El eterno secuestro
El eterno secuestro
Raimon Ramis 
 
Este septiembre se han cumplido 100 años del golpe de Estado de Primo de Rivera. También este septiembre, los que desde entonces han secuestrado la idea España intentarán formar gobierno defendiendo una España que es fruto de una narrativa construida a partir de golpes militares, como el de Primo de Rivera primero y el de Franco después.

El paso del siglo XIX al XX fue convulso en España. Las independencias americanas, que se fueron haciendo efectivas desde principios del siglo XIX, las constantes crisis de gobierno y de la propia monarquía, el encaje de Cataluña y las reivindicaciones de otras nacionalidades históricas de la Península, se sucedían en un contexto de tensiones sociales y reivindicaciones durante las cuales se ejerció una opresión despiadada contra el obrerismo, sufragistas, nacionalistas, independentistas u otras luchas por las libertades, la igualdad y la dignidad de las personas.

Los levantamientos militares fueron la respuesta de los inmovilistas. Fue un paréntesis que, lejos de resolver los problemas, congeló una revolución social, política y económica, necesaria para la supervivencia del estado y de su ciudadanía. Hoy no sólo hemos olvidado esas luchas, sino que el discurso unívoco, anacrónico, conservador y maniqueo de aquellos que defendían una idea retrograda de España vuelve a resonar. Un modelo que está lejos de las exigencias de una democracia real, defensora e integradora de la pluralidad que la sociedad construye desde la ciudadanía.

Desgraciadamente no ha habido una reflexión profunda, ni interés alguno en dar a conocer ni reparar la memoria de aquellas luchas: muchas eran iniciativas que hoy todavía sorprenden por su modernidad y sentido social. En general, existe una amnesia de lo que significaron aquellas propuestas y de por qué las aplastaron con la cruel Guerra Civil. Una guerra provocada por aquellos que se negaban a creer en la democracia o la consideraban una herramienta que sólo debía responder a sus intereses. Los descendientes intelectuales de ese inmovilismo, como sus ancestros, han secuestrado la idea de España, su simbología y conceptos como la libertad y la justicia. Ellos, que son defensores de ideologías que son la causa de las desigualdades, la carencia de libertad y el nuevo esclavismo, y que juegan a la confusión y sinó al victimismo.

Este septiembre se han cumplido 100 años del golpe de Estado de Primo de Rivera. También este septiembre, los que desde entonces han secuestrado la idea España intentarán formar gobierno defendiendo una España que es fruto de una narrativa construida a partir de golpes militares, como el de Primo de Rivera primero y el de Franco después.

Existe una derecha que se empeña en considerar enemigos de los españoles a quienes defienden una realidad plural, tanto ideológica como cultural, donde ninguna opción está por encima del otro, anteponiendo los derechos de toda la ciudadanía a los privilegios de unas “castas” que han ostentado el poder político, económico y militar; ayudados por las distintas dictaduras o dictablandas que ha vivido la España del siglo XX.

Esa derecha insiste en una España unitaria y unívoca. Nada más lejos de la realidad. España es una amalgama de realidades diversas que conviven en un territorio plurinacional y cultural, y si el Estado no asume esta realidad, España seguirá siendo una realidad fallida. En sí, seguimos secuestrados por una idea monárquica en la que basan sus políticas las derechas. Una sociedad estructurada a partir de la idea de vasallaje que permite consolidar una estratificación social y monopolios económicos de forma persistente. Puesto que el sistema monárquico se basa en la inmutabilidad de los privilegios; lo que hace imposible los principios de cohesión y bienestar social. Un sistema que anula cualquier intento de igualdad social, protege a las élites y neutraliza cualquier disidencia.

Todavía existen partidos anclados en una realidad decimonónica que poco tiene que ver con la sociedad del bienestar y las libertades necesarias en la sociedad del siglo XXI. Es más, estos partidos utilizan los avances tecnológicos y sociales a favor de consolidar un sistema de privilegios y segmentación social basado en una noción de libertad negativa que anula la verdadera libertad positiva.

Quienes creemos en la libertad positiva y la verdadera democracia somos conscientes de que ha habido un interés casi visceral en consolidar un sistema democrático no representativo que favorece un bipartidismo de alternancia de poder. Pensado para consolidar una tecnocracia que no tiene ningún interés en acabar con el relato construido desde un discurso maniqueo de España; donde las instituciones contribuyen a preservar España como un estado unívoco sin disidencias; un estado basado en el vasallaje y el clientelismo, con poder y sin la plena participación de la ciudadanía en lo público.

Primo de Rivera fue la antesala del franquismo, y éste fue quien dividió a España en dos. Reprimiendo y persiguiendo a aquellos que creían en una libertad positiva y la construcción de un estado república multicultural. Hace 100 años, se rompió la institucionalidad española, algo que se agravó con el levantamiento del 36. Nadie quiere poner nombres a quienes iniciaron la destrucción de España, aquellos que como Cambó, y Franco más tarde, demonizaron los anhelos de un pueblo que luchaba por su dignidad y libertades. Los descendientes intelectuales de aquellos “escogidos” se niegan a reconocer que aquella España era una España fallida, que sólo existía en su imaginario y que fueron, y son, el principal problema para la construcción de una España plural, democrática, justa y equitativa.

Hoy los descendientes intelectuales e ideológicos de aquellos golpistas todavía se escudan en un uso maniqueo de la libertad y de la democracia. Aún se llaman salvadores de una patria que sólo ha existido en un relato y en una visión tendenciosa de la historia. Siguen ocupándose en mantener un status-quo que les beneficia, ya que consolida su posición social, económica y política. Ponen sus privilegios e intereses por delante de las verdaderas necesidades de la ciudadanía y de la libertad positiva. Siguen hablando de servicio, cuando en el fondo siguen secuestrando los derechos de la ciudadanía y de la sociedad del bienestar. Nos confunden con sus defensas y no aceptan que existen ideologías que, a diferencia de las suyas, ponen por delante el interés común al particular. No entienden que el beneficio social y la preservación del medio es el verdadero motor del crecimiento equitativo, y que ambos son prioritarios en cualquier otro beneficio.

Debemos recuperar la memoria de la lucha de aquellos que querían emancipar a la ciudadanía y lucharon hasta la muerte por la construcción de sociedades más justas, equitativas y democráticas. Recordar y recuperar la memoria de aquellos que dejaron la piel luchando contra lo que ya era un anacronismo en ese momento: un estado que se sustentaba en linajes.

Ya es hora de que se reconozcan que hechos como el de Primo de Rivera fueron verdaderos atentados contra la ciudadanía; un intento de preservar un poder y un sistema en colapso, fallido por la inoperancia de unas élites que no hacían ni dejaban hacer. Desde entonces, en España, se ha ido perdiendo en cultura y educación democrática. Aún hoy muchos estamentos entienden lo público y la política como un espacio de imposición de sus voluntades. No aceptan la democracia y la política como un espacio de construcción colectiva desde el diálogo. Viven de las herencias de los principios impuestos por las distintas dictaduras que aún perduran en lo más profundo de las estructuras de poder. Los descendientes intelectuales de las dictaduras, con la apropiación de lo público y pervirtiendo el sistema democrático, han logrado que haya cada vez más una desafección de la ciudadanía hacia la política.

Ya va siendo hora de acabar con el relato unívoco de España y hacer que, por fin, la España plural inclusiva sea una realidad. Que en la suma tengan cabida, sin jerarquías, todos los sumandos. Es decir, que sumar sea lo que nos permite construir.


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