Una década recordando en las calles la matanza de Badajoz
Una década recordando en las calles la matanza de Badajoz
Rafa González

Fue un exterminio, asesinaron al 10% de la población en la ciudad más grande de la que luego sería una de las provincias más castigadas por la represión fascista 

“Acabo de volver de Badajoz (…) Están quemando cuerpos. 4.000 hombres y mujeres han muerto (…)». Entre la noche del 14 y la mañana del 15 de agosto de 1936 tuvo lugar la Matanza de Badajoz, con la que el franquismo criminal regaba Extremadura de sangre para imponer su régimen de terror.

Fue un exterminio, asesinaron al 10% de la población en la ciudad más grande de la que luego sería una de las provincias más castigadas por la represión fascista. El crimen más vil de la historia reciente de Extremadura. Y sin que sin embargo, todavía, hablar de ello en esta tierra sigue siendo un tabú. Todavía mandan el silencio y la prudencia, todavía no se ha ido todo el miedo que sembró el ejercito golpista y los mercenarios que asaltaron Badajoz,

Pese a ello, desde hace una década el movimiento antifascista convoca una manifestación que recorre los puntos clave de esos días de terror. Comienza en la Puerta de la Trinidad, junto al punto de San Roque, lugar donde se produjo la brecha en las murallas, por donde accedieron los franquistas. De ahí a la Plaza de España, con parada junto a la Catedral, donde se recuerda la conocida como la «calle de la sangre», nombre popular que recibe la vía por la que bajaba un rio de sangre de las personas que eran asesinadas en ese lugar.

Continúa el recorrido por el centro de Badajoz, con parada en la Plaza de San Francisco para terminar en el lugar donde se ubicaba la Plaza de Toros, símbolo de la cruel matanza, pues en su ruedo las tropas fascistas llevaron a cabo una orgía de sangre y terror. En el sitio, uno de los símbolos más reconocidos, dentro y fuera de nuestro país, de la resistencia democrática y del terror fascista hoy hay un palacio de congresos de esos que abundan en España con o sin sentido.

La destrucción de la Plaza de Toros

Recuerda el historiador Francisco Espinosa, que el Palacio de Congresos podría haber sido construido en cualquier otro lugar de la ciudad pero alguien decidió que debía estar precisamente ahí. En concreto el responsable de tal hecho fue Juan Carlos Rodríguez Ibarra. El entonces presidente de la Junta de Extremadura Rodríguez Ibarra no contempló en ningún momento la permanencia de aquel monumento. Pese a la gravedad de la decisión tomada por el líder del PSOE de Extremadura, solo Izquierda Unida y el Partido Comunista de España, se opusieron a la destrucción de la Plaza de Toros de Badajoz.

El supuesto mal estado de conservación era una excusa. El PSOE en los doce años en que controló tanto la alcaldía de la ciudad como la presidencia de la Junta (1983-1995), no hicieron nada por mantenerla, siendo responsables del estado en que llegó la plaza en 1998, cuando Rodríguez Ibarra decidió su final, fue consecuencia tanto del abandono en que estuvo desde que se dejó a su suerte en plena dictadura al construirse otra en 1967 como de la actitud del PSOE en esos años en que pudo hacer algo.

A juicio del historiador, todo parece indicar que la plaza fue destruida por una cuestión ideológica: se trataba simplemente de un símbolo que había que arrasar, de un elemento negativo que convenía que desapareciera de la ciudad, llevándose de paso consigo los recuerdos que concitaba. Al presidente Ibarra no le gustaba ver aquello allí y, teniendo por base su idea de lo que era la superación del pasado y la reconciliación, y sintiéndose el intérprete de todos los extremeños y de todos los españoles, decidió su destrucción.

Esta versión también la mantiene Manuel Cañada, quien señala que el poder político, sistemáticamente, ha intentado borrar el rastro del crimen. «Mencionemos sólo tres de los hechos más significativos. En 2002 el gobierno autonómico del PSOE derriba la antigua plaza de toros y en su lugar levanta un aséptico centro de convenciones, el nuevo Palacio de Congresos. En septiembre de 2007, en pleno desmelene del revisionismo histórico, Miguel Celdrán, alcalde del PP en Badajoz, propone sustituir el nombre de la calle Sinforiano Madroñero por el de Rodríguez Ibarra. Como se recordará, Madroñero era el alcalde de Badajoz en 1936 asesinado por los pistoleros de Falange. La argumentación que acompaña la propuesta de Celdrán tiene un repugnante regusto a chulería fascista: -fue un alcalde que sólo gobernó cuatro meses-. Y el tercero de los indicadores: a principios de 2009, el Ayuntamiento sustituye la histórica tapia del cementerio, cuyos agujeros de bala recordaban los fusilamientos, alegando motivos urbanísticos.»

El planificado olvido de la matanza de Badajoz -cuando no su repugnante negación histórica- es la demostración de que, en las últimas décadas, ha prevalecido la memoria de los vencedores. Pero se equivocan de raíz los olvidadores y los olvidadizos, los que apuestan a vaciar la memoria del pueblo, pues cada 14 de agosto en las calles de Badajoz, no cesa la alondra ensangrentada en su furioso canto.


Fuente → mundoobrero.es

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