El proceso, que se repetirá en las diferentes criptas y en cada uno de los niveles que las componen, consiste en mover cajas y hacer pasillos para llegar a aquellas en las que se cree que están los restos reclamados, de los que se extraerá una muestra para comparar con el ADN de sus descendientes
El trabajo consiste ahora en tratar de encontrar aquellas en las
que están los 128 reclamados, extraer algún resto óseo, identificarles y
cotejar su ADN con el de sus familiares. La Secretaría de Estado de
Memoria Democrática ha detallado el operativo tras estudiar
exhaustivamente la posible ubicación de las cajas y establecer las
medidas de seguridad necesarias. En las mismas dependencias se ha
instalado un laboratorio forense con las herramientas y máquinas
pertinentes para que el conjunto de especialistas y profesionales
encargado del procedimiento lleve a cabo los trabajos. Un consejo asesor
presidido por el secretario de Estado, Fernando Martínez, asistirá
también al proceso.
Cada día desde las 9 de la mañana, el equipo multidisciplinar formado por seis forenses, arqueólogos, antropólogos, miembros de la policía científica y trabajadores de la empresa pública Tragsa hacen todo lo necesario para intentar encontrar las cajas reclamadas. La jornada termina sobre las 18.30 de la tarde. El dispositivo ha comenzado en la cripta adyacente a la capilla del Santo Sepulcro, que cuenta con cinco niveles de columbarios. Se ha decidido empezar por ahí porque se cree que ahí, en concreto en su nivel 2, fueron inhumados Antonio y Manuel Lapeña, un caso que cuenta con un auto judicial pendiente de ser ejecutado desde 2016.
Además, el mayor número de solicitudes de familiares (77) se refiere al Santo Sepulcro, donde se tienen registrados 18.301 personas enterradas. En esta primera fase, los operarios han comenzado en el nivel 0 de la cripta e irán ascendiendo hasta el nivel 4 en orden por motivos de seguridad, ya que apuntalarán una vez terminen con cada una de las salas, tal y como han aconsejado los arquitectos y desde riesgos laborales.
Posteriormente pasarán a la capilla del Santísimo, donde se creen que están los restos de otras 39 personas reclamadas. Según los registros del Valle de Cuelgamuros, aquí hay inhumadas 10.545 víctimas. El procedimiento será el mismo aunque esta cripta solo tiene columbarios en los dos últimos niveles. Por último, abordarán las capillas a los lados de la nave, en las que hay 5.000 enterrados.
En cada uno de los niveles, los trabajadores, que están
equipados con equipos de protección individual, harán un pasillo para
poder avanzar entre las cajas, que es a lo que fundamentalmente se han
dedicado en estas primeras jornadas de trabajo, y llegar a las del fondo
y los lados. Las que van retirando que no hayan sido objeto de
reclamación se depositarán en una sala adyacente acondicionada y una vez
se cierre el pasillo se volverán a ubicar donde estaban. En las criptas
se han instalado filtros que renuevan el aire permanentemente para
evitar el riesgo de aspirar la gran cantidad de polvo acumulado por el
paso del tiempo.
Luces forenses, muestras de ADN
En el momento en que los operarios lleguen a una de las cajas que buscan la extraerán y limpiarán. Si la inscripción está borrada o es difícilmente visible, entrarán en juego los cuatro miembros de la policía científica, que ayudarán mediante luces forenses a identificar los datos. Los forenses la inspeccionarán en el laboratorio y elegirán el fragmento de hueso más adecuado para llevar a cabo los análisis. También se procederá a hacer una evaluación antropológica con la que obtener datos como el sexo, la edad o los signos de violencia. Inmediatamente después se hará la toma de muestras, que se llevarán al Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses de Madrid asegurando al cadena de custodia. Allí se compararán con las muestras tomadas a los 128 familiares en 2019.
Hay algunos que llevan esperando este momento más de dos décadas. Son los más mayores, los hijos e hijas de los represaliados que están en Cuelgamuros, que empezaron a pedir cuentas al Estado a finales de la década de los 90 sin éxito. No había Ley de Memoria y apenas se sabía nada de los osarios. La entrada en el Valle llega tarde para algunos de ellos como Manuel Lapeña, hijo y sobrino de los Lapeña, el hermano de Fausto Canales, cuyo padre está en el nivel 0 del Santo Sepulcro, o Silvino Gil, hijo de un combatiente del bando sublevado que también reclama sus restos. Todos han fallecido en el último año y medio esperando.
Detalle de cajas apiladas en el interior del nivel 3 de la capilla del Santo Sepulcro. CSIC
Y es que los obstáculos no han dejado de sucederse. En septiembre de 2021 el Ministerio de la Presidencia inició los trabajos previos que consistían en la instalación de la infraestructura y la organización de los trabajadores. Sin embargo, dos meses más tarde un juzgado paralizó las obras tras una cascada de recursos interpuesta por asociaciones franquistas emulando la estrategia seguida para intentar frenar la exhumación de Francisco Franco. Un conflicto judicial que se ha alargado hasta este pasado mes de marzo, cuando el Tribunal Supremo decidió confirmar la anulación de las medidas cautelares que mantenían paralizados los trabajos.
La operación completa se prevé larga y no exenta de dificultades. Desde el punto de vista técnico es un desafío debido al desigual estado de conservación de los columbarios. Un grupo de técnicos de Patrimonio Nacional describió en 2010 la mala situación en la que se encontraban algunos de los columbarios debido a la humedad y al descuido, con cajas deshechas y una amalgama de huesos sin identificar. Las primeras aproximaciones en las criptas han revelado ahora que el estado de las cajas es mejor del que se esperaba, pero aún así las familias saben que no está garantizado que puedan recuperar los restos para darle digna sepultura. “Estamos esperanzados, pero somos realistas”, decía Fausto Canales esta semana.
Fuente → eldiario.es
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