Chaves Nogales, ¡necesitamos periodistas así!
Guillermo Martínez
Hasta hace unas décadas, muy pocas personas reconocían el nombre de Manuel Chaves Nogales. Diversos estudios y esfuerzos de recuperación de esta figura prominente en el mundo periodístico español del siglo pasado han dado sus frutos: algunas obras se han reeditado, ya se habla algo más de él en las facultades de historia, literatura y periodismo y, asimismo, salen a la luz monografías que vertebran una vida repleta de idas y venidas a los acontecimientos más convulsos y cientos de artículos en prensa, cubriéndolos siempre con maestría (algo de lo que muchos ‘profesionales de la comunicación’ deberían aprender hoy). Así queda comprobado en la recién publicada ‘Manuel Chaves Nogales. Barbarie y civilización en el siglo XX’ (Alianza Editorial), escrita por el historiador Francisco Cánovas.
A pesar de que sobre Chaves Nogales se haya escrito bien y mucho, esta publicación presenta su biografía insertada en las coordenadas sociales y políticas de su tiempo, lo que proporciona la información más útil posible para entender unas y otras. Natural de Sevilla, aquel bebé que vio la luz en 1897 no sabía que moriría apenas 46 años después, en un segundo exilio, en Londres. En ese casi medio siglo de vida, el prolífico periodista y escritor fue testigo directo de los grandes enfrentamientos militares que azotaron la primera mitad del siglo XX, cuando el mundo se dividía entre los totalitarismos nazifascista y estalinista, por un lado, y las democracia parlamentarias por el otro.
Con gran acierto, Cánovas introduce al personaje en un primer capítulo a modo de biografía sucinta que poco a poco irá desarrollando en las siguientes páginas. De esta forma, la Revolución Rusa es el primer gran acontecimiento mundial que este periodista madrileño ilustraría con su pluma. “Era la primera vez que sucedía algo así, una revolución de ese calado, y Chaves Nogales estuvo allí para contarlo porque también fue un pionero en el uso del avión”, refleja el historiador y autor de la obra. No se equivoca. Como tantas veces repitió el periodista, “su oficio era andar y contar, desplazarse y relatar lo que sucedía”.
A decir verdad, Chaves Nogales llegó a Rusia en 1928, más de una década después del levantamiento popular contra los zares, pero el testimonio que ofreció de aquello todavía tiene vigencia al relatar de manera tan detallada y sesuda las luces y las sombras de aquella revolución, según lo explicitado por el propio Cánovas. A sueldo de El Heraldo de Madrid, también escribiría reportajes para Ahora, el periódico más importante de la Segunda República, del que era subdirector y que, de facto, dirigía. “Quería que los lectores tuvieran los criterios necesarios para saber analizar la época histórica que vivían. Esa es la visión del periodismo que él concebía”, añade el biógrafo.
Más tarde pasó por la Alemania de Hitler. El país centroeuropeo recibió al periodista, por primera vez, a su regreso de Rusia. “Luego volvió a visitarla de forma mucho más detallada a los pocos meses de que Hitler llegara al poder. Vio ese ascenso y consolidación de una dictadura que decidiría el futuro europeo más tarde”, apunta el autor de la monografía. Él mismo continúa: “Si en el caso de Rusia sus textos tenían una visión pedagógica, con lo de Alemania todavía más. Cuando él vuelve, en 1933, en España se vivía una experiencia totalmente contraria, la república democrática, parlamentaria, respetuosa de los derechos individuales y ciudadanos”.
Es decir, Chaves Nogales, con sus crónicas, quería que sus compatriotas españoles tomaran nota de lo que podía llegar a ocurrir. “Aquella fue una mirada muy lúcida. Yo destacaría su entrevista con Joseph Goebbels, el ministro de propaganda nazi, al que solo le permiten hacer tres preguntas. Eso no impidió que, en su texto, Chaves Nogales hiciera una introducción demoledora del personaje”, desarrolla Cánovas. La consecuencia fue directa: entrar en la diana de la Gestapo.
El cuarto capítulo del libro aborda la experiencia de Chaves Nogales con la Segunda República española. “Siempre defendió el régimen republicano y la política de Manuel Azaña, a quien en sus diarios le llega a calificar como “uno de los nuestros”. Se le podría clasificar como liberal progresista independiente de centro izquierda y que se postulaba a favor del reformismo republicano”, incide el biógrafo de este maestro de periodistas.
