Franquismo 'low cost' en primera línea de mar

Franquismo 'low cost' en primera línea de mar

El boom turístico de los años sesenta representó para el franquismo un 'milagro' económico y la proyección de una imagen idealizada a base de tópicos folclóricos que enmascaraba una represión que seguía viva

Spain is different . Es un eslogan que hizo fortuna en los años sesenta, época en la que Manuel Fraga dirigió el Ministerio de Información y Turismo franquista (1962-69), y que se asocia a una forma de reclamo para el turismo del norte de Europa basada en la explotación del clima benigno de las costas mediterráneas y de las referencias folclóricas más tópicas. Pero en realidad el lema apareció tres décadas antes, en plena República, y su concepción se atribuye a Rafael Calleja, responsable de propaganda y publicaciones del Patronato Nacional de Turismo, un cargo que, curiosamente, continuó desempeñando después de la Guerra Civil española.

Este organismo encargado del turismo había sido creado en plena dictadura de Miguel Primo de Rivera, con el Ente Nazionale por la Industria Turística fascista italiano como referente. Así, turismo, política y economía se cogían de la mano ya a principios de siglo, estableciendo los precedentes de lo que vendría en las décadas posteriores.

Cine de postal. 'Bahia de Palma' (Joan Bosch, 1962) retrataba una Mallorca postalera donde la alemana Elke Sommer lució el primer bikini que la censura dejó mostrar en las pantallas españolas. Arturo Fernández encarnaba la maje del 'Don Juan' hispano. En la imagen, el disco con el tema musical del filme. |Archivo 
 

El boom turístico de los años sesenta se planteó como puerta hacia el desarrollo económico y como herramienta de control político. A finales del primer período de la dictadura franquista, conocido como la autarquía (por el aislamiento comercial internacional), el franquismo se fue abriendo progresivamente al modelo capitalista, con la entrada en el Fondo Monetario Internacional (1958) y con la puesta en marcha del Plan de Estabilización impulsado por ministros que imponían una nueva cultura de masas vinculada al libre mercado, conocidos como tecnócratas, y todos ellos vinculados al Opus Dei, como Alberto Ullastes, Mariano Navarro o el catalán Laureano López Redondo.

Marcar diferencias a bajo precio

El Plan Nacional de Estabilización Económica fue el motor del estallido turístico. La devaluación de la peseta y el abaratamiento del coste del alojamiento supuso que el Estado español, y sobre todo las costas del Mediterráneo, se convirtiera en una propuesta más que atractiva para las visitantes provenientes de los países recuperados de la Segunda Guerra Mundial en el que el Estado de bienestar se iba afianzando.

A todo esto habría que sumar el papel de Estados Unidos, de algunos organismos como el FMI y la OCDE o de otros estados europeos como el francés. En este contexto, la administración de Washington, gracias a un convenio con la Oficina Española para las Relaciones Estadounidenses, financió el desarrollo del sector turístico con un crédito de 122,5 millones de pesetas.

Esta financiación benefició a empresarios que aprovecharon el boom en todo el litoral de los Països Catalans. Entre ellos cabe destacar el mallorquín Joan March, quien ya financió la insurrección militar que llevó a Franco al poder, y que intervino decisivamente en el desarrollo del mapa turístico mediante el crédito privado. También hay que señalar a empresarios hoteleros como los Barceló, Fluxá, Río o los Melià, que crearon Hoteles Mallorquines SA en 1962.

Por lo que respecta a la imagen exterior, el turismo formaba parte del juego camaleónico que el franquismo había seguido a lo largo de los años. El inicio de la guerra fría dio la oportunidad al régimen de acercarse a la Europa más democrática, a pesar de seguir siendo una dictadura. Así, el discurso siguió siendo el de la diferencia. Spain is different englobaba toda una amalgama de estereotipos
y de exotismo que pretendía atraer al turismo del norte europeo fomentando el modelo de sol y playa a bajo precio.

Algunos estudios sobre la imagen que el franquismo pretendía ofrecer al mundo apuntan a un discurso que bailaba con la dialéctica de la europeización y la singularidad, y mostraba un estado abierto, moderno y particular, difuminando con ello la cara represiva de una dictadura con décadas de asentamiento. La publicidad, en todos sus formatos, tuvo un peso fundamental en la construcción de esa imagen externa. Las postales o anuncios mostraban un idealismo folclórico, limpio de conflicto político.

La turista un millón. En una iniciativa ministerial para marcar músculo de cantidad de visitas, Maria Steiner, ciudadana suiza, es recibida en el aeropuerto de Son Santjoan (Palma) por varias autoridades, en 1967. | Archivo

Estos discursos, en clave nacionalista y del todo despolitizados, eran los que predominaban también en la literatura extranjera, por lo que la mayoría de las turistas se mantenían ajenas a la realidad española de esos años. Además, la década de los sesenta fue el escenario de auge de la industria publicitaria, hasta el punto de que el Estado empezó a intervenir en 1964 con el Estatuto de Publicidad, porque la aparición de financiación, productoras y marcas con intereses como el caso de Nestlé suponían un peligro para el control discursivo de los anuncios.


Entre “suecas” y “donjuanes”

El turismo ha sido un fenómeno de extensas dimensiones, sobre todo a partir de las décadas de los años sesenta y setenta. La historiadora Mary Nash sostiene que tuvo incidencia incluso en los modelos de género y su representación. En este sentido, se refiere al arquetipo de la sueca, mujer turista europea joven, esbelta, rubia y moderna que la publicidad turística fomentó en contraposición a la feminidad autóctona, que se mostraba rural y conservadora.

La contrapartida era l’arquetip del latin lover o el donjuán espanyol, un model que idealitzava la força sexual de l’home mediterrani. L’element sexual es trobava en ambdues figures, les quals, per a aquesta historiadora irlandesa, representen també nous models de neocolonització. Aquesta imatge es va explotar intensament en la premsa i la publicitat, en el cinema, l’humor o fins i tot en campanyes públiques com la de “La turista un millón” que va ser rebuda amb tots els honors a l’aeroport de Palma el 1967.

La conocida como “invasión pacífica” turística fue parte y herramienta del cambio de imagen de un territorio que se mantuvo bajo una dictadura nacional-católica más allá de la muerte del dictador, en 1975.

En los Países Catalanes, el impacto del nuevo motor económico fue enorme, tanto económicamente como en el ámbito cultural, puesto que fue un centro de recepción turístico principal. Las barraquitas, los paseos en asno o camellos, los campos de naranjas o los nuevos rascacielos en primera línea de mar, eran imágenes habituales en las postales turísticas del Desarrollismo . Elementos que se han quedado en el imaginario turístico y que de alguna forma mostraban los paisajes desde la alteridad.

El boom supuso una condena cultural y económica por algunos territorios. El turismo como sector se convirtió en el principal motor monetario para el franquismo de los sesenta y desde entonces, pero también para los primeros gobiernos de la democracia, quienes, de nuevo, utilizaron el discurso turístico para proyectar una nueva imagen hacia Europa. Con el eslogan “España, todo bajo el sol” iniciaba el primer gobierno socialista la nueva campaña para crear una marca país a través del mismo modelo económico basado en el turismo.


Fuente → directa.cat

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