El 6 de octubre de 1934 en Puigcerdá, preámbulo de una tragedia
El 6 de octubre de 1934 en Puigcerdá, preámbulo de una tragedia  
 
Las elecciones municipales de enero de 1934.

Cuando en julio de 1936 se levante el telón de la tragedia que se vivirá en Puigcerdá durante los próximos meses, entre los que serían sus protagonistas, debieron ser unos pocos de ellos los que debieron reparar en que el inicio de la misma había tenido lugar, con trazos muy gruesos, con motivo de la celebración de las elecciones municipales catalanas de enero de 1934, con las que se cerró aquel ciclo electoral, al celebrarse aquellas nueve meses después de concluirse las españolas en abril del año anterior.  

Por dicha razón, transcurridos ya ochenta y nueve años de aquellos hechos, el propio tiempo presta la oportunidad, aunque nada más sea por una simple cuestión de higiene histórica, de poder enmendar la desmemoria que ha imperado a lo largo de todos estos años, rescatando una historia que los dos bandos en discordia han estado ocultando hasta nuestros días.

Afirmamos lo anterior, porque a la vista está que ni uno solo de los autores que se ha aproximado al tema de la guerra civil en la Cerdaña, le ha interesado comentar lo que sucedió con la casi totalidad de la candidatura de izquierdas de Puigcerdá, la misma que se había presentado a aquellas elecciones municipales, que tuvieron lugar el 14 de enero de 1934. En su caso compitiendo bajo la ambigua denominación de Unión de Izquierdas, cuyo detalle humano, con nombres y apellidos respectivos, recogió una escueta noticia que apareció en La Vanguardiade aquel tiempo, alrespecto de aquellas mismas elecciones.

“Puígcerdá. 22

Para las próximas elecciones municipales hay confeccionadas ya dos listas, una de Unión de Izquierdas y otra de Unión Ciudadana.

La primera está integrada por los siguientes nombres: Juan Guardiola Moliner, José Tundidor Casu, Antonio Pubill Trulla, Guillermo Barnolá Blanché, Vicente Tort Casadesús, Plácido Moliner Boix, Eliseo Font Morera. Como suplentes, Salvador Artisó Truñó, Salvador MorerFont y Joaquín Casanovas Nicolau.

La segunda la forman Antonio Carrera Barrera, José Piguillem Barrera, Ramón Cosp Esteva, Alberto Bonet Reig, José M. Vidal Fabra, Manuel Arró Auge, Baltasar Prat Puig, y como suplentes, Miguel Llanas Martí, Buenaventura Vernis Juvés y Buenaventura Sola Esteva.1

Tras celebrarse las mismas, el resultado final mereció el detalle de aparecer de nuevo en La Vanguardia:

“Puigcerdá

El resultado de las elecciones fue el siguiente. Candidatura de “Unión Ciudadana”, 594 votos, resultando elegidos los señores Ramón Cosp, José Piguillem, Antonio Carrera, Alberto Bonet, José M. Vidal, Manuel Arró y Baltasar Prat.

Candidatura de “Unió d´Esquerres,2 512 votos, resultando elegidos los señores Juan Guardiola, José Tundidor, Antonio Pubill.

A la vista de aquel resultado, en principio se debería reconocer que, en contra de lo que hasta la fecha se ha estado afirmando, la izquierda en Puigcerdá en el año 1934 estaba en minoría, al haber ganado en las elecciones de aquel año la derecha, por casi un centenar de votos más. Luego la afirmación de que Puigcerdá era mayoritariamente de ERC en aquellas fechas, resulta cuando menos gratuita.

En la misma noticia, el periodista de turno resaltaba que “los elegidos como mayoría”, en su caso los candidatos de “Unión Ciudadana”3, estaban afiliados comorepublicanos independientes o pertenecían a la ”Lliga Catalana”, mientras que los tres concejales de la minoría, constaban “como socialistas.” Será por las etiquetas.

La suerte corrida por la candidatura de la Unió d´Esquerres de la Cerdanya

De aquel modo, cuando tenga lugar el levantamiento nacionalista radical del 6 de octubre de 1934, que concluyó en el más rotundo de los fracasos, de aquella lista presentada por la Unió d´Esquerres de la Cerdanya de Puigcerdá, a las elecciones municipales de enero de aquel mismo año, vendrá a resultar que todos los componentes de la misma, con la única excepción de Antonio Pubill Trulla4, acabaran procesados en la denominada “Causa 177”, y en aquel caso por sedición, pagando por ello las pertinentes consecuencias de detenciones, interrogatorios y cárcel.5

De facto, en octubre de 1934 y en Puigcerdá a la conclusión de aquella sublevación, se abrieron dos causas judiciales distintas. La militar, por sedición, que se llevó en el Juzgado militar de Puigcerdá, nº 12, causa que en la jerga legal pasó a denominarse “sumario nº 177, octubre 1934”, y una segunda causa, la civil, en la que se intentó dirimir los posibles daños y perjuicios que se pudieran haber producido durante la sublevación, causa que se llevó a efecto en Gerona, y que pasó a ser nombrada como “causa nº 440 de 1934”.


Relación nominal de procesados por los hechos de octubre en Puigcerdá. Archivo del autor.
 

