Eduardo Montagut
Con la base múltiple los afiliados se preocuparían mucho de estar al día en sus cotizaciones al sindicato para no perder prestaciones fundamentales. El sindicalismo socialista siempre tuvo como un pilar fundamental la organización como un valor en sí, y la base múltiple, sin lugar a dudas, facilitaba este principio.
Se entiende por sindicalismo de base múltiple aquel que además de preocuparse de ser una organización de resistencia, y para ello dedica parte de las cotizaciones de sus afiliados a sostenerlos en caso de huelga, establece un sistema de socorros de carácter mutualista que abarca los riesgos de la vida física y laboral: enfermedad, invalidez, o paro. Así pues, el sindicato combinaría la lucha obrera con la asistencia social de sus afiliados. Se trataría, en definitiva, de cubrir todos los aspectos sociales del trabajador y de sus familias.
El sindicalismo de base múltiple fue adoptándose con notable éxito en los principales países europeos antes de que se implantaran de forma generalizada los seguros sociales. Pero la base múltiple aportaba otras ventajas a los sindicatos. Al atender a lo que terminaron por ser considerados derechos sociales las Sociedades de Resistencia vieron crecer su afiliación porque el trabajador comprobó las nuevas ventajas de pertenecer a organizaciones donde no solamente se trabajaba para reducir la jornada laboral, mejorar las condiciones de trabajo y aumentar el salario. El trabajador estaba cubierto ante una enfermedad, un despido, la invalidez, la vejez o la propia muerte.
La segunda ventaja tenía que ver con la estabilización de las sociedades de resistencia donde la afiliación fluctuaba de forma evidente con subidas y bajadas de afiliación. Ahora, con la base múltiple los afiliados se preocuparían mucho de estar al día en sus cotizaciones al sindicato para no perder prestaciones fundamentales. El sindicalismo socialista siempre tuvo como un pilar fundamental la organización como un valor en sí, y la base múltiple, sin lugar a dudas, facilitaba este principio.
El atender a estas cuestiones propició, evidentemente, la afiliación, pero, además, se intentó demostrar a los trabajadores que este tipo de mutualismo obrero era mejor que el que se comenzaba también a poner en marcha por parte del sindicalismo de signo católico, al considerar que eran organizaciones que buscaban armonizar las relaciones sociales, obviando la lucha de clases.
En la defensa de la base múltiple encontramos a Antonio Fabra i Ribas, y especialmente, Antonio García Quejido.
Pero el establecimiento de la base múltiple no fue un camino sin controversias. En el seno de la organización obrera de signo socialista hubo un sector que consideraba que la implantación de estas prestaciones podía conducir a que las sociedades obreras perdieran carácter combativo para terminar siendo sociedades mutualistas.
La Sociedad de Albañiles de Madrid “El Trabajo” fue pionera en este aspecto. Es significativo que fuera en este sector donde se iniciase una sección de socorros mutuos. En el ramo de la construcción existía un número de trabajadores poco cualificados, los peones, que estaban muy sujetos a los vaivenes de la economía, de las estaciones y de las condiciones climáticas. Eso provocaba que cuando bajaba la demanda de mano de obra y se incrementaba el paro, la Sociedad veía caer su afiliación de forma evidente. Cuando comenzaron los socorros mutuos la afiliación aumentó, convirtiendo a esta Sociedad Obrera en una de las más potentes no sólo de Madrid sino de toda España.
Así pues, con el comienzo del siglo XX se inició el debate en las Sociedades Obreras y en la prensa obrera, especialmente a partir de la crisis de 1906 cuando el número de afiliados cayó. En 1907 se plantea claramente en “El Arte de Imprimir”, con el encargo de un estudio para implantarlo. Ahí estaba García Quejido. En enero se presentó, y luego de una evidente controversia se aprobó, planteando los tipos de cotización y los socorros a los que tenían derecho los asociados: retiro (jubilación), invalidez, defunción y enfermedad.
El IX Congreso de la UGT de mayo de 1908 se planteó la cuestión desde las Sociedades Obreras de Oviedo. El Congreso votó en contra de la creación de una Caja Nacional de Socorros porque consideró que era un objetivo imposible de realizar, pero sí aprobó una resolución aconsejando a las Sociedades la prestación de beneficios sociales. En el X Congreso de mayo de 1911 se volvió a tratar el tema, aprobándose por recomendar el establecimiento de la base múltiple. Después había que implantar el sistema en las Federaciones, pero como apunta Santiago González eso solamente era posible con una profunda transformación de la UGT que convirtiese las Federaciones de Oficio en Federaciones Centralizadas y de Industria. En este trabajo de la base múltiple se destacó, sin lugar a dudas, como hemos indicado, García Quejido. Cuando fue elegido para liderar el Comité Nacional de la Federación Tipográfica de la UGT intentó que se aprobara la base múltiple, ya iniciada en el Arte de Imprimir. Lo hizo sin éxito en 1914, provocando tensiones y la dimisión de García Quejido, aunque se estableció que se trataría en un Congreso extraordinario. Por fin, en 1916 en el Congreso que celebró la Federación en Bilbao, se aprobó la base múltiple y García Quejido volvió a la dirección.
Fundamental para entender esta cuestión es el trabajo de Santiago González Gómez, “La UGT en los comienzos del siglo XX”, en Investigaciones históricas: Época moderna y contemporánea, nº 10, 1990, págs. 71-90, y que podemos consultar en la red. También podemos acudir al trabajo de Santiago Castillo, Un sindicalismo consciente. 1873-1914, primer tomo de la Historia de la UGT, Madrid, 2008. También hemos trabajado con la voz “Base Múltiple”, escrita por Josep Lluís Martín i Ramos, en el Diccionario Temático de la Enciclopedia de Historia de España, dirigida por Miguel Artola, Madrid, 1991.
Fuente → nuevarevolucion.es
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