
Que con su nombre y rostro difundido viva eternamente
Manuel Romero Ríos
Sobre la represión fascista en Villafranca de los Barros (Badajoz), en memoria de Josefa Fernández Ramos y como homenaje a Manuela, que no quiere morir sin ver reconocida como debe la figura de su abuela.
A los terratenientes, que tenían un feroz deseo de venganza
por lo ocurrido cinco años antes, se lo pusieron en bandeja de plata.
El fracaso de golpe de Estado se convirtió en una lucha irracional de
todo un pueblo y un ejército dividido. El avance del ejército sublevado
hacia Madrid que partió desde Sevilla fue ocupando con prioridad las
plazas más pobladas, sembrando el terror en la mayor parte de ellas con
mayor o menor resistencia de las autoridades legítimas. Aquellos que
fueran afines al autodenominado bando nacional podían cometer todo tipo
de desmanes para amedrentar al adversario, consistentes en saqueos,
apropiación de viviendas y tierras, violaciones y por supuesto el
asesinato como mayor escarmiento. La inquina de muchos ciudadanos hacia
sus vecinos llevó a muchas familias a sufrir la barbarie y el
genocidio fascista, pero serían los trabajadores del campo quienes en
mayor medida engrosarían los listados de personas maltratadas y
fusiladas.
Las fuerzas golpistas, en su firme avance destructor, se encontraron un obstáculo por parte de la resistencia republicana en el pueblo de Los Santos de Maimona bajo las órdenes del coronel Ildefonso Puigdengolas (comandante militar de Badajoz). Militares procedentes de Badajoz junto a milicianos de diferentes localidades y un gran número de campesinos poco pudieron hacer para repeler el ataque faccioso. Superado este escollo, las fuerzas sublevadas bajo la orden suprema de Queipo de Llano llegarían a Villafranca de los Barros por la noche poco después de las 24 horas del día 7 de agosto de 1936 y, con escasa resistencia por parte de los defensores de la República, sería definitivamente tomada sobre las tres de la madrugada.
Pronto comenzaron a sucederse las detenciones, cuyo desenlace más trágico fue el asesinato, amén de los saqueos, incautaciones, torturas, vejaciones, violaciones y todo tipo de tropelías
Desde el día 21 de julio de 1936 las autoridades
republicanas, por orden del Gobierno Civil de Badajoz con Miguel
Granados Ruiz como gobernador, ya habían comenzado a prender a los
vecinos que eran manifiestamente enemigos de la República y así impedir
que pudieran organizarse y conseguir demoler el gobierno local elegido
democráticamente y que la inquina guardada durante mucho tiempo pasara
factura a muchos vecinos.
Los temores mencionados, con un pueblo ya en manos del fascismo, no tardaron en ser una realidad, ejecutándose todo tipo de desmanes desde el fatídico día que las tropas entraron a cañonazos y del que aún hoy permanece la señal de un impacto de mortero en la cerámica de la central eléctrica. Pronto comenzaron a sucederse las detenciones, cuyo desenlace más trágico fue el asesinato, amén de los saqueos, incautaciones, torturas, vejaciones, violaciones y todo tipo de tropelías que con más frecuencia se cometieron en los primeros meses tras la ocupación por los golpistas.
Señal que dejó el morterazo que impactó sobre la cerámica el 7-8-1936 y que actualmente permanece. Imagen de la fachada de la central eléctrica en la carretera Nacional-630 de Villafranca de los Barros. Manuel Romero Ríos
Villafranca, sin lugar a dudas, vivió su momento más negro y
luctuoso de la historia reciente. Fue uno de los pueblos más castigados
por el fascismo y no solamente en esta tierra sino en toda España,
teniendo en cuenta el número de habitantes y la cantidad de personas
represaliadas.
Ante tanto dolor, lágrimas y sangre que ya habían sufrido y vivido muchos habitantes (en total cientos fueron asesinados durante y después de la guerra civil) estaban los que temían que les pudiera llegar su turno.
Las
ejecuciones se sucedían tras pasar buena parte las víctimas (aunque la
permanencia era desigual) por la cárcel ubicada en el ayuntamiento y
otros lugares improvisados como el sótano del actual museo (sede de
Falange) o el matadero municipal, donde eran hacinados como si de
cerdos se trataran.