Desde la perspectiva de Chaves Nogales, el secreto de la continuidad republicana radicaba en la ampliación progresiva de su base social. Más tarde, cuando ya exiliado le preguntan cómo ve el futuro del país, afirmará que Franco antes o después se agotará, que Don Juan no tiene posibilidad y que se volvería a la situación de abril de 1931. A pesar de que él ve el futuro de España en la república democrática, se equivocaba.
El acontecimiento que marcó su devenir más inmediato fue la Guerra Civil iniciada por el ejército rebelde en julio de 1936. “Desde ese mes hasta noviembre del mismo año, los editoriales del periódico Ahora defendían el sistema democrático. Al final, terminó posicionándose a favor de la línea azañista, que venía a decir que la guerra era una barbaridad entre españoles y que se debía mediar con alguna potencia democrática europea para que se parase la contienda y se pudiera llegar a un acuerdo justo”, se explaya Cánovas. De aquella experiencia salieron dos de sus joyas literarias: A sangre y fuego y Los secretos de la defensa de Madrid.
Llegó noviembre de 1936 y Chaves Nogales temió gravemente por su vida. “Estaba convencido de que había dirigentes tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda que querían ir a por él. También consideraba que el proyecto republicano había fracasado con la Guerra, así que primero marchó a París y luego a Londres, dos lugares desde lo que defendió siempre la causa aliada en la Segunda Guerra Mundial”, apunta el escritor.
El prestigio que disfrutaba como periodista sirvió para que en la capital francesa pudiera vivir decentemente. Allí es donde creó una red de periódicos latinoamericanos en los que informar de lo que ocurría en España y en Europa. Cuando comienza la agonía del país galo ante la invasión nazi, el que tiempos atrás fuera tan crítico con el régimen de Hitler se desplazó hasta Burdeos para embarcar con destino a Londres. Si antes colaboró con Radio París, en la ciudad en la que murió lo hizo con la reputada BBC.
Chaves Nogales tenía claro que los fanatismos ideológicos y religiosos solo hacían daño y fracturaban la sociedad. Así llegó la batalla de Inglaterra, que también presenció y contó como director de una agencia de información, cargo que el Gobierno de Gran Bretaña le había reservado. “Estaba convencido del triunfo de las fuerzas aliadas y se llega a desplazar a Irlanda, donde se prepara el ejército norteamericano para entrar en acción”, dice al respecto Cánovas. Pero no lo llegó a ver. Según apunta el biógrafo, “cuando Chaves Nogales estaba en su lecho de muerte, le dijo a su amigo Antonio Soto que era una pena irse sin ver el desembarco de Normandía. Él sabía lo que se preparaba, y por meses no vio el momento que tanto anhelaba: la reconstitución de la democracia y el fin de la guerra”.
Otro capítulo ineludible, ya el último, está dedicado al exilio español. “Quería mucho a su país y se ve obligado a alejarse de su tierra, su gente. En París y Londres se rodea de una profusa colonia de exiliados como él, como Alcalá Zamora, Salvador de Madariaga, Gregorio Marañón, Luis Cernuda y Juan Negrín, a quienes llegó a contratar”, ilustra Cánovas. Es algo que persiguió durante toda su vida: la colaboración entre periodistas y escritores.
Un cáncer de estómago se llevó por delante tanta vitalidad con solo 46 años. Enterrado por sus amigos en un cementerio cercano a la capital inglesa, ni siquiera hay una lápida que honre su memoria. Ahora que han transcurrido entre 80 y 100 años de sus crónicas, cualquier lector o lectora apreciará la vigencia de las mismas. “De sus escritos se filtran las ideas y valores humanistas y democráticos que siempre le acompañaron; la defensa de las libertades, el rechazo de la intolerancia y el fanatismo y su lucha contra los populismos, algo muy actual a día de hoy”, concluye Cánovas.
La cuidada, completa y profesional edición presentada por Alianza Editorial y cuya autoría recae en el propio Cánovas termina con unas palabras que todavía retumban en la actualidad. Escritas al final de su libro La agonía de Francia, sirvan para honrar su figura: “Hasta ahora no se ha descubierto ninguna forma de convivencia humana superior al diálogo, ni se ha encontrado un sistema de gobierno más perfecto que el de una asamblea deliberante, ni hay otro régimen de selección mejor que el de la libre concurrencia: es decir, la paz, la libertad y la democracia”.
Fuente → elasombrario.publico.es
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