De nada
De nada
Irene Zugasti

El feminismo, el no-tema de las elecciones, el arma arrojadiza, la abstracción sin propuestas, volverá. Y será crucial en la ofensiva y en la defensiva para articular propuestas que puedan disputar privilegios.

No voy a hacer un refrán sobre los perros porque llego ya un día tarde y están casi todos cogidos. Me propongo asimismo no hablar aquí en clave de claves, ni de eso de la “condición de posibilidad”, que también rima con perro, ya que otras lo hacen mejor que yo. Pero sí quisiera hacerlo de feminismo y de cómo presuntamente –no tengo pruebas, tampoco muchas dudas– las mujeres, el 23J, salvaron el culo a esta España.

Me explico. Si la noche electoral reunió en muchas casas a las amigas, las familias, las vecinas, para cogerse fuerte las manos en una especie de Nochevieja siniestra con final fatal, coincidimos en que hoy el escenario es otro. Completamente otro. Y mejor, en cualquier caso y con todos los peros, porque el cuanto peor mejor como horizonte revolucionario no tiene de momento grandes cabezas al volante, o no tan grandes como las de Buxadé.

El bipartidismo continúa su senda de restauración concentrando el 64,7% de los votos, la derecha ha crecido respecto a las anteriores generales, y el PSOE, bueno, pues es el PSOE

El caso es que las resacas electorales y las otras tienen en común que en ambas es bueno dejar pasar un par de días para acordarse bien de todo lo que ha ocurrido y ajustar la euforia a la realidad. Siendo yo la primera que esa noche se tomó una copa –solo por doblarle la sonrisa a Monasterio la ocasión ya lo merecía–, considero que en el día de después conviene mirar los números con algo más de calma y de perspectiva. Y es que el bipartidismo continúa su senda de restauración concentrando el 64,7% de los votos, la derecha ha crecido respecto a las anteriores generales, y el PSOE, bueno, pues es el PSOE. Por los pelos. Si bien ver a Vox perder diecinueve escaños siempre es gozoso –y quitarse de tener que escuchar a Carla Toscano en el hemiciclo, todavía más–, sería muy ingenuo instalar el alivio, el borrón y cuenta nueva y proclamar el auge y caída de la extrema derecha española creyendo que se puede sostener un proyecto de país progresista sólo sobre un achuchón electoral. Conviene no olvidarlo, pase lo que pase en los próximos meses, y no volver a abandonar el trabajo del antifascismo en manos de las de siempre, que el “No pasarán” merece mucho más respeto que quedarse para eslogan electoral, o para lema que corear en Ferraz teniendo a pocos metros a Margarita Robles.

El hecho de que el voto femenino es progresista es una tendencia más que probada en España

Precisamente eso lo entendieron bien en el bloque conservador, que nada más tocar concejalías, alcaldías y diputaciones tras las elecciones municipales y autonómicas de primavera, desplegaba una ofensiva brutal contra lo simbólico y lo material, contra lo de comer y lo de ser, con los derechos feministas como pieza a batir. Nada nuevo cara al sol, ciertamente, para cualquier observador de su gestión económica o de los servicios públicos de los últimos cincuenta años, pero sí muy preocupante sí, como a mí, te pilló desprevenida la foto de Primo de Rivera en un autobús de la EMT. Los “silbidos de perro” de la derecha invocándose a sí misma, como la marca tenebrosa de los mortífagos de Harry Potter, ya no eran silenciosos guiños de compadreo, sino ladridos altos y claros que sonaban a Txapote y que no dejaban escuchar lo importante, lo que está en letra pequeña en el programa. No lo entendieron tan bien sin embargo en el otro lado, donde Barbie les ha pasado por la izquierda en una campaña en la que el feminismo incomodaba y dividía y en la que se estuvo más tiempo filosofando con lo que el feminismo es o debiera ser que planteando cómo asegurar la resistencia y qué hacer con los derechos conquistados para convertirlos en digna barricada. Pero es que igual falta eso, precisamente, un poquito más de los Barricada.

El hecho de que el voto femenino es progresista es una tendencia más que probada en España, y a falta de encuestas postelectorales, queda bastante claro que la victoria de Pedro Sánchez deberá mucho a la reacción de personas, y sobre todo de muchas mujeres, movilizadas activamente por un voto pragmático, un voto de hospital público y declaración de la renta, un voto quizá sororo y de autodefensa, y en muchos casos, un voto tremendamente generoso, dadas las circunstancias y el trato al que nuestros derechos y nuestras prioridades han sido sometidos en esta campaña con poca épica pero tan representativa de una época.

Y qué época. La fiesta de la dulce derrota en Ferraz concentraba curiosos y entusiastas que encontraron en la sede socialista lo más parecido a una fiesta que podía ofrecerle la nuit, bailando junto a la fiel militancia de base, esa del “con Rivera no”, la que blande tricolores, la que ciclo a ciclo salva al PSOE de ser al PSOE por una noche, hasta que se convierte en calabaza. No así en Bambú –no se me ocurre páramo ideológico y terror urbanístico más preciso en Madrid para colocar la sede de Vox– donde, desde primeras horas de la tarde, el verde rebelde se tornaba la luz triste de cuando se terminan las raves. Mientras, algo temblaba de nuevo en el andamio azul de Génova, ese disputado andamio al que tanto cuesta subir y del que es tan fácil descalabrarse. DJ Pulpo, el pinchadiscos que castiga los oídos de las vecinas en casi todas las fiestas de los distritos de Madrid contratación pública mediante, no terminó su bolo y a los platos quedó la música de los fans de Ayuso con ella de rojo vendetta, torciendo su sonrisa perversa entre tanta camisa blanca y bien planchada.

Y hablando de plancha y buenas camisas, en la sede de Sumar volvían a hablar de tranquilidad, de propuestas, de gobernar para colmar incertidumbres. Y a mí me recuerda a esa estrofa de la canción de Jarcha que pedía libertad sin ira, gente que tan solo quiere su pan, su hembra y la fiesta en paz. Pero me temo que estos no son tiempos ni de paz, (¿alguien en Sumar se acuerda de Ucrania?) ni de fiesta: nos queda un larguísimo verano, así dure un mes como dure cientos, y el “movimiento” tiene que replantearse de verdad qué es, qué quiere de sí mismo y de quienes le sostienen, de esas militancias deseosas de hacer, que ha trabajado bien y mucho, o nos encontraremos en otro otoño de “te lo dije” y de sé lo que hicisteis el último verano. La vida tranquila, me temo, también hay que pelearla.

Pero yo venía a hablar de feminismo. El no-tema de las elecciones, el arma arrojadiza, el elefante en la habitación, la lona que no cesa, la abstracción sin propuestas, que hoy se desvanece en los discursos postelectorales, que desaparece de los análisis políticos porque la Política mayúscula de estos tiempos requiere de los señores de pactrómetro y ábaco electoral, volverá. Volverá y será crucial en la ofensiva y en la defensiva, tanto en un escenario de repetición electoral como en el de un gobierno de coalición, para articular propuestas que de verdad puedan disputar poder y privilegios, transformar vidas y acabar con la violencia machista que para algunas todavía es, perdonadnos, quizá la más importante razón de Estado.


Fuente → ctxt.es

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