De gran utilidad resulta para extraer los datos del momento histórico y genocidio villafranqués las inscripciones en el Registro Civil, pero no menos valiosos son los testimonios orales que ratifican los fusilamientos que se llevaron a cabo gran parte de los días hasta el 1 de diciembre de 1936. A partir de entonces las ejecuciones disminuyeron considerablemente. Este primer día del último mes del fatídico año fue uno de los más trágicos por la cantidad de personas asesinadas, entre ellas varias mujeres. El momento más cruento se produjo dos días después de la ocupación del pueblo, concretamente el 9 de agosto acabaron con la vida (según los testimonios orales, ya que aparece menor cantidad inscrita en el Registro Civil) de 70 a 80 personas. Con el revanchismo más rabioso, el comportamiento que muchos tuvieron con personas inocentes fue propio de animales agrestes.
Villafranca, sin lugar a dudas, vivió su momento más negro y luctuoso de la historia reciente. Fue uno de los pueblos más castigados por el fascismo y no solamente en esta tierra sino en toda España
Entre agosto y los primeros días de septiembre los asesinados se contaban por decenas. En aquel septiembre tétrico, una familia, que gozaba de aparente tranquilidad para verse involucrada en el festín que se estaban dando los fascistas y todos aquellos que pusieron su integridad a buen recaudo apoyando a los golpistas y olvidando por completo lo que hasta antes del golpe habían sido sus ideales políticos, acabó siendo señalada con el dedo chivato y cobarde.
Partida de nacimiento del Registro Civil de Josefa Fernández Ramos facilitada a Manuel Romero Ríos por su nieta Ana Díaz Macías. Su defunción jamás fue inscrita en el Registro Civil.
En la calle Monsalud residía la familia formada por Pedro José Díaz García y su señora Josefa Fernández Ramos. Los hijos del matrimonio eran Rosa y Fernando. Aunque la economía familiar no era especialmente boyante, no llegaron a pasar estrecheces económicas. Pedro trabajaba en la Fábrica de Harinas San Antonio, cuyos promotores fueron Ricardo Montero de Espinosa y Eduardo Reginfo, reconvertida en la década de los 90 del siglo pasado en una de las Casas de la Cultura más atractivas de Extremadura.
A mediados de septiembre, un grupo de vecinos facciosos se desplazan al domicilio de la familia y sin dar explicaciones detienen a Josefa. Todo era válido, por muy insignificante que fuera, para apresar a una persona y coartar su libertad, que era el preámbulo para que el nuevo orden autoritario de los vencedores prosiguiera y ordenara el fusilamiento. Ella mantenía su fidelidad a la República, simpatizaba con el PSOE y se mostraba distante ante los presos de derechas que se encontraban en la Parroquia de Nª Sª María del Valle por considerarlos enemigos de la libertad cuando se acercaba a realizar sus compras al mercado que estaba junto al templo. Su hija Rosa se encargaba de llevarle la comida a la cárcel que formaba parte de las estancias del edificio del ayuntamiento que se ubicaba en la calle Hernán Cortés, y por ello es conocida como calle La Cárcel.
Sus nietas, Josefa y Manuela Cañas Díaz, con más énfasis Josefa, afirmaron que un familiar alentó la comisión del asesinato. Antes de que Josefa narrara lo que había escuchado a su madre hablé con otra de sus nietas, Ana Díaz Macías, que me desgranó los pocos datos que disponía, ya que este suceso fue siempre considerado tabú en su casa. Ana fue quien me redirigió a su prima Josefa para que aportara más datos sobre lo acontecido.
Como queda dicho, todos los días, la hija de Josefa se desplazaba a la cárcel para llevarle la comida, pero el día 14 de septiembre de 1936, cuando se presentó para entregar el desayuno, uno de los individuos que custodiaba a los presos le informó lo que tanto temía que le dijeran, que ya no hacía falta porque de madrugada la habían sacado y había sido ejecutada. La joven Rosa se fue de aquel trágico lugar chillando y en estado de shock con destino a casa para informar a la familia del fatal desenlace de su madre.