Lo que nadie pensó en aquel momento, fue que cuando se iniciara la guerra civil española en julio de 1936, algo impensable en 1934, y tal como era de esperar, en Puigcerdá cambiarían las tornas. Tal como acaeció en muchas otras poblaciones catalanas, como fueron los casos de Navás, Sant Sadurní d’Anoia, La Seo, o en el propio Ripoll. En la mayoría de ellos, al decidir determinados grupos políticos pasar cuentas a los delatores que habían señalado con el dedo a sus afiliados, por su participación en aquel levantamiento del 6 de octubre.

Por otra parte en octubre de 1934, a aquella lista de detenidos correspondientes a la candidatura de izquierdas de enero de 1934 en Puigcerdá se incrementó con otra lista complementaria, compuesta por otros 16 procesados más, lo que dará un total de 25 encausados en Puigcerdá. Aunque de hecho al principio de las investigaciones hubo algún que otro detenido más, pero finalmente algunos de ellos consiguieron librarse de aquellas causas. A destacar que tres de aquellos personajes que lograron librase por los pelos, tal como se verá más adelante, y por motivos distintos pasarían a formar parte de las actuales leyendas locales.6

Por todo ello se hace pertinente tener que entrar al detalle en lo acontecido durante las jornadas de aquella sublevación. Cuando menos a la vista de las declaraciones de los procesados o por los diferentes testigos interrogados en aquella causa local.

Companys se subleva

De hecho todo se inició el día 6 de octubre de 1934, cuando justo un poco después de las ocho de la tarde y en Barcelona, el presidente Companys después de salir al balcón de la Generalidad, y ante un plaza semi llena proclamó el “Estat Català de la República Federal espanyola”.

Aquel hecho significó, la ruptura con unas “instituciones falseadas”, tal como antes habían hecho los republicanos españoles. Pero la diferencia residió que en el caso catalán existían matices diferentes, uno de ellos residía en que aquella ruptura de aquella comunidad significó una nueva propuesta política, en comparación con el resto del estado español.

Dado que ante un gobierno español ocupado por unas “fuerzas monarquizantes y fascistas”, Companys llamaba a “los dirigentes de la protesta general contra el fascismo” para que se establecieran sus bases en Cataluña, ofreciéndoles formar en su comunidad un gobierno español provisional, de la que debería ser en un futuro muy próximo la futura República Federal española.

De aquella forma, el conflicto entre el gobierno catalán y la República, se vino a ligar con el conflicto ya existente en el ámbito español entre republicanos y socialistas, y la derecha antirrepublicana y los lerrouxistas. Del mismo modo, que Companys en introdujo en aquel conflicto, pensando en su propio beneficio, la vieja aspiración federal del republicanismo catalán, ya que asumiendo en él “todas las facultades del Poder en Cataluña”, y de paso se atribuyó para sí la dirección única de aquel movimiento de protesta.

De hecho la proclama de Companys contenía toda una serie de elementos que quedaban sintetizados en la formula “Cataluña es el reducto indestructible de las esencias de la República” dándose la paradoja que en aquella propuesta, en ningún caso, aparecía la idea separatista, que en realidad era la auténtica pretensión que tenían en su cabeza los nacionalistas radicales catalanes que acompañaban a Companys en aquella sublevación.7

El 6 de octubre de 1934 en Puigcerdá

Las líneas siguientes contienen extractos sintéticos de las declaraciones de muchos de aquellos implicados de Puigcerdá, contenidas en los restos del sumario de la “causa 177”, que se conservan en parte en el Arxiu Comarcal de la Cerdanya. Y cuyo original en su día debió estar compuesto por unos varios centenares de folios mecanografiados. Pero del cual sólo nos ha llegado un breve resumen de unos 55, en su caso titulado: “Autos y otros documentos”. Lo que no es óbice para que dichos folios no conserven en sí mismos un importante interés, que permite tomar de ellos las partes más significativas, y con las mismas sacar las oportunas conclusiones.

Cuando Companys ya se había sublevado en Barcelona, en Puigcerdá, y más o menos sobre la misma hora, se presentaron en el Ayuntamiento un grupo de conocidos ciudadanos de la villa, formado por: José Tundidor, Juan Guardiola, Salvador Artisó, Vicente Tort, Bartolomé Vilarrasa, Joaquín Casanovas, y Salvador MorerFont.

Dándose con así la paradoja que muchos de aquellos revoltosos eran los propios candidatos de la izquierda, que se habían presentado a los pasados comicios por la alcaldía en enero de aquel mismo año, y justamente por la formación de Unió d´Esquerres de la Cerdanya, y cuando concretamente dos de ellos todavía eran concejales en activo en el mismo ayuntamiento que pretendían derrocar, en su caso representados por José Tundidor Casu y Juan Guardiola Moliner8.

Aquel grupo de ciudadanos revolucionarios, que se había presentado de forma sorpresiva en el consistorio, para justificar su presencia en él, adujeron a los presentes que su presencia era debida a que habían sido nombrados concejales, dando a entender que su anormal nombramiento venía avalado por algún tipo de comité revolucionario al cual no citaron, y que por lo mismo, su misión en aquel momento era la de substituir, si era necesario por la fuerza, al ayuntamiento salido legalmente de las elecciones del anterior mes de enero de aquel año 1934, en aquel momento presente.

