El catalanismo y la lucha por la República

El catalanismo y la lucha por la República

La necesidad de impulsar un amplio movimiento republicano

No es una casualidad que la elección de presidente y, por tanto, del mismo gobierno español dependa, en particular, de partidos catalanes y del expresidente de la Generalitat depuesto mediante la represión. La historia nos puede ayudar a entender el lugar del catalanismo.

El 11-S se conmemoró la Diada de Cataluña por todas las fuerzas políticas, a excepción de las franquistas. Celebración que, con largos periodos de prohibición, se remonta a 1886, siempre en memoria de los defensores de Barcelona al final de la guerra de sucesión española que acabaría en 1714 con el asalto de las tropas borbónicas de Felipe V a la ciudad. Fue una guerra de alcance internacional, que comenzó 14 años antes, y que enfrentó a la Gran Alianza de la Haya (Austria, Inglaterra, Portugal y Saboya) con el frente borbónico por la sucesión monárquica en España. Las potencias firmaron la paz en el tratado de Utrecht, mientras que Cataluña quedó a merced de las tropas borbónicas, que la asaltaron tras catorce meses de sitio. Por ello, el día 11 de septiembre se celebra el Día Nacional de Cataluña. Las libertades nacionales catalanas fueron barridas por el Decreto de Nueva Planta de los Borbones, por el que se abolieron también las leyes e instituciones del Reino de Valencia y de Aragón.

La Diada 2023 ha venido a medir la fuerza de las demandas soberanistas de cambio político y social de la mayoría frente al bloqueo político y constitucional del régimen, que sigue siendo un régimen borbónico e intervenido por las principales potencias. Los partidos catalanistas acudieron divididos y enfrentados a la Diada: protestas permanentes contra el presidente de ERC por sus negociaciones y apoyos al Gobierno español, mientras se aclamaba a Carles Puigdemont. Todo ello después de que en las elecciones generales los soberanistas en su conjunto perdieran más de medio millón de votos, casi la mitad de los que tenían, lo que convirtió al PSC en el partido más votado.

Las manifestaciones del día 11 pusieron de relieve el momento clave de crisis política catalana y española, así como el papel que juegan los partidos catalanes en ella. La exigencia de amnistía y referéndum de autodeterminación choca con quienes demandan simplemente la vigencia del referéndum del 1-O de 2017. La presidenta de la ANC (Asamblea Nacional de Catalunya), Dolors Feliu, principal asociación convocante de la Diada, exigió desde la tribuna de oradores “independencia o elecciones” …

La reacción a la exigencia de amnistía y referéndum no se ha hecho esperar. Vox y PP llaman a la rebelión nacional contra la negociación de la amnistía, mientras que el PSOE juega con dos barajas: la de la negociación con los soberanistas para la investidura de Sánchez, y otra, la sumisión a la Constitución del 78. La reacción, representada personalmente por el Sr. Aznar y sus fundaciones ha venido a declarar que “no cabe mayor expresión de degradación política y descomposición institucional”. El gobierno ha respondido llamando “golpista” a Aznar: la portavoz del Gobierno llegó a preguntar a Feijóo “si lo próximo será un alzamiento”, en clara alusión a actitudes golpistas de los franquistas. Palabras mayores que reflejan el grado de descomposición de los consensos del 78, entre quienes comparten instituciones, leyes y actitudes contrarias a la mayoría.

Al día siguiente de la Diada, la fiscalía del Estado solicitaba al juez LLarena que reactive la euroorden de detención contra el exconsejero de Cultura Lluis Puig, mientras Vox reclama la detención de Puigdemont, empujando a la judicatura y a la policía con el “¡a por ellos!”.

Las negociaciones oficiales con los partidos catalanistas, hacen de sus contenidos auténticos secretos de Estado, cuando se debería discutir abiertamente, con luz y taquígrafos. Son evidentes las contradicciones de todo tipo que concurren en la investidura prevista de Feijóo, a la que no le salen los números. También Sánchez se encuentra con grandes obstáculos para responder a las exigencias democráticas que se le plantean.