Este fatídico día del Cristo, que se celebraba efusivamente en los pueblos vecinos de Fuente del Maestre y Ribera del Fresno, se convirtió para siempre en una fecha traumática para su viudo, hijos, nietos y demás familia que jamás pudieron olvidar, hasta el punto de que los hijos de Josefa con vehemencia ordenaban a sus propios hijos que se abstuvieran de ir a estas fiestas que año tras año eran puñaladas clavadas en lo más profundo del alma. Fernando prácticamente nunca habló con sus hijos sobre el asesinato de su madre, ya que recordar esta muerte suponía para él un trauma aún mayor. Con el dolor a flor de piel de toda la familia por el asesinato de Josefa, para más inri se unió el padecimiento añadido que Fernando, hijo de Josefa, fuera llamado a incorporarse al frente unos meses posteriores. Concretamente, fue avisado el día del Carmen, con tan sólo 17 años y, además, engrosando en el bando asesino. Y por si fuera poco el dolor, tras finalizar la guerra tuvo que realizar el servicio militar con varios años más de sufrimiento. Entre la guerra y el servicio militar pasó por ciudades como Zaragoza, Marbella, Cádiz u Hoya Fría en las Islas Canarias.
Visto lo visto, lo razonable sería que, más adelante, se construyera un nuevo monumento con las correcciones oportunas e incluyendo los nombres que, desde que se inauguró en el año 2013, han ido apareciendo por las distintas investigaciones llevadas a cabo
De aquella entrevista con Josefa Cañas tengo grabado para el resto de mis días el dolor desgarrador de una nieta que, llorando e impotente, me decía que, si habían inaugurado un monumento de homenaje a las víctimas del franquismo, por qué su abuela no estaba allí inscrita. Y tenía toda la razón del mundo, porque el historiador Francisco Espinosa Maestre, que entregó un listado a las autoridades de Villafranca para insertar sus nombres en el monumento (muchos de ellos no inscritos en el Registro Civil del mismo modo que Josefa) no investigó lo suficiente para que la lista fuera lo más correcta y completa posible. El Gobierno socialista de Villafranca se limitó a pasarle ese listado tal y como fue entregado, sin revisión alguna, al marmolista con muchos errores y nombres incompletos. Aparecieron así nombres duplicados, cambiando alguno de sus apellidos por equivocación del testimonio de familiares y otros testigos orales a dos investigadores e historiadores que realizaron trabajos sobre las ejecuciones de vecinos de Villafranca (el mencionado Francisco Espinosa y José Antonio Soler Díaz-Cacho), personas que aparecen en el monumento como fusilados cuando en realidad fallecieron de muerte natural, una persona natural de Villafranca de Córdoba asesinado en el campo de concentración de Mauthausen-Gusen en Austria y que el historiador que presentó la lista le atribuye la naturaleza de Villafranca de los Barros, y así un largo etcétera.
Visto lo visto, lo razonable sería que, más adelante, se construyera un
nuevo monumento con las correcciones oportunas e incluyendo los
nombres que, desde que se inauguró en el año 2013, han ido apareciendo
por las distintas investigaciones llevadas a cabo (en torno a cuatro
decenas por quien suscribe). Desafortunadamente, poco más de un año
después, el día 15 de mayo de 2018, cuando el Ayuntamiento gobernado
por el PSOE ya tenía el nombre de Josefa Fernández Ramos desde hacía
tiempo para haberlo colocado en el monumento, fallecía Josefa Cañas sin
ver cumplido su ansiado deseo que, por sus palabras, hubiera
amortiguado el dolor del cruel asesinato. La impotencia ante la dejadez
de inscribirla, como la de otras muchas personas, me produjo un
profundo dolor que por supuesto persiste, y con más razón porque Josefa
Fernández tiene descendientes que no logran ver su nombre inscrito.
No quiere seguir los pasos de Josefa Cañas su hermana Manuela (conocida por la familia y el vecindario como Lola). El pasado 24 de marzo de 2023 tuve la satisfacción de entrevistarla e intercambiar palabras con ella y con el mismo ímpetu que su hermana me dice que no desea morir sin ver a su abuela inscrita en el monumento.
El asesinato se perpetró en las afueras del pueblo, en la carretera de acceso a la localidad de Ribera del Fresno. El motivo de su asesinato, prácticamente el mismo que el de tantos vecinos que corrieron su misma suerte: ser afín a la República, socialista, envidia, revanchismo, etc.
Como ya se ha comentado, esta fue fusilada el 14
de septiembre de 1936. El asesinato se perpetró en las afueras del
pueblo, en la carretera de acceso a la localidad de Ribera del Fresno.