Afortunadamente y teniendo en cuenta lo tenso de la situación, no hubo violencia de ningún género, por ninguna de las partes implicadas. A aquel grupo de personas amotinadas las acompañaba, un diputado electo del Parlamento catalán por Esquerra Republicana, Javier Casademunt,9 que fue el encargado de hacer saber al alcalde en el cargo, hasta aquel momento, Ramón Cosp, candidato por Unión Ciudadana, que tendría que dejar su puesto, tan pronto como se recibieran las pertinentes órdenes de la Generalitat.

Propuesta que el alcalde aceptó, no sin antes advertir a los insurrectos que si intentaban hacerle dimitir por la fuerza, él tenía la intención de resistirse. Advertencia de Cosp, que es de suponer fue más de carácter formal que auténtica, al ser mayoría los sublevados.

Lo que también se recogió en aquella causa, fue la existencia de ciertos telegramas que los revolucionarios no tuvieron la prudencia de destruir. Como por ejemplo, el enviado por el Comisario Delegado de Orden Público, que en su caso estaba dirigido al cabo del Somaten de Puigcerdá, para que de acuerdo con el alcalde de la localidad se procediera a la recogida de todas las armas de fuego del cuerpo, tanto largas como cortas y sus correspondientes municiones, que después deberían depositarse en un sitio seguro, y cuya custodia estaría a cargo del cabo, con la ayuda de la correspondiente fuerza a sus órdenes.

Otro de los telegramas, en aquel caso redactado por el capitán auxiliar del Somaten, pero dirigido igualmente al mismo cabo, en el cual se le daban instrucciones para que dicho cabo, y de acuerdo con el alcalde, a que con toda la fuerza del Somaten montara un servicio de vigilancia, a la par que también se autorizaba al citado cabo, para que bajo su propia responsabilidad se pudieran extender credenciales provisionales a la gente que formara parte de dicha fuerza.

Poco tiempo después hicieron aparición en el Salón de plenos del Ayuntamiento, de forma violenta, según consta en la Causa militar, un gran tumulto de gente, que abriendo de forma abrupta el balcón del consistorio, colocaron en él una bandera que llevaban, gritando desde el mismo que en Barcelona se había proclamado la “República Federal del Estat Catalá”, y después subiéndose al estrado del mismo salón de sesiones, procedieron al nombramiento del Alcalde y del Teniente de Alcalde, sin que se extendiera documento alguno que formalizase aquel acto revolucionario, y por tanto nos quedamos sin saber que personas concretas tenían que asumir dichos cargos.

Asuntos y circunstancias que se vieron confirmadas, ya que durante el proceso sumarísimo posterior, Ramón Cosp, el alcalde destituido, declarará que a las cinco de la tarde de aquel mismo día de la sublevación se había entrevistado con el Sr. Molas,10 que le exhibió un telegrama que se había recibido del capitán de Somatenes Sr. Montagut, para que, como cabo de dicho cuerpo, procediera a recoger las armas que tenía depositadas en aquella villa el Sr. Suils, y que las depositara en la alcaldía, sin que quedará constancia sobre lo que se pretendía hacer después con ellas.

Del mismo modo que a las ocho de la tarde, también el mismo Cosp se había entrevistado con el diputado de la Generalitat Sr. Casademunt, que recién llegado a la población le había requerido a que hiciera entrega de su cargo si así se lo mandaban, añadiéndole Casademunt que era muy probable de que hubiera más tarde una manifestación con banderas y que por favor que el Ayuntamiento no se opusiera a ella.

Y efectivamente, cuando llegó la anunciada manifestación, traían con ella dos banderas. Una de ellas roja, y la otra una catalana con un triangulo azul y en medio una estrella solitaria que colocaron en el balcón del consistorio, desde el cual tomaron la palabra dos espontáneos. De los cuales después nadie dio razón.

Los revolucionarios nombran nuevo ayuntamiento

A las diez de la noche el alcalde Cosp fue llamado por un grupo de individuos que se encontraban en el Ayuntamiento, que en aquel momento rebosaba de gente, y de entre todo ellos, uno se levantó para tomar la palabra. Después se sabrá por otro testigo que el orador fue Eliseo Blasi11, otro de los procesados, que en su caso era el encargado de leer una lista que portaba, en la que figuraban relacionados los nombres y apellidos de las personas que deberían constituir el nuevo Ayuntamiento, sin que quedara constancia de más contenido de la misma.

Momento en que Cosp alzó la voz protestando, haciendo a la vez patente a todos los el personal presente la forma en que a él se le estaba despojando de su cargo de alcalde, un cargo que debía a sus electores. Pero a la vista de la violencia que se percibía en el ambiente, Cosp no tuvo más remedio que ceder, recomendando a los presentes que “procuraran proceder a una buena administración” (sic), pasando seguidamente a tomar posesión de sus puestos los nuevos cargos elegidos por un desconocido comité revolucionario, con la excepción de Guillermo Barnolá, Placido Moliner y José Calvet, de los que Cosp se despidió, estrechándoles amigablemente la mano.

Después el citado Barnolá manifestará durante los interrogatorios, que figuran en el folio 808, que a él nadie le había nombrado nada, y que por tanto él no era un revolucionario. Es más, con todo el descaro del mundo llegó a afirmar ante el juez que todo lo que se explicaba sobre él “era imposible”. Dado que él se había ido a dormir a las siete horas de la noche del día seis, y que se había despertado a las siete horas del día siguiente. Conociendo el “rumor de que era concejal” por boca de su hijo, que igual que él también se había acostado a las 11 horas de la noche del 6.