Momentos políticos históricos marcados por demandas democráticas y soberanas, rupturistas de nuestra historia como procesos previos, los encontramos tanto en la caída de la monarquía de Amadeo de Saboya en 1873, hace 150 años, como de Alfonso XIII en 1931, hace 92 años; y cuyo desenlace fueron la Primera y Segunda República. De 1869 a 1873, en solo cuatro años, tres personalidades catalanas ocuparon las mayores responsabilidades de Estado el general Prim, Estanislau Figueras y Moragas, y Pi y Margall; estos dos últimos como presidentes de la Primera República. La causa republicana aparecía ya dividida en relación con la arquitectura del Estado, entre federalistas (llamados “intransigentes”) y los unitaristas defensores de la unidad nacional de España; es decir, entre republicanos partidarios de la federación y republicanos partidarios de la estructura de un Estado republicano centralizado.

En marzo de 1873 los partidarios de la federación en Cataluña proclaman el Estado catalán dentro de la República federal española. Tanto Figueras como Pi y Margall convencieron a los federalistas catalanes de que había que detener el proceso, y en cambio prometieron la retirada del ejército español de Cataluña. La extensión de las proclamas federalistas a otros territorios provocó un movimiento cantonalista, que acabó con la presidencia de los federalistas dando paso a presidentes unitaristas como Salmerón y Castelar que, en último lugar, fue sustituido por el valenciano federalista Eduardo Palanca. La división ciudad a ciudad atomizó el movimiento republicano, armando a la reacción y facilitando el golpe del general Pavía, que asaltó las Cortes y acabó con la Primera República.

El catalanismo contribuye también de forma decidida a la caída de la Monarquía de Alfonso XIII, y vuelve a colocar las aspiraciones de gobierno del pueblo catalán en el centro de la política española. Tengamos en cuenta el efecto político de la movilización obrera y sindical, y del mismo Pacto de San Sebastián, convocado por Alianza Republicana, y que fue apoyado directamente por Acción Catalana, Acción Republicana de Cataluña y Estat Catalá.

En 1934, y al calor del movimiento de huelgas que conduce a la revolución asturiana, Maciá proclama “la plena independencia de Cataluña con voluntad de confederarse con el resto de pueblos ibéricos”, con la idea de que Cataluña era el último refugio de la revolución y, ante el peligro de la derechización, declararán luchar por la independencia de Cataluña. Movimiento que, como el de Asturias y del resto de los territorios, fue reprimido militarmente.

Este breve repaso histórico nos debe llevar al convencimiento de que el cambio político y social de nuestros días y, por tanto, de la solución democrática a las demandas territoriales de gobierno, deben formar parte de la lucha por la República. Y ello exige un amplio acuerdo de fuerzas políticas y sociales, con la participación directa del movimiento obrero y sindical; conllevando la libre expresión y discusión acerca de la forma de determinación de los pueblos, de la devolución de la palabra y de la soberanía a los mismos. Comoquiera que el derecho de autodeterminación de los pueblos es un principio democrático, este no se puede entender como un derecho absoluto, sino en relación con las principales aspiraciones sociales: la lucha por la emancipación de la explotación y la opresión, los intereses de defensa de lo público frente a las privatizaciones, la lucha contra la guerra imperialista y el rechazo del intervencionismo de las grandes potencias en nuestros asuntos políticos y de gobierno.

Impulsamos, en consecuencia, un movimiento republicano amplio y diverso, pero con objetivos comunes, que pueda implantarse en todos los territorios. Un movimiento necesario para avanzar, de forma decidida, en dirección del cambio político y social que los sectores explotados y oprimidos demandan, por la justeza de sus reivindicaciones y aspiraciones.


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