El motivo de su asesinato, prácticamente el mismo que el de tantos
vecinos que corrieron su misma suerte: ser afín a la República,
socialista, envidia, revanchismo, etc. Tras el asesinato, su cuerpo,
junto con el de otras nueve personas fusiladas, fue inhumado en una
fosa común a poca distancia del osario del cementerio del pueblo. El
enterrador fue quien trasmitió a la familia el lugar en el que fue
sepultada.
Tanto el viudo, Pedro, como sus
hijos, tenían la esperanza de recuperar sus restos. Su sufridor marido
necesitaba que tan macabra vivencia fuera atenuada de alguna manera,
era consciente que recuperando los restos de su mujer su dolor sería
mitigado. Rosa propuso al enterrador la exhumación de su madre. Y este,
el señor José Moro Berhó, que a gran cantidad de vecinos ayudó a
recuperar los cuerpos de sus familiares, se puso en su lugar y vio
justo devolver a la familia su cadáver. Recordaba perfectamente la fosa
común que acogió el cuerpo desangrado de Josefa, así como el de otros
fusilados, que posteriormente tras ser depositados en esta fueron
cubiertos con cal viva. Todo fue planificado en el más estricto
secretismo y privacidad por parte del señor José, asumiendo el riesgo
que suponía para él, ya que no solo se jugaba el puesto de trabajo
sino también su propia vida. Cuando Pedro estaba junto al enterrador en
ese lugar esperanzador, como consecuencia de la impresión que le
supuso revivir aquella dramática experiencia, cayó desplomado al suelo.
Al recobrar el conocimiento, al instante el enterrador le aconsejó que
lo mejor era desistir, principalmente porque igual su cadáver era
irreconocible y podía entregarle otro que no fuera el de su propia
mujer.
Durante todo el periodo de los
asesinatos, el fuego fatuo con la sensación de la tierra ardiendo fue
el foco de atención en el camposanto y muchos curiosos se acercaban
para ver este fenómeno que jamás debió producirse.
Antes de que el viudo muriera, al negarse a firmar que su mujer falleció de muerte natural no le quedó más remedio que vender su casa a los hijos, ya que ruinmente los mismos que acabaron con la vida de Josefa consideraban a ella desaparecida. Y es que hasta para heredar había que firmar que el fallecimiento fue como consecuencia de muerte natural.
Antes de que el viudo muriera, al negarse a firmar que su mujer falleció de muerte natural no le quedó más remedio que vender su casa a los hijos, ya que ruinmente los mismos que acabaron con la vida de Josefa consideraban a ella desaparecida
Pedro, aguantando la pesada cruz de la cruenta
muerte de su esposa sin haber logrado al menos recuperar los restos y
que descansara para siempre en una sepultura digna, falleció el 5 de
mayo de 1952. Sus hijos, resignados por no lograr el objetivo que se
marcaron llevaron en su corazón a su querida madre hasta el último
momento de sus vidas. Rosa, al no poder llevar nunca flores a la tumba
de su progenitora, como homenaje particular, llegó a decir a sus hijos
que a ella tampoco le llevaran flores.
Con el
anterior Gobierno de Villafranca de los Barros conformado en coalición
por Ciudadanos y Partido Popular (partidos que se oponen a la Ley
20/2022, de 19 de octubre de Memoria Democrática) era imposible que se
pudiera cumplir el deseo de Manuela Cañas. Tras las elecciones del
pasado 28 de mayo de 2023 se ha constituido un gobierno de izquierdas
con el PSOE al frente del mismo, y aunque no me consta que haya una
delegación de Memoria Democrática, en todo caso se instará ante el
alcalde a que el nombre de Josefa Fernández Ramos sea grabado en el
monumento que homenajea a las víctimas del franquismo que se encuentra
en el Cementerio Municipal de Villafranca de los Barros.
Así se honrará y dignificará en cierto modo la memoria de Josefa, dándole permanentemente toda la visibilidad posible y recordándola siempre por los distintos medios, para que no caiga jamás en el olvido que fue una vecina de un pueblo oprimido y víctima inocente de la crueldad del franquismo y sus acólitos.
Fuente → elsaltodiario.com
No hay comentarios
Publicar un comentario