Concluye la sublevación

En su declaración el alcalde Cosp, concluía su aventura relatando que al día siguiente se enteró por la radio de que el Sr. Companys se había entregado al gobierno. En su caso puesto en comunicación telefónica con el capitán de carabineros de la villa el Sr. Carvallo, esté le aconsejó que se reintegrara a su cargo, junto con los demás concejales, como así hicieron todos.

Puntualizando de nuevo Cosp que por parte de los revolucionarios no hubo violencia alguna durante los incidentes, y que había sido él quien había decidido no pedir auxilio a la fuerza pública de la localidad (Guardia Civil y carabineros) para poder seguir manteniéndose en su puesto, tras considerar que estando los ánimos tan excitados, hubiera sido una temeridad enfrentar a los revoltosos contra dicha fuerza pública.

Declara el jefe de los Carabineros

Por su parte el capitán de carabineros, Domingo Carvallo González, también declaró como testigo en la misma causa. Empezando su declaración relatando que el día 6 de octubre se constituyó en Puigcerdá un comité de huelga general que pasó a denominarse “Comité Revolucionario”. Consecuencia de ello, delegados y autorizados por el mismo, mediante los escritos que portaban, durante aquel mismo día 6 estuvieron circulando por la población diversos piquetes de huelguistas, dedicados a ir por toda la localidad, coaccionando a los obreros que iban a trabajar, para que no lo hicieran.

Según Carvallo, el mismo Comité dio orden además de detener toda clase de vehículos y carruajes que circulaban por el pueblo, obligando así a la gente a tener que marchar pie por el pueblo, y obligando a sus propietarios a tener que dejar a la fuerza los vehículos depositados en un local anexo a la cárcel del pueblo.

El mismo capitán, por las referencias que él poseía, declaró que la referida noche se realizaron diversos actos delictivos, como fueron la destitución del Ayuntamiento legal, que fue substituido por otro, según él, “faccioso”12. El asalto a un polvorín, sin especificar Carvallo dónde estaba situado el mismo, y la consiguiente sustracción de 20 kilos de dinamita y otros efectos explosivos sin especificar, o la imposición de la bandera de Estat Catalá (sic) en el balcón de la casa consistorial.

Carvallo también declaró que al día siguiente, después de haberse publicado el bando declarando, por orden de Barcelona, el Estado de Guerra, se pasó aviso, por orden suya, para que en el plazo de dos horas se personaran en la comandancia, los componentes del aquel ayuntamiento “faccioso”. Que sin más problemas atendieron a su requerimiento, presentándose voluntarios y deponiendo su actitud de rebeldía, que según manifestaron todos, había sido debida únicamente a las órdenes que ellos habían recibido directamente de la propia Generalidad.

A su vez se les ordenó que diariamente se presentaran todos los componentes que habían substituido al Ayuntamiento legal, al comandante del puesto de la Guardia civil. Orden que los citados cumplieron puntualmente hasta que finalmente fueron puestos a disposición de la autoridad judicial, en aquel caso la militar.

La supuesta conspiración foránea

Pero lo más curioso de aquella declaración fue que Carvallo afirmaba que él había tenido noticias de que grupos de elementos extremistas locales se proponían ponerse de acuerdo con gente armada del exterior, y atacar los puestos de vigilancia, se supone que de la comarca, mientras que en el interior hacían otro tanto “los de la misma filiación”. Filiación que quedó en la sombra, al no dar Carvallo nombre alguno.

Convencido de la existencia de aquel complot, Carvallo hizo que se presentaran ante él, los presidentes de las Juntas de obreros del “Textil” y de los “Albañiles” para saber a qué atenerse, acerca de la aptitud de sus respectivos afiliados.

Manifestándole dichos presidentes, que ellos no podían responder de que algunos de los suyos no se sumasen a los propósitos de la F.A.I. o de los “comunistas” (sic), en cambio manifestaron que algunos de los obreros que no participaban en tales ideas habían solicitado el apoyo a sus respectivos presidentes, quedando como garantía de que ni la Junta de Sociedades, ni individuos de la misma, tenían intención de sumarse a los propósitos de elementos extraños. Algo menos aquella fue la impresión que saco Carvallo.

Se utiliza a varios detenidos para desactivar las huelgas

Lo sorprendente el plan de Carvallo para desactivar la huelga, y la aparente renuncia de elemento obrero, Ya que el oficial tomó a varios de los detenidos puestos a disposición del referido capitán, en su caso los procesados Casanovas y Font, para que fueran ellos los que después de ser requeridos por Carvallo, cooperarían en la tarea de convencer a los obreros, para que desistieran de sus propósitos de continuar la huelga, Gracias a ello, el día 8, la mayor parte de los huelguistas se reintegraron al trabajo.

Carvallo continuó declarando que la inquietud del pueblo, y la inseguridad del orden público, se mantuvo en los días sucesivos, según él, gracias a elementos extremistas llegados del exterior, que acumularon en la cercanía del pueblo tanto armas como explosivos, parte de los cuales la fuerza pública ya había localizado, sin que el oficial diera más detalles pertinentes sobre aquel oscuro asunto en sus declaraciones. Asunto del cual se hablará durante unos días más en la prensa, afirmando que habían pasado la frontera toda una serie de camiones, sin que al final se llegara a más.

De hecho, durante la causa hubo mucho interés, por parte de las autoridades, por conocer a qué hora del día 6 de octubre, y en que localidades concretas aparecieron aquellas supuestas partidas rebeldes armadas, o sobre cuántos individuos componían las mismas y si estaban militarmente organizadas, o si por el contrario las mandaban militares.

