Los guerrilleros antifascistas de Galicia, Asturias, Zamora y el Bierzo contaron con una red de apoyo para escapar a Portugal a través de la 'raia seca' y luego embarcar en Oporto rumbo a Francia y América.
La frontera dividía dos Estados. La raia seca, en cambio, los unía. Un territorio difuso, a caballo entre Ourense y Portugal, transitado secularmente por contrabandistas y pastores, pues ya se sabe que los traficantes no tienen confines y las vacas tampoco entienden de lindes. Sus gentes no eran extranjeras, sino vecinas, hasta que el golpe de Estado de 1936 provocó la huida de muchos republicanos, quienes cruzaron esa línea imaginaria para evitar la represión franquista, con el objetivo de escapar a Francia, a América o a la España que no claudicaba ante la acometida de los rebeldes.
Fueron acogidos, antes de embarcar en Oporto o Lisboa, por sus hermanos portugueses. Algunos, antifascistas contrarios a la dictadura de António Salazar. Otros, la mayoría, eran sencillamente unos paisanos que abrazaron, en una muestra de solidaridad, al prójimo. No debe extrañar ese gesto humanitario en un territorio cuya divisoria no dejaba de ser un capricho político que no había impedido las relaciones comunitarias y sentimentales entre los raianos. Una ayuda de ida y vuelta, que ya se había dado en el pasado y que se repetiría en el futuro.
A las desbandadas improvisadas durante los primeros meses de la guerra civil les siguieron unas fugas más planificadas, a ambos lados de la frontera, cuya porosidad se vio amenazada por el despliegue de uniformados a la caza de rojos. "Las tradicionales redes de paso se convirtieron en redes de evasión. Y, tras el comienzo de la actividad insurgente, hubo una relación intensa entre las comunidades raianas y los guerrilleros, quienes bascularon entre la Ciudad de la Selva y Os Calhostros, donde construyeron refugios", explica el historiador Dionísio Pereira.
Es decir, además de quienes intentaban huir del país, aquellos caminos eran transitados por maquis procedentes de Asturias, el Bierzo, Zamora y Galicia, quienes se habían hecho fuertes en el monte ourensano y que terminarían integrándose en la Federación de Guerrillas de León-Galicia en 1942. Un flujo en ambos sentidos de hombres armados, que contaban con dos retaguardias, una en Casaio (Ourense) y otra en Vinhais (Trás-os-Montes). Paradójicamente, las emboscadas en Portugal ayudarían a consolidar la organización antifranquista y la propia Ciudad de la Selva, el gran campamento secreto de los guerrilleros ubicado en los montes de Valdeorras.
"Los itinerarios se van definiendo poco a poco, gracias a la intervención de los guerrilleros raianos Silvino Joâo Domingues, Francisco Rodríguez Arias O Serio, Eduardo Pérez Vega Tameirón o Cándido Losada Estévez Malvavisco, que delimitan los lugares de paso, usados de manera intensa hasta 1948", enumera el historiador coruñés, quien reconoce que, aunque ya se han delimitado algunas zonas de evasión, todavía se están investigando las rutas exactas de otras. En todo caso, el destino final siempre eran los pisos francos de Oporto y Lisboa, donde aguardaban el momento para embarcar rumbo a la libertad.
Los ángeles de los guerrilleros
Tras cruzar la frontera, donde no era necesario vadear el río Miño, de ahí la denominación de raia seca, los republicanos y los guerrilleros contaron con el apoyo de ángeles de la guarda como Manuel Barros Gonçalves. Este maestro antisalazarista acogió en su casa de Tourém, entre otros, al comunista Luís Soto, quien tiempo después recordaría que se encontró en un pueblo de cuarenta vecinos al doble de refugiados gallegos, hambrientos y "sin un duro", quienes "escapaban al monte cuando entraba la PIDE". A la temida policía secreta del Estado Novo habría que sumar otras fuerzas armadas como la GNR y la Guarda Fiscal, mientras que a este lado la represión corría a cargo de la Guardia Civil, el Cuerpo de Carabineros, la Policía, el Ejército y las milicias falangistas, que no dudaban en adentrarse en Portugal a la caza de guerrilleros.
Además del maestro luso, que les procuraba "documentación, enlaces y casas francas en Lisboa", Dionísio Pereira rememora la figura del cura Firmino Augusto Martins, quien acogió a más de sesenta proscritos en la iglesia y en la casa rectoral de Tuizelo, así como en una aldea vecina, donde podían comer y recibir cuidados médicos, aunque en ocasiones les consiguió papeles y pasajes para partir al exilio americano. "Un caso claro de solidaridad humana", subraya el historiador, quien señala que Malvavisco, acogido por el padre Firmino, ejerció de guía hasta Tuizelo junto a su mujer, Josefa Pérez, y orientaba a los escapados hasta Oporto, donde él se colaría como polizón en un barco con destino a Francia.
La solidaridad de las mujeres con los maquis
Dionísio Pereira concede una gran importancia a la ayuda de los taxistas y, sobre todo, de las mujeres, quienes no solo amparaban a los fugados, sino que también los conducían durante decenas de kilómetros hasta Vila Nova de Gaia, separada de Oporto por el río Duero, donde Maria Cándida Teixeira Leite poseía un piso que acogía a los guerrilleros mientras esperaban embarcar hacia América. Su valioso papel es reconocido en un capítulo del libro Federación de Guerrillas de León-Galicia (Positivas), en el que además cita a Olimpia Pires, Ana do Rio o Maria Amélia.
