
Valencia ha vuelto a escuchar sobre la Brigada 26 después de un reportaje emitido por ÀPunt el pasado 24 de abril. “Un poco agridulce” es la sensación que sintió Antoni Infante, miembro de Decidim, Plataforma por el Derecho a Decidir del País Valencià. Valora la valentía del equipo al hacer el documental, pero piensa que “el mensaje de que había mucha violencia en las calles y que, por tanto, debía encararse es un mensaje ideológico muy interesado para el mismo franquismo y para la Brigada 26”.
"Yo fui con muchas ganas de contar unos hechos, de hacer memoria histórica […] de cómo la gente LGTBI de la época habíamos sufrido la represión", añade Vicente Ortuño. Está "muy decepcionado" y enfadado porque "sacaron frases fuera de contexto". Él y Alfonso Pelayo, integrantes entonces del Movimiento de Liberación Gay del País Valenciano (MAG-PV) coinciden con Infante al considerar excesiva la enorme presencia policial en el documental, imponiendo un cariz justificador de las acciones de “La 26”.
En 1972, el franquismo se enfrentaba a una creciente oposición en la calle, y una forma de combatirla fue el aumento de la presencia policial justificado con la delincuencia. Los principales diarios hablaban de El Lute o de robos en joyerías mientras huelgas fabriles de miles de personas eran omitidas. Infante piensa que el origen de la 26 fue el miedo a las autoridades locales ante los “pequeños estallidos de libertad” que surgían en la Valencia tardofranquista. El productor musical Toni Pep enmarca su creación dentro de la corrupción franquista, justificada por “parámetros ideológicos” contra la gente marginada y pobre frente a la “gente de bien”.
Su uniforme negro con botas “parecía el de las SS nazis”, recuerda Infante, y llevaban un revólver en la cintura
Operaban entre las 22 hy las 6 h, contaban con teléfono propio y disfrutaban de más días libres y sueldo que el resto de policías. También tenían otros trabajos, normalmente de porteros y seguridad. Su uniforme negro con botas “parecía el de las SS nazis”, recuerda Infante, y llevaban un revólver en la cintura al estilo de cuerpos policiales de Estados Unidos. Su apariencia y el nombrarlos ya generaba miedo.
La Brigada 26 en acción
La 26 participó en la contención de la protesta y el movimiento social en las calles de València. “Nos agredieron a mucha gente y no por ser miembros de colectivos de mujeres, sino por pasear por la noche tranquilamente. Esta era la estrategia: llegaba el jeep a toda leche, se colocaban a tu altura, saltaban como locos, nos metían contra alguna pared de espaldas, con las piernas abiertas y manos arriba, nos cacheaban, tiraban todo lo contenido del bolso en el suelo y con el pie lo recorrían y aplastaban. Así más de una hora. Luego se iban por dónde habían venido”. Es la secuencia que Lola, militante durante la Transición, sufrió una noche junto al Miguelete.
Todos los testimonios coinciden en el mismo modus operandi : llegar, agredir y huir, y siempre contra personas que identificaban con disidencia política y social. Antoni Infante recuerda la entrada masiva de la 26 en una discoteca: cerraron la puerta, empezaron a pegar en todo el mundo y amenazaron si la gente acudía a un centro médico. En otra ocasión, repartiendo folletos en la avenida de Francia, dejaron vapuleados a dos compañeros.
Todos los testimonios coinciden en el mismo modus operandi: llegar, agredir y huir, y siempre contra personas que identificaban con disidencia política y social
En un reportaje sobre El Carmen de 1978, el periodista Javier
Valenzuela recoge opiniones de asiduos y vecindario. Todos coinciden en
que hacía un año “la peor época [del barrio] fue cuando se instaló
permanentemente un destacamento especial de la Brigada 26 […] que
produjo más conflictos y tensiones que otra cosa”. Carmen era un
borboteo de contracultura y contestación social. La escena punk
valenciana empezaba a desarrollarse en el barrio y en sus locales.
La
respuesta de la gente punk en la 26 fue enérgica y contundente. El
libro sobre la banda Interterror define a los punks como “los únicos
suficientemente inconscientes para confrontarlos”.
El acoso y el asalto de sus locales y festivales fue constante. Una pelea con fascistas frente a un local punk supuso la aparición de La 26 y la detención de dos punks. Decenas de punks atacaron la comisaría buscando liberar a sus compañeros. Tras horas de batalla, siete policías resultaron heridos y otros cuatro punks fueron detenidos.
Ultraderecha, corrupción y el negocio de la noche
Según la revista Cartelera Turia , en 1982 un grupo de fascistas atacó la feria de libro frente a la Lonja, agrediendo a golpes a un visitante. La 26 dejó en paz a los atacantes y pidió el carnet al agredido. Su vínculo con la ultraderecha va aún más allá: se buscaba personal con conocimientos en artes marciales y “los gimnasios eran territorio fascista”, como señala Alfonso Pelayo. Un dossier libertario de 1980 define a los agentes de la 26 como “expresidiarios fascistas en potencia, procedentes anteriormente de bandas y de la Legión, y que controlaban gran parte, en su día, de la droga tova que se vendía en Valencia”. Muchos testigos apuntan a que la 26 a menudo hurtaba la droga que encontraba en cacheos para consumirla o venderla. Toni Pep sitúa a la vez la aparición de la heroína y de la 26 en el Carme, y algunos de los primeros skinheads neonazis distribuían la droga requisada por la 26.