De igual forma estaban interesadas en conocer si el movimiento había sido secundado o auxiliado por fuerzas del Ejército, y también si en otros territorios habían aparecido también partidas que se propusieran el mismo fin. De ser así, se debería citar el punto en que habían aparecido, en qué día y hora, o si el día 4 de octubre, o al menos el cinco no existía ya huelga en Barcelona. Otro de los extremos era saber si era notorio o no que la fuerza pública dependiente de la Generalitat se había mostrado pasiva ante las coacciones de los sublevados.

Aquella supuesta presencia de elementos forasteros, hicieron concebir al capitán declarante la necesidad de aprenderlos en su conjunto, para después proceder a una selección de los presuntos delincuentes, deteniendo a varios de ellos en calidad de gubernativos, y el siguiente paso sería procesarlos.

Entre aquellos los detenidos destacaron Segundo Jodrá13, Antonio Martín, José Gavañach14, Constancio Durban,15 y Collini Ercoli (los dos últimos, pocos días más tarde se les sobreseyó la causa, por orden de la autoridad).

Lo que se calló el capitán en su declaración fue que uno de aquellos detenidos, y al cual se le sobreseyó la causa, era directamente un “chivato” de la policía, que en su caso se trataba de un italiano llamado Cellini Ercoli.16

Así en el folio 731, del sumario 177, figura la tercera declaración del misterioso Cellini Ercoli en la cual el personaje manifestó que él había llegado a Puigcerdá el día 6, y que unos días antes había llegado a dicha población el también procesado Antonio Martín Escudero, al que fue a ver para preguntarle por un tal Carlos Lobarte Serrat17. Respondiendo Martín que Robarte ya no estaba en el pueblo, dado que se había marchado el domingo 30 de septiembre. Sin explicar, en su declaración Ercoli, los motivos de su extremado interés por el tal Carlos Lobarte, pregunta que tampoco se le hizo.

Continuó Ercoli declarando que el referido Martín, (a) el Cojo18 le dio cuenta del movimiento que se preparaba, y le dijo que ellos, se suponía que los anarquistas, estarían a la expectativa sobre todo lo que hicieran los de la Esquerra, y con arreglo al resultado que diera aquel movimiento, ellos procederían a actuar o no.

Eso sí, añadiendo Ercoli más detalles sabrosos, tales como que: el domingo acordaron enviar un emisario a la Seo de Urgel para avisar de la llegada de tropas a Puigcerdá. Afirmación bastante absurda, ya que el hecho de que Martín avisara a la gente de la Seo de Urgel, dado que era precisamente en dicha población donde estaba acuartelada la tropa que después llegaría a Puigcerdá, con motivo de la sublevación de octubre de 193419.

Ercoli también descubrió a sus interrogadores que al mismo tiempo Martín envió unos telegramas a Perpiñán, Toulouse, y Visiers para que viniese gente afiliada a la FAI y a la CNT, “a fin de aprovechar el movimiento revolucionario, para que mientras los de Esquerra se encontraran distraídos en formar ayuntamientos, apoderarse ellos de los bancos, y más aún si durante un momento determinado se producían tiros o una gran revuelta”. Según Ercoli, el lunes el (Cojo) fue a Burg Madame por la mañana donde expidió unos telegramas que decían “llegó el primer tren” que era la contraseña acordada previamente para que viniesen unos supuestos refuerzos.

Ercoli, siguiendo en su papel de delator de Martín, redondeó sus declaraciones explicando cómo se habían armado los anarquistas, una vez concluida ya la sublevación. De aquel modo, el día 8 a las seis de la tarde salieron en busca de la dinamita Segundo Jodrá, el declarante y otros dos hombres cuyo nombre ignoraba, trasladándose al pueblecito de Caixans, y más en concreto al estanco, expedición que en total se compondría de un total de cinco personas, recogiendo de paso allí, seis pistolas y un revólver, procediendo a limpiar las armas y cargarlas con munición y después se juntaron con los que habían ido a por la dinamita.

Rematando el confidente policial Ercoli: “y que aquel mismo día quiso avisar lo que ahora relata a la policía, pero no pudo hacer la confidencia hasta el martes por la tarde”. Comentario que permite conocer que el personaje informaba personalmente a la policía.

En el folio 740 se declaró la libertad definitiva del “chivato” policial Colline Ercoli. Cuyas declaraciones debieron dar al capitán de carabineros, Domingo Carvallo la gran idea de la posible intervención de otras fuerzas externas, asunto que finalmente quedó reducido a nada, prueba de ello fue que tanto Martín como Segundo Jordá, denunciados en su caso por el confidente por Ercoli, en el asunto de armas y la dinamita, no fueron incriminados en aquella causa.

A la inversa, en otro de los folios aparece otro procesado harto conocido en Puigcerdá, el popular charcutero Jaime Palau Soldevila, que saldría también bien librado de aquella causa. Precisamente el mismo personaje que 1936 sería alcalde de Puigcerdá en los momentos más terribles de las matanzas de vecinos, incluida en ellas las de 9 de septiembre del 1936.

Declaraciones complementarias

Vicente Suela, subteniente de la guardia civil, declaró ante el juez militar que un individuo llamado Juan Salom Pallares, jefe de estación, fue el que le dijo, “Ya tenemos lo que pedíamos, se ha proclamado el Estado Catalán, y con Cataluña a la cabeza van unidas Valencia, Baleares, Vascongadas y Galicia20.

