Ortuella (Bilbao), 1977. El asesinato de Manuel Fuentes Mesa, sindicalista de CCOO, por la guardia civil franquista

Ortuella (Bilbao), 1977. El asesinato de Manuel Fuentes Mesa, sindicalista de CCOO, por la guardia civil franquista / Tulio Riomesta 

Unos días antes había comenzado la semana Pro Amnistía, con huelgas y manifestaciones continuadas en los 4 herrialdes de Hego Euskalherria, duramente reprimidas por la policía armada y guardia civil franquista, que emplearon incluso munición real para atajar un clamor popular a favor de la liberación de los presos políticos. La noche del 13 de mayo de 1977, unos amigos, compañeros de trabajo de la Factoría Mavisa, celebraran una despedida de soltero en el bar Hermi, en el municipio vizcaíno de Ortuella. A las 11:30 abandonaron el local, dirigiéndose hacia sus vehículos, cuando a ambos lados de la calle aparecieron cinco jeeps de la guardia civil.

Varios de los integrantes del grupo explicaron los hechos: “Notamos el ruido de varios coches a nuestras espaldas, jeeps con las luces apagadas. Cuando nos dimos cuenta de que eran guardias civiles apenas nos dio tiempo a reaccionar. A 3 que se quedaron quietos les golpearon fuertemente. Otros echaron a correr, saltaron un seto y se metieron por una campa. Uno de los mandos dijo: ‘Nada de preguntas, tiren a matar’. Tres guardias civiles, uno rodilla en tierra, les disparaban, no eran ráfagas, disparaban tiro a tiro. Yo oía silbar las balas a mi alrededor. Manuel, a mi lado, llevaba una cazadora de color claro, se le distinguía perfectamente gracias a la iluminación de los focos de la factoría Franco-Belga”.

«Entonces vimos que el cuerpo de Manuel formaba un bulto en el suelo, tenía el cráneo totalmente arrancado de cuajo, el cuero cabelludo levantado y los sesos fuera, sangraba por la cara”. Los guardias civiles, viendo que se les había ido la mano, montaron deprisa en sus coches y salieron volando, dejando el cadáver en la acera y algunas vidas destrozadas para siempre. Manuel se movía aún, le hablé, no me oía. Una señora había avisado a una ambulancia. Pasadas las 12 de la noche, Manuel Fuentes Mesa ingresó cadáver en la residencia sanitaria de la Seguridad Social de Cruces-Baracaldo. Una bala le había entrado por la sien derecha.

Manuel Fuentes Mesa tenía 31 años, formaba parte de la corriente unitaria de CCOO, era enlace sindical de Muvisa, representante de empresa en la coordinadora de fábricas. Comprometido con su tiempo, su único delito fue ir de despedida de soltero con unos amigos. Esther Gallego Sánchez, mujer de Manuel, estaba embarazada, y aquella misma noche le había pedido que se quedara en casa, tenía un mal presentimiento: “Le dije que no fuera pero me contestó que ya estaba todo reservado. Me enfadé y no le quise dar un beso de despedida. Cuantas veces me he arrepentido.” Cuando Esther tuvo que ir a reconocer el cadáver a Cruces se desmayó.

Después de los acontecimientos vividos por el País Vasco a lo largo de toda la semana, la noticia de una nueva muerte en Ortuella sentó como un mazazo que enardeció aún más los ánimos. La huelga general colapsó a la industria y al comercio de Vizcaya. A las 7 de la tarde del 18 de Mayo tuvo lugar en la iglesia de Gallarta el funeral de Manuel. La policía vigilaba de cerca, a caballo y fuertemente armados, a las 13.000 personas que acudieron a despedirle en la plaza situada delante de la iglesia. Tras el funeral, el féretro cubierto por una ikurriña y una bandera andaluza, el fallecido era de Jaén, fue trasladado a hombros de sus compañeros hasta el cementerio donde fue enterrado. La policía golpeó duramente a los amigos que quisieron llevar el ataúd a hombros desde el lugar donde lo mataron. Finalmente cantaron la Internacional.

Los amigos que acompañaron a Manuel aquella fatídica noche ya son hombres mayores, y tiemblan cuando recuerdan aquello. Fueron amenazados y acosados durante mucho tiempo, les dijeron que guardaran silencio si querían vivir tranquilos. Lo mismo que Juan, hermano de Manuel, y su mujer Esther: Para impedir que pidieran justicia también sufrieron amenazas, de muerte, no con anónimos, iban directamente a los domicilios. Les dijeron que para vivir tranquilos tenían que callar. Después de la muerte de Manuel se interpuso una querella contra sus autores. Sin embargo nadie fue declarado culpable de aquel crimen, nadie fue investigado ni encausado por el asesinato de Manuel, fue otra víctima más de esa transición Sangrienta, cuyo denominador común fue, como en el franquismo, la impunidad de los asesinos.

Además de Manuel, la policía franquista se cobró otras vidas en esa semana pro-amnistía de Mayo de 1977: Rafael Gómez Jaúregui, 78 años, cayó abatido por disparos efectuados por la guardia civil el día 12 en Rentería. El día 13, en Pamplona, José Luis Cano Pérez, 28 años, murió por un disparo mientras era golpeado por policías. A Gregorio Marichalar Ayestarán, 63 años, una bala le atravesó pecho y abdomen en Renteria; murió en junio en el hospital. Día 15, Bilbao, Francisco Javier Fernández Núñez, 38 años, fue golpeado por la policía armada, y cuando el día 17 fue a denunciarlo fue agredido por los mismos policías que le golpearon, y le saturaron de coñac y aceite de ricino, falleciendo poco después de cirrosis.

Documentos: Nueva Revolución (Angelo Nero). Sapiens.cat


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