Un dossier libertario de 1980 define a los agentes de la 26 como “expresidiarios fascistas en potencia, procedentes anteriormente de bandas y de la Legión”
Algunos trabajaban protegiendo mítines de la ultraderechista Fuerza Nueva y, disuelta la 26, algunos se incorporaron a La Levantina, empresa de seguridad privada de Roberto Navarro, futuro fundador de España 2000, entonces ya conocido en el fascismo local, en el proxenetismo y en el ocio nocturno. Según Viruta, investigador y miembro del Espacio de Libre Aprendizaje El Punt, todo apunta a una estrategia de la ultraderecha, definida o no, para tomar la noche valenciana. "Estos policías habían trabajado la noche, la conocían", señala.
Varios locales de ocio y prostíbulos eran regentados por conocidos fascistas, y la 26 parece tener un papel en todo esto: en el libro ¡Bacalao! de Luis Costa encontramos dos miembros de la 26 gestionando la discoteca La Pista de Benicalap, propiedad de un casal fallero. Toni Pep abrió entre 1980 y 1981 el Café Concert en el Carme, sufrió habituales atracos y, tras una pelea con un cliente, la 26 le denunció y le cerraron el local dos meses. Finalmente, le dejó y pasó a manos de un miembro de la 26, al igual que buena parte de los locales del Carme, aunque la mayoría no funcionaron nada bien y cerraron pronto.
Cruzada contra todo "lo inmoral"
Las fuentes mencionan a menudo la fijación de la 26 por gays y travestis. La localización de una de sus sedes en los bajos del Mercado Central favoreció el acoso, palizas, hurto de dinero y la violencia sexual que las trabajadoras sexuales de la avenida del Oeste sufrieron en sus manos. Toni Pep piensa que así atacaban la competencia, ya que bastantes agentes de la 26 eran proxenetas o trabajaban para proxenetas.
Las travestis ya tenían estrategias de defensa de la 26, con piedras o dando un aviso sonoro a toda la avenida para poder huir a tiempo
Las prostitutas callejeras, travestis y no, eran secuestradas y lanzadas al Saler, y tenían miedo a denunciar. Enterados de esto, Vicente Ortuño, Fernando Lumbreras y Leo del MAG-PV acudieron a hablar con ellas, y una noche se encontraron una redada de la 26 y se negaron a abandonar la zona. Conducidos a la comisaría de la Policía Nacional de Velluters, le explicaron al comisario la situación que sufrían las prostitutas. Ortuño recuerda su actitud “intimidatoria”, ignorando su relato y amenazando con denunciarles e informar a sus padres de que eran gays. Las travestis ya tenían estrategias de defensa de la 26, con piedras o dando un aviso sonoro a toda la avenida para poder huir a tiempo, pero "estaban muy agradecidas de que le hubiéramos dado luz porque ya no eran tan molestadas".
La activista y artista Rampova dejó bastante de anécdotas con la 26: en 1983 ella y Greta, también integrante del grupo de cabaret travesti Pluma-2, fueron agredidas por un grupo de neonazis, que huyeron hacia la dirección desde de donde venía un coche de la 26. Justificaron no haberlos detenido porque "iban en dirección prohibida". Más tarde, la 26 amenazó a Greta con contar a sus padres que era travesti si denunciaba, y en Rampova con dar sus datos a los neonazis. En otra ocasión Rampova caminaba con una amiga y recibieron una paliza de la 26, y la amiga tuvo que ser operada con la nariz rota y la cara desfigurada.
¿Disolución y final?
Ángel del MAG-PV sufrió un ataque epiléptico en la calle y
le atendió la 26. Fue golpeado al ser confundido por un drogadicto, y
cuando le encontraron un distintivo con el símbolo gay del triángulo
rosa con la frase gays contra el fascismo”, también humillado. Así
consta en un acta del MAG-PV de 1981.
La 26 se diluyó despacio y la mayoría de los agentes fueron reubicados en otras unidades. No hubo ninguna depuración de cargos, ni consecuencias
Otra acta de 1983 describe la reunión entre el colectivo y el gobernador civil, pidiendo la disolución del cuerpo. Esto ocurrió en 1986. Antoni Infante recuerda que "hubo algunas diferencias" antes y después de la llegada del PSPV al ayuntamiento en 1979, pero "los cambios se hicieron tan despacio que los valores de la Brigada 26 contaminaron el conjunto del cuerpo”.
La 26 se diluyó despacio y la mayoría de los agentes fueron reubicados en otras unidades. No hubo ninguna depuración de cargos, ni consecuencias por todos estos actos hasta la fecha.
Fuente → directo.cat
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