El mismo Suela declaró que: a las 11 de la noche del día 6 Eliseo Blasi, Emilio Molas, cabo del Somaten, y Juan Salom jefe de la estación del ferrocarril se presentaron en el puesto de la Guardia Civil explicándole que “habían procedido a destituir al Ayuntamiento, pidiéndole a él que en el caso supuesto de recibir una petición de auxilio de dicho ayuntamiento, solo ayudaran al nuevo ayuntamiento constituido pero nunca al destituido”, buscando con ello la posible complicidad de la fuerza pública. El día 8 el mismo suboficial declarará que se le presentó Emilio Molas, cabo del Somaten, entregándole su pistola y el correspondiente Carnet del Somaten.

El secretario del ayuntamiento Baldomero Jiménez, declara que la noche del 6 de octubre se presentaron en el Ayuntamiento los siguientes individuos, José Tundidor, Juan Guardiola, Artisó, Tort, Vilarrasa, Casanovas y Font, nombrados al parecer como concejales en substitución de los destituidos, cuando el diputado Casademunt de ERC recibiera la orden directa de la Generalitat.

Gracias a aquella declaración hoy sabemos quienes fueron al final los elegidos por ERC para substituir a todos los concejales de la mayoría conservadora incluido el propio alcalde. Sin olvidar que todos ellos ya habían formado parte de la candidatura republicana al ayuntamiento en enero de aquel mismo año: Tundidor, Guardiola, Artizó, Tort, Casanovas y Font.

Del mismo modo que por otros declarantes, se sabe que los salvoconductos para poder entrar o salir de Puigcerdá la noche de la sublevación, se expedían, si eran necesarios, en el Centro Republicano (ERC), donde los redactaba Salvador Artisó, de su puño y letra. Y se conoce la existencia de los mismos, ya que en el cruce de carreteras de Barcelona a La Seo de Urgel, uno de los ciudadanos que aquella noche tuvo que salir por motivos de trabajo, se trataba de veterinario de profesión, le dio el alto, solicitando aquel papel, el también procesado Juan Jordá (a) Penja-robes (sic). Después se dirá de aquel personaje que estaba de guardia era un conocido miembro de la CNT y un asesino implacable, cuando a la vista está que en octubre de 1934 era un fogoso y armado nacionalista radical.

El Comité de huelga del día 6 estuvo constituido por Tort, Casanovas, Barnolá, en su caso se sabe, al declarar un testigo que habló con ellos aquella noche de la sublevación, con la intención de preguntarles, al estar interesado el testigo en poder abrir su establecimiento, se supone que un bar. Momento en que el concejal Tundidor que estaba también presente, le respondió que fuera a buscar el correspondiente permiso al Centro de Esquerra Catalana, que allí se lo autorizarían.

Prueba evidente de que ya en 1934 aquel Centro era el “puesto de mando” de la conspiración, como lo será en 1936 con motivo de la terrible represión que se desató en la población, y donde se llegó al punto del nepotismo en 1936, al avalarse de uno a otro los socios principales, para que se les concediera la correspondiente y oportuna licencia para tener en su poder una escopeta de caza. Todavía se conservan los papeles que hacen al caso.

Conclusiones provisionales y Procesamientos

En el folio 807 donde figuran las conclusiones provisionales del proceso de 1934, el abogado del Ilustre Colegio de Barcelona don Carlos Vilarrodona, defensor de los procesados Antonio Martín Escudero y Segundo Jodrá Gil, manifiesta que del sumario no se desprendía hecho delictivo alguno imputable a sus patrocinados, y por lo mismo solicitaba su absolución con arreglo a derecho. Como así aconteció.

Finalmente en un escrito posterior, del día 17 de marzo de 1935, el sargento de carabineros Valentín Pérez Gil, secretario del juzgado militar de Puigcerdá, del cual era juez instructor el capitán de Infantería Arturo Dalias Chartres, certifica que en la causa nº 177 que se instruía en aquel juzgado por sedición, figuran procesados un total de 26 procesados, que relacionaba, que en aquel caso eran todos ellos vecinos y residentes en Puigcerdá.

Después muchos de aquellos mismos testimonios realizados tanto por implicados como por procesados, los abogados intentaran infructuosamente contradecirlos modificando las propias declaraciones del implicado o las de sus denunciantes aduciendo en todos los casos lo contrario, pero siempre en beneficio de la defensa de cada procesado.


Detalle del sumario de la Causa 177. Archivo del autor.
 

Primeras consecuencias y desmesurados agradecimientos

Todavía coleaban en el tiempo aquellos interrogatorios cuando el 20 de octubre de 1934 el ayuntamiento recibe una orden del “comandante militar de la plaza” donde se les informa que los concejales de la minoría Juan Guardiola Moliner y José Tundidor Casu, deberían ser inmediatamente substituidos. Decisión gubernativa que se hizo constar en el correspondiente libro de Actas del ayuntamiento de Puigcerdá el día 6 del noviembre de 1934, al dar la orden pertinente Ramón Cosp, el desposeído alcalde del día 6 de octubre, orden que de aquel modo pasó a constar en el libro de Actas de aquel año.

