José Emilio Fernández Pérez, el estudiante ametrallado por la guardia civil en Atxondo
José Emilio Fernández Pérez, el estudiante ametrallado por la guardia civil en Atxondo / Tulio Riomesta 
 
Los medios de comunicación se limitaron a contar la versión oficial. La del control policial que “no se había respetado”. Ni siquiera hubo autopsia

 

José Emilio Fernández Pérez, Josemi, era natural de Pamplona-Iruñea (Navarra), vecino de Elorrio (Bizkaia), estudiante. El 23 de junio de 1978, víspera de San Juan, fue a Durango a pasar la tarde con su amigo José Félix Marías Maturana. Estuvieron en “La Pantera Rosa”, una dicoteca de Durango, y ya de noche se fueron a hacer autostop para volver a Elorrio. Subieron a un coche conducido por un señor llamado Koldo Zenitagoia de 64 años. También subió otro conocido, Jorge Velasco, que hacía dedo detrás de ellos. Koldo conducía despacio. En Abadiño, después de pasar Andramari, Jorge se bajó, vivía en un caserío cercano.

Cuando el coche entraba en la recta que va a Apatamonasterio, la guardia civil les disparó, sin avisos, señales ni miramientos entre 8 a 10 balazos, hasta que el coche quedó parado en la cuneta unos metros más adelante. José Emilio cayó sobre Marías, jadeando, nunca volvió a casa, falleció atravesado por las balas. Sus 2 compañeros resultaron heridos de gravedad. José Félix recibió 3 balazos, en el antebrazo derecho y en la rodilla, y Koldo, padre de un amigo de los jóvenes quedó con la pierna destrozada por una bala explosiva. Los guardias franquistas habían utilizado munición prohibida.

Marías salió del coche para pedir ayuda y vio a un guardia civil al otro Iado de la carretera, y a otro que salía de la cuneta, como si hubieran estado escondidos. Zenitagoia también trató de salir del coche pero cayó en el acto. Las balas le habían reventado los gemelos y no podía mantenerse en pie. Félix Marías dice: “Nos dispararon sin previo aviso, sin más”. Tanto el joven Jorge Velasco, que se apeó del vehículo 300 metros antes, como los ocupantes del vehículo, afirmaron que allí no había control ni señal de ningún tipo, lo han recalcado siempre.

Javier Fernández Pérez, el menor de los 7 hermanos, 2 años menor que José Emilio, cuenta que la familia quedó marcada de por vida: “Mis hermanos fueron a Durango, querían ver el cuerpo de Josemi. No les dejaron hasta que se pusieron brutos. Estaba tapado hasta el cuello con una sábana. Uno de mis hermanos tuvo el reflejo de levantar la sábana y mirar. Lo que vio le afectó tanto que estuvo durante años con depresión o lo que fuera”. El 24 de junio, domingo, todos los bares de Elorrio cerraron como señal de protesta por la muerte de Josemi y el ataque del que fueron víctimas Zenitagoia y Marías. Se convocó una huelga general para el lunes.

Pasados unos días los medios de comunicación se limitaron a contar la versión oficial. La del control policial que “no se había respetado”. Ni siquiera hubo autopsia. Los periodistas no pudieron publicar lo que les habían contado, por temor a lo que les podía pasar, la policía franquista les dijo que no podían publicarlo. Franco ya había muerto, pero las cosas todavía estaban mal. El mismo día del funeral, para llevar el féretro de la iglesia al cementerio, había que pasar por delante del cuartel de la guardia civil que mostraron actitudes provocadoras.

A los 2 o 3 años del tiroteo, Javier recibió una citación en el cuartel de la guardia civil. Allí, un alto mando del Cuerpo le dijo “que no hay que tener rencor”. Pero no acabó ahí. “Durante años siguieron a mis hermanos, el teléfono lo tuvimos pinchado, recibimos varias llamadas, nos amenazaron con quemar la casa con nosotros dentro. AI día siguiente el timbre apareció quemado. Otra vez vino la guardia civil a casa para llevarse detenido a mi hermano Félix apuntando a mi madre con 2 metralletas. Mi madre, pataleando y llorando les decía: «Ya me habéis matado a uno, ¿Me vais a matar a otro? Y respondieron: “Pues, ya veremos, señora, ya veremos”.

A Marías y Zenitagoia les hicieron declarar, sin abogados ni nada. Les hicieron admitir falsedades. Tiempo después se celebró un juicio militar en Burgos. Declararon culpable a Zenitagoia por saltarse el control, y punto. La sentencia era una chapuza y contenía errores de bulto como que el coche iba de Elorrio a Durango. Ni el día estaba bien recogido.

«¿Quién era Josemi? Josemi era un chaval de 16 años. Había estudiado fuera, era espabiladillo y todo lo que quieras, pero no dejaba de ser un adolescente que tenía toda la vida por delante. Josemi era mi hermano», añade Javier.


Fuente → nuevarevolucion.es

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