Y así nació la primera estrofa del poema.
Qué hilo tan fino, qué delgado junc
de acero fiel nos une y nos separa,
con España presente en el recuerdo,
con México presente en la esperanza.
Repite el mar sus cóncavos azules,
repite el cielo sus tranquilas aguas
y entre el cielo y el mar ensayan vuelos
de análoga ambición, nuestras miradas.
La estrofa ofrece una bella introducción a lo que va a ser el tema del poema: la tensión que existe entre las dos miradas del poeta, una volteada hacia el pasado, la otra dirigida hacia el futuro; una que recuerda los ideales por los que se luchaba en España, la otra la que se fija en la posibilidad de retomarlos en el mundo nuevo a donde se dirige, en México. El poeta se aferra a las dos ideas, y que unen España con México. Esta noción, formulada sucintamente en los cuatro primeros versos, luego se retoma en los cuatro siguientes, que presentan la relación entre pasado y futuro, entre España y México, en términos de la relación entre mar y cielo, que se miran el uno al otro. La hermosa plasticidad de las imágenes (los cóncavos azules del cielo que se reflejan en el mar y las tranquilas aguas que se repiten en el cielo). Pasado y futuro, aunque aparentemente opuestos entre sí, ya empiezan a reconciliarse entre sí.
Siguiendo una exposición lógica, la segunda estrofa abunda más sobre la relación del poeta con la patria que ha tenido que abandonar:
España que perdimos, no nos pierdas;
guárdanos en tu frente derrumbada,
conserva a tu costado el hueco vivo
de nuestra ausencia amarga,
que un día volveremos, más veloces,
sobre la densa y poderosa espalda
de este mar, con los brazos ondeantes
y el latido del mar en la garganta.
Esta estrofa es más íntima. Por primera vez reconoce el sentimiento de pérdida que lo embarga. Una pérdida que amenaza con ser doble, porque, a la pérdida de la patria que se acaba de vivir, se agrega la posibilidad de otra merma no menos angustiante para un exiliado; la de que la patria misma se olvide de él. Es decir, en los primeros versos de esta segunda estrofa descubrimos el lado negativo de lo que se ha afirmado en la primera; tanto el pasado como el futuro podrán no ser más que quebrantos que acumulen pérdida sobre pérdida.
Garfias no se dirige a los republicanos que se han quedado en España, sino a España misma, como si viera en ella una figura materna
Pero el poeta no quiere entregarse al pesimismo. Así la estrofa finalmente se estructura, no como un llanto, sino como una petición, para que la patria no se olvide de él ni de los demás exiliados. Lo curioso es que, en este llamamiento, Garfias no se dirige a los republicanos que se han quedado en España, sino a España misma, como si viera en ella una figura materna que, pese a su “frente derrumbada”, fuese capaz de sentir a su costado “El hueco vivo de nuestra ausencia amarga” y, por lo mismo, de recordarla. Insta a España a que no los olvide, argumentando, además, que quienes, como él, se han marchado, tarde o temprano volverán a casa, y no solo eso, sino que además volverán “mas veloces” que antes, y también más fuertes, “con los brazos ondeantes y el latido del mar en la garganta”. Llama la atención la ausencia de cualquier alusión política.
Sobre el deseado encuentro con México, que no ha podido más que entrever en la imaginación, versa la tercera y última estrofa:
Y tú, México libre, pueblo abierto
al ágil viento y a la luz del alba,
indios de clara estirpe, campesinos
con tierras, con simientes y con máquinas;
proletarios gigantes de anchas manos
que forjan el destino de la Patria;
pueblo libre de México:
como otro tiempo por la mar salada
te va un río español de sangre roja
de generosa sangre desbordada.
Pero eres tú esta vez quien nos conquistas,
y para siempre, ¡oh vieja y nueva España!
Esta invocación de México es a la vez una anticipación del mundo que el poeta imagina que le espera al llegar a Veracruz: una anticipación que Garfias habrá ido construyendo merced a los artículos sobre el México de Cárdenas que iba leyendo en el diario a bordo. De ahí, su exaltación de la libertad que goza la raza “los indios de clara estirpe, su elogio de la reforma agraria los “campesinos con tierras, con simientes y máquinas”, así como la admiración que le merece la fuerza de la clase obrera “proletarios gigantes, de anchas manos, que forjan el destino de la Patria”. Todo en México, el poeta está seguro, va a coincidir con los valores que ha defendido como republicano en la guerra civil. Aunque, dicho esto, es sintomática de cierta prevención de su parte la inesperada alusión histórica con que termina la estrofa. Para cualquier español que llega al Nuevo Mundo resulta muy difícil, no recordar la historia de la conquista de América, y Garfias no es una excepción. Lo que sí es nuevo, sin embargo, es el giro que da a este paralelismo. Porque si bien la expedición de 1.800 españoles que van en el Sinaia podría interpretarse como una nueva conquista que los peninsulares quisieran hacer de su antigua colonia, el poeta se apresura a señalar, primero, que se trata de “españoles de sangre roja”, es decir de revolucionarios comprometidos con la causa popular, y en segundo lugar, que serán los propios españoles quienes, con motivo de este nuevo encuentro, terminen siendo los vencidos, y no los mejicanos. Porque en esta ocasión va a ser el México de Cárdenas el que va a conquistar, con su ejemplo y generosidad a una nueva España, que nada tiene que ver con la España de Hernán Cortés.
En esta ocasión va a ser el México de Cárdenas el que va a conquistar, con su ejemplo y generosidad a una nueva España, que nada tiene que ver con la España de Hernán Cortés
Después de este breve y resumido comentario del poema, basado en el, artículo de James Valender, no resulta extraño que se convirtiera muy poco después de su redacción en uno de los textos paradigmáticos del exilio español en México. Si en 1967 Juan Rejano lo habría de llamar “el evangelio del nuevo emigrante español”, se explica, porque pocos entre los muchos textos escritos por españoles exiliados en México ofrecerían una imagen tan feliz de la integración del republicano español a la sociedad mexicana: “No se ha escrito una página mejor desde nuestra llegada a América”, insistiría Rejano. “Ni se ha concebido una política más cuerda. Política que, por los cauces sensibles de la poesía, llega a lo más noble y justo del pensamiento. Con esos versos ha ganado Garfias en México más adhesiones a nuestra causa que muchos de los hombres que políticamente la representan. Con esos versos ha recorrido ejidos, sindicatos, centros culturales, pueblos y ciudades. Los ha dicho ante muchedumbres que lo han aclamado fervorosamente. Y, dondequiera que su voz ha resonado, ha dejado una estela de luz y simpatía…”
Termino con unas breves reflexiones. El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez señala que la Guerra Civil Española la ganaron los mexicanos. El ‘boom’ de la literatura latinoamericana no es concebible sin el exilio republicano: sin las editoriales, las revistas, los libros escritos en Latinoamérica por republicanos expulsados de España tras la victoria del fascismo. ¡Cuánto talento perdido para España! Por ello, me parecen muy oportunas las palabras de la ex-rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón de Guevara: “Franco habló del oro robado por la República, pero se le escapó que el mayor tesoro lo transportaba el Sinaia”
Fuente → nuevatribuna.es
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