Cabe resaltar que en fechas anteriores todos los cargos elegidos en enero para el ayuntamiento, continuaban en sus respectivos cargos, volviendo a ser el mismo personal que existía antes del golpe del día 6 de octubre.

A diferencia de lo sucedido en muchos otros pueblos, donde si en enero había ganado las elecciones ERC, después del golpe todos sus concejales habían sido destituidos, y ocupados sus cargos por personajes de derechas, nombrados a dedo por el ejército. Por ello la diferencia que se dio, en el caso concreto de Puigcerdá, fue únicamente la expulsión de los dos únicos concejales de ERC que había en el consistorio, antes vista. Adscripción política a ERC que consta como tal en toda la documentación oficial del Centro de la Unió d´Esquerres de la Cerdanya, al cual pertenecía aquella “minoría” destituida.

Unos días antes, concretamente el 16 de octubre de 1934, consta también en el dicho libro de Actas del Ayuntamiento de Puigcerdá un “Referente de agradecimiento a las fuerzas que prestaron su apoyo a la Villa”, haciendo alusión con aquel epígrafe al “agradecimiento” del consistorio de derechas, a las fuerzas militares, de carabineros, de la Guardia Civil, o de la policía gubernativa de servicio en la Aduana, tal como consta en la siguiente inscripción en dicho libro:

Por el mismo Señor Presidente, se indicó a la Corporación Municipal, que era de parecer, debería hacerse constar en acta, el más entusiasta agradecimiento del Ayuntamiento y, como tal, en nombre y representación de la Villa, al Señor Teniente Coronel Jefe del Batallón de Montaña nº 3, como igualmente a los Señores Capitán de Carabineros, Comandante de Puesto de la Guardia Civil, Jefes de Vigilancia y Seguridad, por su cooperación, en unión de las fuerzas a sus merecidos y dignos mandos, el que, se restableciera la paz y el sosiego de los habitantes de la Villa, durante los días desde el seis al 16 de los corrientes. Sin más lugar a discusión. Acordose, por unanimidad lo expuesto por el Sr. Presidente, y que se comunique a los nombrados Señores Jefes para su conocimiento y el de las fuerzas a su digno mando, que también con su patriotismo contribuyen al engrandecimiento y prosperidad de España21

El modelo de represión de 1934, implementado en 1936

Tal como denunció en su obra el periodista tortosino Sebastiá Campos, la atmosfera que se creó a raíz de la represión desencadenada por los civiles de derechas en 1934 con el apoyo de los militares, contra sus enemigos políticos, fue propicia, según Campos, para que: “los delatores, los cobardes, los canallitas (sic), se encontraban en su ambiente.”. Lo que dio lugar a: “Venganzas personales y políticas (y donde), toda la podredumbre de la vida rural, surgió a la palestra…”.

(Para ello) “…bastaba con que un personaje de derechas o un orondo lerrouxista señalara con el dedo a un adversario político o a un enemigo personal suyo, para que la fuerza pública corriera a detenerlo para llevarlo a la bodega de un barco donde pasaría un par de meses 22.

Aquellas detenciones generalizadas agudizaron aún más las fracturas sociales y políticas ya preexistentes entre la sociedad catalana, y más aún en el ámbito rural. Y tal como denunciaba Campos, en ello influyó sobremanera la participación activa “de los caciquillos de todos los pueblos“, al ser estos particularmente activos a la hora de tener que elaborar “unas listas nominales, de gente enemiga suya, enemiga por cuestiones políticas o privadas» que tanto daba, ya que finalmente los denunciados, en su mayoría acabarían formando parte de la nómina de encarcelados.23

Por ello, cabe remarcar que junto a la acción del ejército, también hubo una parte muy importante de elementos civiles que participaron decididamente en toda Cataluña en el encarcelamiento de los reales o supuestos insurrectos de octubre de 1934. De esta forma, la tragedia de la represión de 1934, quedó en el haber, no tan sólo de los militares a las órdenes del gobierno español, sino también en el conjunto de la derecha social y política catalana.


Aval del Centro Republicano para conseguir una licencia para escopeta. Archivo del autor.
 

En muchos casos las consecuencias dramáticas de aquellos encarcelamientos de los hombres, provocaron que fueran también las mujeres, especialmente en las áreas rurales, las protagonistas principales e involuntarias de la resistencia a los embargos de bienes familiares o a los duros desahucios, que en muchos casos también concluyeron siendo encarceladas como sus hombres, con el correspondiente desamparo de los hijos.24 Conocido, aunque brevemente, lo anterior, a estas alturas de la historia no debería sorprender tanto que en julio de 1936, sucediera lo que sucedió en muchos pueblos y ciudades de Cataluña, incluido entre ellos Puigcerdá.

Lo que ahora nadie recuerda en Puigcerdá, es que durante años fue público y notorio que parte de aquella misma gente masacrada en 1936 había puesto dinero de su bolsillo, con la intención de rendir homenaje al Ejército español, en su caso, a los muertos y heridos en los enfrentamientos que tuvieron lugar en la lucha contra los sublevados. Cuestación pública que se realizo en toda Cataluña, incluido en el propio Bellver,

Según el testigo de la acusación de 1936, el dinero que en Puigcerdá se aportó a aquel homenaje a los militares, salió de forma muy particular, de los bolsillos de militantes y simpatizantes del grupo político Unión Patriótica (UP), y por tanto de gentes muy próximas al antiguo dictador Primo de Rivera, gentes que además en algún caso habían pasado a ocupar cargos en los consistorios municipales, o que por lo general eran componentes habituales del Somatén local, con las connotaciones que ello comportaba.

