30 años de oscuridad (y otros 40 de silencio)
30 años de oscuridad (y otros 40 de silencio)
Angelo Nero


“30 años de oscuridad” no tuvo, como suele pasar con las películas documentales, la difusión que merecía, pero ahora, gracias a las plataformas digitales, es posible disfrutar de ese ejercicio de memoria tan necesario, en un país que también estuvo durante décadas, instalado en la oscuridad, en el silencio, en el olvido.
 

El gran periodista vizcaíno Manu Leguineche, uno de esos profesionales de la raza de los grandes como Kapuściński, que cubrió, entre otros conflictos, los de Vietnam, Líbano, Afganistán o Nicaragua, comenzó a finales de los años sesenta a trabajar en un libro sobre la historia de un grupo de hombres que, por miedo a la represión franquista, se habían enterrado en vida, para no perderla. Eran “Los Topos”, militantes socialistas, comunistas y anarquistas, alcaldes de la República desaparecida por la fuerza de las armas, sindicalistas, milicianos, que no habían tenido la suerte de alcanzar la frontera, tras el triunfo del ejército nacional, y que habían buscado refugio en sus casas, ocultos en bodegas, cuadras y falsas paredes. En ese camino se encontró con el también periodista Jesús Torbado, uno de los primeros en relatar el fenómeno hippy en Europa, al que dedicó varios libros de ensayo, y la novela “Moira estuvo aquí”, y juntos, Torbado y Leguineche, firmaron en 1977 el libro “Los Topos”, donde se recogían los testimonios de aquellos supervivientes de la “longa noite de pedra”.

Aquél libro, que tenía mucho de periodismo, pero también tintes de denuncia social –todavía no se hablaba de memoria histórica-, y una cierta pátina de novela negra, pedía a gritos que, por lo menos alguna de aquellas historias, se tradujesen al lenguaje cinematográfico, para que pudiese llegar a todos los públicos, también a aquellos a los que la lectura de ensayos como los escritos por aquellos dos maestros del periodismo se les antojara difícil de digerir. Aunque yo sigo recomendando el excelente libro de Leguineche y Torbado, que fue reeditado en 2010 por Capitán Swing.

No fue hasta 2019, que la historia de los topos llegó al gran público, a través de la película dirigida por Jon Garaño, Aitor Arregi, José Mari Goenaga, “La trinchera infinita”, que fue todo un éxito de taquilla y de crítica –siendo premiada en los Goya y en el Festival de San Sebastián-, gracias a un guión realmente acertado, que bebía, entre otras fuentes, del libro antes señalado, y a la excelente interpretación de los protagonistas, Antonio de la Torre y Belén Cuesta. Esta gran producción de ficción bebía también de una película anterior, de género documental, estrenado en 2011, “30 años de oscuridad”, realizado por Manuel H. Martín, que también ese año fue nominado a los Goya, aunque el galardón, finalmente, se lo llevara la película de Isabel Coixet, “Escuchando al juez Garzón.”

“30 años de oscuridad” no tuvo, como suele pasar con las películas documentales, la difusión que merecía, pero ahora, gracias a las plataformas digitales, es posible disfrutar de ese ejercicio de memoria tan necesario, en un país que también estuvo durante décadas, instalado en la oscuridad, en el silencio, en el olvido.

En el film nos cuentan la historia de uno de esos topos cuyos testimonios recogieron Leguineche y Torbado (de hecho este último también aparece en el documental), la de Manuel Cortés Quero, fundador de la agrupación local socialista de Mijas, en Málaga, y último alcalde republicano de esa localidad, que después de huir del pueblo, ante la represión franquista que se desató a medida que las tropas fascistas avanzaban por toda Andalucía, y después de sobrevivir a la terrible experiencia de la Desbandá –en la que una caravana de refugiados fue bombardeada por mar y aire, causando miles de víctimas-, sirvió como voluntario en el Cuerpo de Sanidad de los Carabineros, en Valencia, y después en el frente de Teruel, hasta que, al finalizar la guerra civil, regresó a su pueblo, en noviembre de 1939. Pero la represión desatada por el nuevo régimen, que no había aminorado con el fin de las hostilidades, y se había llevado por delante a la mayoría de los alcaldes republicanos de la zona, le hizo esconderse en tras una falsa pared en la casa que compartía con su padre, su mujer, Juliana y con su hija, María.

En esa oscuridad vivió Manuel durante treinta años, muerto de miedo cada vez que la guardia civil entraba en la vivienda, preguntando por su paradero, amenazando a su familia, muerto de miedo ante la posible delación de un vecino, o de que a su hija, en el colegio, se le escapase el secreto que su familia mantuvo, hasta que en 1969 el régimen decretó una amnistía para los crímenes cometidos en la guerra civil –aunque él no había cometido ninguno-, y pudo salir de su agujero.

El documental, como “Gurs, historia y memoria”, dirigido por Verónica Sáenz, a la que también entrevistamos en estas páginas, tiene entre sus mayores acierto el haber elegido el motion comic para contarnos parte de la historia, con Juanma Suárez en la direción de animación y Miguel Serrano como director de arte. También muy acertadas las voces elegidas, las de Juan Diego y Ana Fernández, para darle vida a Manuel y a Juliana, que le añaden un dramático realismo a las escenas animadas que se van sucediendo.

Alternando estas escenas de animación, están los fragmentos de las entrevistas realizadas a Jesús Torbado y al hispanista Ronald Fraser, que también documentó la historia de Manuel Cortés en su libro “Escondido”, publicada en 2005 por la Diputación de Málaga, que definió a aquel topo como “un hombre de baja estatura, con el pelo gris y ojos verdes inquisitivos. Una leve palidez era el único rastro visible de su encierro de treinta años”. También son entrevistados activistas del movimiento memorialista andaluz, historiadores e incluso la nieta del propio Manuel, que convivió con él cuando este todavía estaba escondido como un topo.

A través de la película vemos como pasan los días, los años, las décadas, el mundo cambia para todos, excepto para Manuel, que tiene que lidiar con su vida cotidiana con cosas como las que relataba su director: “algo tan sencillo como comprar el periódico, para él era una aventura vital. Su mujer era analfabeta y no podía comprar prensa porque levantaba sospechas. Los periódicos que podía leer eran los que usaba para envolver la carne o el pescado.”

A esos 30 años de oscuridad de Manuel, le siguieron cuarenta años de silencio, de un olvido del que su propio partido, el PSOE, fue cómplice, en aras de una reconciliación que no fue otra cosa que una imposición de los que ganaron la guerra, y volvieron a ganar la transición. Es hora de que todas las historias que permanecieron en la oscuridad, como la de Manuel, salgan a la luz, para que aquellos que los convirtieron en topos, no vuelvan a ganar el relato.


Fuente → nuevarevolucion.es

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