El destino de Cándida sería la cárcel, después de que una redada de la PVDE, predecesora de la PIDE, desmantelase en 1941 la red de evasión, localizase su piso franco y provocase la caída de enlaces, huidos, guerrilleros y militantes del PCE en el exilio luso, que disponía de casas de acogida en la ruta hacia Oporto, en donde se les proporcionaba techo y trabajo a los refugiados hasta que podían embarcar. Cinco años más tarde, la represión desatada en Chaves y Montalegre tras la batalla de Cambedo contribuiría a reducir notablemente el tránsito. "A partir de entonces, la actividad tendría menos intensidad, pero comenzarían a funcionar otras redes, como la del Partido Comunista Portugués", asegura Dionísio Pereira, quien deja claro que no debe hablarse de una "gran evasión" de guerrilleros.
Sin embargo, estos lugares de paso serían utilizados por el servicio de inteligencia británico, que facilitó el éxodo de judíos que escapaban del nazismo y que, durante la Segunda Guerra Mundial, llegó a pedir ayuda a la guerrilla para evacuar a soldados y pilotos aliados. Para ello, contactaron con el espía Alexander Easton, quien curaba a los maquis heridos en la buhardilla de su casa en Carracedo, en el Bierzo, si bien este último plan no prosperó. A los republicanos de distinta ideología, a los guerrilleros y a los judíos, habría que sumar a los comunistas portugueses, quienes también usaron estas rutas en sentido contrario, aunque una vez en Galicia la fuga a Francia era por carretera. A partir de 1947, el mismo año que finaliza la actividad de la Federación de Guerrillas de León-Galicia, el férreo control fronterizo prácticamente cierra esa vía de escape y militantes, políticos y guerrilleros optan por huir hacia Francia por tierra o desde puertos españoles.
La Federación de Guerrillas León-Galicia
Varias fugas masivas fueron frustradas por las fuerzas de seguridad portuguesas y desembocaron en la creación de la Federación. Entre 1939 y 1940, guerrilleros asturianos, gallegos, bercianos y zamoranos fueron repelidos tras cruzar la frontera y muchos de ellos se vieron obligados a retornar. Entre ellos, nombres propios como Gafas, los hermanos Arcadio y César Ríos, Manuel Girón, Marcelino de la Parra o el citado Tameirón. Algunos murieron en los enfrentamientos, otros lograron llegar a Oporto y muchos, tras ocultarse durante meses en Portugal, optaron por emboscarse en Ourense. En 1941, "Sebastián [Rodríguez] aceptó llevarnos con él para Galicia [...]. Dos días después llegamos a Ricosende, aldea situada entre la Sierra del Eje y Montes de Casayo (Orense), donde nos juntamos nuevamente con los excelentes guerrilleros galaico-leoneses", recordaba tiempo después el asturiano Guillermo Morán.
"El coste humano fue muy elevado. Los más conocidos tuvieron el convencimiento de que no podían exiliarse y deciden organizarse en Galicia", explica Dionísio Pereira, quien sostiene que el nacimiento de la Federación de Guerrillas de León-Galicia fue en parte motivado por el fracaso de la evasión al extranjero a través de Portugal. "En realidad, se monta gracias al intercambio de retaguardias compartidas (Casaio y Vinhais), conscientes de que es necesario una cierta organización entre ellos para salir adelante, lo que les lleva a crear la Federación. Eso facilitó el mutuo entendimiento y reconocimiento, pues tenían idearios distintos, ya que eran anarquistas, socialistas, comunistas y galleguistas", añade el historiador.
A excepción del fundacional en 1942, los congresos tuvieron lugar en la mítica Ciudad de la Selva, cuya historia es fascinante, donde se fijan las bases ideológicas, económicas y militares de la organización. Sus miembros seguirían utilizando como refugio Portugal, donde obtenían los contactos políticos del exilio, pero convertirían los montes de Valdeorras en un fortín inexpugnable, un "enorme, complejo y difuso lugar, cuya importancia es crucial para los grupos que van dando pasos de huidos a guerrilleros", en palabras del historiador Alejandro Rodríguez.
Guerrilleros antifranquistas, portugueses antisalazaristas
Dionísio Pereira detalla en Redes de evasión e "aparelhos de fronteira" na "raia seca" galaico-portuguesa (1936-1965), uno de los capítulos del citado libro, los pasos e itinerarios usados por Quinito, Tameirón, Luis Lafuente, O Brasileiro y Secretario. También profundiza en la motivación de los portugueses que ayudaron a los guerrilleros, un apoyo que históricamente se atribuyó "a las complicidades familiares, sentimentales (en el caso de las mujeres portuguesas) y sociales de carácter comunitario confrontadas con los discursos de los Estados, propias del enredado universo raiano, a la reciprocidad en recuerdo de la acogida a los exiliados políticos portugueses en la Galicia de otrora [...], al humanitarismo característico de las pequeñas comunidades rurales e, incluso, a la caridad cristiana", escribe en el ensayo colectivo Federación de Guerrillas León-Galicia.
Sin embargo, matiza el historiador coruñés, también podría responder a un compromiso político basado en la lucha antifascista y antisalazarista, así como en la memoria obrera de la emigración portuguesa a Galicia que había tenido lugar en las décadas anteriores. Por ello, considera que se puede establecer "la existencia de una afinidad antifranquista y antisalazarista" en localidades de Melgaço, Montalegre, Chaves, Vinhais y Braga, gracias a las bases de datos sobre la represión de la Deputación de Ourense y a las fichas de los prisioneros de la PVDE y de la PIDE. Así, habría que revestir las "redes de apoyo unitarias de carácter cívico y humanitario" de un barniz ideológico.
Fuente → publico.es
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