De ahí que no causara una excesiva sorpresa entre la población de Puigcerdá, la aparición de determinados nombres en aquella macabra lista de septiembre de 1936. Y de ahí en concreto, que de las 21 víctimas de aquel día, 9 de ellas habían militado o estaban afiliados a UP, o sea, casi un 43% de los masacrados.

Y por último, mal ejemplo aquel el de las listas de 1934, al cundir aquel mismo ejemplo a la hora de elaborar otras listas conocidas, en concreto las de 1936. En aquel caso con los nombres de las que serían las víctimas de las matanzas aquel año, y que en aquel momento por la simple sospecha de haber sido los delatores, y por tanto responsables de las desgracias padecidas por muchos paisanos en octubre de 1934, y según la documentación que se conserva, elaboradas, por manos conocidas, en el popular Centro de la Unió d´Esquerres de la Cerdanya (ERC), el mismo Centro donde se había fraguado la sublevación del 6 de octubre de 1934.

1 La Vanguardia, 26 de diciembre de 1933, p. 29.

2 Cabe advertir que el periodista de turno no se informó muy bien, ya que aquella candidatura de izquierdas en realidad se denominaba Unió d´Esquerres de la Cerdanya, grupo político que tenía su local social en el Centre Republicá, siendo su presidente Juan Guardiola Moliner, uno de los concejales elegido.

3 La Unión Ciudadana, conocida también como Acción Ciudadana, fue una milicia de voluntarios, «guardia cívica» rompehuelgas, creada en 1919 en Madrid para combatir las reivindicaciones del movimiento obrero, empleando en sus intervenciones incluso la violencia.

4 Se desconoce el motivo de su desaparición de la historia.

5 Juan Guardiola Moliner, José Tundidor Casu, Guillermo Barnolá Blanché, Vicente Tort Casadesús, Plácido Moliner Boix, Eliseo Font Morera, Salvador Artisó Truñó, Salvador MorerFont y Joaquín Casanovas Nicolau.

6 Antonio Martín, Jaime Palau y Joan Jordá, el Penjarobes.

7 Manel López Esteve, Els fets d’octubre de 1934 a Catalunya, més enllà de l’acció governamental, Tesis doctoral UPF, 2012, p. 163-164

8 En 1936, Joan Guardiola Moliner, uno de los encausados de 1934, sería el presidente del Centre Republicà “Unió d´Esquerras de la Cerdanya”, ERC, en 1936, y probablemente uno de los principales responsables de la elaboración de la lista de la matanza de septiembre de 1936, sucediendo en el cargo a Eliseo Blasi, otro de los encartados de octubre 1934.

9 Xavier Casademunt i Arimany , fue un maestro y político catalán, militante de Esquerra Republicana, que fue elegido diputado por Gerona en las elecciones de 1932. Por su participación en los Hechos de octubre de 1934, estuvo detenido y encarcelado durante unos meses en Puigcerdá. Durante la guerra civil española, fue nombrado delegado de la Generalitat en la junta administrativa del Hospital Clínico de Barcelona.

10 Muy probablemente se trataba de Emilio Molas Coch, uno de los imputados en la Causa 177.

11 Eliseo Blasi era en aquel momento el presidente del Centre Republicà “Unió d´Esquerras de la Cerdanya”, ERC.

12 Faccioso: Miembro de un bando o de una fracción.

13 A. Gascón A, Guillamón: Segundo Jodrá Gil (1907-1943, serhistorico.net/2019/08/27/.

14 Un simple trabajador ferroviario, que acobardado había huido a Francia, pero que después se presentó.

15 Durban, antes de la guerra trabajaba en Puigcerdá como paleta.Els Pirineus, Catalunya i Andorra: actes del Tercer Col·loqui Internacional de l´AFC, 2004., Abadia de Montserrat, 2006, p. 431.

16 Curiosamente Palmiro Togliatti, elegido en 1935 miembro del secretariado de la internacional comunista ya tenía como nombre de guerra Ercoli, nombre que mantendrá a su llegada a España, cuando la guerra civil. Por otra parte cabe recordar en los italianos garibaldinos que se alistaron en la tropa de Macía, cuando lo de Prats de Molló, y que al final resultaron ser unos traidores.

17 De hecho un desconocido.

18 Gracias al chivato Ercoli, sabemos que a Martín se le daba el apelativo de “el Cojo”, pero no con el calificativo, “de Málaga”, prueba que el uso de aquel calificativo geográfico fue posterior, sin descartar que el propio alias fuera en principio un calificativo adoptado dentro del mundillo policial, como modo de distinguirlo de otros personajes.

19 Se trataba del tercer Batallón de Montaña “Madrid” nº 3, acuartelado en La Seo de Urgel.

20 Comentario de debió venir a cuento del supuesto pacto, alcanzado en San Sebastián llamado de Galeuzca. Anagrama de Galicia, País Vasco y Cataluña.

21 Se ha mantenido textual (sic) el texto original, en beneficio del lector.

22 Sebastià Campos i Terré, El 6 d’octubre a les comarques, Tortosa, edición 1987, p. 41.

23.Op. cit., p. 67.

24 AHN-Sección guerra civil. PS Barcelona 513 i La Terra, 15/10/1935, p. 7.


Fuente → serhistorico.net

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