
Hombres que surgen de otros hombres, hombres que nacen en medio del dolor, de la pena y que son capaces de saltar de la soledad a la fábula. Se sienten parte del todo. Esta es la sustancia de la que está hecho Miguel Hernández, nacido el 30 de octubre de 1910, en Orihuela, en tierras levantiscas, en aquella España de principios de siglo, de “Frascuelo y de María”, detenida en el anacronismo y con el sueño de un mañana distinto. El arco comprendido entre 1910 y 1942 da cuenta de la existencia que se engarza con la historia de la monarquía, la república, la guerra civil española, la derrota y el franquismo. No conoció el exilio Miguel Hernández porque la muerte lo atrapó enseguida.
Me niego a su destino: ser echado a un rincón
prefiero que me coman los lobos y los perros
que mis huesos actúen como estacas
para atacar cerdos o picar espartos.
su secular paloma en tu cabeza,
de que incube sus huevos en tus labios,
de que habite tranquilo en su vestido
de aceptar su herencia de notarios y de templos.
Ojos de acecho
Perros aullando
Perros y perros
Todo baldío
Todo reseco.
Cuerpos y campos,
Cuerpos y cuerpos
qué ceniciento!
¡Corazón tuyo
fértil y tierno!
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros
que antes de nacer son
y han sido niños yunteros.
En enero de 1934 es detenido por la Guardia civil, y golpeado con las culatas de los fusiles, conducido a la cárcel de San Fernando. Detención que desata la protesta de Pablo Neruda, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Luis Cernuda... La declaración de protesta de los intelectuales denuncia el abuso de poder y el maltrato de los guardias con los ciudadanos pobres. Al inicio de la guerra civil española (1936) como voluntario se incorpora a las milicias comunistas, al célebre: Quinto Regimiento, en la defensa de Madrid, los primeros meses de la guerra. Miguel está en Andalucía, Extremadura, Teruel, como soldado, como poeta, recitando sus versos en el frente. Los hombres no tienen salvador. Solo la fuerza del brazo de quien vive en medio de las burbujas del dolor, la miseria, la soledad, la pena. Sólo que la negación puede encarnar el viento de la fábula. Y, es ahí donde está la raigambre de Miguel Hernández, su motivo para vivir es ser parte de la hojarasca desprendida del reino de la vida:
Para la libertad sangro, lucho, pervivo
Para la libertad mis ojos y mis manos,
Como un árbol carnal, generoso y cautivo
Doy a los cirujanos
Para la libertad me desprendo a balazos
De los que han revolcado su estatua por el lodo
Y me desprendo a golpes de mis pies, de mis brazos
De mi casa, de todo
La libertad no es la madriguera interior, la libertad no es el cielito para esconderse “en sí sólito”, no es la torre de marfil, la libertad no es el reino de la interioridad, rodeado y atado por cadenas. La libertad es la totalidad. La libertad no desprecia la carne talada, la libertad no puede ver el reino de huesos y de sangre en podredumbre. Por eso viene la lucha no de un hombre sino de un pueblo:
Ayer amaneció el pueblo
Desnudo y sin que ponerse,
Hambrientos y sin que comer,
Y el día de hoy amanece
Justamente aborrascado
Y sangriento justamente.
En sus manos los fusiles
Leones quieren volverse:
Para acabar con las fieras
Que lo han sido tantas veces.
Por la libertad se lucha y se desangra. Campos de lucha donde se extienden los heridos, de los cuerpos luchadores, la sangre llueve. El brazo, con su fuerza, toda fantasía y todo corazón lucha se desangra, en perfiles de agonía, en la fatiga. El tiempo de la vida negada, vejada y estéril se detiene. Y en medio de esta lucha la voz de Miguel Hernández:
Vientos de pueblo me llevan,
Vientos de pueblo me arrastran
Me esparcen el corazón
Y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente
Impotentemente mansa
Delante de los castigos.
Los leones la levantan
Y al mismo tiempo castigan
Con su clamorosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes...
Y en medio de la guerra civil española; el 9 de marzo de 1937 sobre la roja España, en plena lucha, sangre y granizo, enrojecidos los mares, inundaciones de sangre preciosa de España, ante las montañas de sangre, ante los caballeros de la muerte con la Legión Cóndor incluida y con regimientos italianos, tiene el mundo para Miguel Hernández otro color y otra esperanza:
He poblado tu vientre de amor y sementera
He prolongado el eco a la sangre que respondo
Y espero sobre el surco como el arado espera:
He llegado hasta el fondo
Nacerá nuestro hijo con el paño cerrado,
Envuelto en tu clamor de victoria y guitarras
Y dejaré a tu puerta mi vida de soldado
Sin colmillos ni garras.
Para el hijo será la paz que estoy forjando.
En 1938 el primer hijo muere. Y el primero de abril de 1939 es una fecha de dramática lucha: la España de la República ha sido derrotada por el falangismo.
Golondrinas, ascensión,
Claridad, anchura, aire,
Decidido espacio, sol,
Horizonte aleteante
Sepultado en un rincón.
Tu pelo desde lo negro
Ha sufrido las edades
De la negrura más firme
Y en lo más emocionante:
Tu secular pelo negro
Recorro hasta remontarme
A la negrura primera
De tus ojos y tus padres
Al rincón de pelo denso donde relampagueaste.
Consigue salir en libertad gracias al tesón de su mujer. Pero vuelve en Orihuela a ser detenido. Lo encierran en un seminario y más tarde es enviado a Madrid. Lo condenan a pena de muerte por el “delito adhesión a la rebelión”, y luego la pena capital la conmutan por treinta años de cárcel. El cielo opaco ofrece dolor y hambre. Creía que su liberación se había producido por los amigos. Pero la fábula, el mundo del hoy y del mañana destruido, y la enfermedad acecha. La esposa visitándolo en la cárcel:
Mi niño estaba
Con sangre de cebolla
Se amamantaba.
Pero tu sangre
Escarchaba de azúcar
Cebolla y hambre.
Precipitado en la sombra me veo
Ascua solar, sideral alegría
Ignea de espuma, de luz, de deseo.
Fuente → las2orillas.co
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